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Palacio de Bellas Artes (México)



El Palacio de Bellas Artes es un recinto cultural ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, considerado el más importante en la manifestación de las artes en México y una de las casas de ópera más renombradas del mundo.

Este ha sido escenario y testigo de impactantes acontecimientos tanto artísticos, como sociales y políticos; su construcción inició al final del mandato de Porfirio Díaz con motivo de la celebración del centenario del inicio de la Independencia de México, sin embargo fue concluido e inaugurado hasta el 29 de noviembre de 1934 debido a la Revolución mexicana.

Es un edificio multifuncional,[1]​ por lo que alberga diversos escenarios y espacios artísticos como el Museo Palacio de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arquitectura. El primero exhibe de forma permanente 17 obras murales de siete artistas nacionales ejecutadas de 1928 a 1963, entre ellos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, siendo el más antiguo en el país dedicado a la producción plástica nacional. Así también, es sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Ópera (Ópera de Bellas Artes), la Compañía Nacional de Danza y del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández. Como institución, depende del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), parte de la Secretaría de Cultura del gobierno federal. En 1987 fue declarado por la Unesco como monumento patrimonio de la humanidad.

El proyecto que dio origen al palacio se sitúa en la preparación de los festejos del centenario del inicio de la Independencia de México, periodo en el que, entre otras acciones, el gobierno de México decidió emprender diversas obras públicas. En 1897 el gobierno de México compró a María del Carmen Alatriste Cuesta —madre de Carmen Serdán y Aquiles Serdán— el edificio del Gran Teatro Nacional de México, además de otras casas dispuestas en el trazo actual de la avenida Cinco de Mayo.[2]​ Originalmente el ingeniero mexicano Gonzalo Garita y el arquitecto italiano Adamo Boari presentaron en 1900 proyectos a las autoridades con el fin de ampliar y remodelar el Gran Teatro Nacional, mismas que fueron aceptadas por el gobierno en mayo de 1901, trabajando Garita las ampliaciones y estructuras y Boari el trabajo de las fachadas. Por decisión gubernamental dichos proyectos cambiaron en su totalidad hacia el construir un nuevo edificio en un nuevo emplazamiento, ordenándose la demolición del Gran Teatro Nacional.[3]

Entre el 28 de mayo y el 27 de junio de 1901 se realizó la búsqueda de terrenos para el nuevo edificio, eligiéndose un espacio que a lo largo de la historia tuvo distintos usos. El espacio en el siglo XVI fue ocupado por el llamado tianguis de Juán Velázquez, nombre dado a un mercado asentado cerca de la casa de un indígena de ese nombre.[4]​ A partir de 1601 se construiría en ese espacio el convento de Santa Isabel,[5]​ mismo que fue desamortizado y desocupado tras las leyes de Reforma de 1867. El espacio comprendido entre las calles La Mariscala, Puente de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la Alameda (hoy llamadas avenida Hidalgo, avenida Juárez, Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta, respectivamente) contaba con parte de la estructura del convento, convertida en parte en distintos espacios. Entre ellos, la fábrica de seda Torcida Moreau así como viviendas precarias donde vivían obreras de la fábrica y madres solteras, entre otras personas; el Instituto Villar y la Casa Central de la Compañía Telefónica así como la sede de la Sociedad Filarmónica Francesa.[6]​ El Gobierno del Distrito Federal procedió a expropiar los terrenos en donde se encontraba parte del edificio original del convento, pero utilizado por comercios y bodegas, entre otros usos. Todo fue demolido.[3]

Boari solicitó una licencia para viajar a los Estados Unidos y a Europa, en donde obtendría más información sobre otros teatros del mundo y en tanto Garita continuó con los cálculos respectivos. El 17 de julio de 1902 fueron entregadas a las autoridades las memorias de cálculo del proyecto. El estudio preliminar de Boari se publicaría en los Anales de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.[1]​ Boari estaría en desacuerdo con trabajar con Garita y este lo acusaría de invadir su competencia profesional abandonando el proyecto. Las autoridades, finalmente, desecharon el trabajo de Garita y se apegarían al proyecto del italiano.[3]​ La estructuración del edificio fue hecha por petición de Boari al estudio estadounidense Miliken Brothers con planos y cálculos a cargo del ingeniero William H. Birkmire.[1]​ Tales sistemas constructivos fueron comunes en los edificios modernizadores de la época con una estructuración en acero,[7]​ el mismo estudio Milliken Brothers trabajaría con Boari en la construcción del futuro Recinto Legislativo (hoy Monumento a la Revolución).[7]

Las obras del Palacio de Bellas Artes comenzaron el 2 de agosto de 1904.[5]​ En febrero de 1905 finalizaron las excavaciones de la cimentación que se realizó entre los 2.8 y los 3.50 metros con un esfuerzo sumamente penoso para los peones que trabajaron en condiciones de humedad. Se colocó, entre otros elementos constructivos, una moderna vía férrea al exterior de la obra que ayudaba a extraer con mayor rapidez los materiales resultantes de la obra hacia dos talleres externos a la obra, uno en las inmediaciones de la obra y otro en la calle Puente de San Francisco.[8]​ Se decidió que se colocara una estructura de tipo emparrillado —usada ya en la ciudad de Chicago para la cimentación de rascacielos— y una cimentación basada en un cajón reforzado con concreto y piedra tezontle.[8]

La primera piedra del recinto fue colocada el 2 de abril de 1905 por el entonces presidente, Porfirio Díaz.[6]

En 1906 se concluyó la plataforma de cimentación del futuro teatro y el esqueleto metálico de la mayor parte del edificio,[6]​ mismo que llegó al país el 6 de junio de ese año procedente de los Estados Unidos.[8]​ Dentro de su edificación se utilizaron procesos constructivos y decorativos tanto tradicionales como los considerados innovadores en su época. En tanto trabajadores realizaban la talla fina de mármoles y otros materiales, mecanismos de grúas y poleas colocaban los elementos en su sitio mediante maniobras precisas.[6]​ Por otro, se avanzó en la obra del edificio basado en el uso de concreto y de novedosas estructuras de acero que permitían nuevos espacios y soluciones arquitectónicas.[7]

El espacio frente al palacio se planeó en el proyecto de Boari como una gran plaza abierta que pretendía convertirse en un nuevo espacio que rivalizara con el Zócalo, misma que se planeó con el nombre de Plaza Guardiola, dada la Casa Guardiola que se encontraba en las inmediaciones. La misma se calculó con base en disposiciones de la época que establecían una mayor amplitud en los espacios exteriores de los edificios para una mejor apreciación de sus fachadas.[8]

El proceso de revestimiento del edificio tomó de 1907 a 1911.[8]​ El arquitecto del proyecto decidió hacer una combinación de mármoles nacionales e internacionales provistos, mezclando por un lado mármol sepia claro proveniente del cerro del Tenayo en las partes bajas del palacio, y en los paños, mármol del municipio de Buenavista de Cuéllar, en el estado de Guerrero. Por otro lado las 27 columnas y las cornisas se realizarían con mármol del tipo bianco chiaro altisimo y statuario arabescato con bloques provenientes de las empresas Triscornia y Henreaux y Walton Goody and Cripps, extractora de mármol de Carrara.[1]​ En 1910, año en que fue colocado el tímpano principal de la fachada del recinto.

En 1906 Boari viajó nuevamente a Europa a seleccionar los artistas y obras de los elementos decorativos del edificio, hecho que solicitó al gobierno hacerlo directamente, sin licitación de por medio. Las herrerías exteriores fueron diseñadas por Alexandro Mazucotelli, artista de Milán y Luis Romero Soto, artista mexicano; las esculturas del programa escultórico de la fachada corrieron a cargo del escultor Leonardo Bistolfi, asentado en Turín, sitio en donde conoció en una exposición internacional al escultor húngaro Géza Maróti, quien se encargó del conjunto escultórico de la cúpula, el plafón de vidrios emplomados y bastidores de hierro donde se muestra a Apolo y las nueve musas en el monte Olimpo en la Sala Principal[9]​ y un mosaico sobre el arco del proscenio con 27 figuras sobre el teatro. En tanto Agustí Querol Subirats recibió la obra de unas fuentes que se dispondrían en la Plaza Guardiola así como las esculturas monumentales de cuatro pegasos. Los proyectos de artes decorativas originales no se concluyeron como se planearon originalmente, por ejemplo, el proyecto de Querol incluía dos fuentes monumentales que flanquearían la entrada, mismas que no se realizaron. El plafón y el mosaico de Maróti serían colocados hasta el 4 de junio de 1924.[5]

Debido a problemas técnicos de hundimiento del suelo, problemas económicos, la salida de Boari del país y la Revolución mexicana, la construcción se suspendió y se reanudó varias veces durante treinta años, en vez de terminarse en los cuatro años originalmente programados.

Con el estallido de la Revolución mexicana en 1910, el ritmo de la obra fue perdiendo velocidad hasta que finalmente se suspendió en 1916, Boari abandonó México y dejó en el país más de cuatro mil documentos para la continuación del proyecto. La obra se intentó retomar entre 1919 y 1928, con pocos avances.

Adamo Boari intentaría participar nuevamente en el proyecto, presentando en 1927 un proyecto de convertirlo en el Cinema México, una moderna sala de cine.[1]​ El arquitecto reseñaría su obra como la más importante de su carrera,[5]​ comparándola en importancia con la Ópera de París.[1]

Cuando México recuperó la estabilidad en términos económicos y sociales, la obra se reanudó en 1931 bajo el mando del arquitecto Federico Mariscal; para entonces tomó el nombre de Palacio de Bellas Artes, y fue inaugurado oficialmente el 29 de septiembre de 1934, por el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez, con la obra teatral La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón, interpretada por la actriz mexicana María Tereza Montoya. Aunque se inauguró aquella noche con una gran función de gala, ya antes se habían realizado conciertos en el edificio aún no concluido. El primer director de orquesta que dirigió un concierto en el Palacio de Bellas Artes fue José F. Vásquez, al frente de la Compañía de Ópera Mexicana S. C. L., Pro Arte Nacional, al presentar la ópera, Atzimba, de Ricardo Castro, el 18 de septiembre de 1928 en el entonces llamado: Teatro Nacional.

El 19 de abril de 1938 hubo una manifestación popular impulsada por sectores femeninos, a la que acudieron personas de todas las clases sociales para realizar donaciones voluntarias que ayudaran a cubrir el monto de las indemnizaciones producto de la expropiación petrolera; algunas regalaron joyas, muebles, enseres personales, ahorros infantiles, otras objetos de bajo valor, incluso una anciana llevó una gallina para ayudar a cubrir el pago de la indemnización.[10]​ Aunque se lograron reunir poco más de 2 millones de pesos, este era un monto realmente simbólico.[11]​ Las colectas y la emisión de bonos para cubrir la indemnización a las compañías petroleras estuvieron lejos de solucionar el problema económico pero sí constituyeron movilizaciones impresionantes de la opinión pública en apoyo a la situación.

La construcción de este gran edificio propició la fundación, en 1946, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) por parte del gobierno de México, según decreto presidencial de Miguel Alemán Valdés; es desde entonces un organismo desconcentrado de la Secretaría de Cultura del gobierno de México. Inició operaciones como instituto gubernamental con su propia ley orgánica el 1 de enero de 1947, como un instituto dedicado a las artes del siglo XX en México.

La altura del edificio es de 53 metros hasta el espiral y 42,5 m hasta el techo. Cuenta con 4 pisos y un estacionamiento subterráneo. Debido a la diferencia en las épocas de inicio y construcción, el palacio tiene varios estilos arquitectónicos predominando el art nouveau en su exterior y el art decó en el interior.

El palacio está asentado sobre una peculiar arcilla llamada montmorillonita y esto provoca un continuo hundimiento del palacio. El hundimiento del suelo comenzó a manifestarse en 1907 y para 1921 ya se había hundido más de 1.80 metros. Hasta la fecha se puede apreciar este fenómeno, pues el palacio se encuentra varios metros por debajo del nivel de la calle. La fachada principal, que da a la Avenida Juárez, está hecha de mármol de Carrara. En el interior del portal hay esculturas del italiano Leonardo Bistolfi, consiste en "Armonía", rodeada de "Dolor", "", "Felicidad", "Paz" y "Amor". Otra parte de la fachada contiene querubines y esculturas que representan la música y la inspiración. En el frente de la plaza del edificio, diseñado por Boari, hay cuatro esculturas de Pegaso que fueron hechas por el catalán Agustí Querol Subirats, éstas habían estado en el Zócalo antes de ser traídas aquí. El techo que cubre el centro del edificio está hecho de cristal diseñado por el húngaro Géza Maróti y representa las musas con Apolo. Una estructura del palacio que desapareció es la Pérgola que se encontraba en el costado poniente del palacio, en la Alameda Central. Fue construida para albergar exhibiciones pictóricas para las celebraciones de 1910 y durante décadas alojó una librería siendo demolida en 1973. En 1982 se realizaron obras para la construcción de un estacionamiento subterráneo.[12]

Cuenta con aforo para 1 677 personas y un escenario de veinticuatro metros de longitud.[13]​ En él se encuentra el gran telón antifuego (único en el mundo dentro de un teatro de ópera) con la imagen de los volcanes mexicanos Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y un peso de 24 toneladas. Este telón fue encargado a la Casa Tiffany de Nueva York a modo de un enorme rompecabezas. En el techo de la sala se encuentra la lámpara de cristales, que fue diseñada por el húngaro Geza Marotti y en la que se representa al dios griego Apolo rodeado de las musas de las artes. La Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Teatro, la Compañía Nacional de Ópera y la Compañía Nacional de Danza presentan sus temporadas regulares en este recinto.

Es la segunda en importancia y en número de actividades. En ella se ofrecen actividades literarias, musicales, operísticas y exposiciones, entre otras. Se ubica en el primer piso, del lado oriente. Su nombre conmemora al compositor mexicano de igual nombre.

En ella se realizan actividades como presentaciones editoriales, exposiciones y conferencias. Se ubica bajo el vestíbulo de la sala principal, del lado poniente.

El Museo del Palacio de Bellas Artes es la organización que se encarga de los murales permanentes y otras obras de arte en el edificio, además de organizar exhibiciones temporales. Estas exhibiciones cubren una amplia gama de medios y presentan artistas mexicanos e internacionales, centrándose en artistas clásicos y contemporáneos.

Los pisos entre la planta baja y el piso superior están dominados por una serie de murales pintados por la mayoría de los nombres famosos del muralismo mexicano. En el segundo piso se encuentran dos obras de principios de 1950 de Rufino Tamayo: México de hoy y Nacimiento de la nacionalidad, una representación simbólica de la creación del mestizo (persona de ascendencia indígena y española mixta) identidad. En el extremo oeste del tercer piso está El hombre controlador del universo, encargado originalmente por el Centro Rockefeller de Nueva York en 1933. El mural muestra una variedad de temas tecnológicos y sociales. (como los descubrimientos posibilitados por microscopios y telescopios) y fue controvertido por su inclusión de Lenin y un desfile soviético del primero de mayo. Los Rockefeller no estaban contentos con la pintura y el trabajo incompleto finalmente fue destruido y pintado. Diego Rivera lo recreó aquí en 1934. En el lado norte del tercer piso se encuentran La nueva democracía de David Alfaro Siqueiros y el Carnaval de la vida mexicana (cuatro partes) de Rivera; al este se encuentra La catarsis de José Clemente Orozco, que representa el conflicto entre los aspectos "sociales" y "naturales" de la humanidad.

El Museo Nacional de Arquitectura ocupa el último piso del edificio, cubierto por un techo de vidrio y hierro. Contiene exposiciones de reconocidos arquitectos mexicanos, incluyendo modelos, planos y fotografías de obras importantes. Este museo también organiza exhibiciones temporales de sus colecciones en otras instalaciones. El objetivo es exponer al público mexicano al rico patrimonio arquitectónico del país. Algunos de los principales arquitectos presentados en el museo incluyen a Jaime Ortiz Monasterio, Carlos Mijares Bracho, Adamo Boari y Luis Barragán. El museo está dividido en cuatro secciones llamadas "Arquitectura-contrastes: Jaime Ortiz Monasterio y Carlos Mijares Bracho", "Corpus Urbanístico de la Ciudad de México", "Teatro Nacional de México (Plano original)" y "Teatro Nacional de México". También hay exposiciones temporales sobre arquitectura contemporánea.

Materiales fotográficos, documentales y sonoros, así como objetos, entre otros, se presentan en exposiciones preparadas por el acervo histórico del recinto, para brindar al visitante la oportunidad de conocer la riqueza de la historia del Palacio de Bellas Artes.

Su escenario ha presentado una gran cantidad de producciones, personalidades y compañías de los más diversos ámbitos: María Tereza Montoya, Zubin Mehta, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Teresa Berganza, Birgit Nilsson, Marilyn Horne, Alexander Kipnis, Mstislav Rostropóvic, Rudolf Nuréyev, Juan Gabriel, entre otros.[14]​ El 23 de mayo de 1950 se presentó María Callas, cantando Norma; ahí también se realizó la célebre función de Aída en la cual la soprano intercaló un célebre mi bemol al final del segundo acto de dicha ópera. La grabación de ese momento ha pasado a la historia. Callas cantó en este escenario las dos únicas funciones de Rigoletto que dio en su vida. Las grandes orquestas del mundo también se han presentado ahí, como las orquestas filarmónicas de Londres, Nueva York, Viena, Moscú, Los Ángeles, la Real Filarmónica de Londres, la célebre Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, la Orquesta de París, la de Filadelfia, la Staatskapelle de Dresde, la Sinfónica de Montreal, y las Nacionales de España y China, entre otras. Sus espectáculos son muy variados, ya que se ha presentado música popular, jazz, danza tradicional e incluso ballet y, por supuesto, ópera, e incluso Les Luthiers. Lola Beltrán fue la primera intérprete de música ranchera en cantar con mariachi en este recinto, con más de 17 presentaciones seguida de Juan Gabriel. Ambas presentaciones fueron criticadas.

Este escenario también albergó las tomas de posesión como presidentes de México de Miguel Alemán (1946), Adolfo Ruiz Cortines (1952), Adolfo López Mateos (1958) y Gustavo Díaz Ordaz (1964).[15]

El Palacio de Bellas Artes también ha sido un escenario para la solemnidad y el homenaje para el duelo en funerales de personalidades de las artes y la cultura, que por su trayectoria y contribución a las distintas disciplinas han sido distinguidos con dicho acto. En total han sido 65 personajes quienes han recibido homenajes luctuosos en el magno recinto. El primero fue el muralista José Clemente Orozco en 1949. Los siguientes son los personajes más destacados, cuyo homenaje de cuerpo presente ocurrió en este lugar:[16][17]

El 4 de abril de 2009 se anunció que Teresa Vicencio sustituiría a María Teresa Franco en la dirección del Palacio de Bellas Artes. Con esta decisión, Teresa Vicencio quedó al frente de la remodelación que se realizaba en aquel momento, su decisión fue quitar a los arquitectos encargados del proyecto, nombrar a otros y autorizar la intervención de la sala, la cual se había prohibido para respetar las convenciones internacionales de restauración de teatros antiguos dispuestas por la UNESCO.

El 19 de noviembre de 2010 se realizó una ceremonia de reinauguración de la sala principal de espectáculos después de una intervención de 3 años que costó 700 millones de pesos. La remodelación fue anunciada como una modernización de la mecánica del escenario, pero la realidad mostró que, sin publicarlo, las autoridades intervinieron la arquitectura y estilo de la sala principal de espectáculos. Tal intervención, destruyó una gran parte de la unidad estilística en art déco que caracterizaba al recinto. El piso de la platea, constituido por una amplia superficie con un declive hasta el foso de orquesta para propiciar la acústica fue cambiado por escalones que con sus ángulos destruyen la acústica. La destrucción de la acústica impuso la necesidad de la instalación de un sistema electrónico de ampliación de sonido. El nuevo piso se recubrió con madera de color claro, que no corresponde con el estilo en que fue diseñada originalmente la sala. Los palcos se hicieron pequeños recubriendo sus paredes de mármol con madera de nogal, un elemento completamente ajeno a la decoración histórica. También se cambiaron las puertas en estilo art déco por puertas modernas. Tal intervención destruyó la arquitectura de los palcos. Los balcones, los antepechos del primero, segundo y  tercer piso, y los palcos de honor fueron cubiertos en su totalidad con madera de nogal. Las grandes puertas de acceso a la sala se retiraron y se pusieron en su lugar puertas modernas. Muchos elementos decorativos art déco en las puertas y los balcones desaparecieron, se retiraron o simplemente ya no son identificables. Se construyó una cabina de sonido al fondo de la platea en un estilo moderno. Todos estos cambios tuvieron como consecuencia una reducción de casi 400 butacas.[18]

La remodelación destruyó la arquitectura y decoración art déco de la sala principal del Palacio de Bellas Artes. Los periódicos denunciaron que Teresa Vicencio contrató una compañía privada para restaurar el vitral "Apolo y la las musas". Los restauradores profesionales comprobaron que la obra maestra de Tiffany fue dañada.[19]​ A toda esta destrucción se estableció que no se cumplieron las normas mínimas de seguridad. En la platea se quitaron tres pasillos, se cambió la disposición de las butacas, se clausuró la puerta central construyendo una cabina de sonido fuera de estilo y sacrificando 16 filas de butacas, el material con el que se recubriéron las antepecheras y los palcos resultó ser altamente inflamable. De los palcos penden cables que en cualquier momento pueden provocar incendios. La distribución de los escalones en el segundo y tercer piso fue alterada de tal modo que los escalones no corresponden con las gradas de las filas. Se construyeron seis grandes luminarias del techo que representan un peligro mayor en caso de un siniestro.[20]​ El 30 de diciembre de 2010 se anunció que ICOMOS interpondrá en París ante el Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO una denuncia en contra del Gobierno mexicano por perpetrar graves atentados contra el inmueble cultural. Tal denuncia podría costarle a Ciudad de México el título de Patrimonio de la Humanidad como consecuencia de la constante destrucción de arquitectura patrimonial que se realiza en México. [21][22][23][24][25][26]​ El arquitecto Víctor Jiménez, autor de varios estudios sobre el Palacio de Bellas Artes ha publicado artículos en los que ofrece, desde un punto de vista de profesional de la arquitectura y conocedor del monumento, un resumen de los daños sucedidos. En la revista especializada "Litroal-e" (2012, no. 5) ofrece una síntesis del proceso de destrucción de la sala de espectáculos.[27]

Palacio de Bellas Artes durante el festival de las luces 2015.

Vista nocturna.

Vista nocturna con una iluminación en color.

Detalles de la fachada.


https://web.archive.org/web/20150617005302/http://www.transparenciafocalizada.bellasartes.gob.mx/



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