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Crisis entre Argentina y Chile de 1978



La crisis entre Argentina y Chile de 1978 fue una situación de riesgo de guerra entre Argentina y Chile que sucedió entre los años 1977 y 1979 a raíz del laudo arbitral británico. La mediación papal en el conflicto del Beagle solucionó la crisis. Los países acordaron el Tratado de Paz y Amistad en 1984.

Ambos países eran regidos por gobiernos de las fuerzas armadas que coincidían en muchos aspectos de su política exterior e interior. En ambos se conculcaban los derechos ciudadanos y se violaban los derechos humanos. Incluso habían logrado acuerdos para operaciones internacionales de represión, como la Operación Cóndor. Pero por razones históricas existían diferencias fundamentales en la manera de hacer política y en la manera de llevarla a cabo.

Paradójicamente ambos gobiernos de facto debieron tomar posiciones inusuales respecto a los gobiernos del año 1971, que habían acordado el arbitraje. El gobierno chileno debió alabar la política del gobierno del Doctor Salvador Allende al que había derrocado. Por el contrario el gobierno de facto argentino debió criticar la política exterior de la Revolución Argentina durante la presidencia del teniente general Alejandro Agustín Lanusse, último gobernante de facto del anterior gobierno militar argentino.

En Chile gobernó desde 1973 hasta 1989 una dictadura militar con Augusto Pinochet como presidente y casi sin oposición —permitida— ni dentro ni fuera de la Junta Militar de Gobierno. El año 1978 el país fue conmovido por el descubrimiento de los restos de los campesinos fusilados en Lonquén tras el golpe de Estado de 1973. El enfrentamiento entre Pinochet y el comandante de la Fuerza Aérea de Chile Gustavo Leigh por sus propuestas de democratización, la destitución de éste y la siguiente renuncia a su cargo de 18 de los 21 generales de su institución debilitaron aún más a la ya debilitada Fuerza Aérea, por el embargo internacional. También seguían sin resolver o empeorando los problemas por las violaciones de los derechos humanos de la dictadura militar y las exigencias de los EE. UU. para la persecución de los responsables del atentado terrorista en Washington contra Orlando Letelier.

La oposición comenzaba a agruparse en torno al expresidente de la República Eduardo Frei Montalva y, dado el carácter dictatorial de régimen, no existían temas de política en que oposición y gobierno coincidiesen en sus apreciaciones con la sola excepción del conflicto con Argentina. Eduardo Frei declaró públicamente su apoyo a la posición del gobierno con las palabras "Se está alimentando, no por Chile, un conflicto de dramáticas consecuencias".[1]

Dado que Augusto Pinochet no debía rendir cuenta de su proceder a un poder controlador, su actuar era más flexible y seguro.[2][3]

Sin embargo el poder de Pinochet no era absoluto ya que no pudo concretar un virtual acuerdo alcanzado con Videla en la reunión de Mendoza, ni subordinar a la Armada al jefe de la zona sur en diciembre de 1978.[4]​ Aun así la organización centralizada y jerárquica del mando permitió evitar roces entre los actores y optimizar el uso de los recursos.[5]

A finales de los años 1970 Chile gozaba de una incipiente bonanza económica que terminaría en la profunda crisis económica del año 1982.

El objetivo prioritario del gobierno chileno era evitar la guerra sin ceder territorio insular o continental. Para ello estaba dispuesto a negociar el límite marítimo. Dada la fuerte presión militar argentina, Chile consideraba apropiado para la consecución de ese objetivo la acción de un mediador y la presencia de observadores militares en la zona de conflicto.

El Proceso de Reorganización Nacional gobernaba Argentina desde el golpe de Estado de 1976. Esta dictadura pretendía otorgar igual poder a las tres Fuerzas Armadas argentinas y preveía la alternancia en el poder. Este balance dentro de la Junta Militar permitía además la deliberación política dentro de las FF. AA. y la formación de bloques entre ellas. Se distinguieron tres corrientes políticas dentro del poder militar: «los blandos», representado principalmente por Jorge Rafael Videla y Roberto Eduardo Viola; y «los duros», representados por Emilio Eduardo Massera, Carlos Guillermo Suárez Mason y Luciano Benjamín Menéndez.

El historiador Luis Alberto Romero sostiene que:[6]

En esa dirección apunta también el comentario aparecido en el periódico estadounidense New York Times del 31 de diciembre de 1978:[7]

La Junta argentina, dividida y debilitada por las interminables internas, llevó adelante una política ambivalente que buscaba el acuerdo pacífico con Chile y también amenazaba con la guerra. Esta política, llamada de la zanahoria y el garrote, es común en las relaciones internacionales y corresponde al interés de un Estado en aplicar la máxima presión sobre su adversario para obtener una solución óptima para sus intereses.

El problema argentino consistía en la incapacidad de tomar decisiones e imponerlas, siquiera dentro de la junta, como lo observa Mark Laudy:[8]

Otras rencillas entre fracciones que impedían la toma de decisiones y su imposición y socavaban la autoridad del presidente fueron:

En la entrevista con Marina Aizen, corresponsal en Nueva York de Clarín, el exembajador Raúl Héctor Castro no dio importancia a la capacidad de Videla para contener la guerra:[11]

Conforme a esta distribución del poder, los objetivos del gobierno militar eran variados y controvertidos dentro de las fuerzas armadas. Algunos eran partidarios de aceptar el Laudo Arbitral, otros de impedir una salida de Chile al Océano Atlántico ya sea a través de un límite marítimo adecuado ó, como exigían otros, a través de la soberanía argentina sobre alguna o algunas de las islas de marras. Algunas consideraban, como el almirante (R) Isaac Rojas, que el límite debía ser el meridiano del Cabo de Hornos ya desde el Canal Beagle dejando así la parte oriental de la Isla Navarino bajo soberanía argentina. Las pretensiones más extremas del nacionalismo argentino alcanzaban desde las islas Picton, Nueva y Lennox hasta ocupar la Isla de Chiloé.

También el capitán de navío José A. Dellepianne, profesor de Estrategia y Geopolítica de la Academia de Guerra Naval de Argentina, julio de 1947 tenía similares deseos:

Consciente de su mayor peso militar, del aislamiento internacional de Chile y con una confianza absoluta en que una guerra con Chile sería fácil de ganar, la Junta Militar argentina rechazó el laudo arbitral el 25 de enero de 1978.

Mientras no se encontraba solución al conflicto, se acumulaban en Argentina las medidas para presionar a Chile y obligarlo a abandonar el laudo arbitral:[12]

Esta acumulación de gestos y preparativos disminuía las opciones de los militares blandos para negociar, quedando así a merced de su retórica.

En gobierno chileno, consciente del peligro de guerra, de sus funestas consecuencias y de que en ella no había nada que ganar, pues ya ocupaba las islas de hecho y por derecho, preparó intensamente la defensa del país manteniendo a la prensa y a la población alejada de esos temas en lo posible. En sus documentos especiales, el diario chileno El Mercurio afirma:[18]A diferencia de Chile, donde los preparativos de guerra se hicieron en medio de gran reserva para no alarmar a la población, los argentinos se movilizaron en medio de sonoras concentraciones al grito de “el que no salta es un chileno”, con oscurecimientos en sus principales ciudades, varias de ellas inalcanzables para el rango de vuelo de los envejecidos aviones de guerra de la fuerza aérea chilena, que estaba una generación atrás de la argentina."

El exministro de relaciones exteriores de Chile Hernán Cubillos expresó una opinión semejante de la situación en Chile:[19]En Chile nunca hubo un verdadero ambiente de guerra, mientras que en Argentina ocurría lo diametralmente opuesto: se hacían ejercicios de oscurecimiento de ciudades y las tropas eran enviadas al sur con aspaviento ... En Argentina había visto una prensa loca, con un gobierno loco, promoviendo la guerra con Chile, diciendo `las islas son nuestras', `el Beagle es nuestro', al punto de que el gobierno argentino tenía poca flexibilidad para moverse dentro de un ambiente que ya le había creado su propia prensa. ... A favor de la prensa chilena y de los periodistas chilenos yo tengo que decir que nunca me fallaron. Yo logré que la prensa se portara de una forma excelente sin un decreto de censura nada más que porque ellos sentían la responsabilidad patriótica que había en lo que estábamos haciendo.

También Raúl Castro, exembajador de los EE. UU. calificó en términos semejantes la situación en Chile:[20]
M. Aizenk: ¿Y la misma presión que ejercieron ustedes en Buenos Aires la ejercieron en Santiago?
R.Castro: No. Yo sentía que en los chilenos había un ambiente más calmado. No había esa decisión de inmediatamente cruzar la frontera. No notaba eso en el ejército chileno.

En el gobierno chileno se sabía que en caso de una derrota (parcial o completa) debería transar con su contraparte argentina y en ese caso una opinión pública demasiado optimista o delirante impediría la flexibilidad (es decir, las concesiones) necesarias

La marina de guerra se preparó durante todo el año 1978 (ver libro "La escuadra en acción"), pero no fue publicitado, sino más bien estuvo velado al público y sólo era conocido a las personas e instituciones que estaban involucradas.

La verticalidad del mando dentro de las fuerzas armadas chilenas hacía imposible que algún general o almirante hiciera alardes de valentía o coraje o presentase exigencias diferentes a las del gobierno frente a los periodistas para obtener ventajas políticas. En ese caso se transformaría en un concurrente para Pinochet lo que no era deseado dentro de las fuerzas armadas.

Pinochet también tuvo que frenar a sectores belicistas de las fuerzas armadas chilenas, a la vez que preveía una guerra total, larga y de desgaste, previendo invadir la Argentina hasta Bahía Blanca:

Al día siguiente de conocido el fallo, el ministro de Relaciones Exteriores y Culto argentino César Guzzetti anunció el rechazo diciendo: «ningún compromiso obliga a cumplir aquello que afecte intereses vitales de la nación o que perjudique derechos de soberanía que no hayan sido expresamente sometidos a la decisión de un árbitro».

El 5 de mayo de 1977 Argentina envió a Chile al jefe del Estado Mayor Conjunto, contraalmirante Julio Torti, para proponer al gobierno chileno negociar directamente las implicancias del laudo, en especial la frontera marina. Esta apertura condujo a dos rondas de negociaciones dirigidas por el lado chileno por el abogado y exministro de Relaciones Exteriores Julio Philippi Izquierdo y por el lado argentino por el general Osiris Villegas.

La primera ronda se hizo desde el 5 al 8 de julio de 1977 en Buenos Aires y la segunda ronda desde el 17 al 20 de octubre en Santiago de Chile. Según Julio Philippi, las negociaciones fracasaron debido a la pretensión argentina de discutir la soberanía chilena sobre las islas que el laudo había dado a Chile.[22]

El 5 de diciembre de 1977 Julio Torti volvió a Santiago con una propuesta que reconocía la soberanía chilena sobre las islas dentro del «martillo» del compromiso de arbitraje, pero exigía una soberanía compartida de tres islas ubicadas al sur del martillo y que Chile consideraba inequívocamente chilenas: Evout, Barnevelt y de Hornos. Además, el límite marino debía ser el meridiano del Cabo de Hornos. El gobierno de Chile rechazó la proposición considerándola una modificación del Tratado de 1881 entre Chile y Argentina y propuso reuniones directas entre los ministros de relaciones exteriores para fijar el límite marítimo.

Durante el mes de diciembre se reunieron los ministros de relaciones exteriores de Chile y Argentina, Patricio Carvajal y Oscar Antonio Montes. Ambas reuniones fueron infructuosas.

El 10 de enero Chile invitó a Argentina a llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, pero el gobierno militar, luego de que los argumentos jurídicos argentinos fueran rechazados en el Laudo Arbitral de 1977, no deseaba más procedimientos jurídicos.[23][24]

En un intento de utilizar la circunstancia de que ambos países estaban bajo el mando de gobiernos militares, ambos gobiernos entablaron conversaciones «de militar a militar», dejando de lado los conductos diplomáticos. En un viaje secreto a Buenos Aires, Manuel Contreras Sepúlveda intentó buscar un acuerdo con los militares argentinos. Este desvío, llamado «diplomacia militar», fue criticado en Chile[25]​ porque desvirtuaba los fundamentos jurídicos de la posición chilena y fortalecía los argumentos políticos (y militares) de Argentina.

El 19 de enero de 1978 los presidentes de Chile y Argentina se reunieron en Mendoza en medio de crecientes preparativos bélicos. En esa ocasión, aseguran fuentes argentinas, Pinochet habría aceptado en principio entregar por lo menos una parte de una isla a Argentina[26]

El 25 de enero Argentina declaró nulo el Laudo Arbitral de 1977. El 26 de enero el gobierno chileno emitió un comunicado, afirmando que el laudo tenía carácter obligatorio e inapelable. El 20 de febrero de 1978 ambos presidentes acordaron en la localidad chilena de Puerto Montt continuar las, hasta entonces infructuosas, negociaciones con dos comisiones mixtas sucesivas, llamadas Comix1 y Comix2. (Véase s:Acta de Puerto Montt)

Comix 1 tuvo éxito y tras 45 días se alcanzaron los objetivos planteados de distensión y acuerdos en cuanto a la navegación en el área del conflicto. Comix2, se inició el 2 de mayo, encabezada por Francisco Orrego Vicuña del lado chileno y el general Ricardo Etcheverry Boneo del argentino y, tenía como objetivo resolver en el plazo de seis meses los problemas sustantivos: delimitación definitiva de las jurisdicciones en la zona austral, integración económica; intereses comunes en el continente antártico; delimitación precisa del Estrecho de Magallanes y el establecimiento de líneas de base rectas.

El 2 de noviembre de 1978 se cumplió el plazo dado a la segunda comisión mixta sin obtener ni un esbozo de acuerdo en los temas de mayor importancia (límite marítimo, cuestiones relativas al estrecho de Magallanes y bases rectas). En los temas secundarios (integración física, cooperación económica y políticas comunes en la Antártida) se alcanzaron acuerdos que no lograron detener los aprestos bélicos a ambos lados de la frontera.

Poco antes del término de la Comix2, Chile volvió a proponer a Argentina llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia. La respuesta inoficial del gobierno militar argentino fue que ese paso se consideraría como un Casus belli.[27]

A comienzos de diciembre la guerra era solo una cuestión de tiempo. Todos los esfuerzos bilaterales para llegar a un acuerdo habían fracasado. Fue en ese momento cuando el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Hernán Cubillos Sallato propuso a su par trasandino solicitar la mediación de una potencia amiga. Se acordó solicitar la medición papal. El 12 de diciembre, Hernán Cubillos viajó a Buenos Aires y tras dialogar con Carlos Washington Pastor aprobaron la solicitud de mediación, pero en la tarde de ese día la junta militar argentina desautorizó al ministro Pastor.

Tras el viaje sin resultados de Cubillos, en Buenos Aires tuvo lugar una sesión de la Junta Militar argentina en el edificio Cóndor, con la ausencia notoria de Videla y el canciller Pastor. En esa reunión se le colocó fecha y hora a la Operación Soberanía: el 22 de diciembre de 1978 a las 22:00 horas.



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