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Comedias



La comedia (del latín comoedĭa, y este del griego antiguo κωμῳδία, kōmōidía)[1]​ es el género dramático opuesto a la tragedia[2]​ y, por lo tanto, relacionado casi siempre con historias con final feliz. Esa lectura epicúrea, placentera y optimista,[3]​ tuvo su origen en los primitivos cultos de la fertilidad en honor del dios Dionisos y se desarrolló como género derivado del griego ditirambo, asociado a los dramas satíricos y al mismo.[4][5]

En la Antigua Grecia adquirió su máximo esplendor con Aristófanes (periodo antiguo) y pasó a la cultura romana de la mano de Menandro (periodo medio), en el siglo IV.[6][7]​ Durante el medievo adquiere un tono más ligero y elemental, llegando a ser burlesco en muchos subgéneros y convirtiéndose en espectáculo muy popular ya que en su caso es muy especial y como en el caso de la «Commedia dell'Arte»,[8]​ Como género dramático global definió el conjunto del teatro clásico español, con las coordenadas del conjunto de la obra dramática de Lope de Vega.[9][a]​ Está clasificada, junto con la tragicomedia,[b]​ como una de las formas clásicas del drama griego, y uno de los tres géneros dramáticos llamados realistas.[10]

A partir del siglo XX se convirtió en uno de los géneros básicos del Séptimo Arte,[11]​ y en el lenguaje ha alumbrado expresiones más amplias como hacer comedia o, referido a la dramaturgia, autor de comedia.[2]

La comedia es

Se considera al autor griego Aristófanes (444-385  a. C.) como uno de los primeros comediógrafos, quizá el más puro, en razón de las once obras desarrolladas a partir de la tradición del drama satírico y con una estructura definida en la que alternan el diálogo y el canto.[12]​ Pero el auténtico transformador del rito griego en un modelo claro de lo que será luego el teatro fue Menandro (342-291 a. C.) que suprime prácticamente la presencia del Coro y traslada los valores dramáticos al interior del texto dándole así mayor participación al público, que será a partir de entonces un espectador vivo.[13]

Siglos después, en el teatro romano, la comedia genera dos grupos diferentes, según su asunto:[6]

El gran heredero de Menandro fue Plauto, autor de unas ciento treinta comedias, de las que se conservan veintiuna.[14]​ Plauto, formado como clown-mimo, incorporó el gesto y la acción al contenido del texto, multiplicando su efectividad cómica y dramática.[14]

Con el Renacimiento la comedia se mimetizó,[15]​ ello supuso que se bautizaran con su nombre productos de la literatura dramática que poco o nada se acercaban a su esencia "cómica" y "lúdica". Buenos ejemplos de ello fueron la Comedia de Calisto y Melibea,[16]​ la Divina Comedia y una parte importante de la producción dramática del Siglo de Oro (dentro y fuera de España), incluyendo el teatro isabelino, que también recibió el apelativo de «comedy» de forma genérica, aunque se tratase de dramas.[17]

En la corte española,[c]​ la cúspide de la comedia entre el siglo XVI y el siglo XVII, queda encarnada por Lope de Vega, autor —según Juan Pérez de Montalbán— de unas 1800 piezas, y de un tratado que el propio Fénix de los Ingenios construyó sobre el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). A partir de su obra y de una aportación posterior de Calderón, se catalogarían por eruditos contemporáneos y posteriores hasta ocho tipos de comedias. Así por ejemplo,[18]Narciso Díaz de Escobar recoge la clasificación del crítico Alberto Lista en la que figuran comedias: de costumbres, de intriga y amor (o capa y espada), pastoriles, heroicas (o históricas), mitológicas, de Santos e ideales (o filosóficas).[d]

En el prólogo a las Comedias de Lope, Miguel de Cervantes lo presenta así:[19]

De las personificaciones o representaciones iconográficas de la comedia, y más allá de las diferentes versiones de la musa Talía (una mujer con una careta en la mano y en ocasiones primitivos instrumentos musicales a sus pies), José Luis Morales y Martín en su Diccionario de iconología y simbología (1984), describe una antigua personificación de la Comedia como "una matrona con túnica y manto recogido debajo del brazo, llevando una flecha en una mano; junto a ella hay un mono que le ofrece una canastilla llena de víboras.[20]

Talía en un mosaico bizantino en el salón de las musas del Palacio del Gran Maestro de los Caballeros de Rodas.

Talía pintada por Timoteo Viti hacia 1500. Galleria Corsini.

Talía, musa y maestra de comediantes, según dibujo de Hoogstraten (hacia 1675). Universidad de Nimega (biblioteca).

Talía, por Jean-Marc Nattier (1739). Museo de Bellas Artes de San Francisco.

Al igual que la Tragedia, la Comedia persigue provocar emoción en el espectador. Pero mientras que en la primera —dicho con palabras de Ramón María del Valle Inclán— el autor contempla a sus personajes como fuerzas superiores gobernadas por el destino, en el espacio de la comedia "autor y personajes conviven, el primero como titiritero y los segundos como marionetas", que incluso pudiendo llegar a situaciones esperpénticas,[6]​ se muestran como seres libres, dueños de su propio destino y por tanto, capaces de conducir el hilo de la trama (a veces muy enmarañado) hacia un desenlace feliz. Esa libertad esencial que impregna el género hace de la comedia el paraíso de la versatilidad, la sorpresa, la genialidad, los cambios de ritmo y el disparate.[2]

Marcados unos y sugeridos otros, desde su origen clásico se han mantenido unos arquetipos asociados a la comedia. Así, sus personajes conductores o protagonistas ya no son los héroes —y casi siempre víctimas— trágicos, sino tipos vulgares con los que cualquiera de los espectadores puede identificarse. Si el personaje trágico era esclavo de su ética y su dignidad, el personaje cómico se salva muchas veces gracias al azar más que a sus habilidades. La moderna filmografía y los antihéroes cómicos del siglo XXI ofrecen modelos infantiles tan contundentes como Charlot, Cantinflas o los Hermanos Marx en el cine —o Mr. Bean y Los Simpson en televisión—, personajes tan impresentables como el necio dios Dioniso en Las ranas de Aristófanes o el «miles gloriosus» de Plauto en la comedia «palliata».[21]

En la popular y variopinta galería de personajes cómicos es fácil encontrar con frecuencia al mentiroso, el charlatán, el fanfarrón, el pícaro e incluso el enamorado, a la vez crédulo, inconsciente y amoral. Como complemento natural, las tramas más habituales están bien servidas de ingredientes como el engaño, el robo, la burla y la estafa.

En su origen, la comedia solía exagerar los vicios y defectos humanos, con una intención moralizante y educativa, y para ello ponía en ridículo esos vicios o malas costumbres con el fin de corregirlos mediante la risa o como método preventivo para evitar que los adquiriera el espectador. El tratamiento dramático de esos vicios, por lo general contrarios al bienestar social de la comunidad en la que vive el protagonista (y asociado a la época y al lugar), le lleva a transgredir esa sociedad. En el esquema de la comedia tradicional su castigo será el ridículo. Así, por ejemplo, en el caso del Tartufo, Molière usa la hipocresía del personaje, prototipo del mojigato que finge vivir valores que en verdad no tiene y que solo persigue su bienestar a costa del daño que produce a los demás.[10]

El desenlace es feliz para el desgraciado, sorprendente y rocambolesco. Los obstáculos que el protagonista tendrá que sortear a lo largo de la trama, azarosa pero optimista, serán finalmente superados por su esfuerzo unas veces y por casualidad otras. Los buenos ganarán y los malos serán castigados y puestos en ridículo.[22][3]

Semiólogos, críticos y teóricos de la dramaturgia han dejado numerosa y en ocasiones densa documentación analítica en torno a la comedia.[23]​ La síntesis que reúne el teórico francés Patrice Pavis en su diccionario teatral Dramaturgia, estética, semiología (1996), propone que la fabulación en la que se desarrolla la comedia pasa sucesivamente por las fases de «equilibrio, desequilibrio, nuevo equilibrio». La define —a la comedia— como 'perspectiva contradictoria del mundo' expresada siguiendo esquemas pedagógicos, y valiéndose de recursos como el «quid pro quo» o el malentendido. La versatilidad y flexibilidad de la comedia, su vocación natural de 'autoparodia' la convierten en herramienta y prototipo del llamado teatro en el teatro.[24]

Diversos manuales y diccionarios especializados enumeran y definen distintos tipos de 'comedia', entre los que puede destacarse:[25][26][27]

También se han catalogado: la comedia-ballet; la comedia 'de cuerpo' (de Luis Vélez de Guevara); la comedia heroica (con grandes ejemplos como El mejor alcalde, el rey; la comedia ypolita, la comedia seraphyna y la comedia thebayda (variantes tragicómicas asociadas a La Celestina).

Otras denominaciones que no responden al contenido del drama o su estilo sino a circunstancias externas al género, son por ejemplo la comedia de limosna (por representaciones que se hacían con fines benéficos) o la comedia de cortinas propia de los antiguos corrales de comedias, cuando la compañía representante era singularmente pobre y su escenografía eran cortinas mal pintadas. Antonio Machado acuñó el término comedia cúbica, referido al espacio del teatro a la italiana; el poeta y dramaturgo proponía la ruptura con ese espacio y la evolución hacia una "comedia no euclidiana de ‘n’ dimensiones.[3][44]

Emparentada en ocasiones con el musical y el vodevil, la comedia musical (en ocasiones llamada comedia de bulevar),[3]​ constituye, por su desarrollo y evolución un subgénero con múltiples variantes a su vez, aunque en esencia desciende del modelo original griego. Se considera un género hijo de la opereta,[36]​ que se desarrolló en Estados Unidos y Europa a lo largo del siglo XX. En España dio lugar a la popular comedia musical española en síntesis con la Revista.[45]

Denominación académica de la variante musical conocida como género chico, endémico de España y desarrollado durante el siglo XIX y parte del XX.[46]

En el medio televisivo, las variantes más frecuentes son la comedia de situación (sit-com), la "comedia en vivo" (stand-up comedy) y la telecomedia en general y en especial en el conjunto de las teleseries.

La "comedia de situación", de origen americano, es el producto más popular en el formato de telecomedia. Se diseñó como subgénero en la década de 1950, con el auge y difusión de la televisión como electrodoméstico tras la Segunda Guerra Mundial, y se suelen considerar como modelos dos producciones norteamericanas de la CBS: I love you, Lucy (1951-1960) y The Honeymooners (1955-1956). El sit-com es de breve duración con episodios que no superan los 30 minutos, lo que la hizo el producto televisivo más adecuado para la sobremesa («access prime time»).[47]

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