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Cortes de Palencia de 1313



Cortes de Palencia de 1313. Cortes del reino de Castilla celebradas en la ciudad de Palencia en el año 1313, durante la minoría de edad de Alfonso XI de Castilla.

Fueron las primeras Cortes del reinado de Alfonso XI, y en ellas se intentó poner orden en los asuntos del reino y designar al tutor o tutores de dicho monarca durante su minoría de edad, aunque al final no se consiguió alcanzar ningún acuerdo y, a pesar de los deseos del infante Pedro y de su madre, la reina María de Molina, los partidarios del infante Juan le nombraron a él único tutor del rey y encomendaron la custodia y la crianza de Alfonso XI a su madre, la reina Constanza de Portugal, aunque el otro bando nombró a su vez únicos tutores del rey a la reina María de Molina y al infante Pedro.[1]

A la muerte del rey Fernando IV de Castilla, que falleció en Jaén el día 7 de septiembre de 1312, subió al trono su hijo, Alfonso XI, que tenía un año de edad. La reina María de Molina y su hijo, el infante Pedro, junto con el infante Juan, hijo de Alfonso X, eran los principales aspirantes a ser los tutores del rey Alfonso XI,[2]​ y al mismo tiempo, resurgió con gran fuerza el movimiento hermandino en toda Castilla, lo que fue estimulado y utilizado por la nobleza para conseguir sus objetivos políticos.[3]

A finales de 1312, los concejos de León, Zamora, Salamanca, Benavente, Alba de Tormes, Ledesma, Villalpando, Mansilla, Olmedo, Granadilla, Sayago, Mayorga y Astorga acordaron formar una hermandad destinada a servir al rey Alfonso XI, procurar el cumplimiento de la justicia, y castigar los robos y crímenes que se cometieran en lo sucesivo en sus términos.[3]​ Y el día 15 de enero de 1313, cinco de los concejos anteriores, entre los que figuraban los de León, Zamora, Salamanca, Mansilla y Benavente, formaron una nueva hermandad con los infantes Juan y Felipe,[4]Pedro Ponce de León y Juan Núñez II de Lara, señor de Lara, y sus objetivos eran, además de servir al rey Alfonso XI y proteger su señorío,[5]​ defender sus fueros, privilegios y libertades,[4]​ aunque diversos historiadores señalan que en realidad el infante Juan buscaba el apoyo de los concejos hermanados entre sí para que en las Cortes de Palencia pudiera ser nombrado único tutor del rey.[1]​ Y los concejos castellanos, por su parte, formaron también una hermandad a instancias del infante Juan, pero su carta fundacional se desconoce en la actualidad.[1]

La Gran crónica de Alfonso XI afirma que el infante Pedro, hermano de Fernando IV, tío de Alfonso XI, y aspirante a ejercer la tutoría del rey, acudió a las Cortes de Palencia acompañado de un ejército de doce mil hombres,[6]​ después de haberlo reclutado en Asturias y Cantabria, y que acudió a ellas, según refiere la misma crónica, dispuesto a responder a los agravios que el infante Juan y sus partidarios le habían hecho, aunque al final no se produjo ningún enfrentamiento entre sus partidarios y los de dicho infante.[6]​ En el bando del infante Pedro, al que apoyaba su suegro, el rey Jaime II de Aragón,[7]​ militaban su tío Alfonso Téllez de Molina, hermano de la reina María de Molina, Tello Alfonso de Meneses, hijo del anterior, Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros, Rodrigo Álvarez de las Asturias, y Fernán Ruiz de Saldaña, entre otros ricoshombres, y también contaba con el apoyo de la mayor parte de la nobleza de Andalucía, de los concejos y hombres buenos de dicho territorio,[8]​ y de los maestres de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara.[9]​ Y diversos autores afirman que los partidarios del infante Pedro y de su madre pretendían defender a la institución monárquica de las arbitrariedades y de los abusos de poder de la «vieja nobleza» castellana.[8]

Los principales partidarios del infante Juan, eran el infante Felipe de Castilla, hijo de la reina María de Molina y mediador entre las dos facciones rivales, el rey Dionisio I de Portugal,[10]Fernando de la Cerda, Don Juan Manuel y Juan Núñez II de Lara, aunque también era apoyado por su esposa, María Díaz de Haro, que era señora de Vizcaya, sus hijos Alfonso y Juan, su sobrino Lope Díaz de Haro, Sancho Sánchez de Velasco, Lope de Mendoza, García de Villamayor, y otros ricoshombres y nobles de Galicia, León y Vizcaya.[2]​ Y diversos autores señalan que los partidarios del infante Juan pretendían el afianzamiento de la «vieja nobleza» castellana frente al creciente fortalecimiento de la monarquía en la época de Fernando IV.[8]

La Crónica de Alfonso XI afirma que en la ciudad de Palencia se congregaron, sumando los de ambas facciones, unos 12.000 soldados, y para evitar enfrentamientos se acordó que cada uno de los bandos conservase solamente 1.300 hombres en el interior de la ciudad, aunque dicho acuerdo fue quebrantado por el infante Juan al conservar junto a sí a cuatro mil hombres, a lo que correspondió el infante Pedro conservando cinco mil de los suyos.[11]​ Las tropas del infante Pedro se alojaron en el arrabal de La Puebla, y las tropas del infante Juan en el barrio de la Morería, que estaba cerca de la iglesia de San Miguel de Palencia.[11]

Está documentado que a las Cortes de Palencia asistieron Gonzalo Daza y Osorio, obispo de Orense, que actuó de intermediario entre los infantes Juan y Pedro y la reina María de Molina,[12]​ y Juan Hernández, obispo de Lugo, que había sido confesor del difunto Fernando IV y prestó numerosos servicios a la Corona durante la minoría de edad de Alfonso XI.[12]​ Ambos obispos actuaban en su propio nombre y representaban a otros prelados,[13]​ y también asistió Simón Girón de Cisneros, obispo de Sigüenza, que se encargó de tomar juramento a los que iban a ser tutores del rey Alfonso XI.[14]

Otros prelados que estuvieron presentes fueron Rodrigo del Padrón, arzobispo de Santiago de Compostela, que ayudó a la reina María de Molina a conseguir la legitimación de su matrimonio con Sancho IV y la apoyó durante los reinados de Fernando IV y Alfonso XI, y el obispo de Ciudad Rodrigo, que actuó de intermediario entre el infante Juan y el infante Pedro.[12]​ Y también asistieron Garcí Martín, procurador del obispo de Calahorra, y los procuradores de los abades de los monasterios de Oña y Aguilar de Campoo.[12]

La reina Constanza de Portugal, viuda de Fernando IV y madre de Alfonso XI, poseía, como señalan diversos autores, «ciertos derechos naturales» para aspiran a ejercer la tutoría del rey, o al menos la custodia de su hijo y,[15]​ por ello, se vio sometida a las presiones de los infantes Juan y Pedro y de sus respectivos partidarios,[15]​ por lo que buscó el apoyo de Jaime II de Aragón y del infante Pedro de Castilla, pues este último le prometió que la custodia de Alfonso XI le correspondería a ella. Sin embargo, apenas convocadas las Cortes de Palencia, y en vista de que no conseguía apoyo ni de Jaime II ni del infante Pedro, cambió de bando y comenzó a apoyar al infante Juan,[16]​ que le había prometido que la custodia de Alfonso XI quedaría en sus manos,[17]​ y el magnate Don Juan Manuel, nieto de Fernando III de Castilla, procedió de igual modo que la reina Constanza y comenzó a apoyar al infante Juan.[18]

Diversos autores señalan que, por mediación de la reina María de Molina, el rey Jaime II de Aragón se convirtió en «juez» de los diferentes aspirantes a ejercer la tutoría de Alfonso XI, ya que la reina María de Molina le informó puntualmente de todo lo que ocurría en la Corte castellana, pues temía que una excesiva «desinformación» provocara la intervención directa del monarca aragonés, aunque, como reina «enérgica y experimentada» en cuestiones políticas, siempre mantuvo el prestigio de la monarquía castellana ante las presiones aragonesas.[19]

Ante el temor de que surgiesen disputas, y por iniciativa de la reina María de Molina, los infantes Pedro y Juan y sus acompañantes abandonaron la ciudad y se hospedaron en las aldeas cercanas, alojándose el infante Pedro en Amusco, el infante Juan en Becerril de Campos, la reina Constanza en Grijota, y María de Molina en Monzón de Campos.[20]​ Y al mismo tiempo, los prelados y procuradores del reino que apoyaban al infante Pedro y a María de Molina permanecieron en la ciudad y acordaron reunirse en el convento de San Francisco de Palencia, de la Orden de los franciscanos,[20]​ y los prelados y procuradores que eran partidarios del infante Juan se reunieron en el convento de San Pablo de Palencia, de la Orden de los dominicos.[1]​ Y a pesar de los deseos del infante Pedro y de la reina María de Molina, los partidarios del infante Juan no se avinieron a ningún acuerdo y nombraron único tutor del rey al infante Juan, y encomendaron la custodia y la crianza de Alfonso XI a su madre, la reina Constanza, al tiempo que el otro bando nombraba únicos tutores del rey a la reina María de Molina y al infante Pedro.[1]

Las dobles Cortes de Palencia de 1313 dieron origen a dos ordenamientos distintos, siendo uno de ellos otorgado por el infante Juan, como tutor de Alfonso XI, a los concejos de los reinos de Castilla, León, Extremadura, Galicia y Asturias, ya que en esos territorios predominaban sus partidarios. Y el otro ordenamiento fue otorgado por la reina María de Molina y por su hijo, el infante Pedro de Castilla, como tutores conjuntos de Alfonso XI, y fue librado a petición de los concejos del reino de Toledo y de Andalucía,[21]​ aunque en ambos cuadernos de Cortes consta la presencia del clero, de la nobleza y de los hombres buenos de las villas y ciudades, deduciéndose de ello que el infante Juan llevaba cierta ventaja en el número y calidad de los próceres, y el infante Pedro y la reina María de Molina en prelados, maestres de las órdenes militares y representantes de los concejos.[9]​ Sin embargo, el cuaderno dado por la reina María de Molina lleva los sellos del rey Alfonso XI y los de ambos tutores, y el otorgado por el infante Juan únicamente su propio sello.[22]

Diversos historiadores señalan la particularidad de que durante la minoría de edad de Alfonso XI, los tutores del rey omitieron el término «ordenamiento» para referirse al documento que contenía las resoluciones de los acuerdos tomados durante las Cortes.[23]​ Y de ese modo, el infante Juan se refirió a «las cosas que en este cuaderno sse contienen», para referirse a lo acordado con los procuradores del reino,[23]​ y la reina María de Molina y el infante Pedro, por su parte, otorgaron «cartas franquezas e privilegios e ffueros e husos e costumbres e libertades e mercedes… que en este cuaderno sse contienen...», pero tampoco mencionaron el término «ordenamiento».[24]​ Y una vez acabadas las Cortes, cada uno de los dos bandos comenzó a utilizar el sello real para emitir órdenes y privilegios, por lo que las Cortes no solamente no solucionaron el problema de la tutoría del rey, sino que contribuyeron a crear una guerra civil en la Corona de Castilla,[1]​ a pesar de que la reina María de Molina intentó, infructuosamente, impedirlo.[25]

Según consta en el capítulo V de la Gran Crónica de Alfonso XI, una vez terminadas las Cortes el infante Pedro ordenó a Pedro Álvarez de las Asturias que ocupase las torres de la ciudad de León, aunque Alfonso de Valencia, hijo mayor del infante Juan, se apoderó de dicha ciudad para impedir que la controlasen los partidarios del infante Pedro, y poco después los infantes Juan y Felipe y Juan Núñez II de Lara acudieron a León y la ocuparon con sus tropas,[26]​ aunque no pudieron impedir que al mismo tiempo el infante Pedro se apoderara de la ciudad de Palencia.[27]​ Y a continuación, el infante Pedro se dirigió a la ciudad de Ávila, donde se encontraban la reina María de Molina y el rey Alfonso XI.[28]

El infante Pedro partió poco después hacia Granada a fin de socorrer a Nasr, rey de Granada, contra quien se había sublevado el hijo del arráez de Málaga, aunque a finales de 1313 el infante Pedro tuvo conocimiento de la derrota del rey granadino y, durante su regreso a Castilla, asedió durante tres días y conquistó el castillo de Rute,[29]​ situado en la provincia de Córdoba.[30]

A la muerte del rey Fernando IV se produjo un endurecimiento de las leyes relativas a los judíos, provocada por la pérdida de autoridad de la monarquía, que los protegía, por la influencia que alcanzaron los procuradores de las ciudades en la vida política castellana, y por la crisis económica y demográfica que asolaba Castilla.[57]​ Uno de los objetivos de los procuradores era intentar apartar a los judíos, clérigos y caballeros de las actividades fiscales, y reemplazarlos por hombres buenos de las villas y ciudades,[58]​ y otro de sus objetivos era que los caballeros y hombres buenos se encargaran también de recaudar los impuestos, e impedir que los judíos o musulmanes participaran en dicha recaudación.[58]​ Y por todo ello, en las Cortes de Palencia se acordaron las siguientes medidas relativas a los judíos:



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