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Pérez de Ayala



¿Qué día cumple años Pérez de Ayala?

Pérez de Ayala cumple los años el 9 de agosto.


¿Qué día nació Pérez de Ayala?

Pérez de Ayala nació el día 9 de agosto de 1880.


¿Cuántos años tiene Pérez de Ayala?

La edad actual es 144 años. Pérez de Ayala cumplió 144 años el 9 de agosto de este año.


¿De qué signo es Pérez de Ayala?

Pérez de Ayala es del signo de Leo.


¿Dónde nació Pérez de Ayala?

Pérez de Ayala nació en Oviedo.


Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal (Oviedo, 9 de agosto de 1880-Madrid, 5 de agosto de 1962) fue un escritor y periodista español.

Nació en Oviedo y fue bautizado en la iglesia de San Isidoro. [2]​ Su padre, Cirilo, oriundo de Tierra de Campos -Valdenebro de los Valles, provincia de Valladolid —en sus novelas hace referencia a esta zona y el modo de vida que llevaban los lugareños en aquella época— fue un comerciante de textiles que en su juventud residió en Cuba. Perdió a su madre, doña Luisa, asturiana, en su primera infancia. Siempre se resintió de esta orfandad, padeciendo soledad y miserias afectivas derivadas, además, de estar la mayor parte de su mocedad interno en colegios de la Compañía de Jesús, San Zoilo en Carrión de los Condes e Inmaculada en Gijón. Así consiguió un gran caudal de conocimientos humanísticos, debidos en parte al único profesor con el que simpatizó, el gran erudito Julio Cejador y Frauca, a la sazón incómodo huésped en una orden que no tardaría en abandonar. El anticlericalismo que le inspiró la educación jesuítica está plasmado en su novela autobiográfica A.M.D.G., cuyo título hace alusión al lema Ad maiorem Dei gloriam, propio de la Compañía de Jesús.

Estudió Derecho en Oviedo bajo la protección de Leopoldo Alas, Clarín. Allí entró en contacto con los pensadores del krausismo, entre ellos Rafael Altamira, Adolfo Posada y otros. Dispuso de la excelente biblioteca del marqués de Valero de Urría. Por entonces se deja melenas y viste con chaleco y monóculo como un dandi y exhibe una personalidad volteriana y liberal. Le atrae tanto el regeneracionismo de sus mentores como el decadentismo estético de la Europa de preguerra. Aborrece el conservadurismo burgués de la ciudad de Oviedo, que en su obra aparece bajo el nombre de «Pilares». Otras denominaciones encubren en su obra literaria lugares y personajes reales: «Noreña» es Cenciella; «Novillo» es el presidente de la diputación Corbera en Belarmino y Apolonio y «Pía Octava Cioretti» en La pata de la raposa es Natalia Perotti, viuda de Martín Escalera.

El ovetense Pedro González Blanco le puso en contacto con los modernistas de Madrid: Jacinto Benavente, Francisco Villaespesa, Mariano Miguel de Val, Gregorio Martínez Sierra, Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y José Martínez Ruiz «Azorín». En 1902 El Progreso de Asturias imprimió por entregas su primera novela, Trece dioses. Fragmentos de las memorias de Florencio Flórez, muy en la órbita decadentista del Valle-Inclán de las Sonatas. En 1903 funda con los Martínez Sierra, Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, Helios. Revista del Modernismo. A partir de 1904 empieza a colaborar en El Imparcial y ABC, y marcha a Londres en 1907 para huir del escándalo provinciano que se monta al publicarse su novela Tinieblas en las cumbres, iniciada dos años antes con otro título, Eclipse de sol; allí se mantiene con la ayuda de su padre y una corresponsalía periodística. En 1908 se entera de la ruina y suicidio de su padre.

Comparte ideas radicales con su amigo Azorín, al que sirvió de «negro», como López Pinillos, cuando este se sumió en una crisis depresiva. Viajó por Francia, Italia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, y fue corresponsal de guerra durante la del 14 para La Prensa de Buenos Aires. De su visita a los campos de batalla surgió su obra Hermann encadenado (1917). En 1927 obtiene el Premio Nacional de Literatura. En 1928 es elegido miembro de la Real Academia Española.[3]

En 1931, con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, firma el manifiesto «Al servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo de «padres espirituales de la República». El Gobierno de la República le nombró director del Museo del Prado y en 1932, embajador en Londres. Sobre este periodo de su vida, figuran numerosas alusiones, más bien burlonas, en las Memorias de Manuel Azaña. Descontento con el rumbo político prerrevolucionario que imponía en España el Frente Popular, dimitió de su cargo en junio de 1936 y al iniciarse la guerra civil española se exilió a Francia. Dos hijos suyos se alistaron como voluntarios en el Ejército Nacional y Pérez de Ayala explicó y defendió su toma de posición en una «carta abierta» publicada el 10 de junio de 1938 en el diario londinense The Times.

Pérez de Ayala culpó de la Guerra Civil en gran medida a Manuel Azaña, contra quien arremete de forma furibunda, como lo muestra el siguiente fragmento de uno de sus escritos, en el que califica de «memorias ruines y afeminadas» a lo que escribió Azaña cuando fue detenido en Barcelona y encarcelado en un barco de guerra por estar presuntamente implicado en la Revolución de 1934, acusación que finalmente fue desestimada por el Tribunal Supremo:

Vivió sucesivamente en París y en Biarritz y más tarde en Buenos Aires, donde fue nombrado agregado honorario de la Embajada de España. Regresó provisionalmente a España en 1949 para resolver algunos asuntos personales, regresando después a la Argentina. Diversos reveses familiares y sociales le sumieron en una aguda depresión. Cada vez más alejado de sus «muertos», los libros, colaboraba cada vez menos en los periódicos, donde su firma ya no era requerida con el apremio de antaño.

La amputación de la pierna del menor de sus hijos, primero, y la muerte, después, del mayor, fueron los golpes de gracia que hicieron del suyo un verdadero «dolorido sentir» y lo que le decidió a volver a Madrid, en diciembre de 1954. Había pasado fuera de España veinte años. Sus libros en la España nacional no tenían libre circulación y los americanos estaban prohibidos. Tras varias visitas ocasionales, acabó regresando definitivamente a España en 1954 y desde entonces allí residió, publicando regularmente artículos sobre temas literarios en el diario ABC. Murió en Madrid en 1962, unos días antes de cumplir ochenta y dos años.

Cultivó todos los géneros y destacó en todos ellos menos en el teatro, que intentó en 1905 al estrenar en Oviedo una obra escrita con Antonio de Hoyos y Vinent, la comedia Un alto en la vida errante; Sentimental club (patraña burlesca) es una antiutopía que, aunque se publicó, no pasó a las tablas. Hoyos adaptó al teatro su novela Tigre Juan en 1928.

En la lírica se aprecia la inspiración simbolista y culturalista del modernismo; es poesía ideológica y conceptual, pero provista de emoción humana, y aún ha sido mal estudiada. Con Miguel de Unamuno es, pues, uno de los cultivadores de la poesía filosófica en esa época, pero no desdeña la sonoridad en el verso. Escribió tres libros de poemas, La paz del sendero (1904), cuyo título alude a la tierra, donde se percibe la huella del modernismo, un modernismo no grandilocuente ni de receta, de Gonzalo de Berceo y de Francis Jammes; es un libro intimista y horaciano,[4]​ y no desdeña la musicalidad. El sendero innumerable (1915) es su segundo libro, cuyo título alude al mar. El sendero andante (1920), cuyo título alude al río, cierra su obra poética con una aproximación al pesimismo de la generación del 98, sin abandonar su tendencia modernista. Quedó por editar un cuarto libro que sería el verdadero cierre de la obra poética del autor, El sendero ardiente. En sus libros se evocan temas de la poesía áurea española; otros temas son la soberbia intelectual, que aparece en un poema sobre san Agustín; la ataraxia, la búsqueda de equilibrio y de paz, etc.

Destacó también en el ensayo, género en él dominante y que asoma también en su poesía lírica y su novela, muy intelectualizadas. Cultivó sobre todo la crítica teatral y la literaria. A la primera consagró los dos volúmenes de Las máscaras (1917-1919). Política y toros (1918) recoge sus artículos sobre ambos temas.

En cuanto a su producción narrativa, los críticos suelen distinguir dos etapas en su actividad novelística.

En la primera, correspondiente a su época juvenil, aparece como un escritor realista con una visión pesimista de la vida, que se trasluce a través de una sutil ironía. Pertenecen a esta etapa una serie de novelas en parte autobiográficas (el protagonista de las novelas, Alberto Díaz de Guzmán, o Bertuco, es el alter ego del autor, que tomó el apellido de unos parientes suyos de Logroño con los que vivió unos meses) como Tinieblas en las cumbres (1907), historia cruda de libertinaje, publicada con el pseudónimo de Plotino Cuevas, que noveliza la historia real del viaje en tren desde Oviedo al puerto de los señoritos y las pupilas del más lujoso burdel de Oviedo, para ver un eclipse de sol; también aparece la idea del artista desencantado con su educación castrante y burguesa que persigue una pureza regeneradora; la estética alterna naturalismo, decadentismo y modernismo; otro personaje de la novela reaparecerá después, la obrerita seducida, con un hijo y convertida en hetaira para poderlo mantener, Rosina; la obra termina con una apoteosis de nihilismo; La pata de la raposa (1911), segunda parte de la anterior, análisis del amor puro y sensual; A. M. D. G. (1910), obra de carácter antijesuítico que causó un cierto escándalo en su descripción de la vida de un colegio de internado administrado por jesuitas, del cual se escapa un chico, y donde algún sacerdote da rienda suelta a sus tendencias pedófilas; Troteras y danzaderas (1913), descripción de la vida bohemia de Madrid. En estas novelas se realizan algunos experimentos narrativos, como la alternancia de puntos de vista en contrapunto.

De transición pueden considerarse las novelas cortas recogidas en Bajo el signo de Artemisa (1916), que son Prometeo, Luz de domingo, La caída de los limones y El ombligo del mundo, donde se encuentra una visión muy negra y sórdida de la brutalidad y violencia caciquista de la vida rural.

Con Belarmino y Apolonio (1921) empieza su segunda etapa, donde abandona el realismo en favor del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recarga con componentes ideológicos propios del ensayo. En ella analiza el tema de la duda trascendental en un alma profundamente religiosa. Pertenecen también a esta etapa Luna de miel, luna de hiel (1923) y su segunda parte, Los trabajos de Urbano y Simona (1923) recogidos luego en una sola obra con el título de la segunda. Se trata de la historia de dos jóvenes educados tan estrictamente que no saben qué es el sexo y se les concierta su casamiento; pero no hacen nada sexual y deciden llevarlos al campo para que en contacto con la naturaleza desarrollen sus instintos reprimidos. Hay puntos de contacto con otra novela de Miguel de Unamuno, Amor y pedagogía. Tigre Juan (1926) es considerada como la mejor novela de Pérez de Ayala, y refleja la evolución de un hombre extremadamente machista hacia una comprensión más humana mediante el torcedor de la infidelidad de su mujer. La segunda parte, El curandero de su honra, constituye un sutilísimo examen psicológico del machismo, que coloca a Pérez de Ayala en la cima de la narrativa psicológica en castellano.

El estilo de Ramón Pérez de Ayala se caracteriza por la ironía y el uso de un lenguaje muy refinado, donde abundan las alusiones, las citas encubiertas y la intertextualidad, por la abundancia de cultismos y helenismos y por el uso ocasional de las técnicas degradantes del esperpento. El perspectivismo y el contrapunto son técnicas que a veces utiliza, dividiendo incluso la página en dos columnas para contrastar puntos de vista. En su primera etapa reproduce de forma casi naturalista los sonidos.

Su archivo y biblioteca fue adquirido en 1991 por el gobierno de Asturias: 4.500 volúmenes, además de manuscritos y cartas. Existen tres ediciones de Obras completas de R. Pérez de Ayala; la de Madrid, Editorial Pueyo, en al menos dieciocho volúmenes durante los años veinte; la segunda, al cuidado de José García Mercadal, en cuatro volúmenes, meritoria pero con lagunas, errores de transcripción y ausencia de referencias bibliográficas de las publicaciones que hace imposible su datación y localización, etc. Deja fuera además cientos de ensayos y artículos publicados en distintos periódicos y revistas, y la tercera de Javier Serrano Alonso, prevista en once volúmenes, la más completa, pues agrega muchas obras inéditas y está realizada con rigor filológico. Aporta esta el manuscrito inconcluso de una obra de teatro inédita, Doña Tácita. Comedia burguesa, quince textos poéticos desconocidos (como el poema inédito «La estancia penumbrosa»), versiones indocumentadas de otros poemas que son transcripciones de manuscritos olvidados, veintidós traducciones desconocidas de poesía latina, francesa, inglesa y portuguesa, un nutrido conjunto de prólogos hasta hoy ignorados de obras de Tolstói, Arniches y muchos otros escritores, y decenas de artículos recuperados de las páginas de la prensa periódica o de manuscritos ayalianos. Asimismo da noticia de dos traducciones desconocidas de obras de Tolstói e Ibsen, y edita textos dispersos recuperados por otros investigadores (dos fragmentos de novelas presentados por Andrés Amorós en 1972, el texto teatral Un alto en la vida errante encontrado por John J. Macklin en 1980, el cuento Los muertos vuelven hallado por José Tomás Cañas Jiménez en 1989, o la primera novela de Ayala, Trece dioses, descubierta por Geraldine M. Scanlon ese mismo año.[5]

En 2007 se estrenó una de las obras del escritor en la película Luz de domingo, dirigida por José Luis Garci.




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