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Las suplicantes (Eurípides)



Las suplicantes (Ικέτιδες) es el título de una tragedia de Eurípides. Suele ser datada hacia el año 423 a. C., por cuestiones de estilo y también porque el contenido político que se desprende de la obra, particularmente del debate entre Teseo y el heraldo tebano, hace suponer que se compuso poco después de la batalla de Delio, en la que Tebas logró la victoria sobre Atenas.

La acción se desarrolla en Eleusis. La expedición del ejército de Argos contra Tebas había fracasado. Los tebanos no habían permitido que los cadáveres de los caudillos del ejército argivo fueran recogidos y honrados y sus madres se hallaban con ramos de suplicantes en las gradas de los altares de Deméter y Core mientras Adrasto, el rey de Argos, se hallaba al lado junto a los hijos de los caudillos.

Las suplicantes y Adrasto imploraban a la anciana Etra que intercediera para que su hijo Teseo, rey de Atenas, mediante el diálogo o mediante la fuerza consiguiera recuperar los cadáveres.

Llega Teseo y dialoga con Adrasto. Éste cuenta todos las causas de la expedición contra Tebas: a causa de la interpretación de un oráculo, Adrasto había casado a sus hijas con Polinices y Tideo, y posteriormente se comprometió a ayudar a Polinices a recuperar sus derechos como rey en Tebas, aunque reconoce que la expedición fue en contra de la opinión del adivino Anfiarao. Posteriormente le suplica ayuda para recuperar los cuerpos de los muertos para poder enterrarlos.

En un principio, Teseo se niega a prestar ayuda reprochándole que la culpa de sus desgracias es solo debida a sus malas decisiones; sin embargo, Etra sí consigue convencerlo de que preste ayuda argumentando que la causa sería justa.

Teseo reúne un ejército y se dispone a enviar un heraldo para que envíe al rey de Tebas la petición de que permita rendir honores a los muertos argivos, así como un ofrecimiento de amistad por parte de la ciudad de Atenas.

Antes de que parta el heraldo, aparece otro heraldo, tebano, con un mensaje de su rey, Creonte. Se entabla un debate entre el recién llegado y Teseo acerca de la conveniencia de que una ciudad sea gobernada por el criterio de un solo hombre, como en Tebas o que la soberanía la ostente el pueblo, como en Atenas.

A continuación el heraldo tebano emite el mensaje de Creonte que consiste en una orden a Teseo de que no preste ayuda a Adrasto ni trate de recuperar los cadáveres porque los asuntos de Argos no le conciernen. En caso de que Teseo haga caso omiso, será combatido por las armas.

Teseo responde que no tiene por qué acatar las órdenes de Creonte porque él no es su señor y que su propósito de recuperar los cadáveres de los argivos es un acto de justicia para que se cumpla la ley de toda la Hélade.

Ante la falta de acuerdo, los ejércitos se disponen para el combate.

Un mensajero cuenta a Adrasto y a las suplicantes argivas el resultado del enfrentamiento armado. Los ejércitos habían entablado un igualado combate y tras la intervención de Teseo en apoyo del flanco que estaba siendo más débil, el ejército ateniense había vencido y había hecho retroceder a los tebanos, pero Teseo no había querido rebasar los muros de la ciudad.

A continuación, Teseo había hecho enterrar los cadáveres de los muertos de la expedición argiva excepto los de los principales caudillos.

Las suplicantes y Adrasto habían acudido a honrar los cuerpos sin vida de los caudillos. Estos eran Capaneo, Eteoclo, Hipomedonte, Partenopeo y Tideo. Adrasto explica a Teseo las virtudes de cada uno, así como de dos más cuyos cuerpos no se hallaban presentes: Anfiarao y Polinices.

Como Capaneo había sido fulminado por un rayo de Zeus debía ser enterrado en un túmulo aparte mientras el resto debían ser incinerados en una pira.

Evadne, la esposa de Capaneo, acude a honrar el túmulo de su esposo y se dispone a arrojarse ella misma a la pira. Llega su padre Ifis, no puede convencerla de que dé marcha atrás en sus intenciones y contempla como su hija se lanza a la pira.

Por último, la diosa Atenea dice a Teseo que haga jurar a Adrasto que los argivos jamás entrarán en guerra con los atenienses. A los hijos de los caudillos argivos dice que cuando alcancen edad suficiente comandarán otra expedición contra Tebas, y que serán llamados Epígonos.



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