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Ariete



Un ariete es un arma de asedio originada en épocas antiguas, usada para romper las puertas o las paredes fortificadas. En su forma más simple, un ariete es tan solo un tronco grande y pesado, cargado por varias personas e impulsado con fuerza contra un obstáculo. El ímpetu del ariete es suficiente para dañar el objetivo. Normalmente lleva incorporada al tronco la cabeza de un carnero para aprovechar su cornamenta enroscada en forma de círculo (ariete deriva del latín aries, carnero).

En los diseños más sofisticados, los arietes eran impulsados con una honda (arma) y soportados con cuerdas o con cadenas dentro de un marco rodante, de modo que podían ser mucho más grandes y también se podían pivotar más fácilmente en contra de su blanco. En algunas ocasiones, la punta del ariete iba reforzada con una cabeza de metal, y las partes vulnerables del ariete se reforzaban con bandas metálicas. Muchos arietes también contaban con cubiertas protectoras y paredes laterales reforzadas con cuero u otros materiales para prevenir que el ariete fuese atacado con fuego.

Algunos arietes no eran propulsados con cuerdas o cadenas, sino que en su lugar eran apoyados sobre vigas. Esto daba a los arietes un recorrido mucho mayor, de modo que pudieran alcanzar una mayor velocidad antes de golpear a su objetivo, y por lo tanto que fueran más destructivos. Este tipo de ariete fue usado por Alejandro Magno y descrito por el escritor Vitruvio.

En los castillos, los defensores procuraban prevenir los ataques de los arietes lanzando obstáculos frente a éstos, momentos antes de que golpearan la pared, usando cuerdas con ganchos para inmovilizar el tronco, incendiando al ariete o saliendo sorpresivamente para atacarlo.

Las variaciones del ariete incluyeron a la barrena, el ratón y el arpón de sitio. Estos eran más pequeños que un ariete y se podían utilizar en espacios más limitados.

Los arietes todavía se empleaban en la época moderna para diversas actividades, algunas veces montados sobre vehículos. Los equipos SWAT usan a menudo arietes metálicos de dos mangos para abrir las puertas trabadas.

El ariete cubierto, máquina desarrollada en el Oriente Próximo durante las campañas del segundo Imperio asirio, fue el sistema más empleado para batir los muros de una ciudad. Existían varios modelos, según muestran los relieves de los palacios de Tiglath-Pileser III en los que se representa un ariete de doble punta actuando bajo la protección de arqueros, y Senaquerib, en que un ariete móvil actúa contra torres y murallas.

Diodoro Sículo[1]​ indica que el ariete fue empleado por primera vez en Grecia durante el asedio de Samos por los atenienses en el 440 a. C., siendo su inventor Artemón de Clazómenas, ingeniero al servicio de Pericles,[2]​ aunque diversas fuentes describen para cronologías anteriores el empleo de armazones de madera para aproximarse a las fortificaciones, como en el sitio de Elis.[3]

El ariete, protegido por un mantelete o una cubierta reforzada con pieles para aumentar su espesor o impedir la expansión de líquidos inflamables, y sobre el que se vertía agua para impedir la combustión, era una estructura de balancín, dotada o no de ruedas, que podía golpear repetidamente un punto del muro hasta conseguir romper su estabilidad.

El ejército cartaginés empleó profusamente los arietes contra Sagunto consiguiendo, según los escritores clásicos[4]​ derribar buena parte de los muros ya desde los primeros momentos del asedio, sin conseguir, no obstante, que estos éxitos se viesen coronados por la conquista de la ciudad.

Al mismo tiempo que los cartagineses introducían el ariete en el Mediterráneo central,[5]​ se desarrollaron las técnicas para dificultar su empleo y la expugnación de los muros por hundimiento.
Eneas el Táctico describe diversos sistemas destinados a impedir que los arietes golpeen contra los muros,[6]​ procedimientos que no son, sin embargo, originarios de Grecia, puesto que ya están representados en los relieves de la ciudad asiria de Nimrud correspondientes al reinado de Senaquerib (883-859 a. C.).

Estas técnicas no aparecen reflejadas en las fuentes clásicas relativas a la península ibérica, aunque sí que están las medidas que deben tomarse para paliar el hundimiento de una parte de las fortificaciones. Por ello, y dado que ambas son complementarias, puede afirmarse también que serían conocidas por los guerreros iberos las formas de enfrentarse a los arietes desde lo alto de las murallas.

En el momento en que una sección del muro era derribada, la acumulación de material de construcción que ocupaba el lugar continuaba sirviendo como base para la defensa de la ciudad,[7]​aunque el mejor sistema para restañar los daños causados por los arietes o la zapa era la construcción de un nuevo muro en el interior de la plaza asediada que sustituyera al anterior. Esta solución es la adoptada por los defensores de Sagunto cuando las armas de asedio o máquinas púnicas consiguen romper el perímetro defensivo de la ciudad, restañando así los daños y prolongando la resistencia.[8]​ La aplicación de los preceptos de Eneas el Táctico sobre la construcción de muros interiores tiene un excelente ejemplo en el asedio de Platea por los lacedemonios.[9]

Un mito popular en Gloucester sostiene que la famosa rima de niños, Humpty Dumpty, trata sobre un ariete usado en el sitio de Gloucester en 1643, durante la guerra civil inglesa. Sin embargo, esta historia es falsa; durante el sitio que duró solamente un mes, no se utilizó ningún ariete, aunque se usaron algunos cañones. La idea parece haberse originado en un ensayo de historia del profesor David Daube, escrito para la Oxford Magazine en 1956, y este fue creído por los lectores a pesar de las obvias improbabilidades (por ejemplo, el plan para cruzar el río Severn lanzando el ariete colina abajo con gran velocidad, aun cuando el río tiene cerca de 30 m (100 pies) de ancho en este punto).



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