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Expedición Malaspina



El Viaje científico y político alrededor del mundo, más conocido como Expedición Malaspina o Malaspina-Bustamante, en honor a Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra, fue una expedición financiada por la Corona española en la época ilustrada de Carlos III. La expedición se prolongó a lo largo del periodo entre 1789-1794. Recorrió las costas de toda América desde Buenos Aires a Alaska, las Filipinas y Marianas, Vavao, Nueva Zelanda y Australia. El 21 de septiembre de 1794 la expedición regresó a España habiendo generado un ingente patrimonio de conocimiento sobre Historia natural, cartografía, etnografía, astronomía, hidrografía, medicina —todas ellas ramas de conocimiento de gran importancia geopolítica—, así como sobre los aspectos políticos, económicos y sociales de estos territorios. La mayor parte de los fondos se conservan en el Museo Naval de Madrid, el Real Observatorio de la Armada, el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Ciencias Naturales. En la actualidad siguen siendo objeto de estudio por parte de historiadores y biólogos.[1][2]

Este viaje se dio a conocer por los promotores como «Viaje científico y político alrededor del mundo» (1788); durante la travesía fue conocido popular y públicamente como «Expedición vuelta al mundo». A la llegada a la Corte en 1794, como no se regresó atravesando el océano Índico y el cabo de Buena Esperanza como consecuencia de la sobrevenida guerra entre España y Francia, se la denominó «Expedición ultramarina iniciada el 30 de julio de 1789»; y después haber permanecido olvidada esta Expedición tras la orden impuesta por el príncipe de la Paz —Godoy— que mandó incautar toda la documentación de la expedición y prohibió toda publicación o mención tras desterrar a Malaspina de España por causa de traición contra él y el rey Carlos IV, hasta que en 1885 el teniente de Navío Pedro Novo y Colsón publicó el estudio que denominó Viaje Político-Científico alrededor del mundo por las Corbetas Descubierta y Atrevida, al mando de los Capitanes de Navío Don Alejandro Malaspina y Don José Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794 y así sucesivamente, se le han venido otorgando distintas denominaciones como la de Expedición Malaspina, Expedición de la Real Armada Malaspina-Bustamante o Expedición Malaspina-Bustamante. Más tarde, diversas instituciones españolas han puesto en marcha una gran expedición científica de circunnavegación que recibe el nombre de este marino en reconocimiento a su aportación: la expedición Malaspina (2010-2011).

La intensa actividad de exploración del Pacífico desarrollada por Francia e Inglaterra a finales del siglo XVIII provocó la reacción del Reino de España. Desde que la expedición de Magallanes cruzó el Pacífico y descubrió las Filipinas, España había considerado el Mar del Sur como de su exclusiva propiedad, controlando las Filipinas en el oeste y la casi totalidad de su orilla este, desde Chile hasta California. Pero la injerencia de otras naciones no fue la principal razón de esta expedición. Fue fundamentalmente el carácter científico de las exploraciones francesas e inglesas lo que provocó una respuesta de los intelectuales españoles. Era evidente el deseo de emular los viajes de Cook y La Perouse a través de un océano que durante dos siglos y medio fue considerado como un mar español.

El historiador británico Felipe Fernández-Armesto señala que:

En septiembre de 1788, estando en la isla de León (Cádiz) los entonces capitanes de fragata Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra convinieron proponer el llevar a cabo una gran expedición de la Real Armada de carácter político-científico por el Imperio español, mandando una carta con fecha 10 de septiembre de 1788 al Ministro de Marina, Antonio Valdés, quien contestó el 14 de octubre de 1788 que el rey Carlos III había autorizado el viaje y encargaba a Alejandro Malaspina los trabajos preparatorios del proyecto. Fue una gran expedición político-científica de escala mundial, una de las primeras de la historia de carácter científico, cuyo objetivo era visitar y estudiar los principales territorios españoles en América, Asia y Oceanía.

Los propósitos de la expedición serían los siguientes: incrementar el conocimiento sobre ciencias naturales (botánica, zoología, geología), realizar observaciones astronómicas y «construir cartas hidrográficas para las regiones más remotas de América». El proyecto recibió la aprobación de Carlos III, dos meses exactos antes de su muerte. La expedición, que contaba con las corbetas Atrevida y Descubierta, zarpó de Cádiz el 30 de julio de 1789, llevando a bordo a la flor y nata de los astrónomos e hidrógrafos de la Marina española, como Juan Gutiérrez de la Concha o Felipe Bauzá, acompañados también por grandes naturalistas y dibujantes, como el profesor de pintura José del Pozo, los pintores José Guío y Fernando Brambila, el dibujante y cronista Tomás de Suria, el botánico Luis Née, los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke (la calidad de la tripulación no se reducía a su dotación científica: asimismo participó en la expedición Alcalá Galiano, que moriría heroicamente en Trafalgar). Los navíos fueron diseñados y construidos especialmente para el viaje y fueron bautizados por Malaspina en honor de los navíos de James Cook Resolution y Discovery (Atrevida y Descubierta).

Después de fondear durante unos días en las islas Canarias, navegaron por las costas de Sudamérica hasta el Río de la Plata, llegando a Montevideo el 20 de septiembre de 1789. De ahí, siguieron hasta las islas Malvinas, recalando antes en la Patagonia. Doblaron el cabo de Hornos y pasaron al Pacífico (13 de noviembre), explorando la costa y recalando en la isla de Chiloé, Talcahuano, Valparaíso, Santiago de Chile, islas Desventuradas, El Callao, Guayaquil y Panamá, para alcanzar finalmente Acapulco en abril de 1791.

Al llegar allí, recibieron el encargo del rey Carlos IV de encontrar el paso del Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico y Atlántico. Malaspina, en lugar de visitar Hawái como pretendía, siguió las órdenes del rey, llegando hasta la bahía de Yakutat y el fiordo Prince William (Alaska), donde se convencieron de que no había tal paso. Volvió hacia el sur, hasta Acapulco (a donde arribó el 19 de octubre de 1791), después de haber pasado por el puesto español de Nutka (en la isla de Vancouver) y el de Monterrey en California.

En Acapulco, el virrey de Nueva España ordenó a Malaspina reconocer y cartografiar el estrecho de Juan de Fuca, al sur de Nutka. Malaspina requisó dos pequeños navíos, la Sutil y la Mexicana, poniéndolos bajo el mando de dos de sus oficiales, Alcalá Galiano y Cayetano Valdés. Dichos barcos dejaron la expedición y se dirigieron al estrecho de Juan de Fuca para cumplir la orden.

El resto de la expedición puso rumbo al Pacífico, navegando luego a través de las islas Marshall y las Marianas y fondeando en Manila (Filipinas) en marzo de 1792. Allí, las corbetas se separaron. Mientras que la Atrevida se dirigió a Macao, la Descubierta exploró las costas filipinas. En Manila moriría por unas fiebres el botánico Antonio Pineda. Reunidas de nuevo, en noviembre de 1792, ambas corbetas dejaron Filipinas y navegaron a través de las islas Célebes y las islas Molucas, dirigiéndose posteriormente a la isla Sur de Nueva Zelanda (25 de febrero de 1793), cartografiando el fiordo de Doubtful Sound. La siguiente escala fue la colonia británica de Sídney, desde donde volvieron al puerto de El Callao, tocando en la isla de Vava'u, y desde allí, por el cabo de Hornos, volviendo a fondear en las islas Malvinas. A principios de 1794 la corbeta Atrevida integrante esta expedición comandada por el capitán de navío José de Bustamante y Guerra , se separó de su nave gemela en las islas Malvinas y se dirigió a verificar los descubrimientos de las Antillas del Sur así como los de las islas San Pedro (actualmente más conocidas como Georgias del Sur). La Atrevida reconoció las exactas coordenadas de las islas Aurora: avistó a la principal de las Cormorán el 20 de febrero de dicho año, avistando seguidamente a todas las otras islas incluidas las rocas Negras; regresaron a Cádiz el 21 de septiembre de 1794.

La expedición levantó mapas, compuso catálogos minerales y de flora y realizó otras investigaciones científicas. Pero no abordó simplemente cuestiones relativas a la geografía o a la historia natural. En cada escala, los miembros de la expedición establecieron inmediato contacto con las autoridades locales y eventuales científicos para ampliar las tareas de investigación.

A su regreso a la metrópoli, Malaspina presentó el informe Viaje político-científico alrededor del mundo (1794), que incluía un informe confidencial, con observaciones críticas de carácter político acerca de las instituciones ultramarinas españolas y favorable a la concesión de una amplia autonomía a los territorios, virreinatos y provincias americanas y del Pacífico, lo que le valió que, en noviembre de 1795, fuera acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña.

El objetivo de Malaspina y Bustamante era realmente ambicioso. Aspiraban a dibujar un cuadro razonado y coherente de los dominios de la monarquía española. Para ello, no solo contaba con los trabajos de sus colaboradores, sino que también investigó en los materiales de los principales archivos y fondos de la América española. A través de sus diarios y escritos, tuvieron cabida los distintos aspectos de la realidad del imperio, desde la minería y las virtudes medicinales de las plantas hasta la cultura, y desde la población de la Patagonia hasta el comercio filipino. De esta forma culmina, siguiendo los principios de la Ilustración, la experiencia descubridora y científica de tres siglos de conocimiento del Nuevo Mundo y la tradición hispana de relaciones geográficas y cuestionarios de Indias. Y lo hacen bajo una fórmula característica del período, pues, imbuido del credo cientifista y naturalista de la Ilustración, lo que hizo Malaspina en realidad fue componer una verdadera física de la Monarquía.

A su llegada a España, la expedición Malaspina y Bustamante había acumulado una cantidad ingente de material: la colección de especies botánicas y minerales, así como observaciones científicas (llegaron a trazar setenta nuevas cartas náuticas) y dibujos, croquis, bocetos y pinturas, era impresionante y, sin duda, la mayor que habrían de reunir en un solo viaje navegantes españoles en toda su historia.

De todo ese cúmulo de conocimientos y de la insuperable experiencia apenas se publicó un Atlas con 34 cartas náuticas. Durante el proceso de Malaspina en 1795 se había pretendido eliminar los materiales de la expedición, que, sin embargo, fueron preservados en la Dirección de Hidrografía del Ministerio de Marina en Madrid. El grueso de aquel trabajo habría de permanecer inédito hasta 1885, cuando el teniente de navío Pedro de Novo y Colson publicó su obra Viaje político-científico alrededor del mundo de las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navío D. Alejandro Malaspina y D. José Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794 (desgraciadamente, algunos materiales, como ciertas observaciones astronómicas y de historia natural, se habían perdido para siempre). No obstante, parte de las colecciones de historia natural acopiadas durante la Expedición, sobre todo las relacionadas con la Botánica, corrieron mejor suerte: el herbario de Luis Née fue donado al Real Jardín Botánico de Madrid, donde se conserva actualmente, y muchas especies fueron descritas gracias a estos materiales por su director de entonces, Antonio José Cavanilles.

Hasta el siglo XX la historia no ha sabido apreciar la verdadera magnitud de aquella empresa, cuyos objetivos de superar los logros científicos de ingleses y franceses fueron plenamente cumplidos. Tan solo, recientemente, se ha comenzado a reconocer el valor de la información obtenida en la expedición de Malaspina, cumbre de la Ilustración española, pero aún sigue siendo oscurecida en la historia por los viajes de Cook, de La Pérouse y de Bougainville, que, como señala Fernández-Armesto, «siguen teniendo el papel predominante en el discurso y en la imaginación de los historiadores».

En reconocimiento a la aportación de Malaspina, diversas instituciones españolas pusieron en marcha en 2010 una gran expedición científica de circunnavegación que recibe su nombre.[3]​ La expedición Malaspina (2010-2011) fue un proyecto de investigación interdisciplinar cuyos principales objetivos consistieron en estudiar el cambio global y la biodiversidad en el océano. Desde el mes de diciembre de 2010 hasta julio de 2011, más de 400 científicos a bordo de los buques de investigación oceanográfica Hespérides y Sarmiento de Gamboa participaron en la expedición que aunaba la investigación científica con la formación de jóvenes investigadores y el fomento de las ciencias marinas y la cultura científica en la sociedad.[4]

Las Corbetas “Atrevida” y “Descubierta” fueron construidas en el arsenal de la Carraca para este sólo fin y partieron desde el puerto de Cádiz el 30 de julio de 1789, sin otro objeto que el de coadyuvar con las otras Potencias marítimas a los progresos de las ciencias, y particularmente de la navegación; formaron cartas y derroteros de las costas de América e islas adyacentes, comprendidas entre el Río de la Plata y el Cabo de Hornos hasta la América Septentrional reuniendo bajo un único punto de vista todas las tareas y navegaciones tanto nacionales como extranjeras que les precedieron. En la costa Noroeste por 59,60 y 61 grados de latitud buscaron sin fruto, y demostraron prácticamente la inexistencia del paso al mar Atlántico, indicado por el antiguo navegante Español Lorenzo Ferrer de Maldonado.en 1792 las Goletas “Sutil” y “Mexinaca” a las órdenes de los Capitanes de Navío D. Dionisio Galeano y D. Cayetano Valdés, lograron concurrir con la expedición inglesa del Capitán Vancoover a la determinación del inmenso archipiélago conocido bajo las denominaciones del Almirante Fonte y Juan de Fucca. En el 1792 las Corbetas examinaron las Islas Marianas, Filipinas y Macao en las costas de China. Navegaron sucesivamente unidas al pasar por la Isla de Mindanao y las de Morinta y costearon Nueva Guinea, reconocieron bajo la línea y hacia oriente 500 leguas de mares no trillados, atravesaron entre Nuevas Hébrides, visitaron Nueva Zelanda por Dusky-Bay, la Nueva Holanda por el cuerpo de Jackson y el archipiélago de los Amigos por las Islas Babau, no vistas por ningún navegante extranjero que navegaron por estas regiones. Tras realizar investigaciones en algunos paralelos del mar Pacífico abordaron el puerto de Callao de Lima en junio de 1793. Desde ahí visitaron de nuevo La Concepción de Chile, y divididas las Corbetas para multiplicar los trabajos costearon las tierras de Fuego, la costa Patagónica y las Islas Malvinas, tomando por último Rio de la Plata, tras pasar grandes dificultades la corbeta “La Atrevida” del Capitán Bustamante para sortear bancadas de hielos. Desde Montevideo, dado el estado bélico en Europa, hicieron viaje a Cádiz unidos a la Frataga del Rey Santa Gertrudis y a los Registros Levante, Princesa, Galga, Coacordia, Real Cárlos y Neptuno pertenecientes al comercio de Lima y otros buques que correspondían al de Buenos-Aires, y tras noventa días de navegación fondearon en la Península el 21 de septiembre de 1794 . Ascendía a 8 millones de pesos en frutos y plata el valor del convoy escoltado por las Corbetas, que consagradas desde el seno de una paz profunda a objetos puramente científicas concluyeron la dilatada serie de trabajos cumpliendo los importantes designios de la Marina militar, protegiendo a los vasallos del Rey y sus intereses en las colonias apartadas, resaltándose que estas embarcaciones cumplieron con todas las clases de servicios en la paz y en la guerra, como la nación puede exigir a la Marina Real.

El viaje enriqueció copiosa y extraordinariamente la Botánica, la Litología y la Hidrografía. Las experiencias sobre la gravedad de los cuerpos, repetidos en ambos hemisferios y a diversas latitudes, condujeron a importantes averiguaciones sobre la figura no simétrica de la tierra, asimismo se efectuaron experimentos como fundamento de una nueva medida en Europa, universal, verificable y tan constante como las leyes de que depende. Estudiaron la vida civil y política de los pueblos visitados y la historia de las emigraciones, así como los progresos su civilización desde el estado de ignorancia primitivo. También se reconocieron nuestros territorios, producciones y tesoros que darán origen a combinaciones capaces de robustecer la Monarquía y todo ello sin que se perdiera ninguna vida humana pues todas las tribus y pueblos visitados bendecían la memoria de quienes les dieron nociones, instrumentos y semillas útiles. Siendo además que las Corbetas tuvieron 3 ó 4 bajas en cada una por los tórridos climas en que permanecieron tanto tiempo, recordándose la memoria del Primer Teniente de Guardias Españolas D.Antonio de Pineda.



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