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Montblanc



Montblanch[1][2][3][4]​ (oficialmente y en catalán Montblanc) es un municipio y localidad española de la provincia de Tarragona, en la comunidad autónoma de Cataluña. Capital de la comarca de la Cuenca de Barberá, cuenta con una población de 7379 habitantes (INE 2020).

Posee el título de villa ducal desde 1387. Su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1948.

Montblanch está en el sur de la comarca, al centro de la depresión formada por los ríos Anguera y Francolí. Está situada a los pies del pequeño monte conocido como Plà de Santa Bàrbara, cerca de la unión de los ríos Francolí y Anguera.

El casco antiguo de la villa está a unos 350 m sobre el nivel del mar, pero el punto más alto del término municipal es la Mola d'Estat (1126 m). El término municipal está limitado por la sierra de Prenafeta y las montañas de Prades. Limita con las siguientes localidades:

El territorio del término municipal de Montblanch está formado por tres zonas bien diferenciadas: la sierra de Miramar al extremo este y sudeste, las montañas de Prades al límite oeste y sudoeste, y las tierras bajas de la cuenca del río Francolí que se encuentran en la franja central, yendo de norte a sur del término. Precisamente, estas sierras están dentro de dos zonas Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN), protegidas por la legislación catalana por su alto valor natural.

Las pedanías son:

La villa debe su nombre al montículo situado en el casco antiguo, conocido como Pla de Santa Bárbara. En este monte (mont, en catalán) no había huertas ni campos agrícolas porque se consideraba muy poco fértil (blanch, en catalán medieval). La unión de los dos motes dio el nombre de Montblanch. El nombre actual del municipio (Montblanc) se escribe con la normativa catalana vigente, que suprimió las h finales sordas, al igual que en Vich.

Los testimonios más relevantes de la presencia humana temprana en estos territorios corresponde al importante grupo de abrigos con arte rupestre prehistórico de dos etapas culturales bien distintas. Los más antiguos pertenecen al de los grupos cazadores-recolectores epipaleolíticos, Arte Levantino (10 000-6500 años antes del presente), una expresión pictórica figurativa (no naturalista como erróneamente se califica). Le siguieron las expresiones, también creenciales, de los grupos productores neolíticos, el denominado Arte Esquemático (6500-3200 años antes del presente), una manifestación sustentada en la abstracción. El primer descubrimiento científico de pinturas corrió a cargo de Josep Iglésias, en el año 1927, quien junto a Salvador Vilaseca llevarían a cabo el estudio de las pinturas de: Cova de les Creus, Mas d´en Carles, Mas d´en Britus I y II y Mas de la Baridana, todas con Arte esquemático. Transcurrían varios años hasta que, en el año 1943, Salvador Vilaseca descubre el Mas d´en LLort-el primer yacimiento con Levantino- mientras el guarda forestal Josep Òdena Andreu permite el hallazgo de las pinturas del Portell de les Lletres (AE); estas últimas interpretadas equivocadamente como grabados desde 1830 por F. Torres Amat. El hijo de aquel forestal descubriría en 1950, con apenas 7 años de edad, nuevas pinturas: el Mas d´en Ramon d´en Bessó (AL). La secuencia de hallazgos se interrumpe hasta que, en 1977, un equipo integrado por Anna Alonso, Marisa Melgarejo y Orencio Medina, reconocen una nueva figura levantina en el Mas d´en Llort. En 1989, y como resultado de varias campañas de prospección, Alexandre Grimal descubre un nuevo abrigo pintado con una docena de motivos: el Mas d´en Gran (AE), y Anna Alonso el modesto abrigo del barranco del Mal Torrent o del Mas Pas (AE), aunque este último pertenece al término de Vilavert. Todas estas muestras pintadas se constituyen en testimonios extraordinariamente valiosos de la capacidad intelectual humana, y por ello han sido declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, en 1998, bajo el nombre administrativo convencional de arte prehistórico del arco mediterráneo de la península ibérica. (Fuentes: Associació Catalana d´Art Prehistòric)

Se han encontrado pinturas paleolíticas en cuevas del término municipal.

Entre los siglos IV y II a. C., había un poblado de la tribu íbera cossetanos en el Pla de Santa Bárbara. También se encontraron rastros romanos de principios de nuestra era.

A principios del siglo XI se fundó un pueblo conocido como Duesaigües donde los ríos Anguera y Francolí se juntaban.

Para favorecer la repoblación de la Cataluña Nueva, el conde Ramón Berenguer IV otorgó licencias libres de impuestos (no pagar usatges, ni censos, ni tasas por la leña ni agua) a algunas poblaciones, entre ellas Duesaigües. Entonces, en 1155, la población se rebautizó como Vilasalva (villa salvada -villa libre de impuestos-).

Las continuas inundaciones y la necesidad de poseer una fortificación en el camino de Lérida a Tarragona, decidió al rey Alfonso II a trasladar la población a un pequeño monte cerca de allí y otorgó la nueva carta de población a Pere Berenguer de Vilafranca. Así nació Montblanch, era febrero de 1163.

La villa creció rápidamente; en 1170 ya están documentados el castillo y una pequeña iglesia románica dedicada a Santa María. Apareció el barrio del Mercado, con actividades comerciales.

Durante el siglo XIII Montblanch creció gracias a nuevos privilegios reales y a la concesión de mercados y ferias de ganado. Se constituyó el municipio por orden de Pedro el Grande el año 1284, la veguería de Montblanch y se fundaron las Escrivanías Reales y el Estudio Mayor.

La villa adquiere importancia dentro de Cataluña. En estos tiempos se construyen la iglesia de San Miguel, la judería, y los conventos de San Francisco, de la Sierra y de la Merced, así como el hospital-iglesia de San Bartolomé y de Santa Magdalena. Y también algunos edificios civiles como la Casa de la Villa, el Palacio Real y la Casa de los Josa.

En Valencia hay una calle dedicada a Montblanch, regalo del rey Jaime el Conquistador a la villa agradeciendo la ayuda de un grupo de nobles locales que viajaron con él a la conquista del Reino de Valencia.

El auge más importante de la villa es en el siglo XIV cuando llega a ser la séptima ciudad de Cataluña por número de habitantes, después de Barcelona, Lérida, Tortosa, Gerona, Tarragona y Puigcerdá, y una villa con un importante peso económico. El rey Juan I concedió a su hermano (y futuro rey) Martín el Humano el título de duque de Montblanch.

Se celebraron Cortes algunas veces;

En esta época se construyen las obras más importantes de la villa; la muralla (con 31 torres y 5 puertas), la iglesia de Santa María, el hospital de San Marcial y el Palacio de los Alenyà. Se cubrió el torrente Riuot, que pasa por el centro de la villa y se edificaron molinos, puentes, la prisión, etc.

Desde principios de siglo XV, el párroco de Montblanch tiene el título de Plebán. Hoy en día sólo hay dos más: en Oliva y en Onteniente, ambas en Valencia.

A finales de siglo, Montblanch cayó en desgracia. Malas cosechas, epidemias y la Guerra civil catalana acabaron con el crecimiento espectacular de la Villa Ducal. Las murallas y muchas casas y puentes se vieron gravemente afectados.

Durante los siglos XVI y XVII se produzco una mejoría pero la Guerra de los Segadores fue un golpe muy duro para la villa; se destruyeron parte de las murallas, se quemaron los archivos y, durante su retirada, las tropas castellanas del General Palavicino bombardearon la iglesia gótica de Santa María. Se produjeron asaltos, saqueos e incendios, todo ello arruinó definitivamente la población, que perdió su peso económico y político. Este episodio se conoce como La Gran Quemada

Con la Guerra de Sucesión la villa perdió sus privilegios y su veguería. La Guerra de Independencia y las peleas entre liberales y carlistas dieron la puntilla.

La población se fue recuperando rápidamente a mediados del siglo XIX con artesanos y agricultores del cultivo de la vid. Se produjo una explosión demográfica y comercial con la llegada de mejores comunicaciones (carreteras a Valls en 1821 y a Reus en 1843) y, sobre todo, con la llegada del tren el 1863. Para dejar paso a los carros llenos de aguardiente, entre los años 1855 y 1865 se destruyen los arcos que cubrían la calle mayor. También se destruyen las puertas amuralladas de entrada y salida de la calle mayor (de San Francisco y de San Antonio).

Todo esto acabó con la llegada de la filoxera, que arruinó las vides completamente. Hasta mediados de siglo XX no se empezaría a notar una mejoría de la zona, y en los últimos años ha sufrido la transformación más grande de su historia, superando la cota de los 6500 habitantes.

Montblanch tiene escudo propio desde 1287, cuando por el tratado de Olorón se autorizó a cinco poblaciones del reino que tuviesen sello: fueron Montblanch, Barcelona, Huesca, Lérida y Cervera.

Religiosos

Civiles

Museos

El folclore montblanquín es uno de los punteros en Cataluña por tradicionales. Los ciudadanos comentan que las fiestas siempre han sido iguales. Podemos encontrar:



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