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Conflicto israelí-palestino



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El conflicto israelí-palestino (en hebreo: Ha'Sikhsukh Ha'yisraeli-Falestini; en árabe: النزاع الفلسطيني - الإسرائيلي, al-Niza'a al'Filastini al 'Israili) es el conflicto social y armado en curso entre israelíes y palestinos que se remonta a principios del siglo XX.[4]​ En respuesta al creciente antisemitismo contra los judíos que se vivía en Europa, a finales del siglo XIX surgió un movimiento sionista que defendía el establecimiento de los judíos en Israel. Muchos judíos emigraron a Palestina después de la Primera Guerra Mundial pero, al término de la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia de la conmoción causada por el Holocausto, se aprobó la partición de lo que había sido el mandato británico en Palestina en dos: la parte judía y la parte árabe. El Estado judío supondría un 55% del territorio del Mandato, incluido el desierto del Néguev, y su población estaría formada por 500 000 judíos y 400 000 árabes palestinos. En ese momento, los judíos solo poseían el 7% de las tierras de Palestina. El Estado árabe palestino tendría el 44% del territorio del Mandato y una población de 725 000 árabes palestinos con una minoría de unos 10 000 judíos.[5]​ Los judíos aceptaron el plan mientras que los árabes lo rechazaron. Estalló entonces una guerra civil en el mandato entre judíos y palestinos que desencadenó la expulsión o huida de dos tercios de la población palestina. El 14 de mayo de 1948, coincidiendo con la declaración de independencia de Israel, los Estados árabes vecinos declararon la guerra al recién creado estado de Israel, aunque finalmente fueron derrotados por los israelíes. A la conclusión de la guerra, Israel se negó a aceptar el retorno de los más de 700 000 refugiados palestinos, que han vivido desde entonces en campamentos de refugiados y ciudades de Líbano, Siria, Jordania, la Franja de Gaza y Cisjordania, entre otros lugares.

El conflicto es de gran envergadura, y el término se utiliza también en referencia a las primeras fases del mismo, que enfrentó a las poblaciones judías (Yishuv) y árabes que vivían en Palestina bajo el Imperio otomano[6]​ y posteriormente el Mandato británico de Palestina, como parte de la partición del Imperio otomano. Forma además parte del conflicto árabe-israelí. Tradicionalmente se han identificado cuatro escollos principales para la resolución del conflicto: el establecimiento de fronteras seguras y definidas, el control de Jerusalén, los asentamientos israelíes y el derecho de retorno de los refugiados palestinos, a los que deben sumarse otras claves como el reconocimiento mutuo, los derechos del agua, los asesinatos de civiles palestinos (incluidos niños y mujeres), el terrorismo palestino, la libertad de movimiento palestino, la seguridad israelí y otros problemas de derechos humanos. La violencia resultante del conflicto ha llevado a diversas posturas internacionales en torno al conflicto.

Se han hecho muchos intentos para negociar una solución de dos Estados, lo que implicaría la creación de un Estado de Palestina independiente junto al Estado de Israel, concebido en su origen como un Estado judío. En el año 2016, según un estudio realizado por el Instituto de Democracia de Israel y el Centro Palestino para Investigación Política y de Encuestas, una mayoría de israelíes y palestinos preferían los dos Estados como medio para resolver el conflicto.[7]​ Por otra parte, una considerable mayoría de la población judía considera justa la exigencia palestina de creación de un Estado independiente y cree que Israel puede aceptar el establecimiento de tal Estado. La mayoría de los palestinos y los israelíes ven a Cisjordania y la Franja de Gaza como el lugar ideal del hipotético Estado palestino en una solución de dos Estados. Sin embargo, hay áreas importantes de desencuentro sobre la forma de un acuerdo final y también en cuanto al nivel de credibilidad que cada lado aprecia en el otro en la defensa de los compromisos básicos.[8]

Dentro de las sociedades israelí y palestina, el conflicto genera una gran variedad de puntos de vista y opiniones. Esto pone de relieve las profundas divisiones que existen no solo entre israelíes y palestinos, sino también dentro de cada sociedad. Un sello distintivo del conflicto ha sido el nivel de violencia que lo ha protagonizado durante casi toda su duración. Ha habido enfrentamientos entre ejércitos regulares, grupos paramilitares, células terroristas y ciudadanos independientes. Estos enfrentamientos no se han limitado estrictamente al campo militar y han causado un gran número de víctimas mortales en la población civil de ambas partes.

Hay importantes actores internacionales involucrados en el conflicto. Las dos partes que participarían en las conversaciones directas de paz en caso de que las hubiere son el Gobierno de Israel, actualmente liderado por Benjamin Netanyahu, y el Estado de Palestina, actualmente presidido por Mahmud Abbas. El Cuarteto sobre Oriente Medio, compuesto por un enviado especial de los Estados Unidos, otro de Rusia, un tercero de la Unión Europea y uno de las Naciones Unidas, media en las negociaciones oficiales. La Liga Árabe es otro actor importante que ha propuesto un plan de paz alternativo. Egipto, miembro fundador de la Liga Árabe, ha sido históricamente un participante clave.

Desde 2007, la parte palestina se ha visto fracturada por el conflicto entre las dos facciones principales: Fatah, el partido tradicionalmente dominante, y su posterior rival electoral, Hamás. A raíz de la victoria de Hamás en las elecciones parlamentarias de 2006 y de su toma del poder en la Franja de Gaza en junio de 2007, el territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina (el gobierno interino palestino) se divide entre Fatah en Cisjordania y Hamás en la Franja de Gaza. La división del mando entre las partes ha provocado el colapso del gobierno bipartito de la Autoridad Nacional Palestina. Las negociaciones directas entre el Gobierno israelí y el liderazgo palestino se iniciaron en septiembre de 2010, y se dirigían a alcanzar un acuerdo sobre el estatus oficial final, aunque poco después se vieron interrumpidas indefinidamente.

Más allá de la coyuntura política que bajo el control británico originó el conflicto, ambas posturas recurren a reclamaciones históricas para justificar sus derechos sobre los territorios en litigio. El Estado de Israel fundamenta su existencia en la necesidad de un estado judío que no solo represente y acoja a dicha colectividad sino también que cumple con exigencias propias de la fe de dicha religión, puesto que en el judaísmo se habla del pueblo hebreo como el "pueblo elegido de Dios" e Israel se trataría de su "tierra prometida", siendo que la colectividad judía se auto-reivindica como descendiente del antiguo pueblo hebreo, así como también hay reivindicaciones acerca de la ampliación del actual estado de Israel a sus fronteras bíblicas descritas en el libro del Génesis 15:18-21, que supondría una ampliación considerable de los territorios israelíes y la anexión de naciones enteras correspondiente con el concepto de Gran Israel.[9]

En tanto, los palestinos se fundamentan en los casi trece siglos de dominación musulmana (638-1920) sobre la región de Palestina, que estuvo controlada consecutivamente por los califatos ortodoxo, omeya, abasí y fatimí, los turcos selyúcidas, los mamelucos y el Imperio otomano. Además, argumentan que la presencia judía en la región se basa principalmente en la inmigración masiva de judíos durante finales del siglo XIX y todo el siglo XX, a raíz de la popularización del sionismo, así como en la expulsión de más de 700 000 palestinos antes, durante y después de la guerra árabe-israelí de 1948, en un fenómeno conocido como la Nakba, y de otros muchos palestinos y musulmanes en general desde el inicio del conflicto. Por último, basan también su reivindicación histórica en su origen como descendientes de los filisteos.[10]

Ambas colectividades, judíos israelíes y palestinos, se auto-reivindican como descendientes de dos pueblos antiguos que habitaron la región, los hebreos y los filisteos, y utilizan esa reivindicación como fundamentación histórica para reclamar como propio el territorio. Sin embargo, ninguno de estos pueblos antiguos, hebreos y filisteos, tiene sus orígenes en el Levante mediterráneo sino que se asentaron parcialmente en la región desplazando o conquistando a los cananeos, sus primeros habitantes; según las Biblia y las tradiciones hebraicas (orales y escritas), los hebreos son originarios de Mesopotamia, en tanto los filisteos, denominados como uno de los "pueblos del mar", llegaron desde el Mar Mediterráneo y su origen no ha podido ser determinado hasta ahora, si bien se suele hablar de Creta como su tierra de origen.[11]

Según los textos bíblicos y hebraicos, los filisteos llegaron y se asentaron en la región constituyendo una pentápolis al sudoeste de los territorios donde los hebreos se habían establecido, entre el Reino de Israel y Egipto, y manteniendo conflictos con ambas naciones. Por su parte, según la Biblia, los hebreos se habrían restablecido en Canaán dos siglos antes de la llegada de los filisteos, poco después del éxodo. Ambos pueblos serían conquistados por babilonios y asirios y, posteriormente, por persas, macedonios y romanos. Luego de una breve independencia hebrea, el Imperio Romano invadió y conquistó la región, constituyendo varias provincias: Samaria, Galilea, Perea y Judea; esta última unía los territorios del antiguo Reino de Judá con el que correspondía a los filisteos, que cortaba a Judá la salida al mediterráneo. La dificultad de los romanos para mantener su hegemonía sobre los hebreos y las constantes revueltas provocaron la toma de medidas cada vez más extremas y, tras la rebelión de Bar Kojba, el Imperio romano optó por prohibir y castigar muchas de las tradiciones hebreas con la intención de hacer desaparecer la identidad hebrea, provocando así también un supuesto éxodo masivo de hebreos.[12]​ El imperio, asimismo, optó por modificar la división territorial en este contexto y así las provincias que hacían alusión al territorio hebreo se unieron en una única gran provincia, la provincia de Siria y optaron por recurrir a la antigua identidad del pueblo filisteo, reemplazando el nombre de la provincia de Judea por el de Palestina. Cabe destacar que a estas alturas hacía siglos que los filisteos habían perdido su identidad y se habían asimilado a los cananeos y a otros pueblos conquistadores como los babilonios; sin embargo, la denominación de Palestina como región geográfica persistió en el tiempo y dicha división administrativa fue adoptada y utilizada por casi todos los poderes políticos que ocuparon la región durante los siguientes dos milenios.[13]

Sin embargo existe una realidad y es que la reivindicación de ambas colectividades sobre dichos pueblos antiguos es en cierta forma limitada; como hemos dicho, ninguno de los dos pueblos antiguos es originario de la región sino que la ocuparon y combatieron entre sí hasta ser conquistados por terceros y, además, no existe una relación directa entre las comunidades actuales y aquellos pueblos ya que tanto los filisteos como los hebreos desaparecieron como pueblos, los actuales judíos heredaron cierto legado cultural de los antiguos hebreos pero se trata de una colectividad difusa que si bien es heredera de costumbres y creencias antiguas fueron muy influenciados por la cultura y las costumbres de los pueblos nativos de los múltiples lugares a donde emigraron las primeras comunidades y con quienes se mezclaron, generando divisiones en grupos con diversos orígenes y grupos con costumbres distintas entre sí dentro de la propia judeidad tan variados como los Asquenazí de Europa Central y Oriental emparentados con pueblos germánicos y sobre todo eslavos y caucásicos, que tienen hasta su lengua propia, el Yidis, hasta los Beta Israel, los etíopes o los youtai en China. En tanto, el pueblo palestino poco y nada tiene que ver desde lo cultural con los antiguos filisteos, cuya cultura se disolvió entre cananeos y babilonios y desapareció en los siglos posteriores; la población palestina actual tiene su origen en los antiguos filisteos, en los cananeos y en los árabes pero es la cultura árabe musulmana la que define la identidad palestina.[11][14]

En la línea de tiempo histórico, el conflicto palestino-israelí ha tenido una serie de fases distintas y fechas clave:

La Organización de las Naciones Unidas ha ido emitiendo a lo largo del tiempo una serie de pronunciamientos en torno al conflicto israelí-palestino, tanto por medio de su Asamblea General como de su Consejo de Seguridad.

La resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, recomienda la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular.

La resolución 273 de la Asamblea General de Naciones Unidas, admitió a Israel como estado miembro de la organización.

La resolución 67/19 de la Asamblea General, aprobada el 29 de noviembre de 2012, acordó la admisión de Palestina como Estado observador no miembro de la Organización.

El 21 de diciembre de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución A/ES-10/L.22[23]​ que versa sobre las «medidas ilegales israelíes en la Jerusalén Oriental Ocupada y el resto del Territorio Palestino Ocupado» en la cual reitera que todas las decisiones y los actos que pretendan modificar el carácter, el estatuto o la composición demográfica de Jerusalén no tienen efecto jurídico alguno, son nulos y sin valor y deben revocarse en cumplimiento de las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad. Asimismo, exhorta a todos los Estados a que se abstengan de establecer misiones diplomáticas en la Ciudad Santa de Jerusalén.[24][25]

Adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad el 22 de noviembre de 1967, seis meses después de la guerra de los seis días, la resolución “exige la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”, que pasa por “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el reciente conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza”. Esta resolución ha permanecido como referencia en todas las negociaciones posteriores.

Adoptada por el Consejo de Seguridad el 22 de octubre de 1973, durante la guerra del Yom Kippur, la resolución confirma la validez de la resolución 242 y recomienda el alto al fuego y el inicio de las negociaciones en vista de “instaurar una paz justa y duradera en el Oriente Medio”.

Adoptada por el Consejo de Seguridad el 22 de marzo de 1979, esta resolución declara que la creación de asentamientos por parte de Israel en los territorios árabes ocupados desde 1967 no tiene validez legal y constituye un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio. Además, exhorta a Israel para que, como potencia ocupante, respete escrupulosamente el Convenio de Ginebra relativo a la protección de personas civiles en tiempo de guerra, rescinda sus medidas anteriores y "desista de adoptar medida alguna que ocasione el cambio del estatuto jurídico y la naturaleza geográfica y que afecte apreciablemente la composición demográfica de los territorios árabes ocupados desde 1967, incluso Jerusalén, y, en particular, que no traslade partes de su propia población civil a los territorios árabes ocupados".

Fue adoptada, con la única abstención de los Estados Unidos, por el Consejo de Seguridad el 20 de agosto de 1980, tras la aprobación de la Ley de Jerusalén por el Parlamento israelí el 30 de julio de 1980, que proclamó a la ciudad de Jerusalén, "entera y unificada", como capital de Israel. La resolución "censura en los términos más enérgicos" la Ley de Jerusalén y afirma que esta ley es una violación del derecho internacional y no afecta a la continua aplicabilidad en Jerusalén del Convenio de Ginebra relativo a la protección de personas civiles en tiempo de guerra. Además, determina que la Ley de Jerusalén y todas las demás medidas y actos legislativos y administrativos adoptados por Israel, la potencia ocupante, que han alterado o pretendan alterar el carácter y el estatuto de Jerusalén "son nulos y carentes de valor y deben dejarse sin efecto inmediatamente". La resolución "no reconoce" la Ley de Jerusalén y demás medidas de Israel y hace un llamamiento a todos los miembros de la ONU para que acaten esta decisión y para que retiren las representaciones diplomáticas que hayan establecido en Jerusalén. La resolución también afirma que la Ley de Jerusalén es un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio.

La Resolución 2334 fue adoptada por el Consejo de Seguridad el 23 de diciembre de 2016, la cual se pronunció reafirmando «que el establecimiento de asentamientos por parte de Israel en el territorio palestino ocupado desde 1967, incluida Jerusalén Oriental, no tiene validez legal» y «expresando grave preocupación por el hecho de que la continuación de las actividades de asentamiento israelíes están poniendo en peligro la viabilidad de la solución biestatal basada en las fronteras de 1967».[26][27][28][29]

En 1993, los funcionarios israelíes dirigidos por Yitzhak Rabin y los líderes palestinos de la Organización para la Liberación de Palestina dirigida por Yasser Arafat se esforzó por encontrar una solución pacífica a través de lo que se conoce como el proceso de paz de Oslo. Un hito fundamental en este proceso fue la carta de Arafat que reconoce a Israel el derecho a existir. En 1993 los Acuerdos de Oslo concluyeron como marco para el futuro de las relaciones palestino-israelíes. El quid de estos acuerdos era que Israel gradualmente cediera el control de los territorios palestinos a los palestinos a cambio de paz. El proceso de Oslo era delicado y avanzó a tropezones. Tuvo un punto de inflexión con el asesinato de Yitzhak Rabin y fracasó finalmente cuando Arafat y Ehud Barak no llegaron a un acuerdo en Camp David en julio de 2000. Robert Malley, asistente especial del Presidente de los Estados Unidos para asuntos árabe-israelíes, ha confirmado que, si bien Barak no hizo ninguna oferta formal por escrito a Arafat, el principal defecto de los palestinos es que desde el comienzo de la cumbre de Camp David en adelante no pudieron ni decir que sí a las ideas de Estados Unidos, ni presentar una contrapropuesta propia específica y contundente.

En julio de 2000, el presidente de EE. UU. Bill Clinton convocó a una cumbre de paz entre el líder palestino Yasser Arafat y el primer ministro israelí, Ehud Barak. Barak habría ofrecido al líder palestino aproximadamente el 95 % de Cisjordania y la Franja de Gaza, así como la soberanía palestina sobre Jerusalén Este, y que 69 de los asentamientos judíos (que comprenden el 85 % de los asentamientos judíos en Cisjordania) sería cedido a Israel. También propuso "control temporal israelí" de forma indefinida en un 10 % del territorio de Cisjordania en un área que incluye muchos de los asentamientos judíos. Según fuentes palestinas, el resto del área estaría bajo control palestino, aunque algunas zonas se rompería por las carreteras de circunvalación y puestos de control israelíes. Dependiendo de cómo se configuraran los caminos de seguridad, estas carreteras israelíes podrían impedir la libre circulación de los palestinos en todo su Estado. Se propuso además reducir la capacidad de absorción de los refugiados palestinos. Arafat rechazó la oferta. El Presidente Clinton pidió informes para que Arafat hiciera una contraoferta, pero no propuso ninguna. El excanciller israelí Shlomo Ben Ami, que llevaba un diario de las negociaciones, dijo en una entrevista en 2001, cuando se le preguntó si los palestinos hicieron una contrapropuesta:

No se encontró ninguna solución sostenible que pudiera satisfacer tanto las demandas israelíes como las palestinas, incluso bajo una intensa presión de EE.UU. Clinton culpó a Arafat por el fracaso de la Cumbre de Camp David. En los meses siguientes a la cumbre, Clinton nombró al exsenador de EE.UU. George J. Mitchell, para dirigir un comité de investigación, que más tarde publicó como el Informe Mitchell, para restablecer el proceso de paz.

El equipo negociador de Israel presentó un nuevo mapa en la Cumbre de Taba en Taba, Egipto, en enero de 2001. Se propuso eliminar el «control temporal israelí» en determinadas áreas, y la parte palestina lo aceptó como base para futuras negociaciones. Sin embargo, el primer ministro israelí, Ehud Barak, no llevó a cabo nuevas negociaciones en ese momento y las conversaciones terminaron sin acuerdo.

Una propuesta de paz presentada por el Cuarteto de la Unión Europea, Rusia, las Naciones Unidas y los Estados Unidos el 17 de septiembre de 2002, fue la Hoja de Ruta para la Paz. Este plan no ha intentado resolver las cuestiones difíciles, como el destino de Jerusalén o los asentamientos israelíes. Las deja a un lado para negociarlas en fases posteriores del proceso. La propuesta nunca llegó más allá de la primera fase, que aboga por un alto a la construcción de asentamientos israelíes y el cese de la violencia entre israelíes y palestinos. No se logró ninguno de estos dos objetivos iniciales.[30]

La Iniciativa de Paz Árabe (en árabe: مبادرة السلام العربية) fue propuesta por primera vez por el príncipe heredero Abdullah de Arabia Saudita en la Cumbre de Beirut. Es una propuesta de solución al conflicto árabe-israelí en su conjunto, y el conflicto israelí-palestino en particular. La iniciativa fue publicada inicialmente el 28 de marzo de 2002, en la Cumbre de Beirut, y acordada de nuevo en 2007 en la Cumbre de Riad. A diferencia de la Hoja de Ruta para la Paz, se explica como una "solución final" de las fronteras basada explícitamente en las fronteras de las Naciones Unidas establecidas antes de 1967. Se ofrece normalizar plenamente las relaciones con Israel, a cambio de la retirada de sus fuerzas de todos los territorios ocupados, incluido el Golán, y reconocer un Estado palestino independiente con Jerusalén Oriental como su capital en Cisjordania y la Franja de Gaza, así como una "solución justa" para los refugiados palestinos.

Varios funcionarios israelíes han respondido a la iniciativa con apoyos y críticas. El gobierno israelí ha expresado sus reservas sobre la "línea roja", cuestiones como el problema de los refugiados palestinos, la seguridad y la naturaleza de Jerusalén. Sin embargo, la Liga Árabe sigue manteniendo la iniciativa como una posible solución, y se han celebrado reuniones entre la Liga Árabe e Israel.

Muchos palestinos creen que Israel hoy en día no está realmente interesado en llegar a un acuerdo, sino más bien interesados en continuar con el control de todo el territorio desde el mar Mediterráneo al río Jordán. Sin embargo, el portavoz de la Embajada israelí en España, Lior Haiat, afirmó recientemente que el conflicto ya está resuelto y que solo es cuestión de tiempo.

Por otra parte, muchos israelíes creen que hoy en día las verdaderas intenciones de los palestinos es conquistar Palestina entera y que sus afirmaciones oficiales son sólo una estrategia temporal. Como prueba de sus afirmaciones, presentan el aumento de la popularidad de Hamás, que ha pedido la incorporación de todo el territorio de Israel.

Debido a la gran cantidad de opiniones e interpretaciones, la cuestión de las verdaderas demandas de las partes es una cuestión política por sí misma, con la que muchos israelíes y palestinos están de acuerdo.[31]

La frontera de Jerusalén es un tema particularmente delicado. Las tres principales religiones abrahámicas —el judaísmo, el cristianismo y el Islam— tienen a Jerusalén como un lugar importante para el establecimiento de sus relatos históricos religiosos. Israel afirma que la ciudad no se debe dividir y debe seguir siendo controlada políticamente solo por Israel. Los palestinos reclaman al menos las partes de la ciudad que no formaban parte de Israel antes de junio de 1967. A partir de 2005, había más de 719 000 personas judías viviendo en Jerusalén (en su mayoría viven en el oeste de Jerusalén) y 232 000 eran musulmanes (en su mayoría habitantes de Jerusalén oriental).

Altas instituciones de Israel, entre ellas el Gobierno, la Knesset y el Tribunal Supremo, tienen sus sedes en la "ciudad nueva" de Jerusalén occidental y las han tenido desde la fundación de Israel en 1948. Después de que Israel capturara Jerusalén Oriental a Jordania, que la controló hasta la Guerra de los Seis Días, el estado judío asumió el control administrativo completo de Jerusalén oriental. En 1980 Israel promulgó una nueva ley conocida como Ley de Jerusalén que establece que "Jerusalén, completa y unida, es la capital de Israel".

En los acuerdos de Camp David y la cumbre de Taba en los años 2000-01, los Estados Unidos propusieron un plan en el que las partes árabes de Jerusalén se daría al propuesto Estado palestino, mientras que la parte judía de Jerusalén seria retenida por Israel. Todos los trabajos arqueológicos en el Monte del Templo serían controlada conjuntamente por los gobiernos israelí y palestino. Ambas partes aceptaron la propuesta, en principio, pero solo en las cumbres y no en última instancia.

Israel tiene serias preocupaciones sobre el bienestar de los santos lugares judíos bajo un posible control palestino. Cuando Jerusalén estaba bajo control jordano, los no judíos fueron autorizados a visitar el Muro Occidental y los otros lugares santos judíos, y el cementerio judío del Monte de los Olivos fue profanado. En el año 2000, una turba palestina se hizo cargo de la Tumba de José, un santuario considerado sagrado por los judíos y musulmanes, saquearon e incendiaron el edificio y lo convirtieron en una mezquita. Hay excavaciones no autorizadas por los palestinos para la construcción en el Monte del Templo en Jerusalén, que podrían amenazar la estabilidad del Muro de las Lamentaciones. Israel, en cambio, rara vez ha bloqueado el acceso a los lugares santos sagrados de otras religiones. Los organismos de seguridad israelí vigilan de manera rutinaria y detienen a los extremistas judíos que atacan la explanada de las mezquitas, por lo que casi no se registraron incidentes graves durante los últimos 20 años. Además, Israel ha dado una autonomía casi completa a los musulmanes en el Monte del Templo.

Israel expresa su preocupación por la seguridad de sus residentes de los barrios de Jerusalén si se colocan bajo control palestino. Jerusalén ha sido el blanco principal de ataques de grupos militantes contra objetivos civiles desde 1967. Muchos barrios judíos han sido establecidos en las zonas árabes.[cita requerida]

El gobierno israelí insiste en que trata a los musulmanes y los lugares santos cristianos con el máximo respeto. Según un estudio de 2010 publicado por Freedom House, la libertad de religión será respetada. Las minorías religiosas, incluida la cristiana, musulmana, y las comunidades bahá'ís tienen jurisdicción sobre sus propios miembros en materia de matrimonio, entierro y divorcio.[cita requerida]



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