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Personaje ficticio



En ficción, un personaje es cada una de las personas o seres ya sean reales o imaginarios que aparecen en una narrativa, ya sea teatral, cinematográfica, literaria, o videojuegos. Un caso particular es en la poesía, donde siempre hay algún tipo de persona presente, generalmente como narrador u oyente imaginario.

Los personajes suelen ser el elemento endocéntrico de los textos de ficción. Los personajes guían a los lectores o a la audiencia a través de sus historias, ayudándoles a comprender las tramas y reflexionar sobre los temas. Una novela sin personajes es extremadamente inusual, aunque ha habido experimentos en este sentido, tal es el ejemplo de la obra Finnegans Wake, de James Joyce.

Así mismo, el personaje es una construcción mental elaborada mediante el lenguaje y la imagen. En varios espectáculos teatrales, puestas en escena y películas los personajes son protagonizados por actores, bailarines y cantantes. Para las animaciones y los títeres, existen actores vocales.

El personaje, como concepto estructuralista, permanece estático, y se reduce a un conjunto de características o a una función necesaria en el desarrollo de la acción.

El término “Personaje” proviene de la palabra “Persona”, de origen griego, πρόσωπον, que significaba máscara de actor, o personaje teatral.

La crítica literaria mantiene una clara distinción entre personas y personajes, diferenciando entre personas reales y personajes literarios. La persona pertenece al mundo real, mientras que el personaje es sólo ficción, palabras sobre papel que evocan imágenes mentales.

Las personas convierten en lenguaje los elementos que perciben, mientras que en el personaje literario el objeto percibido es ya lenguaje. Para Jacques Lacan, lo real está ahí, pero siempre fuera de nuestro alcance; el "orden simbólico" es un sistema mediador basado en el lenguaje y la representación simbólica de las cosas: «construimos nuestro mundo a través del lenguaje».

Para Karl Marx y otros autores, persona es la realidad íntima, la totalidad del auténtico ser, lo que se esconde dentro del personaje, que sólo es una imagen ficticia que el mundo nos impone o que inventamos y ofrecemos al resto del mundo.

En la escritura de ficción, los autores crean personajes dinámicos utilizando varios métodos. A veces los personajes se crean desde la imaginación; en otros casos, acentuando un rasgo del carácter de una persona real en una nueva creación ficticia.

Un autor o creador que basa un personaje en una persona real puede usar a alguien que conoce, una figura histórica, una figura actual a la que no ha conocido, o a sí mismo, pudiendo considerarse a este último como un autor sustituto o un ejemplo de auto inserción.

El uso de una persona famosa, fácilmente identificable con ciertos rasgos de personalidad, como base para la creación de un personaje principal es una característica de las obras alegóricas, como Animal Farm, que retrata a los revolucionarios soviéticos como cerdos. Otros autores, especialmente para la ficción histórica, hacen uso de personas reales y crean historias ficticias que giran en torno a sus vidas. Un ejemplo de esto es la novela The Paris Wife de Paula McLain, que gira en torno a Ernest Hemingway.

Un autor también puede crear un personaje ficticio utilizando personajes genéricos, generalmente planos, que tienden a usarse como personajes secundarios o terciarios. Sin embargo, algunos autores han utilizado estos personajes como punto de partida para construir personajes ricamente detallados, como Shakespeare al hacer uso del estereotipo de soldado jactancioso como base para Falstaff.

Algunos autores crean nombres que implican la composición psicológica de la persona, o a su apariencia. Por ejemplo, François Rabelais dio el nombre de Gargantúa a un gigante y la enorme ballena en Pinocho se llama Monstro.

Cervantes, construye sus personajes utilizando a los mismos, que se definen por lo que dicen y hacen, o mediante los demás personajes, que emiten juicios y opiniones acerca de sus compañeros, definiéndose a sí mismos en el acto; el narrador ofrece descripciones de cualidades físicas y morales de estos personajes, además de relatar sus acciones que a su vez los definen.

El autor construye al personaje, inicialmente, como indica la portada del primer Quijote: “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes”, pero el autor insiste sobre la ineluctable responsabilidad del lector de entender el libro a su propia manera, es decir, de ir construyendo a su propio don Quijote.

La caracterización es la construcción detallada de los personajes de una historia. Este trabajo consiste en que un autor defina con precisión qué es lo que identifica a un personaje, qué lo hace único, como su nombre, su físico, sus orígenes, su estilo de vida, y sus aspectos psicológicos. Tiene como objetivo que el público sea capaz de diferenciar a los actores de una trama, de entenderlos, de apegarse a ellos, de identificar sus angustias o, por el contrario, de odiarlos. El espectador debe sentir los mismos sentimientos que frente a personas reales.

Un guionista puede imaginar la biografía completa de cada uno de los personajes que crea. Si algunos elementos no sirven directamente a la historia, son los que dan sustancia a los personajes.

Los críticos distinguen entre "personajes redondos" y "personajes planos". Los primeros están ideados con muchas características de personalidad y tienden a ser complejos, más realistas y creíbles. Los personajes planos solo poseen unos pocos rasgos de personalidad y son más simples y menos creíbles. El protagonista de una novela (algunas veces el "héroe" o "heroína") es generalmente un personaje redondo, y los personajes secundarios o menores dentro de la misma obra suelen ser planos. Igualmente, muchos personajes antagónicos (que chocan con los protagonistas, algunas veces llamados "villanos") son personajes redondos.

En su libro Aspectos de la novela, E. M. Forster define dos tipos de personajes, así como sus cualidades, funciones, e importancia para el desarrollo de la novela: Los personajes planos son bidimensionales, en este aspecto son relativamente simples. En contraste, los personajes redondos son figuras complejas con varias características diferentes.

Los personajes redondos son los que impulsan la historia. Así que toda la información sobre ellos es interesante. Por el contrario, los personajes planos sirven a la narrativa. Para ellos, sólo se revela lo estrictamente necesario para la acción. Las figuras redondas son las más detalladas. Su descripción es tan completa que en ocasiones pueden parecer reales.

En general, los protagonistas tienen esta característica, aunque hay célebres excepciones como Harrison Bergeron en el cuento Pobre Superman de Kurt Vonnegut. Los antagonistas también suelen ser redondos, aunque el papel del villano en una comedia puede ser particularmente plano para dar un efecto de farsa.

Ejemplos de personajes redondos:

En términos psicológicos, los personajes complejos o redondos pueden ser analizados bajo el modelo de los cinco grandes, el cual distingue cinco dimensiones de personalidad. Estas cinco dimensiones son:

El personaje plano destaca por su falta de detalle. Aunque la descripción de tal personaje puede ser precisa, por lo general, solo cuenta con una característica destacable. A lo largo de la historia del género dramático se han desarrollado varios estereotipos y arquetipos. Estos suelen ser la base de los personajes planos, aunque también es posible encontrar elementos de personajes arquetípicos en los personajes redondos. La Commedia dell'arte, una forma de improvisación teatral originaria de Italia, se basa en personajes reconocibles y estereotipados en situaciones convencionales.

Los personajes secundarios generalmente son planos, ya que los papeles secundarios no necesitan ser demasiado complejos. Además, la literatura experimental y la ficción posmoderna a menudo usan intencionalmente personajes planos, incluso en sus protagonistas. Los personajes tipo usualmente son unidimensionales.

Las Mary Sues y Gary Stus son personajes que suelen aparecer en fan-fictions, y se caracterizan por ser virtualmente carentes de defectos, debido a esto, son considerados como personajes planos. Otro tipo de personaje plano es el "walk-on", un término utilizado por Seymour Chatman para personajes que no están completamente delimitados e individualizados, más bien forman parte del entorno de la narrativa.

Un personaje dinámico es aquel que cambia significativamente a lo largo de la historia. Entre los cambios que puede atravesar un personaje, están aquellos que aluden a la percepción, comprensión, compromiso personal y finalmente valores. Por definición, el protagonista es casi siempre un personaje dinámico. Particularmente en las novelas formativas, el héroe a menudo experimenta un cambio de la inocencia a la experiencia.

Ejemplos de personajes dinámicos:

Un personaje estático no experimenta cambios perceptibles. Ya sea redondo o plano, su personalidad sigue siendo esencialmente la misma a lo largo de la historia. Este suele ser el caso de los personajes secundarios cuyo propósito es principalmente servir a la trama o como elementos temáticos. Los personajes secundarios y principales, sin contar al protagonista, son generalmente estáticos, aunque hay excepciones. Los personajes estáticos pueden participar en la trama ayudando al héroe.

Un autor puede crear un personaje utilizando arquetipos básicos de personajes que son comunes en muchas tradiciones culturales: la figura paterna, la figura materna, el héroe, etc. Algunos escritores hacen uso de los arquetipos presentados por Carl Jung como base para definir las características de un personaje. Generalmente, cuando se usa un arquetipo de algún sistema (como el de Jung), los elementos de la historia también siguen los patrones esperados por dicho sistema en términos del argumento.

Un personaje puede estar basado en un arquetipo particular. Estos arquetipos a menudo tienen su origen en la mitología, las leyendas y el folclore. Por ejemplo, Bugs Bunny es un ejemplo del arquetipo del tramposo o sinvergüenza porque desafía los estándares establecidos de moralidad y ética. Aunque Carl Gustav Jung identificó los primeros arquetipos a partir de los tipos de historias en 1919, autores como Joseph Campbell y James Hillman continuaron el trabajo que había comenzado. Otros autores, como Christopher Vogler en El viaje del escritor, han reorganizado la clasificación, a menudo combinando arquetipos junguianos o definiendo subarquetipos dentro de la estructura definida por Jung.

Jung describió las siguientes figuras arquetípicas: la gran madre, el padre, el niño, el diablo, dios, el anciano sabio, la anciana sabia, el trickster, el héroe.

En su libro, El héroe de las mil caras, Joseph Campbell define ocho tipos de personajes recurrentes en el monomito del héroe. Estos incluyen el héroe, el aliado, el heraldo, el mentor, el tramposo, el cambiaformas, el guardián y la sombra.[5]

Melanie Anne Phillips y Chris Huntley, autores de La Dramática, definen ocho arquetipos diferentes que destacan por sus características actorales y decisorias:

Otro desglose[6]​, más propio del mundo del cómic, el manga o la fantasía, arroja los siguientes arquetipos:

Los nombres de los personajes suelen ser importantes, especialmente cuando siguen los principios de la onomástica. Las convenciones de nomenclatura han cambiado a lo largo del tiempo. En muchas comedias inglesas, por ejemplo, los autores dieron a sus personajes nombres icónicos sin un equivalente real: Sir Fidget, Mr. Pinchwife y Mrs. Squeamish son algunos ejemplos. Los autores a veces buscan nombrar a un personaje inspirándose en un adjetivo o una idea que sugiera sus cualidades. El nombre del Sr. Murdstone en David Copperfield de Charles Dickens sugiere asesinato y desagrado. La principal preocupación de Sancho Panza es, como su nombre indica, llenar el estómago. Monsieur de Pourceaugnac, en la obra de Molière, es un provinciano ridículo.

Cuando un personaje ficticio resalta por un rasgo de carácter o de un estado de ánimo en particular, su nombre se convierte en sinónimo de este atributo. Hablamos así de un don Juan para evocar a un seductor, de un tartufo para un hipócrita, de un cándido para un ingenuo, etc. En el cine, la literatura popular y el cómic también han aparecido personajes simbólicos con un atributo particular, como Superman que encarna al superhéroe, Sherlock Holmes, sinónimo de perspicacia y sentido de la deducción, etc. En algunas obras de la literatura del siglo XVIII y XIX como Los Miserables de Victor Hugo, los nombres de los personajes se reducen a una sola letra y un guion largo. Esta convención de escritura también se usa para otros nombres propios, como los nombres de lugares. Esto tiene el efecto de sugerir que el autor está pensando en una persona real pero omite el nombre completo para mantener su identidad en secreto. En el siglo XX, Ian Fleming emplea una técnica similar en su serie de novelas de James Bond, donde el nombre real de M, si se habla en un diálogo, siempre se escribe "Mr. M***".

El nombre de un personaje a veces se refiere al mundo real, la literatura o la mitología. Por ejemplo, puede ser simplemente llamar a Romeo un personaje enamorado, o a Fénix al que se supone que regresará de la tumba.

Al leer una novela, la lista de características de los personajes conocidas por el lector no es interminable. A diferencia de los elementos del mundo real, un personaje ficticio está incompleto, ya que sus características se limitan a aquellas que son descritas por el autor.

Dadas las inferencias que hacen los lectores a partir de los datos que tienen disponibles, no es raro que una adaptación cinematográfica decepcione a los fanáticos por la elección de actor para interpretar a un personaje. Un ejemplo de esto es, Michael Keaton, ya que la aceptación del público no fue unánime cuando Tim Burton decidió darle el papel de Batman en la película de 1989. Por el contrario, los fanáticos querían desesperadamente a Patrick Stewart para el papel del Profesor X en X-Men.

También es problemático cuando la elección del actor va en contra de las propiedades descritas en la obra original. Cuando se estrenó el último James Bond, la elección de un actor rubio, Daniel Craig, para interpretar al héroe fue algo chocante. Algo parecido sucedió en la adaptación cinematográfica de la novela Entrevista con el vampiro, donde Incluso Anne Rice, la autora de la saga, se sorprendió con la elección de Tom Cruise para interpretar al personaje de Lestat.

Las lecturas varían enormemente en la forma en que entienden los personajes ficticios. El método más extremo es imaginarlos como personas reales. Esta mimesis en los personajes de ficción es así comentada por Milan Kundera: “Don Quijote es casi impensable como ser vivo. Sin embargo, en nuestra memoria, ¿Qué personaje está más vivo que él?"[7]​ Por el contrario, es posible percibirlos como creaciones puramente artísticas que no tienen nada que ver con la vida real. Pero la mayoría de los estilos de lectura se encuentran en algún punto intermedio.

En algunas lecturas, se entiende que ciertos personajes representan una determinada cualidad o abstracción. Más que ser personas, estos personajes representan algo más grande y más universal. Algunos simbolizan el capitalismo triunfante (como en El Gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald), otros el romanticismo quimérico (Don Quijote) o incluso el sueño americano (Rocky Balboa de la serie Rocky). Además, tres de los personajes principales de El señor de las moscas son metáforas de los elementos de la civilización: Ralph representa el instinto de la civilización, Jack el instinto salvaje y finalmente Piggy, el lado racional de la naturaleza humana.

Otra forma de leer a los personajes simbólicamente es ver a cada uno de ellos como representante de un determinado grupo de personas. Por ejemplo, Bigger Thomas de la novela Hijo nativo (1940) de Richard Wright se ve a menudo como la encarnación del joven negro de la década de 1930, condenado a una vida de pobreza y explotación.

A veces, los personajes representan claramente figuras históricas importantes. Por ejemplo, el cazador de nazis Ezra Lieberman en Los niños del Brasil de Franklin J. Schaffner, a menudo se compara con el verdadero Simon Wiesenthal. Otro ejemplo de esto sucede en El gran dictador de Charlie Chaplin, donde este último interpreta a Adenoid Hynkel, una clara referencia a Adolf Hitler. Otras veces, los autores se apoyan en personas de su propio entorno para crear sus personajes. En Glenarvon, Lady Caroline Lamb relata su historia de amor con Lord Byron, camuflando sutilmente esto con el papel principal. Nicole, la esposa destructiva y mentalmente enferma en Suave es la noche de Francis Scott Fitzgerald, a menudo se considera una versión ficticia de la propia esposa de Fitzgerald, Zelda Fitzgerald. De manera similar, los escritores también crean personajes "compuestos" que extraen sus características de varios individuos.

La literatura posmoderna incorpora con frecuencia personajes reales en escenarios ficticios e incluso realistas. En el cine, la aparición de una persona real que se interpreta a sí misma en una historia ficticia es una especie de cameo. Por ejemplo, en Annie Hall de Woody Allen, Alvy Singer, el personaje interpretado por Allen, utiliza a Marshall McLuhan para resolver una disputa. Otro ejemplo destacado de este enfoque es la película ¿Quieres ser John Malkovich?, en la que el actor John Malkovich interpreta al personaje John Malkovich (aunque el actor real y el personaje tienen un segundo nombre diferente). También podemos mencionar a Elon Musk y Larry Ellison, ambos fundadores de grandes compañías de tecnología, quienes tuvieron breves apariciones en Iron Man 2.[8]

En la literatura experimental también hay casos en los que el autor actúa como un personaje dentro de su propia obra. En Niebla de Miguel de Unamuno, una de las escenas más llamativas es el enfrentamiento entre el protagonista Augusto Pérez y el propio novelista. Paul Auster también emplea esta técnica en su novela Ciudad de cristal , que comienza con su personaje principal llamándolo por teléfono.

Debido a la influencia de Hollywood, varios actores famosos se han vuelto tan conocidos que puede ser difícil limitar su personaje a una sola película. En cierto sentido, Bruce Lee es siempre Bruce Lee, lo mismo que Woody Allen, Tom Cruise o incluso Harrison Ford. Su notoriedad es tal que el público mezcla la personalidad del actor con la del personaje que interpreta. Este principio también se utilizó para la trama de la película Last Action Hero con Arnold Schwarzenegger. Finalmente, en algunas obras a veces se hace referencia a personajes que nunca aparecen. Este tipo se llama personaje fantasma.



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