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Experiencia cercana a la muerte



Las experiencias cercanas a la muerte o ECM (en inglés, near-death experiences, NDEs) son percepciones del entorno narradas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido. Hay numerosos testimonios, sobre todo desde el desarrollo de las técnicas de resucitación cardiaca, y según algunas estadísticas, podrían suceder aproximadamente a una de cada cinco personas que superan una muerte clínica.[cita requerida]. La ciencia ha avanzado para dar respuesta a estas experiencias, algunos estudios arrojan como resultado que la conciencia no se elimina al instante que el corazón deja de latir, si no que continua por unos minutos,[1]​ y la gente tiene experiencias en el momento de la muerte, pero la forma en la que cada individuo elige interpretar estas vivencias depende totalmente de sus creencias.[2]

Según uno de los principales investigadores de este fenómeno, el doctor en medicina y filosofía Raymond Moody, los pacientes que han asegurado vivir este tipo de fenómenos coinciden en un patrón general de varias fases consecutivas, aunque no todos completan este itinerario y muchos solo atraviesan por algunas:[3]

Estos aspectos tienen habitualmente, aunque no necesariamente todos, en cada ECM. Tras este proceso quienes lo han experimentado pierden el miedo a la muerte; no desean morir, pero se toman las cosas con más calma, serenidad y filosofía y, en cierta medida, son mejores personas, se preocupan más de los demás y son más felices[cita requerida].

A similares conclusiones llegó la psiquiatra Elisabeth Kubler Ross luego de su investigación[cita requerida].

Para algunos, las ECM son una prueba de que la mente, consciencia, psique, alma o espíritu como entidad inmaterial, se separa del cuerpo físico, que actúa como mero soporte material, para dirigirse a otro reino.

Se han realizado experimentos en hospitales por Sam Parnia y Bruce Greyson, mostrando imágenes que sólo pueden ser vistas desde el techo con resultados no concluyentes.[4]

Sam Parnia lidera, junto con Peter Fenwick, la investigación científica AWARE, las siglas en inglés de "conciencia durante la resurrección", englobado dentro del Human Consciousness Project, que documenta a gran escala experiencias cercanas a la muerte en 25 hospitales de América del Norte y Europa.[5]​ Los resultados finales de la investigación están pendientes de una revisión por pares, habiéndose completado la primera fase del estudio y presentado los resultados para su publicación en una revista médica.[6]

A pesar de esto, existen miles de relatos vividos por personas que experimentaron el fenómeno, incluso ciegos (por ejemplo aquellos que recogen Elisabeth Kubler-Ross y Kenneth Ring[7]​ en sus investigaciones) y describen con detalle el entorno físico (personas, situaciones, objetos, etc.) en que se encontraban durante la experiencia, a la postre coincidentes con la realidad.[8]​ Es más, incluso personas con formación científica y académica aseguran haber experimentado tal fenómeno, como Eben Alexander, neurocirujano de Harvard, que ha dado testimonio de una realidad extracorpórea tras sufrir nueve días en coma documentándolo en el libro Proof of heaven (2012, traducido como La prueba del cielo, Barcelona: Planeta, 2013).[9]​ Por otra parte, destacados médicos, como Robert Lanza, defensor de la teoría del biocentrismo, afirman que la vida después de la muerte ya es científicamente compatible con las últimas versiones de la mecánica cuántica.[10]

En 1976 se sugirió que la ECM era una forma de despersonalización, de disociación, que actúa como defensa ante la amenaza de muerte en situaciones de extremo peligro. Psiquiátricamente, la disociación se define como una respuesta adaptativa a un trauma físico o emocional intolerable y, según el DSM-IV, no debe ser considerada patológica por sí sola; para estimar su potencial “malignidad” con mayor precisión se cuenta con los cuestionarios DES y DES-T. La disociación es la capacidad de abstraerse de la realidad (verbigracia, alguien que está concentrado viendo la televisión); este tipo de respuesta aparece en algunas víctimas de trauma (secuestros, violaciones…) que, inconscientemente, intentan evitar esta realidad desagradable con fantasías más apacibles.

Respecto a esta teoría disociativa, Bruce Greyson publicó en el Lancet (2000) un artículo en el que busca una relación entre los trastornos disociativos, como patología psiquiátrica, y las ECM. Concluye que las personas que han sufrido una ECM obtienen mayores puntuaciones en los test DES que aquellas que no han tenido ninguna, si bien los valores se mantienen siempre por debajo del umbral de lo patológico. Otro estudio de Greyson, publicado en 2003, afirma que existen personalidades “proclives” a la ECM y, lo que es más curioso, que esta tendencia es independiente de la religiosidad.

De todas formas, y a pesar de esta aparente correlación entre ECM y disociación, no se trata del mismo tipo de fenómeno, ya que las ECM son percibidas como completamente reales, al contrario que la despersonalización típica. Así mismo, las ECM se diferencian de la despersonalización en que lo alterado no es el sentido de la identidad propia (la “yo-idad”), sino la asociación de esta identidad con las sensaciones corporales.

Otra hipótesis psicológica relacionada con las ECM, formulada por el astrofísico y cosmólogo Carl Sagan, mantiene que el sistema neurológico se reinicia tras la experiencia traumática de la muerte; por eso la luz al final del túnel es una regresión al momento del parto y la salida del útero, donde no hay luz, al exterior, fuertemente iluminado, a través del canal del parto, y las personas conocidas serían las figuras de los padres y la sensación de bienestar la suministrada por las endorfinas de la leche materna. No obstante, esta teoría es inválida por dos razones: la primera es que un niño nunca nace mirando hacia delante sino exponiendo la coronilla, y la segunda es que la experiencia del viaje a través del túnel la han sufrido también personas que han nacido por cesárea; sí sería viable si se extiende el momento del parto a experiencias un poco posteriores en la manera en que puede interpretarlas el cerebro de un feto recién nacido.[11]

Primero se estableció la hipótesis de la anoxia. Esta analogía se dedujo por las similitudes entre las ECM y las G-LOC (Gravity-induced Loss Of Consciousness): cuando un piloto de avión de caza hace un pull-up, tirando fuertemente de los mandos para ascender, la fuerza centrífuga les empuja contra el asiento con una magnitud que es varias veces la de la gravedad, por lo que la sangre se les baja a los pies. Así, el cerebro se queda sin oxígeno y se produce lo que se llama un black-out: va desapareciendo la visión periférica, cerrándose el campo visual en un túnel hasta que, por fin, se pierde el conocimiento.

Así mismo, en una situación de hipoxia cerebral, la corteza visual se desinhibe, de modo que las neuronas empiezan a dispararse anárquicamente. Dado que el 90% de las células de la retina (y, por tanto, del córtex visual) están en la fóvea, en la región central del campo visual, la percepción que se tiene de ese disparo aleatorio es la visión de un centro más iluminado que se va ampliando según más células empiezan a descargar.

Se ha intentado refutar esta teoría de la anoxia basándose en que las personas que han sufrido una ECM han sido capaces de razonar con claridad, mientras que en la hipoxia sabemos que ocurre lo contrario, pues se caracteriza por una capacidad de juicio reducida y un pensamiento errático. Sin embargo, quien dijo esto no tuvo en cuenta que esa clarividencia no se ha determinado objetivamente, sino que se basa en la impresión subjetiva de quien ha sufrido la ECM, en cuyo caso sí concordaría. De hecho, ese es el principal problema de los pilotos que vuelan en condiciones de bajo oxígeno: su capacidad mental está disminuida, pero ellos se sienten eufóricos, “iluminados” (parecido a una borrachera).

En cualquier caso, de momento podemos explicar la visión de túnel, pero no otros fenómenos como las visiones divinas y los flashbacks de memoria. En este sentido, ciertos trastornos epileptiformes del lóbulo temporal se han asociado con la aparición de sentimientos místicos, los mismos que en la ECM. Y esta región cerebral es especialmente sensible a la anoxia que ocurre en una situación de hipoperfusión, lo cual apoyaría la teoría.

Respecto a las sensaciones de bienestar y paz, se ha especulado con la secreción endógena de endorfinas. Esto concordaría con el hecho de que aquellas personas en las que se ha empleado naloxona (un antagonista de endorfinas) durante la reanimación reportan ECM’s más bien desagradables.

La conciencia de hallarse muerto puede encontrarse en otra enfermedad neurológica, el síndrome de Cotard o del «cadáver ambulante», por el que el paciente percibe la ilusión de que ha fallecido después de un trauma muy fuerte o en etapas muy avanzadas de algunas enfermedades a consecuencia de cambios en la corteza parietal y prefrontal.

Una última investigación por Dean Mobbs y Caroline Watt parece haber conseguido explicar desde el punto de vista de la neurociencia como se producen este tipo de experiencias.[12]

Por último, una investigación reciente dirigida por Rick Strassman sostiene que una potentísima droga producida por el propio organismo, la llamada N,N-dimetiltriptamina o DMT, produce todos los efectos relacionados con las alucinaciones autoscópicas y la visión de fantasmas.[13]

Las Experiencias Cercanas a la Muerte (suponiendo que haya algo de cierto dado los innumerables relatos) donde los resucitados relatan con detalle las maniobras de resucitación, podrían ser un ejemplo de telepatía: la hipótesis sería que la mente al despertar y aun antes de que el sujeto retome la conciencia, interroga telepáticamente a los participantes en la maniobra y construye una imagen onírica de lo sucedido. Al respecto, los monjes ZEN, afirman que en lo más profundo de la mente hay una conexión con algo que está más allá de nuestra comprensión y que justamente hay que anular la razón como primer paso para alcanzar dicha conexión, que es lo que buscan los monjes al meditar.

Y, por último, algunos investigadores han relacionado las ECM con la secreción de serotonina, que explicaría las OBE y las alucinaciones místicas. Otros, por su parte han dicho que podía tratarse de un trastorno disociativo análogo al producido por la ketamina, pasando por alto que las alucinaciones de esta tienden a ser terroríficas e irreales.

En cualquier caso, de todas las explicaciones proporcionadas sobre una base fisiológica, no todas parecen factibles, y, de las verosímiles, ninguna cubre todos los sucesos que ocurren en una ECM. Además de que también hay descritas ECM en ausencia de daño físico, donde la relevancia de estos mecanismos fisiológicos quedaría muy en entredicho.

La experiencia cercana a la muerte a menudo es un elemento utilizado en el desarrollo de historias o narraciones ficticias en las que se ve a un personaje experimentar dicho suceso. Incluso existen leyendas y fábulas sobre el tema.

En la interpretación ficticia de este evento, el protagonista generalmente se encuentra como una proyección astral de sí mismo contemplando una especie de futuro alternativo en el que ve a sus familiares y amigos reaccionando a su muerte. El sujeto siempre está desnudo aunque en otras ocasiones aparecen con la ropa con la que murieron, además de que van acompañados de seres místicos como la muerte o una ángel guardián. Este siempre acaba con la resurrección del protagonista, quien regresa a la vida con esta nueva experiencia personal, la cual lo ayuda a valorar mejor la vida.

Algunos ejemplos de la ECM personificada son los siguientes:



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