Héctor Abad Gómez (Jericó, 1921-Medellín, 25 de agosto de 1987) fue un médico, ensayista, luchador por los derechos humanos y especialista en salud pública colombiano. Fue asesinado en Medellín, tras amenazas por sus denuncias contra grupos paramilitares, quienes venían cometiendo crímenes selectivos en contra de militantes de izquierda, tanto en Antioquia como en toda Colombia; concretamente, contra miembros y simpatizantes de la Unión Patriótica.
Diecinueve años después de su asesinato, su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, escribió una biografía novelada sobre su padre titulada El olvido que seremos (2006).
Abad Gómez hizo sus estudios de secundaria en el Liceo General Santander de Sevilla, Valle del Cauca y en el Liceo de la Universidad de Antioquia. Estudió medicina en la Universidad de Antioquia e hizo la maestría en salud pública en la Universidad de Minnesota. Su esposa fue Cecilia Faciolince García, con quien tuvo cinco hijas: Mariluz, Clara Inés, Eva Victoria, Marta Cecilia (falleció en 1972) y Sol Beatriz, y un hijo, Héctor Joaquín. Este último es el escritor Héctor Abad Faciolince, quien escribiera el libro ya citado sobre la vida y muerte de su padre.
Forjador de ideas para mejorar la salud de los colombianos, fue el fundador de la Escuela Nacional de Salud Pública, hoy llamada Facultad Nacional de Salud Pública Héctor Abad Gómez de la Universidad de Antioquia. En la década de 1960 y 1970, fue profesor de la facultad de medicina de la Universidad de Antioquia, en el departamento de medicina preventiva. Hasta su muerte, en 1987, seguiría siendo catedrático de salud pública de la misma universidad. También fue jefe médico del Instituto de los Seguros Sociales y gerente de la seccional antioqueña de esta misma institución. Fue secretario de Educación municipal y secretario de Salud departamental. Como periodista de opinión fundó el periódico universitario U-235 y la revista El Cocuyo. Fue diputado a la Asamblea de Antioquia y representante a la Cámara por el Partido Liberal Colombiano. También fue columnista de opinión de El Espectador, El Tiempo y El Mundo. Sus pronunciamientos sobre las condiciones de vida de las comunidades marginadas y en condiciones de miseria, en Medellín y en Colombia, además de muchas de sus ideas de avanzada, le granjearon enemistades con colegas, compañeros de facultad y directivas de esa época. Ello llevó a que en varias ocasiones buscara trabajos en otros países, en general asociados a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Trabajó en Manila, Filipinas, en donde ayudó a fundar una escuela de salud pública, y en Yakarta, Indonesia. También fue profesor invitado de la UCLA, en Los Ángeles, Estados Unidos. En 1978, durante el Gobierno de Alfonso López Michelsen, fue ministro consejero en la Embajada de Colombia en México.
Realizó en Colombia importantes proyectos de salud que mejoraron el nivel de vida de los colombianos. Fue director de la división de Enfermedades Transmisibles del Ministerio de Salud. Inspiró la creación del año rural obligatorio para los médicos recién graduados, inventó las promotoras rurales de salud y participó en las primeras campañas masivas de vacunación antipoliomelítica. En este campo, hizo la primera vacunación con virus vivos tras desatarse una epidemia en el municipio de Santo Domingo, Antioquia. También participó en la fundación del ICBF, de la Universidad Autónoma Latinoamericana, UNAULA, en la ciudad de Medellín, en el año de 1966, junto con personalidades de la vida nacional como Alfonso López Michelsen, Justiniano Turizo Sierra, Jaime Sierra García, Gilberto Martínez Rave, Luciano Sanín Arroyave, Ramón Emilio Arcila y otros. Fue el primer presidente de esta nueva Universidad y también fue su profesor durante varios años. Fue también el fundador y presidente, hasta morir asesinado, del Comité para la defensa de los Derechos Humanos de Antioquia. Desde allí denunció las desapariciones forzadas, el exterminio del partido Unión Patriótica, los secuestros de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y Ejército de Liberación Nacional, y las detenciones arbitrarias y torturas cometidas por las Fuerzas Militares de Colombia.
A raíz de sus denuncias desde el Comité para la defensa de los Derechos Humanos de Antioquía, y a través de su programa radial y su columna en el periódico El Colombiano, Héctor Abad Gómez se convirtió en blanco de varias organizaciones armadas. El 25 de agosto de 1987 su amigo y defensor de derechos humanos, el abogado Luis Fernando Vélez fue asesinado a balazos. Esa misma tarde, una mujer buscó a Abad Gómez en su consultorio y lo convenció a salir, con el pretexto de que dedicara algunas palabras en el velorio de Vélez en el edificio del sindicato del magisterio de maestros, a donde Abad se dirigió a pie junto con su estudiante Leonardo Betancur y la mujer. Al llegar al edificio, Abad Gómez fue abordado por un par de sicarios, asesinándolo a él y a Betancur.
En febrero de 2012 Don Berna, un exjefe paramilitar, aseguró ante la Fiscalía colombiana haber oído de labios de Carlos Castaño que los asesinatos de Abad y del abogado Vélez fueron cometidos personalmente por él. De acuerdo con el testimonio, Castaño dirigía un grupo de operaciones paramilitares en la ciudad de Medellín, con colaboración del ejército colombiano, en contra de las células urbanas de las guerrillas de las FARC y el ELN. Murillo (Don Berna) aseguró que la motivación del asesinato estuvo en la creencia de Castaño de que Abad Gómez estaba vinculado ideológicamente con la guerrilla del EPL y que sus columnas «afectaban a las Fuerzas Armadas, haciéndole el juego al EPL».
Juan Diego Restrepo, director del portal Verdad Abierta, ha criticado la veracidad del testimonio, en tanto testimonios previos en el marco de procesos judiciales contra miembros del Cartel de Medellín sugieren que la atribución de estos y otros crímenes a Castaño o a capos del cartel como Pablo Escobar se usaron de parte y parte para librar de culpa a cualquiera de los implicados. En consecuencia, puesto que Castaño está presuntamente muerto, atribuirle a él la responsabilidad de tal asesinato puede ayudar a ignorar evidencia que implique a otros posibles autores.
En agosto de 2014, el crimen de Hector Abad Gómez fue declarado por la Fiscalía General de la Nación como delito de lesa humanidad, al comprobarse que este hecho fue parte de un siniestro plan del narcotráfico, en complicidad de grupos paramilitares y agentes de seguridad del Estado, para eliminar a los miembros y simpatizantes de la Unión Patriótica, evitando así su ascenso al poder político.
En agosto de 2015 la Fiscalía colombiana anunció el llamado a indagatoria como posible actor material del asesinato al exparamilitar Manuel Salvador Ospina Cifuentes, alias «Móvil 5»,
quien fuera hombre de confianza de los Castaño y quien seguía delinquiendo. Ospina ha sido también señalado de ser el actor material del supuesto asesinato de Carlos Castaño y fue vinculado al proceso tras el testimonio de Sor Teresa Gómez, hermana de crianza de los Castaño. Ospina fue capturado en mayo de 2014. El olvido que seremos es un libro testimonial escrito por el hijo de Héctor Abad Gómez, Héctor Abad Faciolince. El título de este libro está tomado del primer verso de un soneto atribuido a Jorge Luis Borges titulado Aquí, hoy, hallado en uno de los bolsillos de Héctor Abad Gómez después de que fuera asesinado. Su muerte se produjo por la acción de dos sicarios, en el momento en que entraba en el velorio de un líder gremial de maestros que había sido asesinado ese mismo día, en horas de la mañana. En el libro se refleja fielmente la personalidad de quien ha merecido ser llamado por los antioqueños «el apóstol de los derechos humanos». En sus últimos años estuvo dedicado al cultivo de rosas, en un jardín sembrado por él mismo, y al comité de derechos humanos de Antioquia. Cuando fue tiroteado era precandidato a la Alcaldía de Medellín por el Partido Liberal.
El olvido que seremos fue adaptada al cine con el mismo título (2020) por Fernando Trueba y recibió el premio Goya 2021 a la mejor película iberoamericana.
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