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Miguel Antonio Caro



¿Qué día cumple años Miguel Antonio Caro?

Miguel Antonio Caro cumple los años el 10 de noviembre.


¿Qué día nació Miguel Antonio Caro?

Miguel Antonio Caro nació el día 10 de noviembre de 1843.


¿Cuántos años tiene Miguel Antonio Caro?

La edad actual es 180 años. Miguel Antonio Caro cumplirá 181 años el 10 de noviembre de este año.


¿De qué signo es Miguel Antonio Caro?

Miguel Antonio Caro es del signo de Escorpio.


Miguel Antonio José Zolio Cayetano Andrés Avelino de las Mercedes Caro Tobar (Bogotá, 10 de noviembre de 1843-Bogotá, 5 de agosto de 1909), conocido como Miguel Antonio Caro, ocupó varios puestos en el gobierno colombiano, entre ellos el de presidente en el período desde 1892 hasta 1898, fue un humanista, periodista, escritor, filólogo y político colombiano.

Hijo del notable escritor José Eusebio Caro, debido a las circunstancias políticas del país durante su infancia, no siguió estudios regulares en establecimientos de educación, ni recibió títulos académicos, aunque posteriormente por su trayectoria fue reconocido con Doctorado honoris causa en Jurisprudencia por Universidades de México y Chile.[2]

Dirigió la Academia Colombiana de la Lengua, participó en la redacción de la Constitución de 1886 y ejerció como diputado, presidente del Consejo de Estado, Vicepresidente de la República (1892) y Presidente de la República (1894). Tras abandonar la política, se dedicó a la literatura: es autor de una Gramática de la lengua latina (en colaboración con Rufino José Cuervo, 1867), ensayos (Tratado sobre el participio, 1870) y traducciones de obras clásicas (Horacio, Tibulo, Catulo XXX de la vida social del hombre aumentan cuando hay una falta de respeto).

Miguel Antonio Caro Tobar nació el 10 de diciembre de 1843, en Bogotá, República de Nueva Granada. Era hijo del poeta y político conservador José Eusebio Caro, y de Blasina Tobar Pinzón.

La idea de la Constitución era implantar la idea política del partido político al que perteneció (Partido Nacional) la cual era llamada La Regeneración y reemplazar la constitución de Rionegro (1863) que tenía una fuerte política federalista y el ejecutivo tenía poderes limitados sobre las regiones.

Aun así las ideas de Caro en los debates de la constitución de 1886, se centraron en garantizar una mayor participación del gobierno estatal, proponiendo para la constitución de 1886 un régimen en donde todos los productores, mediante corporaciones populares tuviesen directa participación en el senado.[3]​ Según Caro, las corporaciones eran expresiones de organismos orgánicos, al contrario de los partidos[3]

Por tanto según Caro “el voto corporativo para la alta cámara”, moderará a la otra. Como en Colombia no están organizados esos intereses sociales, propone que provisionalmente hasta que estos fuesen creados el gobierno elija los seis senadores “como representantes de determinados elementos sociales, por ejemplo, el alto clero, de la clase militar, de los intereses económicos, comerciales, industriales y agrícolas, y de las profesiones intelectuales[4]

Para Caro en el sistema corporativo se debe mantener el sufragio popular y la universalidad del sufragio, porque esta es una alternativa menos mala que la de la restricción.[4]

Caro priorizaba a las corporaciones, porque estas eran expresiones de organismos de la sociedad, al contrario de la representación por medio de la elección de representantes, que prioriza a la multitud. Así declaraba que: “Dentro del concepto exclusivamente democrático, no cabe la dualidad ni multiplicidad de cámaras legislativas; porque si sólo el pueblo ha de ser representado, y el pueblo es uno e indivisible ha de ser el cuerpo representativo del pueblo, como lo han sido en otras épocas las convenciones y asambleas en Francia....La dualidad de cámaras ha de apoyarse, y en efecto se apoya en un fundamento verdadero y sólido: en la distinción entre el pueblo o muchedumbre que forma la cámara popular, por una parte, y por otra los miembros orgánicos del Estado, clases, órdenes o intereses sociales en cualquier forma organizados, que deben constituir la alta cámara”.[4]

Caro después de terminados los debates se lamentaría que sus posiciones corporativas no se viesen reflejadas en la constitución del 1886.

A propósito del voto restringido Caro había argumentado en la Asamblea lo siguiente: “Insisto, señor Presidente, porque esté punto es capital, que en la instrucción o en la riqueza, que pertenecen al orden literario y científico, la primera, y al económico la segunda, no son principios morales ni títulos intrínsecos de ciudadanía, y que sólo tienen valor en cuanto se subordinan al superior criterio que exige al ciudadano recto juicio e independencia para votar. Conferir exclusivamente a los propietarios el derecho de votar, porque pagan contribuciones al Estado, es ver en el Estado una entidad moral para convertirla en compañía de accionistas, y atribuir únicamente esas funciones a los que sepan leer y escribir, como si esta circunstancia envolviera virtud secreta, es incurrir en una superstición”.[4]

Las firmes creencias religiosas e hispánicas de Caro lo llevan a crear una constitución que se fundaba en los valores de la religión católica. Su noción básica de la nacionalidad se remitía a la comprobación de que en Colombia sólo la lengua española y la religión católica unían a una población extremadamente diversa, y que ninguna de estas podía ser remplazada por otra, a no ser que se quisiese caer en la "incredulidad".

Exalta la democracia municipal: considera que el Municipio es la “verdadera y legítima base social de las nacionalidades”, y en orden a que se realice debidamente la descentralización “dentro de la verdadera unidad nacional”, el poder central debe ser más bien un poder general, “en perfecta armonía con las libertades municipales”

Caro había criticado en el pasado, la ideología utilitarista, que se quería impartir en los colegios de Colombia, durante la era del Olimpo Radical, mediante la enseñanza de las ideas de Bentham. Consideraba que la educación católica era por tanto una necesidad en el marco ideológico, por eso a partir de 1887, propuso que en Colombia se impartiese como obligatoria la educación religiosa católica en escuelas y colegios.

En 1892 es elegido vicepresidente de la República y reelecto Rafael Núñez en el cargo de presidente, quien no pudo asumir el poder por problemas de salud, por lo que Caro se encargó de la presidencia; dos años después Núñez falleció, y Caro ejerció el poder desde el 7 de agosto de 1892 hasta el 7 de agosto de 1898. Curiosamente, pese a que tuvo uno de los mandatos más largos de la historia de Colombia, nunca utilizó el título de presidente, sino el de vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo, por respeto a Núñez.

Además de la oposición liberal, tuvo que enfrentar la oposición de los conservadores históricos (es decir del partido conservador) que fue total hacia 1897. Liderados por Carlos Martínez Silva en Bogotá y por Marceliano Vélez en Medellín, los conservadores tradicionales, bajo la bandera del historicismo político, consideraban traicionadas las glorias del pasado por las ideas sostenidas por Núñez y Caro en sus años de gobierno.

En su gobierno Caro procedió a la nacionalización de los licores y posteriormente en 1893 restauró el Estanco de Tabaco, dándole el monopolio al Estado sobre su producción y comercialización. Ello llevaría a la agitación política desatada en Bogotá a principios de 1893, cuando los partidos se alzaron y tuvieron a la ciudad prácticamente en sus manos, en días de violentos asaltos y choques con la fuerza pública. El general Antonio Basilio Cuervo Urisarri, ministro de Gobierno, logró el retorno a la normalidad.

El Partido Nacional (Colombia), ya parecía estar en minoría en la cámara de representantes, por lo que Caro se vio obligado a exigir que Rafael Nuñez, reasumiese el poder, con la mala fortuna de que Nuñez fallecería el 18 de septiembre de 1894, tratando de organizar su regreso a la ciudad.

En 1895 tuvo lugar una revolución en la que fuerzas liberales se levantaron contra el gobierno a principios de ese año. Caro llamó entonces al general Rafael Reyes y lo puso al frente de los ejércitos legitimistas. Reyes planeó una campaña relámpago que inició en La Tribuna, adelante de Facatativá, bajó al Magdalena, siguió hasta la Costa Atlántica y entró por allí a Santander, donde estaba el foco de la revuelta, acabando finalmente con la guerra en Enciso.

Otro hecho que tuvo lugar bajo su mandato fue el del llamado gobierno de los Cinco Días. Caro se había retirado a la hacienda de Casablanca, en Sopó, y había dejado encargado del gobierno al general Guillermo Quintero Calderón, como designado que era este a la Presidencia. Quintero Calderón había tomado ya el partido de los conservadores históricos, y nombró un gabinete encabezado por Abraham Moreno, figura destacada de éstos en Antioquia. Al darse cuenta Caro de la orientación que se quería dar al gobierno, dando la espalda a los nacionalistas, reasumió el mando en Sopó y puso en manos del general Manuel Casabianca, nombrado por él ministro de Gobierno y de Guerra, el trabajo de restablecer el orden, dentro de los marcos de inspiración nacionalista de su gobierno.

En 1898 logró imponer en la Presidencia de la República al octogenario dirigente Manuel Antonio Sanclemente, y en la Vicepresidencia al también anciano literato José Manuel Marroquín, con la intención de mantener su influencia política, pero el plan se volvió en su contra cuando Marroquín, apoyado por un sector del conservatismo, derrocó a Sanclemente en 1900, desatándose la Guerra de los mil días y la separación de Panamá.

Miguel era hijo del político conservador José Eusebio Caro, fundador del Partido Conservador junto a Mariano Ospina Rodríguez, quien fue el primer presidente de Colombia adepto al partido. José Eusebio también era poeta, escritor y pensador político.

Miguel era hermano de Margarita Caro Tobar quien se casó años despúes con el político conservador Carlos Holguín Mallarino, predecesor en la presidencia de su hermano Miguel. Carlos y su hermano Jorge (quien también fue presidente de Colombia) eran sobrinos del político conservador Manuel María Mallarino, quien también fue presidente de Colombia.

La única sobrina de Miguel fue la pintora y escritora Margarita Holguín Caro, quien fue educada por el pintor colombiano Andrés de Santa María.

Caro se casó con Ana de Narváez y Guerra el 15 de febrero de 1873 en Santafé, con quien tuvo a sus dos hijos: Julio y Víctor Eduardo Caro de Narváez. Julio Caro fue un exitoso banquero colombiano y llegó a ser Gerente del Banco de la República de Colombia, durante 1927 a 1947.[6]

Una de las hijas de Julio y nietas de Miguel Caro fue Lucía Caro de Umaña, quien se casó con Jaime Umaña de Brigard, hermano del ex gobernador de Cundinamarca Ignacio Umaña de Brigard entre 1954 y 1955.[7]

Miguel Antonio Caro vinculaba el tradicionalismo de carácter hispánico con cuanto él llamó socialismo cristiano[8]​. Caro consideraba que el socialismo cristiano, por medio de la propiedad gratuita, era un medio para conservar la moral y la dignidad del pueblo colombiano. Así Caro diría: «El ideal comunista es un ideal falso y absurdo, como hijo, al fin, de la envidia; mientras que el Socialismo Cristiano, que procura ensanchar la esfera de la propiedad gratuita, es un ideal generoso y científico, hijo de la caridad.»[9]

Así Caro, en conjunción con su socialismo cristiano, diría en su mensaje al congreso de 1894:

Por tanto, la característica central del pensamiento de Caro es su defensa inquebrantable de la idea de hispanidad. Al contrario de su padre José Eusebio, quien había soñado con una síntesis entre catolicismo y liberalismo, muy en la línea de Saint Simon y Lammenais. Miguel Antonio se oponía al pensamiento de su padre y el mismo Sergio Arboleda. Lo que él buscaba no era sintetizar lo mejor del catolicismo y el liberalismo, sino el retorno incondicional a la forma de ser hispánica, que no se limitaba únicamente a la praxis de la religión católica, sino que abarcaba todos los aspectos de la vida del hombre. El hispanismo de Caro es, por tanto, una Weltanschauung, una visión completa del mundo.[11]

Caro no reniega en ningún momento de las guerras americanas de independencia frente a España, pues hasta en ellas le parece ver el cumplimiento de un designio divino. Fue, incluso, uno de los pocos escritores colombianos que cantó poéticamente las gestas libertadoras de Bolívar, en su famosa Oda a la estatua del libertador. Lo que rechaza no es la independencia, sino la revolución, es decir, el intento de organizar las jóvenes repúblicas hispanoamericanas según principios anglosajones que le eran ajenos.

A pesar de su bolivarianismo y exaltación de la independencia de los Virreinatos de Hispanoamérica, Caro fue muy cercano a los movimientos tradicionalistas y ultramontanos de España. Inclusive hizo apología al movimiento carlista, que en ese entonces tenía por pretendiente a Carlos María de Borbón y Austria-Este (Carlos VII), llegando a manifestar que simpatizaba con este último, y deseaba que él lograse el poder en España. Caro decía lo siguiente sobre el motivo de sus simpatías con el carlismo: «Carlos VII es un rey católico que ha jurado matar la Revolución, y es por lo tanto natural que nosotros lo amemos». Esto lo hace en su periódico El Tradicionista.[12]

A la par de su actividad como periodista político, se convirtió en uno de los filólogos más destacados de Hispanoamérica, siendo considerado del mismo nivel que Andrés Bello y Rufino José Cuervo (ver Instituto Caro y Cuervo). El 5 de noviembre de 1878 fue elegido miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua.[13]​ Además, fue uno de los fundadores de la Academia Colombiana de la Lengua, de la cual fue presidente. También fue correspondiente de la Real Academia Española.

No tenía título académico, pero, en vista de su obra como humanista, legislador y publicista, se le confirió honoris causa el grado de Doctor en Letras y el de Doctor en Jurisprudencia de las universidades de Chile y México.

Caro adelantó trabajos filológicos en torno a la obra de Virgilio, por él traducida y comentada (1873-1876), y estudió exhaustivamente el latín hasta dominarlo casi que como lengua propia, como quedó registrado en los tres tomos que el Instituto Caro y Cuervo publicó entre 1947 y 1951, además de que escribió poesía en latín.

Produjo importante material en el campo de la crítica literaria. Autores españoles, colombianos e hispanoamericanos ocuparon su atención, destacándose entre todos estos escritos unas páginas que dedicó al Quijote. Es autor, además, de ensayos sobre la interpretación filosófica de la historia. Un ejemplo singular es el prólogo que escribió para la edición de la Historia de Lucas Fernández de Piedrahíta, donde se plantea precisamente el tema de la conquista de América.

Incursionó en la poesía con piezas entre las que se destacan "A la estatua del Libertador" y el soneto "Patria".

Gran parte de su obra fue publicada en periódicos y revistas. Publicó algunos libros: Estudio sobre el utilitarismo, Gramática latina (en colaboración con Rufino José Cuervo), Obras de Virgilio (tres tomos), Artículos y discursos, su discurso Del uso en sus relaciones con el lenguaje, Horas de amor, Poesías, Traducciones poéticas y las Poesías de Sully Prudhomme.

Muerto Caro, el gobierno nacional encargó a su hijo Víctor Eduardo la recopilación y publicación de las obras de su padre. Fue así como se publicaron ocho tomos de Obras completas (1918-1945) y tres de Obras poéticas (1928-1933).




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