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Judith Butler



¿Qué día cumple años Judith Butler?

Judith Butler cumple los años el 24 de febrero.


¿Qué día nació Judith Butler?

Judith Butler nació el día 24 de febrero de 1956.


¿Cuántos años tiene Judith Butler?

La edad actual es 68 años. Judith Butler cumplió 68 años el 24 de febrero de este año.


¿De qué signo es Judith Butler?

Judith Butler es del signo de Piscis.


¿Dónde nació Judith Butler?

Judith Butler nació en Cleveland.


Judith Pamela Butler[2]​ (Cleveland, 24 de febrero de 1956) es una filósofa posestructuralista judeo-estadounidense que ha realizado importantes aportes en el campo del feminismo, la filosofía política y la ética, habiendo sido una de las teóricas fundacionales de la teoría queer. Se desempeña desde 1993 como profesora en la Universidad de California en Berkeley, formando parte del Departamento de Literatura Comparada y Estudios de la Mujer y el Programa de Teoría Crítica.[3]

Fue autora de El Género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad (1990) y Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del sexo (1993), en los que desafía las nociones convencionales de género y desarrolla su teoría de la performatividad de género. Estas obras significaron grandes aportes en los campos donde Butler se desempeña. Otros de sus trabajos tratan problemas relevantes para diversas disciplinas académicas, tales como la filosofía, la teoría literaria, el derecho, la sociología, la ciencia política, el cine y la literatura.

A lo largo de los años, Butler ha apoyado a los movimientos sociales por los derechos LGBT+ y se ha pronunciado sobre muchos temas políticos contemporáneos,[4]​ incluyendo críticas al sionismo, la política israelí, y sus efectos en el conflicto palestino-israelí.[5]

Judith Butler nació el 24 de febrero de 1956 en Cleveland, Ohio,[6]​ en el seno de una familia de ascendencia judeo-húngara y judeo-rusa.[7]​ La mayor parte de la familia de su abuela materna falleció en el Holocausto.[8]​ Su madre fue criada ortodoxa, convirtiéndose posteriormente en conservadora y finalmente en reformista, mientras que su padre fue criado en esta última rama.

De niña y de joven asistió a una escuela hebrea y a clases de ética judía, donde, a la edad de 14 años, se familiarizó por primera vez con la filosofía.[8]

Butler asistió a Bennington College antes de transferirse a la Universidad de Yale, donde, en 1978, se graduó en Filosofía, doctorándose en ese mismo lugar en 1984. En el mismo año de su graduación en Filosofía, recibió una Licenciatura en Artes.[9]​ Pasó un año académico en la Universidad de Heidelberg como becaria Fulbright.[10]

Se desempeñó como profesora en la Universidad de Wesleyan (Ohio), la Universidad George Washington (Washington D. C.) y la Universidad Johns Hopkins (Maryland) antes de incorporarse a la Universidad de California en Berkeley, en 1993, donde permanece ejerciendo hasta hoy en día.[11]​ En 2002 ocupó la Cátedra Spinoza de Filosofía en la Universidad de Ámsterdam[12]​ y se unió al departamento de Inglés y Literatura Comparada en la Universidad de Columbia (Nueva York) como Profesora Visitante de Humanidades en los semestres de primavera de 2012, 2013 y 2014 con la opción de permanecer como profesora a tiempo completo.[13][14][15][16]

Actualmente, además de ocupar un profesorado en la Universidad de California en Berkeley en el Departamento de Literatura Comparada y Estudios de la Mujer y el Programa de Teoría Crítica, forma parte del consejo editorial y del consejo asesor de varias revistas académicas, entre ellas JAC: A Journal of Rhetoric, Culture, and Politics y Signs: Journal of Women in Culture and Society.[17][18]

Una de las contribuciones más destacadas de Butler es su teoría performativa del sexo y la sexualidad. Tradicionalmente, el construccionismo social ya nos hablaba de la construcción del género, es decir, que las categorías femenino y masculino, o lo que es lo mismo, los roles sexuales son construcciones sociales y no roles naturales. Pero Butler sobrepasa el género y afirma que el sexo y la sexualidad lejos de ser algo natural son, como el género, algo construido. Butler llega a esta conclusión basándose en las teorías de Foucault, Freud y sobre todo de Lacan. De este último parte al hablarnos de lo "forcluido", es decir, de aquellas posiciones sexuales que suponen un trauma al ocuparlas. Y ante el miedo a ocupar alguna de éstas, el individuo se posiciona en una heterosexualidad falocéntrica, es decir, una heterosexualidad regida por la normativa del imperialismo heterosexual masculino en la que asumir la sexualidad hetero implica asumir un sexo determinado.

Desde la década de 1990 ya se cuestionaba la idea de que el sexo era algo natural, ella plantea que el género se construye socialmente. Su trabajo ha cambiado la forma de pensar acerca del sexo, la sexualidad, el género y el lenguaje. Sus preguntas acerca de las categorías de identidad han influido sobre diversos campos y siguen desafiando las viejas ideas del género, proponiendo repensar al sujeto. Butler se hace preguntas acerca de la formación de la identidad y la subjetividad, trazando el proceso por el cual nos convertimos en sujetos cuando asumimos el sexo/género, identidades que son construidas para nosotros y, de cierta forma, por nosotros, dentro de las cuales existen estructuras de poder.[19]

El sujeto de Butler no es un individuo sino una estructura lingüística en formación. Dado que la subjetividad no es un hecho y ya que el sujeto está siempre en un proceso interminable de “devenir” es posible repetir la sujeción en diferentes formas. Butler cree que la subjetividad es una construcción y el hecho de apegarte a una sola identidad puede llegar a oprimir la identidad misma. La teórica menciona que no hay necesidad de fijar una identidad de una vez por todas.

Las principales obras de Butler han significado importantes aportes a diferentes campos de estudio, habiendo producido obras consideradas «fundacionales» de la teoría queer e importantes aportes a la filosofía política, posestructuralista y al feminismo de la tercera ola.

En el ensayo Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista, Butler propone que el género es performativo, concepto que trataría en sus siguientes obras y que toma la noción de «performatividad» del ensayo Cómo hacer cosas con palabras de John L. Austin.

Su desarrollo se basa en la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty y el feminismo de Simone de Beauvoir, señalando que ambos pensadores basaron sus teorías en la experiencia vivida y vieron el cuerpo sexual como una idea o situación histórica. Sostiene que el género se percibe mejor como performativo, lo que sugiere que tiene una audiencia social. Para Butler, el "guión" de la interpretación de género se transmite sin esfuerzo de generación en generación en forma de "significados" socialmente establecidos. Afirman que "el género no es una elección radical ... [ni es] impuesto o inscrito en el individuo"[20]

Dada la naturaleza social de los seres humanos, la mayoría de las acciones son presenciadas, reproducidas e internalizadas y, por lo tanto, asumen una cualidad performativa o teatral. Según la teoría de Butler, el género es esencialmente una repetición performativa de actos asociados con hombres o mujeres. Actualmente, las acciones apropiadas para hombres y mujeres se han transmitido para reproducir una atmósfera social que mantiene y legitima una apariencia aparentemente natural en un binario de género. El ensayo compara la performatividad del género con la actuación en el teatro, señalando similitudes como la idea de que cada individuo funciona como actor de su género. Sin embargo, Butler destaca una diferencia fundamental entre la representación de género en la realidad y las representaciones teatrales: debido a que existe una clara distinción de la realidad en el teatro, una representación teatral no produce en un actor el mismo miedo que las representaciones de género a menudo encuentran en la vida real.[20]

Butler revisa la noción de Freud de la aplicabilidad de este concepto al lesbianismo, donde Freud dice que las lesbianas están modelando su comportamiento en los hombres, lo que se percibe como normal o ideal. Butler, en cambio, dice que todo género funciona de esta manera de performatividad y una representación de una noción internalizada de normas de género.[21]

En su primer libro, Sujetos de deseo: Reflexiones Hegelianas en la Francia del siglo XX (1987),[22]​ examinó el impacto que tuvo el trabajo de Hegel en los filósofos franceses. Sus siguientes libros contenían material teórico proveniente del psicoanálisis, del feminismo y de las teorías posestructuralistas.[19]

La obra de Judith Butler se caracteriza por llevar a cabo revisiones críticas de los posicionamientos teóricos de los feminismos esencialistas para pasar a hablar de identidades nómadas frente a aquellas fijas, así como para plantear nuevas formas de habitabilidad de los cuerpos en la paradoja que se crea entre lo que es la capacidad de acción del individuo y su formación y dependencia con respecto al poder. Lo que Butler se propone, en definitiva, es la desnaturalización de conceptos como sexo, género y deseo, en tanto que son construcciones culturales de normas que violentan a aquellos sujetos que no participan de las mismas. Para subvertir los conceptos que oprimen al individuo, se propone, como opción, la creación de actos performativos en torno a la identidad, es decir, una serie de prácticas paródicas con base en su teoría performativa que acaban creando nuevos significados y se reproducen más allá de cualquier sistema binario.

Cuando en 1990 publica El género en disputa: Feminismo y subversión de la identidad, las ideas se dividían a grandes rasgos entre las que entendían al género como la interpretación cultural del sexo y aquellas que insistían en la diferenciación sexual como dualidad. Ambas presuponían que el “sexo”, entendido como un elemento tributario de una anatomía que no era cuestionada, era algo “natural”, que no dependía de las configuraciones socio-históricas. Este libro llama a cuestionar la categoría del sujeto en una crítica genealógica que analiza las condiciones de los sujetos emergentes en el discurso.[23]

Butler problematiza la categoría de “mujeres” como el sujeto de la teoría y los debates feministas, ya que dice de ésta que responde a las mismas estructuras de poder instauradas por el patriarcado contra el que las feministas luchan. Asimismo, plantea el hecho de que tanto el género como el sexo son construcciones que se dan en un espacio, tiempo y entorno social concretos. Posteriormente torna en una visión más psicoanalítica, citando a Lacan y a Freud en repetidas ocasiones, haciendo una revisión de la postura estructuralista de Claude Lévi-Strauss sobre su planteo sobre la construcción del género y vincula la mirada estructuralista sobre el tabú del incesto con la teoría psicoanalítica.

Continuando con el concepto de «performatividad del género», que había introducido previamente en Actos performativos y constitución del género, plantea que el “sexo” entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de un pensamiento que se genera dentro de un sistema social que plantea la normativa del género. Es decir, se plantea una idea del sexo como algo natural y es esta norma, la que se ha configurado dentro de la lógica del binarismo de género. A partir de Butler, el género ya es la expresión de un ser interior o la interpretación de un sexo que estaba ahí antes del género (ya no son términos interdependientes). sino que es una construcción social, una serie de discursos que rigen una normatividad dentro de la sexualidad, no hay acceso directo a la materialidad del cuerpo, el acceso es a través de un imaginario social, solo se puede acceder a la “verdad” del cuerpo a través de los discursos, las prácticas y las normas. Ha descripto al género como «una actuación que performativamente conforma la apariencia de su propia fijeza interior».

A partir de la discusión con Julia Kristeva, Jacques Lacan, Foucault y Monique Wittig, y sus diversas maneras de entender y proponer la subversión, Butler plantea una propuesta para mostrar que las normas de género no son “causas” sino “efectos” de una serie de actos performativos que, a partir de la reiteración estilizada de los mismos, se constituyen como “naturales” dentro del discurso de poder. Ella afirma que mediante la visibilización de estas normas de género a través de actos performativos se logra subvertir el discurso hegemónico dominante.

Butler no dice que el sexo no exista, sino que la idea de un “sexo natural” organizado con base en dos posiciones opuestas y complementarias es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades.[24]

En Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo” Butler continúa con la discusión en torno al género que ha construido a lo largo de sus publicaciones complementándolas con nuevas interrogantes relacionadas con la construcción de la sexualidad y lo queer. Este libro es una genealogía de la construcción de los discursos del cuerpo. Como en El género en disputa, Butler describe cómo las identidades de sexo lejos de ser estables son aceptadas y asumidas a través de la violenta forclusión de identidades que se consideran como que no importan dentro de la hegemonía heterosexual.[19]

Para introducir el concepto de «queering» Butler toma como base la novela Passing de Nella Larsen y su utilización de la palabra “queer” como forma de resaltar las inquietudes sexuales y raciales. Parte de una lectura en la que la regulación sexual influye en la regulación racial y viceversa, y así fija su atención en cómo es que operan estas normas por medio de la performatividad.[25]​ Hace mayor hincapié en el término y construye una revisión de su uso en la literatura y su posterior resignificación. En un inicio, el término “queer” hacía referencia a lo “raro” para después significar actos que desequilibran y exponen lo falso; señala cómo el término se utilizaba para discriminar, remarcar las diferencias al degradar a los individuos y como luego surge una búsqueda por resignificar el término de manera positiva por medio de la performatividad.

Más allá de aplicar la teoría de los actos de habla al ámbito homosexual, Butler se basa en los estudios de Eve Sedwick para centrarse en el término queering. Los actos performativos son maneras en las que el habla obtiene un poder autoritario. Estos actos generan discursos a los cuales antecede un “yo” cuyo reconocimiento le brinda un lugar a este sujeto y lo coloca dentro del habla.​ Lo queer encuentra su rasgo peyorativo en la repetición, al vincular el término con “la acusación, la patologización y el insulto”. La reiteración le brinda al acto la autoridad para operar como tabú y estigma. De esta manera, la expresión performativa funciona de manera exitosa.

También señala la presencia de lo abyecto en “aquellas zonas ‘invivibles’, ‘inhabitables’ de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo ‘invivible’ es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos”.​ En el individuo se conforma por la apariencia exterior que no deja de interiorizarse en el mismo como “su propio repudio fundacional”. Los actos performativos crean un desplazamiento del individuo a las zonas marginales. Es por medio de la utilización de términos peyorativos donde se reitera la abyección, de ahí la importancia de cuestionar y desestabilizar todos estos términos.

En Lenguaje, poder e identidad, Butler analiza los problemas de los discurso de odio y la censura. Argumenta que la censura es difícil de evaluar, y que en algunos casos puede ser útil o incluso necesaria, mientras que en otros puede ser peor que la tolerancia. Butler sostiene que el discurso de odio existe retrospectivamente, solo después de ser declarado por las autoridades estatales. De esta forma, el Estado se reserva el poder de definir el discurso del odio y, a la inversa, los límites del discurso aceptable. En este sentido, Butler critica el argumento de la jurista feminista Catharine MacKinnon contra la pornografía por su aceptación incondicional del poder del estado para censurar.[26][27]

Desplegando el argumento de Michel Foucault del primer volumen de Historia de la sexualidad, Butler afirma que cualquier intento de censura, legal o de otro tipo, necesariamente propaga el mismo lenguaje que busca prohibir. Como sostiene Foucault, las estrictas costumbres sexuales de la Europa occidental del siglo XIX no hicieron más que amplificar el discurso de la sexualidad que buscaban controlar. Ampliando este argumento utilizando Jacques Derrida y Jacques Lacan, Butler afirma que la censura es primitiva para el lenguaje y que el «yo» lingüístico es un mero efecto de una censura originaria. De esta forma, Butler cuestiona la posibilidad de cualquier discurso genuinamente opositor; "Si el discurso depende de la censura, entonces el principio al que uno podría oponerse es a la vez el principio formativo del discurso de oposición".[28][29][30]

Deshacer el género recopila las reflexiones de Butler sobre género, sexo, sexualidad, psicoanálisis y el tratamiento médico de las personas intersexuales para un público más generalizado en comparación con sus otros libros. Butler revisa y refina su noción de performatividad y se centra en la cuestión de deshacer «concepciones restrictivamente normativas de la vida sexual y de género». Butler analiza cómo se "realiza" el género sin que uno sea consciente de ello, pero dice que eso no significa que esa performatividad sea "automática o mecánica". Argumenta que el humano tiene deseos que no se originan en su personalidad, sino más bien en las normas sociales. También debate las nociones de "humano" y "menos que humano" y cómo estas ideas impuestas culturalmente pueden impedir que uno tenga una "vida viable", ya que las mayores preocupaciones suelen ser sobre si una persona será aceptada si su o sus deseos difieren de la normalidad. Butler afirma que uno puede sentir la necesidad de ser reconocido para poder vivir, pero que, al mismo tiempo, las condiciones para ser reconocido hacen que la vida sea «inhabitable». Propone un interrogatorio de tales condiciones para que las personas que las resisten tengan más posibilidades de vivir.[31]

En la discusión sobre temas y personas intersexuales, Butler aborda el caso de David Reimer , una persona cuyo sexo fue "reasignado" médicamente de hombre a mujer después de una circuncisión fallida a los ocho meses de edad. Reimer fue "hecho" mujer por los médicos, pero más tarde en su vida se identificó como "realmente" hombre, se casó y se convirtió en padrastro de los tres hijos de su esposa, y pasó a contar su historia en As Nature Made Him: The Boy Who Was Crised as a Girl, que escribió con John Colapinto. Reimer murió por suicidio en 2004.[32]

Butler fue influenciada por Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Monique Wittig, Luce Irigaray, Jacques Lacan y Karl Marx, entre otros teóricos. Algunos de los trabajos que inspiraron sus trabajos son;

También ha servido de influencia para varios teóricos contemporáneos a Butler, como Eve Sedgwick, Michael Warner, Jack Halberstam, José Muñoz, Lauren Berlant, Kate Bornstein, y Grace Ji-Sun Kim, entre otros.

El trabajo de Butler ha sido influyente en la teoría feminista y queer, los estudios culturales y la filosofía continental. Su contribución a una variedad de otras disciplinas, como el psicoanálisis , los estudios literarios, cinematográficos y de interpretación, así como las artes visuales, también ha sido significativa.[33][34]

Su teoría de la performatividad de género no solo ha transformado la comprensión del género y la identidad queer en el mundo académico, sino que ha moldeado y movilizado varios tipos de activismo político, particularmente el activismo queer, en todo el mundo.[35][36][37][38]​ Su trabajo también ha entrado en debates contemporáneos sobre la enseñanza del género, la crianza de los hijos homosexuales y la despatologización de las personas transgénero e intersexuales.[39]​ Algunos académicos y activistas políticos sostienen que el alejamiento radical de Butler de la dicotomía sexo/género y la concepción no esencialista del género de Butler, junto con su insistencia en que el poder ayuda a formar el sujeto, revolucionó la praxis, el pensamiento y los estudios feministas y queer.[40]

Darin Barney de la Universidad McGill escribió:

Antes de la elección al papado, el Papa Benedicto XVI escribió varias páginas desafiando los argumentos de Butler sobre el género.[42]

En 1998, la revista Philosophy and Literature de Denis Dutton otorgó el primer premio a Butler en su cuarto "Concurso de mala escritura" anual, que se propuso «celebrar la mala escritura de los pasajes más lamentables estilísticamente encontrados en libros y artículos académicos».[43]

Algunos críticos han acusado a Butler de elitismo debido a su difícil estilo de prosa, mientras que otros afirman que Butler reduce el género a "discurso" o promueve una forma de voluntarismo de género, lo cual Butler ha explicado . Susan Bordo, por ejemplo, ha argumentado que Butler reduce el género al lenguaje y ha sostenido que el cuerpo es una parte importante del género, en oposición a la concepción de Butler del género como performativo.[44]

Una crítica particular ha sido de la filósofa feminista Martha Nussbaum, quien ha argumentado que Butler malinterpreta la idea de J. L. Austin del enunciado performativa, hace afirmaciones legales erróneas, excluye un sitio esencial de resistencia al repudiar la agencia precultural y no proporciona "teoría normativa de la justicia social y la dignidad humana".[45][46]

La crítica de Nancy Fraser a Butler fue parte de un famoso intercambio entre las dos teóricas. Fraser ha sugerido que el enfoque de Butler en la performatividad los aleja de "las formas cotidianas de hablar y pensar sobre nosotros mismos (...)" y se ha preguntado "¿Por qué deberíamos usar un lenguaje tan auto-distanciado?"[47]

Más recientemente, varios críticos, sobre todo Viviane Namaste, han criticado Deshacer el género de Judith Butler por subestimar los aspectos interseccionales de la violencia de género.[48]​ Por ejemplo, Timothy Laurie señala que el uso de Butler de frases como «política de género» y «violencia de género» en relación con las agresiones a personas transgénero en los Estados Unidos puede "[recorrer] un paisaje lleno de relaciones laborales y de clase, estratificación urbana racializada, e interacciones complejas entre la identidad sexual, las prácticas sexuales y el trabajo sexual ", y producen, en cambio, "una superficie limpia en la que se imagina que se desarrollan las luchas por 'lo humano'".[49]​ La feminista alemana Alice Schwarzer habló de los "juegos intelectuales radicales" de Butler que no cambiarían la forma en que la sociedad clasifica y trata a una mujer; por lo tanto, al eliminar la identidad femenina y masculina, Butler habría abolido el discurso sobre el sexismo en la comunidad queer.

Butler respondió a varias de las críticas, principalmente a su prosa, en el prefacio de la edición de 1999 de su libro El género en disputa, el cual ya contaba con un prefacio anterior desde su primera edición en 1990.[50]

Butler ha publicado diversas obras, tanto libros, como capítulos de libros o artículos; estos son:

Butler es lesbiana,[51]​ una persona de género no binario[52]​ y opta por los pronombres she (ella, del inglés) o they (cuya traducción en español se interpreta como elle [Nota 1]​).[53]​ Vive en Berkeley, California, con su pareja, Wendy Brown, y su hijo, Isaac Butler-Brown.[54]

En su participación por las políticas activistas, en 2011 Judith Butler intervino con un informe, titulado Amicus Curiae, sobre el caso de la abogada chilena Karen Atala, a quien le habían privado la custodia de sus hijos y es considerada la primera y única jueza chilena declarada públicamente homosexual.



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