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Carlos Fuentes



Carlos Fuentes Macías (Panamá, 11 de noviembre de 1928-Ciudad de México, 15 de mayo de 2012)[2][3]​ fue un escritor mexicano. Adscrito al llamado «boom latinoamericano», fue uno de los autores más destacados de su país y de las letras hispanoamericanas. Entre sus novelas destacan La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Aura, Cambio de piel y Terra nostra; entre sus ensayos, La nueva novela hispanoamericana, Cervantes o la crítica de la lectura, El espejo enterrado, Geografía de la novela y La gran novela latinoamericana.

Recibió, entre otros, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987 y el Príncipe de Asturias de las Letras en 1994. Fue nombrado gran oficial de la Legión de Honor en 2003 y en 2009 caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica. Fue miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua en agosto de 2001[4]​ y doctor honoris causa por varias universidades, entre ellas Harvard, Cambridge y UNAM.

Hasta el día de su fallecimiento fue considerado candidato para obtener el Premio Nobel de Literatura por un sector del público y de la crítica literaria. Mario Vargas Llosa expresó su deseo de que el siguiente autor de la lengua en recibirlo fuera Carlos Fuentes. Poco antes, Fuentes declaró, aludiendo al boom latinoamericano:

Cuando se lo dieron a García Márquez (1982) me lo dieron a mí, a mi generación, a la novela latinoamericana que nosotros representamos en un momento dado. De manera que yo me doy por premiado.[5]

Carlos Fuentes Macías nació de padres mexicanos en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Su padre era diplomático, por lo que el escritor pasó su infancia en diversas capitales de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington D. C., Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires, ciudad a la que su padre llegó en 1934 como consejero de la embajada de México. Pasó los veranos en la Ciudad de México, estudiando en escuelas para no perder el idioma y para aprender la historia de su país. Vivió en Santiago de Chile (1941-1943)[6]​ y Buenos Aires, donde recibió la influencia de notables personalidades de la esfera cultural americana.

Llegó a México a los 16 años y entró al bachillerato en el Colegio México de la capital. Se inició como periodista colaborador de la revista Hoy y obtuvo el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos (hoy Centro Universitario México).

Se graduó en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México y en Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra.

En 1972 se convirtió en miembro de El Colegio Nacional: fue presentado por el poeta Octavio Paz y su discurso de ingreso se tituló "Palabras iniciales".[7]

Se desempeñó como delegado de México en numerosos organismos internacionales y, desde 1972 hasta 1976, como embajador de su país en Francia. Destacó como profesor en las universidades de Princeton y Columbia y catedrático en las de Harvard y Cambridge.

Gran aficionado al cine, escribió varios guiones. Durante toda su vida colaboró en periódicos y revistas de ambos lados del Atlántico.

Hijo de un diplomático, la política estuvo presente y condicionó tempranamente la vida y la obra de Fuentes. Los constantes viajes por el mundo le permitieron adquirir una cultura cosmopolita y hablar fluidamente idiomas como el inglés y el francés. Elemento central en muchas de sus obras, Fuentes siempre se mantuvo cercano y opinando sobre la situación política mexicana, escribiendo artículos sobre cuestiones de actualidad. En su papel de intelectual y figura pública tuvo lugar una de sus actuaciones más polémicas, cuando defendió al presidente Luis Echeverría de las acusaciones que lo señalaron como responsable de la matanza de Corpus Christi del 10 de junio de 1971, en medio de una polémica que dividió a la intelectualidad mexicana de la época entre quienes criticaban y quienes apoyaban al gobierno, bajo la consigna "o Echeverría o el fascismo".[8][9]

Entre 1974 y 1977 ocupó el cargo de embajador en Francia como homenaje a su padre. Durante su gestión, abrió las puertas de la embajada a los refugiados políticos latinoamericanos y a los de la resistencia española. Asimismo, actuó como delegado en la Conferencia sobre Ciencia y Desarrollo en Dubrovnik, Yugoslavia. Renunció al cargo durante el gobierno de José López Portillo, en protesta por el nombramiento del expresidente Díaz Ordaz como primer embajador de México en España después de la muerte de Francisco Franco.

En diversas ocasiones habló favorablemente de Fidel Castro aunque, en algunas otras, le puso reparos importantes. Elogió también la apertura de Raúl Castro. Fue amigo personal de hombres poderosos de la política mundial, como Bill Clinton o Jacques Chirac, y de la economía empresarial, como Alberto Cortina (ACS, Banco Zaragozano, etc.), el empresario Javier Merino, el propietario de la multinacional Cámper, el mallorquín Llorenç Fluxà; Alfredo Sáenz (vicepresidente del Banco Santander), los millonarios Josep María Ollé, Leopoldo Rodés o el hotelero Simón Pedro Barceló, del Grupo Barceló.

En las elecciones federales en México de 2006 acabó criticando duramente al candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador. Tras el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, al principio se mostró favorable a la candidatura de López Obrador para los comicios de 2012,[10]​pero poco antes de su muerte calificó tanto a este como a los otros candidatos, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, de "mediocres" y "poco interesantes" y aseguró que no votaría por ninguno de ellos, al tiempo que lamentó que el jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, estuviera ausente de la contienda porque, en su opinión, era el "más inteligente".[11]

Gran aficionado al cine, escribió guiones para numerosas películas, como Las dos Elenas, filme corto basado en su cuento homónimo y dirigida en 1964 por José Luis Ibáñez (director de otra cinta, Las dos cautivas, también basada en una historia de Fuentes), El gallo de oro (1964, adaptación, junto con Gabriel García Márquez y el director de la película Roberto Gavaldón, de la novela corta homónima de Juan Rulfo), Un alma pura (1965), Tiempo de morir (1966, junto con Gabriel García Márquez), Pedro Páramo (adaptación de la novela de Juan Rulfo, con Carlos Velo, director, y Manuel Barbachano Ponce, 1967), Ignacio (también adaptado de un cuento de Juan Rulfo, 1975). El mexicano Juan Ibáñez rodó en 1965 Un alma pura, Sergio Olhovich filmó Muñeca Reina en 1972 y en 1988 Orlando Merino realizó el mediometraje Vieja Moralidad. Estas tres películas se basan en relatos homónimos del libro de cuentos de Fuentes Cantar de ciegos.

Su novela La cabeza de la hidra fue llevada al cine en 1981 por el director mexicano Paul Leduc, bajo el título de Complot Petróleo y con guion del propio Fuentes. El argentino Luis Puenzo filmó en 1989 Gringo viejo. Produjo la serie televisiva El espejo enterrado, que se comenzó a difundir en 1992 y sobre cuya base se publicó el libro homónimo.

El profesor Lanin A. Gyurko, de la Universidad de Arizona, ha demostrado, en The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder (New Orleans: University Press of the South, 2009) y Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South, 2010), la influencia de Carlos Fuentes en el cine norteamericano y la del séptimo arte en la obra literaria del escritor.

Carlos Fuentes falleció en la Ciudad de México el 15 de mayo de 2012, a los 83 años, debido a una hemorragia masiva originada por una úlcera gástrica.[2][12][13][14]​ El 16 de mayo sus restos fueron homenajeados en el Palacio de Bellas Artes,[15]​ y posteriormente fueron cremados para ser depositados en el Cementerio de Montparnasse, en París, donde descansan los restos de sus hijos Carlos y Natasha.[16][17][18]

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México creó en julio de 2012, en honor al escritor, el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español. El galardón —que se entrega anualmente el 11 de noviembre, día del nacimiento del escritor— distingue el conjunto de una obra, y con 250 000 dólares será el segundo premio literario mejor dotado de Hispanoamérica, después del Planeta.[19]

Fuentes escribió hasta el final de su vida: dejó terminada la novela Federico en su balcón (que salió a luz en noviembre de 2012)[19]​ y había empezado otra, llamada tentativamente El baile del centenario. [20][21][22]

A partir de su fallecimiento se le han rendido una serie de homenajes por parte de escritores e instituciones entre las que destacan:

En 2013, sus amigos Rafael Tovar y de Teresa, Héctor Aguilar Camín y el exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón de la Fuente, le rindieron un homenaje con motivo del primer aniversario de su muerte.[23]

La edad del tiempo es el nombre que Carlos Fuentes le dio al conjunto de su obra narrativa a partir de 1985, detallada por primera vez como un apéndice de su novela Gringo viejo.[24]​ A la manera de la Comedia humana de Honoré de Balzac, el escritor mexicano aglutinó sus novelas en grupos, a menudo cambiándolas de lugar e incluso agregando títulos tentativos de obras futuras que nunca escribió. Muchas novelas quedaron sin entrar en ningún grupo, como obras independientes dentro de su programa narrativo.

Las obras de Fuentes tienen tres elementos recurrentes: el rescate y la reflexión de la historia; el estudio del ejercicio y las estructuras del poder y el análisis de la problemática de la sociedad mexicana en cada época. Siguiendo la tesis de Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, Fuentes consideraba que el mexicano estaba reñido con su pasado y su condición de mestizo cultural, tanto con su herencia prehispánica como con su herencia española, y trató este conflicto en muchas de sus obras.

Estos temas ya están presentes en su primera novela, La región más transparente (1958), en la que hace un inmenso fresco de la ciudad de México y de la sociedad mexicana a través de historias de diferentes personajes que se cruzan entre sí, con el personaje de Ixca Cienfuegos como nexo conector entre todos ellos y a la vez representante y encarnación del pasado prehispánico negado y no asumido. La novela fue un éxito inmediato, pese a algunas críticas adversas, que le reprocharon su estructura "caótica" y un supuesto afán extranjerizante, y algunos incluso la ven como la primera del boom latinoamericano.

La crítica del México posrevolucionario se ahondaría en La muerte de Artemio Cruz (1962), novela con la que entró a formar parte definitivamente del boom. Publicada el mismo año que La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa y un año antes de Rayuela de Julio Cortázar, la novela narra la agonía de un empresario mexicano que en su lecho de muerte recuerda su vida y cómo pasó de combatiente revolucionario a traicionar sus ideas y convertirse en un poderoso caudillo y finalmente en un corrupto millonario.

Ese mismo año publicó la novela corta Aura, una de sus obras más leídas y reconocidas. Alejada de la temática histórica y sociopolítica de la obra anterior, Aura es una historia de corte fantástico donde un joven estudiante oficia de traductor para una anciana viuda de un militar, que vive en una vieja y oscura casa con su nieta Aura, tan fascinante como misteriosa. La novela recobró notoriedad en años recientes a raíz del intento de censura de Carlos Abascal, secretario de Trabajo durante el sexenio de Vicente Fox, que consideraba "pornográficas" algunas escenas de la novela.

Entre 1967 y 1975 Fuentes continuó desarrollando los mismos tópicos en novelas más vanguardistas y complejas, por su estructura experimental y las abundantes referencias culturales (literarias, pictóricas, filosóficas, históricas, mitológicas), como Cambio de piel (1967), con la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, Zona sagrada (1967) y Cumpleaños (1969). Esta tendencia alcanzó su punto álgido en Terra nostra (1975), la novela más ambiciosa y compleja de Fuentes, y aquella que recoge de manera más completa sus temas y obsesiones recurrentes. La obra pretende retratar y explicar el concepto mismo de hispanidad en su conjunto a través de la historia. Tomando como escenario la España de los Austrias (la época de mayor expansión del Imperio Español), Fuentes funde en su novela mito e historia, realidad y ficción, a través de personajes que se metamorfosean y encarnan a diversas personalidades simultáneamente. Terra nostra ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1976 y el Premio Rómulo Gallegos en 1977 y es considerada la obra cumbre de Carlos Fuentes y una de las más importantes de la literatura en español.

En los años siguientes Fuentes atenuó el experimentalismo formal y la complejidad de sus obras, incursionando en géneros como el policial (La cabeza de la hidra, 1978) o la novela histórica (Gringo Viejo, 1985), sin por ello abandonar los temas abordados en sus primeras obras: novelas como Cristóbal Nonato (1987), Los años con Laura Díaz (1999), La silla del águila (2003) y posteriormente La voluntad y la fortuna (2008), Adán en Edén (2009) y Federico en su balcón (2012) muestran la constante preocupación del autor con las problemáticas que afectan a su país a través de los años. En la vertiente fantástica Fuentes no ha sido menos prolífico, pues ha publicado novelas como Una familia lejana (1980), Instinto de Inez (2001) o Vlad (2010).

Fuentes dirigió para Círculo de Lectores la colección Maestros Modernos Anglosajones, compuesta por 24 títulos de narrativa en inglés de los siglos XIX y XX. Los volúmenes se publicaron entre 1999 y 2004.





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