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Linfocitos



Los linfocitos son células del sistema inmunitario. Son un tipo de leucocito que provienen de la diferenciación linfoide de las células madre hematopoyéticas ubicadas en la médula ósea y que completan su desarrollo en los órganos linfoides primarios y secundarios (médula ósea, timo, bazo, ganglios linfáticos y tejidos linfoides asociados a las mucosas). Los linfocitos circulan por todo el organismo a través del aparato circulatorio y el sistema linfático.[1][2]

Son los leucocitos de menor tamaño (entre 9 y 18 μm), y representan aproximadamente el 30 % (del 20 a 40 %) del total en la sangre periférica. Su morfología es variable, de acuerdo con la cual se clasifican en linfoblastos, prolinfocitos y linfocitos propiamente tal, ya sea inactivos o activados (como los plasmocitos). Presentan un gran núcleo esférico que se tiñe de violeta-azul y la cantidad de citoplasma varía entre escaso (situación más frecuente, en la cual el citoplasma se observa como un anillo periférico de color azul) a abundante. En el citoplasma se encuentran algunas mitocondrias, ribosomas libres y un pequeño aparato de Golgi.[2]

La función principal de los linfocitos es la regulación de la respuesta inmunitaria adaptativa (o específica), reaccionando frente a materiales extraños (microorganismos, células tumorales o antígenos en general). Para ello se diferencian en tres líneas de células reactivas: los linfocitos T que se desarrollan en el timo y que participan en la respuesta inmunitaria celular; los linfocitos B, que se desarrollan en la médula ósea y luego migran a diferentes tejidos linfáticos, que son las encargadas de la respuesta inmunitaria humoral, transformándose en plasmocitos que producen anticuerpos; y las células NK (natural killer) que destruyen células infectadas. Los linfocitos T y B presentan receptores específicos, las asesinas naturales (NK) no.[2][3]

Estas células se localizan fundamentalmente en la linfa y los órganos linfoides y en la sangre. Tienen receptores para antígenos específicos y, por tanto, pueden encargarse de la producción de anticuerpos y de la destrucción de células anormales. Estas respuestas ocurren en el interior de los órganos linfoides, los cuales, para tal propósito, deben suministrar un entorno que permita la interacción eficiente entre linfocitos, macrófagos y antígeno extraño.

La tipología de los linfocitos es difícil de catalogar según su morfología, por lo que se ocupan propiedades tales como la reactividad a anticuerpos monoclonales que identifican sus "CD" o cúmulos de diferenciación (del inglés cluster of differentiation), los cuales son un conjunto de marcadores biológicos para la identificación celular; el estado de reconfiguración de los genes de cadena pesada y cadena ligera de inmunoglobulina o receptores de linfocitos T y B; y la expresión de inmunoglobulinas en la superficie.[1]

Los linfocitos B maduran en dos etapas: la primera, sin mediar antígenos, que ocurre en la médula ósea y otra dependiente de la exposición a antígenos que ocurre en los órganos linfáticos secundarios (ganglios linfáticos, bazo y tejidos linfoides asociados a las mucosas) donde se transforman en células productoras y secretoras de anticuerpos. Los distintos tipos de linfocitos B en estas etapas son:[3][4]

Los linfocitos son los responsables de la respuesta humoral, transformándose en plasmocitos que producen glucoproteínas denominadas anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig), las cuales se adhieren a un antígeno específico (al cual reconocen de manera unívoca). Todos los anticuerpos producidos por un linfocito B son específicos para un solo antígeno, por eso dichos anticuerpos se denominan monoclonales. También los linfocitos B interactúan con los linfocitos T con lo que proliferan y cambian el isotipo de inmunoglobulina (IgM, IgE, IgG, IgD, IgA ) que secretan, manteniendo la especificidad del antígeno. También los linfocitos B pueden actuar como células presentadoras de antígenos.[3]

Linfocitos T (timodependientes, ya que se diferencian en el timo): Detectan antígenos proteicos asociados a moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC o CMH)

Las células NK luchan contra el antígeno presente en la célula infectada o cancerígena de manera inmediata; mientras tanto la respuesta inmune adaptativa está generando células T citotóxicas específicas, para acabar con esas células en un segundo paso.

El tráfico de linfocitos entre los tejidos, el torrente sanguíneo y los ganglios linfáticos, permite que las células sensibles a los antígenos los busquen y sean reclutadas en sitios en los cuales se está desarrollando una respuesta. A su vez hay una diseminación de las células de memoria que permite la organización de una respuesta más amplia.

Las integrinas pueden unirse a la matriz extracelular, a las proteínas plasmáticas y a otras moléculas de la superficie celular, sus ligandos complementarios incluyen las adresinas vasculares de superficie, presentes en el endotelio de los vasos sanguíneos.

Estos receptores guía actúan como puertas selectivas que permiten que las poblaciones particulares de linfocitos tengan acceso al tejido apropiado.

Las quimiocinas como SLC (quimiocina del tejido linfoide secundario) presentadas por el endotelio vascular, tienen un papel importante para la detección de linfocitos; los receptores de la integrinas están involucrados en la regulación positiva funcional de las integrinas.



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