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Estilo mudéjar



El arte mudéjar es un estilo artístico que se desarrolló en los reinos cristianos de la península ibérica y que incorporaba influencias, elementos o materiales de estilo hispano-musulmán. Fue la consecuencia de las condiciones de convivencia existentes en la España medieval. Se trata de un fenómeno exclusivamente hispánico que tiene lugar entre los siglos XII y XVI, como mezcla de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas, renacentistas) y musulmanas de la época y que sirve de eslabón entre el arte cristiano y el islámico.

Las características del arte mudéjar son:

Para unos historiadores, se trata de un epígono del arte islámico y para otros, de un periodo del arte cristiano en el que aparece la decoración islámica, ya que lo practicaban los mudéjares, gentes de religión musulmana y cultura árabe-bereber que permanecían en los reinos cristianos tras la conquista de su territorio y, a cambio de un impuesto, conservaban su religión y un estatus jurídico propio; pero también moriscos y cristianos que aprendieron las técnicas propias del arte musulmán.[1][página requerida]

No es un estilo artístico unitario, sino que posee características peculiares en cada región, entre las que destacan el mudéjar toledano, leonés, aragonés y andaluz. Desde la península ibérica, también viajó a las colonias españolas del continente americano. En el siglo XIX, junto con otros estilos revival apareció el neomudéjar.

El término «arte mudéjar» lo acuñó Amador de los Ríos, en 1859, cuando pronunció su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando sobre El estilo mudéjar, en arquitectura.[2]​ El arte mudéjar es el más representativo de España en la época medieval, no es grandioso, sino peculiar y más personal. Esta peculiaridad viene dada por su carácter fronterizo entre el norte cristiano y los musulmanes.

Existen distintas variantes de mudejarismo: el románico de ladrillo (León, Valladolid, Ávila y Segovia), el arte mudéjar occidental (desde el Tajo hasta Portugal), el mudéjar aragonés (con características propias, entre otras, la profusión de elementos ornamentales de cerámica vidriada, y mayor desarrollo en los valles del Ebro, Jalón y Jiloca), Extremadura, Andalucía (Granada, Córdoba y Sevilla), la Comunidad Valenciana (Castellón, Valencia y Alicante) y por último el mudéjar canario, con un control gremial más laxo dónde destaca la carpintería hispanomusulmana, a través de los techos, balcones y ajimeces.

Mudéjar es el término que designa a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos, durante el proceso de avance de los reinos cristianos hacia el sur (denominado Reconquista) durante la Edad Media.[3]

A estos musulmanes se les permitió seguir practicando el islam, utilizar su lengua y mantener sus costumbres. Se solían organizar en comunidades denominadas aljamas o morerías con diversos grados de autogobierno, según las condiciones de rendición o de subordinación.

Desde el punto de vista económico, la gran mayoría de los mudéjares desarrollaban labores agrícolas o de artesanía (albañilería, carpintería y oficios textiles). Con el transcurso del tiempo, las condiciones de convivencia y tolerancia hacia los musulmanes en las zonas cristianas se hicieron más duras, restringiéndose los contactos sociales y económicos entre comunidades.

En alguna región como Aragón existe una clara relación entre las construcciones mudéjares y la abundante mano de obra islámica que permaneció en esta zona. Sin embargo, en el caso de Andalucía, no existe una relación tan clara, ya que los musulmanes que permanecieron tras la conquista fueron muchos menos, aunque una parte significativa de la escasa población mudéjar estaba dedicada a labores relacionadas con la construcción, alcanzando casi un 50 %, por lo que puede concebirse más bien como una rendición cultural ante el vencido.[4]

Se da un nuevo tipo de material, el ladrillo, y una nueva decoración superpuesta a elementos constructivos cristianos y musulmanes. Las estructuras arquitectónicas y los materiales son modestos, pero se logra un gran realce mediante el trabajo ornamental del ladrillo, yeso y madera: ajedrezados, espinas de pez, esquinillas, arcos ciegos, redes de rombo y cruces cristianas. El mudéjar supone una reacción nacional en contra de los estilos europeos que se estaban introduciendo. Hasta el siglo XII se fomenta un estatus tolerante hacia los alarifes musulmanes, en el siglo XIII los reyes cristianos van a comenzar a conocer la cultura islámica y se va produciendo un alejamiento de los influjos europeos y un acercamiento hacia la vida musulmana.

Se supone que el yeso fue introducido en la península ibérica por los musulmanes, procedente de Oriente y en concreto probablemente de Irán. Su utilización fue abundante durante la dominación islámica, continuando durante el periodo de los reinos de Taifas. Desde aquí se difundió a los territorios cristianos. Las yeserías más antiguas que se conocen en tierras de Castilla y León son las del claustro de San Fernando en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas (Burgos), datadas entre 1230 y 1260.

El ladrillo ha sido considerado el material mudéjar por excelencia, empleándose tanto con fines decorativos como constructivos. El ladrillo era muy usado en Oriente por influencia de la cultura mesopotámica y también en la época hispano-árabe, tanto en la época califal, aunque con carácter servicial respecto a la piedra, como bajo los dominaciones almorávide y almohade, en las que el ladrillo adquiere más protagonismo.

La utilización de la cerámica al servicio de la arquitectura fue una constante en la alfarería mudéjar, tanto en exteriores como en interiores, y con especial vistosidad y virtuosismo en portadas, torres, zócalos, arrimaderos, solerías y techumbres. Los centros productores más importantes fueron Paterna y Manises en Valencia; Teruel, Calatayud y Muel en Aragón, y Sevilla en Andalucía. Las principales técnicas usadas, procedentes del Arte hispanomusulmán, fueron el alicatado, la cuerda seca y la de cuenca y/o arista.[5][6]

La utilización de la madera en las techumbres constituye uno de los elementos más representativos del arte mudéjar, tanto en España como en América, adonde fue exportada esta técnica. La tipología de cubiertas permite distinguir:[2]

La arquitectura civil mudéjar ofrece caracteres parecidos a la religiosa, aunque propende más al uso del arco redondo y al de herradura. Son notables los alcázares reales de los siglos XIV y XV, como el de Sevilla y, en parte, el de Segovia; el palacio de Alfonso XI en Tordesillas; los palacios de los prelados y magnates de los siglos XV y XVI, como el de Alcalá; el palacio del Duque del Infantado en Guadalajara; el de los Duques de Alcalá en Sevilla (vulgarmente, Casa de Pilatos), etc., todos con sus patios interiores rodeados de arcadas; las puertas de algunas ciudades, como la puerta del Sol en Toledo, que es del siglo XIV y, en fin, algunos castillos célebres como los de castillo de Fonseca en la villa de Coca (Segovia), entre otras muchas construcciones fáciles de reconocer por los caracteres enunciados.

Las primeras representaciones del mudéjar surgen en el siglo XII en la cuenca del Duero, con dos focos principales: las villas medievales de Cuéllar y Sahagún. En el caso de la primera, por estar situada a medio camino entre las ciudades de Segovia y Valladolid, representó una plaza de gran importancia, y en ella se implantó un emporio ganadero que le proporcionó una próspera economía a partir del siglo XII, lo que aportaría un importante número de construcciones, llegando al siglo XV con veinticuatro iglesias y con una población de 1700 habitantes. En sus construcciones, sobre todo en las puertas de la muralla de Cuéllar y especialmente en el arco de San Basilio, se advierten grandes similitudes con el mudéjar militar toledano.

En lo que respecta a la segunda villa, está situada en el Camino de Santiago y se convirtió en un fuerte centro religioso y económico en los siglos XII y XIII, donde pudieron trabajar algunas cuadrillas de alarifes de Toledo para acelerar las obras que en ese momento se ejecutaban en ella. La rapidez de estos alarifes en las construcciones de ladrillo se impondría sobre la construcción de sillería romana.

El primer brote conocido se realiza en torno al Duero y es conocido como románico de ladrillo. Los alarifes siguen las tipologías cristianas tanto en planta como en alzado utilizando pilares, arcos de medio punto, arcos ciegos exteriores y portadas con arquivoltas, con una progresión a la que se le llama abocinamiento.

El mudéjar se consolida en el siglo XIII y se exporta hacia el sur y sureste, a tierras todas ellas llanas y con escasas canteras de piedra (Zamora, Valladolid, Ávila, Guadalajara, Madrid y oeste de Segovia, sin afectar apenas a Burgos, Palencia y Soria).

El periodo más importante en la arquitectura mudéjar en España son los siglos XII, XIV y XV, que se debe a la calidad y bajo precio de los alarifes frente a constructores cristianos. Los alarifes son maestros en la utilización del ladrillo y tardan muy poco tiempo en hacer sus construcciones. La arquitectura mudéjar es fundamentalmente decorativa, introduce nuevas soluciones que ayudan a la arquitectura actual. Emplean materiales blandos y baratos como ladrillo, yeso y barro vidriado. Se diferencia de las grandes construcciones cristianas, es una arquitectura que no utiliza grandes sillares, sino albañilería. Se sustituye la gran bóveda por techumbre plana o armaduras.

El ladrillo se usa con efecto decorativo y obliga a variar las proporciones de ábsides, muros y torres, siendo más pequeñas. Los muros inferiores tienen que ser más recios y sus torres más pequeñas. Estas edificaciones van apareciendo en León, Segovia, Ávila, etc.

El verdadero mudéjar se da del siglo XIII al XV y tiene sus focos más importantes en Toledo, Andalucía y el valle del Ebro. En esta época se daba un dominio casi total y se produce un contacto entre los estilos europeos y musulmanes. Se van a levantar distintas tipologías como iglesias, sinagogas y mezquitas, que se funden en un estilo común: el mudéjar.

Se empiezan a levantar esbeltas torres para las iglesias en Aragón que se asemejan a los alminares musulmanes. Se produce una fusión de elementos constructivos y decorativos, de elementos musulmanes y cristianos, correlativa con la espiritualidad entre las dos Españas. La Escuela de Traductores de Toledo y Alfonso X son el ejemplo más notable de esta cultura.

Sobre el arte mudéjar, fue influyendo la situación de la frontera, siempre móvil, además de los diversos estilos europeos que van penetrando en España y que condicionan este arte.

La posterior conquista de Andalucía dará un mudéjar más joven y con influencias directas de la arquitectura tradicional. Una figura de importancia en el mudéjar es el albañil y su mundo, en oposición con la cantería y los canteros. El "albañil", "el alarife" utiliza el ladrillo, el yeso, escayola, mampuesto, madera... Su situación de vencido lo transforma en mano de obra barata y en condiciones de construir lo que ordenen sus clientes, que serán iglesias, sinagogas, fortalezas, palacios, etc. Posteriormente los cristianos irán aprendiendo esta tradición.

Del llamado «románico de ladrillo» es ejemplo la iglesia de San Tirso, acabada en 1189, con aspecto sólido y macizo. El cimborrio se eleva sobre el crucero y adelanta algunas características del románico, como la utilización de arquerías y las dos filas de arcos ciegos que aparecen en los ábsides circulares con función tectónica, que forma el esqueleto del edificio. Conforma un soporte y empuje que sostiene el muro. Los edificios mudéjares copian a los cristianos y desarrollan su planta y altura pero en ladrillo. Al emplear ladrillo en el interior, se pierde la columna y se utiliza el pilar. Otra característica es el cimborrio, que a pesar de ser tan pesado, al ser calado va a transmitir sensación de ligereza. En el cimborrio conforme ascendemos, los vanos son mayores para aligerar el peso y conseguir altura. Otro ejemplo es la iglesia de San Martín de Arévalo en Ávila; lo más característico son las dos torres realizadas en ladrillo, sustentadas y decoradas por arquerías ciegas que se convierten en vanos en la parte superior. Se utiliza ladrillo, así como mampostería. También la iglesia de San Andrés de Cuéllar, con una fachada principal de ladrillo muy característica y de las pocas que se conservan; su planta fue calificada por Vicente Lampérez y Romea como la mejor del estilo.[7]

Sus edificios de ladrillo ofrecen una decoración con arcos ciegos de medio punto, juegos de recuadros con rehundimientos y frisos con dientes de sierra. Se localizan tres focos principales: Arévalo, Cuéllar y Sahagún,[8]​ constituyendo el foco cuellarano el más numeroso de Castilla y León.[9][10]​ Otro foco es el vallisoletano, con los municipios de Santervás de Campos y Olmedo, mientras que al de Ávila se une el mudéjar de Madrigal de las Altas Torres.

Son muy numerosas las iglesias, como por ejemplo San Tirso, San Lorenzo y San Pedro de Dueñas, de Sahagún, o las once que se localizan en Cuéllar, donde son importantes igualmente sus tres puertas mudéjares y los restos del mismo arte que se reparten por diferentes puntos de su recinto amurallado.

El mudéjar aragonés tiene una personalidad muy característica. Sorprende su colorismo, que recibe del uso de azulejos exteriores y los innumerables recursos que extraen del ladrillo. Originales torres de iglesias.

El mudéjar aragonés se distribuye fundamentalmente en el valle medio del Ebro, el del Jalón y el del Jiloca en las provincias de Zaragoza y Teruel, hasta el punto de que el conjunto mudéjar de la capital de esta última provincia (donde descuellan sus torres de San Pedro, del Salvador, de San Martín y de la Catedral) fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986, reconocimiento que en 2001 se amplió a otros monumentos de Aragón, destacando la colegiata de Santa María de Calatayud, la iglesia de Santa Tecla de Cervera de la Cañada, la de Santa María de Tobed y los elementos mudéjares de la iglesia de San Pablo, la Seo y la Aljafería de Zaragoza.

La descripción de su importancia es la siguiente:

La justificación de la declaración está sustentada en el criterio IV de la misma organización:

El estilo toledano ofrece y reúne todas las formas mudéjares en distintos edificios, aunque sin presentar en la forma gótica la brillantez del de Aragón.

En el foco mudéjar andaluz se diferencian los estilos de la Baja Andalucía y de la Andalucía Penibética. En Córdoba se mantiene el empleo de la piedra, mientras que en Sevilla predominan el ladrillo y las formas almohades y la construcción de capillas funerarias, iglesias, palacios y sinagogas. Por sus características formales y por su tardía cronología se distingue el mudéjar de la Alta Andalucía, donde perviven elementos de inspiración nazarí, aunque su desarrollo fue frenado por auge del Renacimiento.

El arte mudéjar valenciano se centra en las provincias de Castellón y Valencia, siendo en esta última donde se encuentran los testimonios más numerosos. La Torre de la Alcudia, en Jérica (Castellón) es la única torre mudéjar que se conserva en la Comunidad Valenciana. En la provincia de Valencia destaca por su especial singularidad el claustro gótico-mudéjar del Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, en Alfauir y los baños árabes, con dos interesantes ejemplos, los Baños del Almirante en Valencia y los de Torres Torres.

Tras la conquista del archipiélago se necesitaba de una arquitectura rápida y funcional, considerándose que la mejor solución constructiva era, sin duda, la mudéjar. Esto se vio favorecido por la llegada a las islas de andaluces, extremeños y portugueses, así como de moriscos expulsados del territorio peninsular.

La mezcla de estas culturas, la gran abundancia de la resistente madera de tea y la laxitud en la aplicación de la legislación gremial lejos de la metrópoli, desembocó en un mudéjar propio que destaca principalmente por el trabajo de carpintería en techos, balcones y ajimeces.

Los ejemplos más antiguos del archipiélago se localizan en Santa Cruz de La Palma. Se trata de varias techumbres datadas en el siglo XVI.

En Portugal también se conservan ejemplos de arquitectura mudéjar, aunque en menor medida y con una decoración mucho más simple que en España. El mudéjar de ladrillo se encuentra solo en el ábside de la iglesia de Castro de Avelãs,[11]​ en Braganza, que es muy parecido al de Sahagún.

Un estilo híbrido gótico-mudéjar se desarrolló sobre todo en el Alentejo durante los siglos XV y XVI, conviviendo con el estilo Manuelino. Las ventanas del Palacio Real y el Palacio de los Condes de Basto, en Évora son buenos ejemplos de este estilo híbrido. Elementos decorativos de inspiración mudéjar se encuentran en los azulejos de iglesias y palacios, como los azulejos del siglo XVI importados de Sevilla que decoran el Palacio Nacional de Sintra. Techos de madera mudéjar se encuentran en iglesias de Sintra, Caminha, Funchal, Lisboa y otros lugares.

Subsiten importantes monumentos mudéjares de los siglos XV y XVI, sin tener en cuenta los de puro estilo manuelino que también reúnen influencias musulmanas. Pueden calificarse de Mudéjares:

En Sicilia, Italia, tienen muchos aspectos en común con la arquitectura mudéjar los monumentos que allí existen de la época normanda (1072-1194), sobre todo, en Palermo, ya que los conquistadores normandos se sirvieron de los vencidos musulmanes para la construcción de iglesias y palacios. El estilo de estos monumentos se conoce como arquitectura árabo-normanda. Destacan la iglesia conocida con el nombre de la Martorana (IT) y la Capilla palatina del Palazzo dei Normanni, ambas en la capital de Sicilia.

El arte mudéjar se empezó a propagar en América desde su descubrimiento. Los primeros años de las colonias tuvieron una pequeña, pero no menos importante migración de moriscos, esto gracias a que las principales rutas de comercio partían de Andalucía y a que se volvió una ruta de escape para los moros ante la rendición del emirato nazarí de Granada, el primer paso para la expulsión de los moriscos la cual se decretaría en 1609.

Sobre la activa participación de los moros en la construcción de iglesias y palacios el historiador Joaquin Weiss nos dice:

“En esta época Sevilla era el puerto principal para la carrera de las Indias y sede de la casa de Contratación, con lo cual llegó a disfrutar de una gran prosperidad que se prolongó hasta el siglo XVIII. Cuando la corona, en distintas ocasiones necesitó enviar a Cuba ingenieros y maestros de cantería, materiales y herramientas, consultó con sus oficiales de Sevilla, y de allí, como hemos dicho, vinieron la mayor parte de aquellos.”[14]

Sólo se puede especular de la participación de moriscos en los principios de las colonias ya que más tarde se decretarían prohibiciones para su ingreso a las colonias.

Otra razón por la que este estilo estuvo ampliamente difundido en toda América fue que ya en la península estaba muy arraigada esta forma de construir y diseñar, la cual inevitablemente migraría junto con su población: “La persistencia de la influencia morisca en el medio cubano se explica, además, por los contactos que mantenía la colonia con Andalucía, ámbito preferente del arte morisco(…)”[14]

Torre mudéjar de Cali y Capilla de la Inmaculada.

El patio del Convento de la Merced de Ciudad de México.

Plaza de Armas, Chiapa de Corzo (estado de Chiapas, extremo sur de México).

Iglesia de Nuestro Señor del Calvario, Tuxtla Gutiérrez.

Templo de San Jeronimo de Mochicahui, El Fuerte. Sinaloa.

Templo de San José de Ávalos, Chihuahua capital.

Catedral de Tlaxcala.

Convento de San Agustín, Quito



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