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Militarista



Militarismo es la ideología según la cual la fuerza militar es la fuente de toda la seguridad. En su forma más leve se postula a menudo con argumentos muy variados, para justificar la preparación militar de una sociedad, todos los cuales tienden a asumir que la paz a través de la fuerza es la mejor o única forma de conseguir la paz. Su política se resume en el aforismo latino «Si vis pacem, para bellum» («Si quieres la paz, prepárate para la guerra»).

El militarismo tiende a ser definido en oposición directa con los movimientos por la paz de los tiempos modernos. Históricamente, el término se utilizó haciendo referencia a estados específicos implicados en el imperialismo, por ejemplo: Esparta, el Imperio Japonés, el Imperio Británico, Estados Unidos, el Imperio Alemán y la Alemania nazi, el Primer Imperio Francés, la Italia fascista, la Unión Soviética, Irak bajo Saddam Hussein. Hoy se emplea a menudo el término «militarista» más que nada aplicado en occidente a los países liderados por los Estados Unidos[cita requerida] (junto con el Reino Unido y Australia) e Israel[cita requerida], y a otros como China, Francia, Corea del Norte, Irán, Venezuela, Birmania y Siria[cita requerida].

El militarismo es en ocasiones contrastado con los conceptos de poder nacional comprensivo, poder duro y poder blando [cita requerida]. Por ejemplo, el liderazgo actual de China sostiene que una China fuerte es necesaria para la seguridad nacional, pero que el militar es sólo un componente del poder nacional y que una atención excesiva en lo militar puede originar la precarización de otras áreas importantes como por ejemplo la economía civil.[cita requerida] Sin embargo, los temas militaristas predominan con frecuencia en las actitudes chinas, tales como la disputa con Taiwán, Rusia o Japón.

Otro aspecto del militarismo es el ascenso de un pequeño grupo de oficiales militares a un poder imbatible, como sucedió en Irak, en la Alemania Nazi y en la mayoría de los países latinoamericanos hasta la década de 1980. Sin embargo, aunque muchos estados militaristas son dictaduras militares, el militarismo no es sinónimo de régimen dictatorial o autoritarismo. La democracia liberal y el militarismo no son términos mutuamente excluyentes. Un ejemplo extremo de esto es el caso de Tailandia.[1]

En el Reino Unido, y en los Estados Unidos, desde fines del siglo XVIII d. C. hasta hoy, casi siempre fue un civil el secretario de Guerra y el primer lord del Almirantazgo, o secretario de Marina (en Estados Unidos). Durante las guerras contra Francia, desde la Revolución francesa hasta la caída de Napoleón, solo hubo un primer lord del Almirantazgo no civil (el almirante Lord St Vincent) y solo por tres años. Siempre, en esa época y hasta el fin de la Guerra Fría, los secretarios de Guerra (luego de Defensa) fueron civiles.[2]​ En cambio, en Argentina, desde la Independencia, los ministros de Guerra y Marina (hasta 1898), y luego los ministros de Guerra y los ministros de Marina (hasta mediados de la década de 1940), después los ministros de Ejército, de Marina, de Aeronáutica, y de Defensa fueron casi siempre militares.

Una forma de medir el militarismo es el porcentaje del Producto Nacional Bruto que un país emplea en gastos militares. En 2001, Corea del Norte tenía el máximo porcentaje de inversión militar, con un 31,3 %, seguida de Angola (22 % en 1999), Eritrea (19,8 % en 2001), Arabia Saudí (13 % en 2000), Etiopía (12,6 % en 2000), Omán (12,2 % en 2001), Catar (10 % en los años 2000/2001), Israel (8,75 % en 2002), Jordania (8,6 % en 2001) y las Maldivas (8,6 % en 2001). El mayor gasto en términos absolutos; sin embargo, es el realizado por Estados Unidos que en 2007.

El militarismo en España es un tema clásico de la historiografía de la Edad Contemporánea en España. El militarismo español se expresó a través del pretorianismo o predominio de los militares en la vida política. Frente la debilidad y sucesivos fracasos (denominados desastres) de la presencia colonial exterior, la aplicación principal del ejército fueron las sangrientas guerras civiles y la represión política y social interna. Además de su papel como poder fáctico (o Estado dentro del Estado),[3]​ el prestigio del llamado estamento militar le mantuvo como una parte de las clases dominantes, que incluso llegó a generar comportamientos que superaron el tradicional corporativismo para ser descritos como endogámicos o de casta.[4]

Según el profesor Francisco Alía Miranda, de la Universidad de Castilla-La Mancha, la intervención del Ejército español en la vida política ha sido una constante en la Edad Contemporánea hasta los años 1980. Esta ha revestido dos formas: unas veces ha actuado «como grupo de presión para influir en las decisiones del poder civil» convirtiéndose «en una espada de Damocles que lo atenazaba y amenazaba»; y en otras ha suplantado directamente al poder civil, «tras cambiar gobiernos y regímenes políticos a su antojo».[5]

El militarismo japonés se impuso el Imperio de Japón en la década de 1930 y le condujo a la segunda guerra sino-japonesa, primero, y a la Segunda Guerra Mundial, después.

Aunque el Ejército Imperial Japonés y la Armada Imperial Japonesa gozaban de una gran autonomía e influencia política debido al modelo prusiano con el que se formó la constitución Meiji, varias tentativas diplomáticas favorecieron la paz, como el Pacto Briand-Kellogg de 1927 o el Tratado Naval de Londres de 1930.

Sin embargo, el ultranacionalismo fue característico de los políticos de extrema derecha y de los militares conservadores desde el principio de la Restauración Meiji, contribuyendo de gran manera a la política pro-bélica de los años 1870. Algunos antiguos samuráis establecieron sociedades y organizaciones patrióticas, como la Sociedad del Océano Negro (gen'yosha 玄洋社, fundada en 1881) y su posterior rama, la Sociedad del Dragón Negro (Kokuryukai 黒龍会) o Sociedad del Río Amur fundada en 1901. Estos grupos se volvieron activos en la política nacional y extranjera, ayudaron a fomentar los sentimientos belicistas y sustentaron las causas ultranacionalistas hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de las victorias de Japón sobre China y Rusia, los ultranacionalistas se concentraron en los asuntos nacionales y percibieron amenazas como el socialismo y comunismo.



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