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Himnos



Un himno, es un canto o un texto lírico que expresa sentimientos positivos, de alegría y celebración.

En la antigüedad era una composición coral en honor a una divinidad y es retomado con pleno valor litúrgico en la literatura latina cristiana de la Edad Media (por ejemplo, el Pange lingua escrito por Tomás de Aquino para conmemorar el día del Corpus). El vocablo deriva del idioma griego ὕμνος (hymnos) y pasó a casi todas las lenguas de Europa en un mismo sentido o significación.

Es, además, la representación musical o literaria de un acontecimiento tan elevado que produce la necesidad de plasmarlo en música o texto.

Un himno puede estar dedicado a dioses, un santo, un héroe o a una persona célebre. También puede estar dedicado a celebrar una victoria u otro suceso memorable o a expresar júbilo o entusiasmo, en cuyo caso conviene mejor llamarlo oda. Asimismo puede ser una composición musical que identifica a una colectividad, una región, un pueblo o una nación y que une a quienes la interpretan. Estos últimos himnos suelen ser, o bien marchas, o bien poemas líricos.

Entre los himnos más antiguos se encuentran los himnos reales sumerios y griegos (finales del III milenio a. C.), el Gran Himno a Atón, compuesto por el faraón Ajenatón en el Antiguo Egipto, los Vedas, una colección de himnos en la tradición del hinduismo, los salmos, una colección de canciones del judaísmo, los Gathas, himnos en honor a Ahura Mazda y el himno de Ugarit.

La más antigua obra anotada completa de música antigua es una canción hurrita, un himno escrito en cuneiforme ugarítico silábico dedicado a la diosa Nikkal.[1]

La tradición occidental de los himnos se inicia con los himnos homéricos, una colección de himnos antiguos griegos, que fueron escritos en el siglo VII a. C., alabando a las deidades de la religión de la Antigua Grecia. Se ha conservado una colección de seis himnos literarios (Ὕμνοι) del poeta alejandrino Calímaco del siglo III a. C..

Los griegos engalanaron el himno con los ritmos de la poesía y con los melodiosos encantos de la música. Tenían muchos tipos de himnos: el invocativo, el laudativo, el admirativo, el votivo, el teogónico y el filosófico. Los himnos de Orfeo pertenecen al género invocativo. Los compusieron también de diferentes géneros Homero, Cleanto, Calímaco, Teócrito, Anacreonte, Tirteo, Safo, Simónides, Píndaro y otros. Los coros de la tragedia griega no eran otra cosa que himnos o invocaciones.

El himno profano llegó al más alto grado de perfección con Carmen saeculare de Horacio, compuesto por orden de Augusto para la celebración de los ludi saeculares del año 17 a. C., en el que un coro de mancebos y de doncellas cantaban alternativamente este himno de alabanza a los dioses Apolo y Diana.

Los himnos más antiguos que se conocen son los de Moisés y de Débora, la profetisa que cantó uno en acción de gracias al Dios hebreo, 2710 años antes de Cristo. Esdras ha recogido en la Biblia el mayor número de cánticos hebreos con este epígrafe: Sepertheillim, es decir, libro de las alabanzas.

Se cantaban los himnos al son de las arpas y de las liras (solo las cuerdas acompañaban las voces) por coros alternativos; el primero cantaba el himno, y el otro, en determinados intervalos, repetía un dístico de intercalo o un refrán, imitando de este modo a los serafines, a quienes los profetas habían oído cantar alternativamente: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos. Cuatro mil levitas, cuyo jefe era Asaph, celebraban por turno estos cánticos en el templo de Yahvé bajo los reinados de David y de Salomón, dos celebérrimos himnógrafos de Israel, porque si.

Desde los primeros siglos de la Era cristiana se introdujo en las ceremonias religiosas el uso de cantar salmos e himnos. La creación de la himnodia se atribuye a San Ambrosio (397), que compuso una infinidad de ellos llenos de unción, sublimidad y energía. Posteriormente le seguirían San Benito y el movimiento monástico por él impulsado hasta que el himno se aceptó para los oficios divinos.

Algunos papas como Inocencio III, Clemente VII y San Gregorio los hicieron de una majestad sublime. Entre los cientos que usa la Iglesia católica citaremos el Stabat Mater, producción de Inocencio III, que también compuso el Veni Sancte Spiritus; el Dies irae, composición del franciscano Tomás Celano; o el Ave maris stella, que salió de la pluma de San Bernardo.

Pero los himnos que descuellan por la majestad, sublimidad y augusta locución en las ideas son los que compuso el doctor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino para el rezo del Santísimo sacramento y festividad del día del Corpus; así, el Pange lingua.

De los primitivos himnos, cuando la música era puramente melódica se pasó posteriormente a melodías de canto llano y no se compondrán himnos en estilo polifónico hasta el siglo XIII. La obra más famosa será la compuesta por Palestrina en 1589: Hymni totius anni.



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