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Poder del monopolista



Un monopolio (del griego μόνοϛ mónos 'uno' y πωλέιν pōléin 'vender') se trata de una situación de privilegio legal en el cual existe un productor o agente económico (monopolista) que posee un gran poder de mercado y es el único en una industria dada que posee un producto, bien, recurso o servicio determinado y diferenciado.

Para que exista un monopolio, es necesario que en dicho mercado no existan productos sustitutivos, es decir, no existe ningún otro bien económico que pueda reemplazar el producto determinado y, por lo tanto, es la única posibilidad que tiene el consumidor de comprar. Suele definirse también como «mercado en el que solo hay un vendedor», pero dicha definición se correspondería más con el concepto de monopolio puro.

El monopolista controla la cantidad de producción y el precio, aunque no de manera simultánea, dado que la elección de la producción o del precio determina la posición que se tiene respecto al otro; vale decir, el monopolio podría determinar en primer lugar la tasa de producción que maximiza sus ganancias para luego determinar, mediante el uso de la curva de demanda, el precio máximo que puede cobrarse para vender dicha producción.[1]

Desde un punto de vista económico, si el monopolio es maximizador de utilidades, a diferencia de lo que ocurre en la competencia perfecta, se enfrenta a una curva de demanda de pendiente negativa. Al no ser horizontal, nunca operará de manera voluntaria cuando el ingreso marginal (IMg) sea inferior a cero, aun si los costos de producción fuesen iguales a cero, puesto que siempre existirá la alternativa de reducir la producción, aumentando de este modo los ingresos y, por ende, las ganancias que percibe. En efecto, cuando 0 < η < –1 (elasticidad precio de la demanda inelástica), se tiene que el ingreso marginal es negativo, por lo que el monopolista nunca decidirá operar en aquella porción de la curva de demanda.[1]

En este contexto, el coste marginal del monopolista —incremento del coste total cuando se varía en una unidad la producción— representa la oferta total del mercado, por lo que se puede afirmar que no existe curva de oferta debido a que la relación biunívoca entre cantidad y precio desaparece.[2]​ Por tanto, el ingreso medio (IMe) del monopolista —o el precio por unidad vendida— no es más que la curva de demanda del mercado. Para elegir el nivel de producción maximizador del beneficio, el monopolista ha de conocer sus curvas de ingreso marginal (variación que experimenta el ingreso cuando la oferta varía en una unidad) y de coste medio.

Se denomina poder de mercado a «la capacidad de un vendedor o de un comprador de influir en el precio de un bien». En el caso de que el poder de mercado recaiga sobre un único comprador, se trata de una estructura de monopsonio, mientras que cuando recae sobre un único vendedor, se habla de una estructura de monopolio.

El poder de mercado del monopolista está totalmente condicionado por el efecto de la elasticidad-precio de la demanda (EPD), que establece la relación de las variaciones de la cantidad demandada (QD), las cuales son motivadas por los cambios en el precio del producto (P). Para poder maximizar su beneficio, el monopolista buscará incrementar los precios, pero eso supondrá inevitablemente una reducción de la cantidad demandada, que será mayor o menor en función de la elasticidad-precio de ese producto en ese mercado. La oferta deseada por el monopolista será aquella que maximice su beneficio, de forma que se equilibren ambos efectos.



En conclusión, la diferencia entre el precio competitivo y el precio monopolista es inversamente proporcional a la elasticidad de la demanda. Si es muy elástica (un elevado número negativo), el precio será muy cercano al coste marginal, por lo que el monopolio estará más cercano al mercado competitivo. Ello no significa que quien tenga más poder de mercado tendrá más beneficios, ya que influyen otros elementos como el volumen de venta, los costes fijos, etc.

Así, la existencia de una demanda de mercado no infinitamente elástica, como a la que se enfrenta la empresa perfectamente competitiva, brinda la posibilidad de poder colocar el precio por encima del precio de mercado. Ese es el verdadero poder del monopolio de una empresa.

En términos cualitativos, para medir el poder de monopolio se utiliza el índice de Lerner:[3]

En una empresa completamente competitiva, el precio óptimo competitivo será igual al costo marginal en ese nivel de producción, por lo que L = 0. Cuánto mayor sea L mayor será el poder de monopolio.

La elasticidad-precio de la demanda de una empresa (que en este caso coincide con la elasticidad-precio de la demanda del mercado (EPD) al ser la única empresa que lo abastece) establece la relación de las variaciones de las cantidad demandada (QD) motivadas por variaciones en el precio del producto (P). Es la fuente directa de poder de mercado, pero esta se fundamenta en otras diversas:[3]

Estas fuentes de poder de mercado pueden terminar formando una estructura monopolística. De entre todas las vías que pueden desencadenar la aparición de un monopolio se puede destacar:

El término trust (voz inglesa que significa "confianza") se refiere, en Economía, a un grupo de empresas cuyas actividades se hallaban controladas y dirigidas por otra empresa. Es la unión de empresas distintas bajo una misma dirección central con la finalidad de ejercer un control de las ventas y la comercialización de los productos. Se trata de una estructura holding enfocada a un mismo sector, lo que le confiere un ventajoso poder de mercado sobre el mismo.

Un trust tiende a controlar un sector económico y ejercer en lo posible el poder del monopolio, y puede ser:

La primera combinación que adoptó esta forma fue la Standard Oil Trust, fundada en 1882. En 1890 la ley Sherman Antitrust los declaró por primera vez ilegales.

En Economía se denomina cártel o cartel a un acuerdo formal o informal entre empresas del mismo sector, cuyo fin es reducir o eliminar la competencia en un determinado mercado. Los cárteles suelen estar encaminados a desarrollar un control sobre la producción y la distribución de tal manera que mediante la colusión de las empresas que lo componen, forman una estructura de mercado monopolística obteniendo un poder sobre el mercado en el cual obtienen los mayores beneficios posibles en perjuicio de los consumidores por lo que las consecuencias para estos son las mismas que con un monopolista. La diferencia radica en que los beneficios totales (que los máximos posibles de conseguir en el mercado) son repartidos entre los productores. Sus principales actividades se centran en fijar los precios, limitar la oferta disponible, dividir el mercado y compartir los beneficios. En la actualidad, el término se suele aplicar a los acuerdos que regulan la competencia en el comercio internacional. Un ejemplo claro es la Organización de Países Exportadores de Petróleo OPEP.[4]

Los cárteles surgieron en Alemania en la década de 1870, coincidiendo con el crecimiento de la economía en dicho país. Se considera que el éxito que obtuvieron fue hasta cierto punto responsable de la política exterior alemana que conduciría a las dos guerras mundiales. Durante la I Guerra Mundial, el gobierno alemán utilizó los cárteles para exportar armas y otros materiales sintéticos. A lo largo de las siguientes dos décadas las empresas alemanas siguieron controlando de un modo global la producción. Uno de los cárteles más importantes fue el IG Farbenindustrie, dentro de la actividad relacionada con productos químicos, destacando en la producción de tintes, venenos y medicamentos, y única compañía alemana con su propio campo de concentración[5]​ y predecesora directa de Bayer, BASF y Hoechst (los cuales son también ahora parte de otro cártel farmacéutico conocido como Codex Alimentarius[cita requerida]). Al iniciarse la II Guerra Mundial, casi toda la industria alemana estaba organizada en torno a cárteles, promovidos y controlados por el gobierno, que permitieron un gran crecimiento en la economía nacional gracias a una balanza de pagos notablemente positiva.

Las fusiones y adquisiciones de empresas, conocidas también por su acrónimo en inglés M&A —mergers & acquisitions—, se refieren a un aspecto de la estrategia de la gerencia de las finanzas corporativas que se ocupa de la combinación y adquisición de otras compañías así como otros activos.

Las fusiones y adquisiciones están motivadas por diferentes objetivos que definen a dos distintos tipos de compradores:

Todas las fusiones y combinaciones de empresas tienen un potencial para eliminar la competencia entre ellas creando así monopolios. Los compradores estratégicos suele ser la figura más común propiciadora de monopolios.

Un asiento era un tratado o un acuerdo de paz por el cual un conjunto de comerciantes recibía el monopolio sobre una ruta comercial o producto. Un ejemplo fruto de acuerdo internacional fue el "Asiento de Negros", un monopolio sobre la caza de esclavos de África y la América hispana y que se otorgó a Inglaterra al terminar la Guerra de Sucesión Española (1713) como compensación por la victoria del candidato francés Felipe V de España. Con este tratado se fijaba que anualmente, Inglaterra tenía el derecho de traficar con 4800 esclavos de color anuales durante treinta años.

En muchos casos de forma intranacional un asiento en forma de financiación en el caso de economías de escala daba como fruto una compañía privilegiada (del italiano compagnia), que era una compañía comercial cuyas actividades gozaban de la protección del Estado mediante un privilegio especial, que aunque no siempre conformaba un monopolio total, si establecía en la mayoría un monopolio natural a manos del Estado o de un conjunto de particulares protegidos por este, cosa habitual en el mercantilismo. Su existencia se remonta al siglo XIV en Italia, destacando en la Edad Moderna la Compañía Británica de las Indias Orientales o la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. El modelo español de los siglos XVI y XVII estableció el monopolio del puerto de Sevilla controlado a través de la Casa de Contratación y la Universidad de Mercaderes.

La cantidad que debe producir el monopolista ha de tener en cuenta que para maximizar los beneficios se debe fijar una producción tal que el ingreso marginal sea igual al coste marginal. Esta igualdad parte de una consecuencia de eficiencia de Pareto, es decir, si un monopolista pone un precio demasiado bajo (P2) y un precio demasiado alto (P1), produciendo, si quiere vender toda la producción, una cantidad (Q1) y otra cantidad (Q2) respectivamente:

El precio demasiado alto es ineficaz ya que con un precio más bajo podría vender muchas más unidades disminuyendo bastante poco su precio, lo que aumentaría los beneficios, que vienen representados por el área izquierda en amarillo. De la misma forma, el precio demasiado bajo es ineficaz también ya que podría vender la gran mayoría de las unidades que ofrece a un precio más alto, lo que le reportaría más beneficios, los cuales vienen representados por el área derecha en amarillo.

El punto eficiente de Pareto es, por tanto, aquel en el que el coste marginal es igual al ingreso marginal. Al trasladar la cantidad que precisa ese punto a la demanda se encuentra el punto óptimo que determina el precio monopolista, el cual maximiza los beneficios.

Con lo cual, como regla general, en el caso de un monopolio eficiente se ha de cumplir que el ingreso marginal sea igual al coste marginal, representando dicho punto el nivel de producción monopolista óptimo, que al introducirlo en la función de demanda, nos da como resultado el precio monopolista maximizador de beneficios.

Obviamente hay otras cuestiones a tener en cuenta antes de fijar el precio: la posibilidad de establecer tasas de entrada, poder realizar discriminación de precios, la existencia de una segmentación de mercado o la posibilidad de su creación, etc.

El efecto de un impuesto a la cantidad (por unidad producida) provoca un incremento de los costes marginales. Al incrementarse los costes marginales el punto en el cual coincide con el ingreso marginal varía con secuenciando que varíe también el precio y el nivel de producción. Así, un impuesto sobre la cantidad provoca, siempre que lo permita el gobierno, un aumento del precio y un decremento en la cantidad ofrecida.

El impuesto a la cantidad en perjuicio del monopolista hace aumentar el coste marginal provocando un aumento de los precios y una disminución de la cantidad ofrecida.

Por ello se afirma que el imponer un impuesto a un monopolista, desde el punto de vista económico, resulta negativo para el consumidor. Además, como refleja el apartado de costes sociales, desde el punto de vista social, aunque el Estado se llevara todos las ganancias del monopolista en impuestos y los redistribuyera entre los consumidores, habría una ineficiencia porque la producción es menor que en condiciones competitivas. El coste social equivaldría a la pérdida irrecuperable de eficiencia provocada por el poder del monopolista.

El efecto de una subvención a la cantidad (por unidad producida) provoca un decremento de los costes marginales. Al disminur los costes marginales el punto en el cual coincide con el ingreso marginal varía consecuenciando que varíe también el precio y el nivel de producción. Así, una subvención sobre la cantidad provoca una disminución del precio y un incremento en la cantidad ofrecida.

La subvención a la cantidad en beneficio del monopolista hace disminuir el coste marginal provocando una disminución de los precios y un aumento de la cantidad ofrecida.

Por ello se afirma que el otorgar una subvención a un monopolista, desde el punto de vista económico, resulta positivo para el consumidor. Además permite reducir la pérdida irrecuperable de eficiencia, reduciendo el coste social, al acercarlo al precio competitivo. Sin embargo, no soluciona otros problemas como la búsqueda de rentas.

La teoría de los mercados disputados (en inglés contestable markets) fue mencionada por primera vez por William Baumol, John Panzar y Robert Willing en 1982 en un libro titulado Contestable Markets and the Theory of Industry Structure (Los Mercados Disputados y la Teoría de la Estructura Industrial).[4]​ Esta teoría trata de demostrar que un mercado monopolista u oligopolista puede llegar a asemejarse bastante a una estructura de mercado competitiva. Se da en la situación en que la empresa en situación de monopolio es amenazada por competidores potenciales, candidatos a entrar en el mercado, que en cualquier momento podrían acabar con su monopolio. Para que esto no ocurra, y considerando que realiza prácticas legítimas, la empresa monopolista no tiene más opción que tomar medidas cercanas a la competencia perfecta, por ejemplo disminuyendo su precio de venta hasta que sea igual al coste marginal, mejorando e innovando el producto o servicio, etc. Lo que provoca que su poder de mercado se vea notablemente mermado.[6]

En un mercado monopolista el precio tiende a aumentar, por lo que cabe esperar que el bienestar de los productores aumente y el de los consumidores disminuya. Pero si se otorga el mismo valor al bienestar de los productores y al de los consumidores, hay que averiguar si aumenta o disminuye el bienestar de la sociedad en su conjunto. Para ello se realiza un análisis gráfico.

Al equiparar el mercado monopolista con el mercado perfectamente competitivo la variación es:

Aunque el Estado se llevara todos los beneficios del monopolista en impuestos y los redistribuyera entre los consumidores de sus productos, habría una ineficiencia porque la producción es menor que en condiciones competitivas.[3]​ La pérdida irrecuperable de eficiencia provocada por el poder de monopolio es ese coste social.

Además la empresa puede dedicarse a la búsqueda de rentas económicas:[3]​ gastar dinero en esfuerzos socialmente improductivos por ejemplo para adquirir, mantener o ejercer ineficientemente su poder de monopolio, lo que también supone un coste social.

Para evitar los costes sociales el Estado interviene en la economía:

El Estado limita el poder de mercado monopolista mediante la legislación antimonopolio; elaborando leyes y reglamentaciones destinadas a fomentar la competencia en la economía prohibiendo todo lo que puede acarrear algún tipo de ineficiencia en el mercado, limitando las estructuras de mercado permitidas. En estos casos despliega todos sus efectos antes de que se produzca finalmente el monopolio, puesto que se trata de evitar que finalmente se desarrolle una estructura ineficiente.

Sin embargo, existen ciertos casos en los que la regulación despliega sus efectos permitiendo el monopolio, y únicamente se limita a regularlo. Cuando la estructura más eficiente para un mercado sea un monopolio, es decir, estemos ante un monopolio natural, o bien cuando por política económica el estado quiera favorecer la existencia de una empresa que dirija un monopolio en un área concreta, lo ideal será reducir el poder del monopolista hasta el mínimo en el cual le sea rentable estar en el mercado. De esta forma el estado intenta, interviniendo en el mercado, paliar el abuso del poder de mercado del monopolista en beneficio de los consumidores y stakeholders en general.

Es un caso característico, por ejemplo, de los servicios públicos porque suelen acarrear altos costes fijos que propician economías de escala motivando que la solución más eficiente es que haya una sola empresa para que exista la mayor amortización posible de las infraestructuras que han sido necesarias para desarrollar la actividad (monopolio natural). Otras estructuras en las que se observa esta regulación posterior pueden caracterizarse, bien porque sea más rentable permitir la existencia de un poder de mercado, como en la competencia monopolística, o bien cuando no puede obligarse a que se realice otra conducta, como en el caso de la colusión implícita. En estos casos lo que trata la ley es de equiparar la situación del consumidor a la del monopolista, para que este ofrezca una mayor cantidad del productor y a un precio más bajo.

Por último encontramos los casos del monopolio estatal, en los que el estado decide crear un monopolio en un área concreta que considera estratégica (monopolio artificial). En ese caso la regulación es continua, al ser el estado la entidad que toma todas las decisiones por motivos políticos.[7]

Debido a los costes sociales que conlleva, el monopolio se considera de forma genérica una estructura de mercado ineficiente, por lo que se trata de evitar que finalmente se produzcan concentraciones de poder de mercado. Para ello se desarrollan distintas prohibiciones sobre:

La aplicación de las leyes antimonopolio puede realizarse a través de las respectivas divisiones antimonopolio de los ministerios de justicia de cada país resultando, en los casos de que responsables se hayaren culpables de crear condiciones de monopolio, en condenas que varían entre multas y penas de cárcel.

En el caso de Chile recientemente se ha sentenciado culpabilidad por colusión de monopolios, como lo fue el caso de llamadas la 'colusión del pollo[8]​' o 'colusión del papel higiénico[9]​' (2000-2011), siendo este último caso llamativo por la forma de pagar las multas (fueron devueltos 11usd a algunos ciudadanos chilenos) y que aún una millonaria multa (us$11.3M) la completa operación mantuvo gran parte de las utilidades de las empresas coludidas.

El caso de EE. UU. a través de los procedimientos administrativos de la Federal Trade Commission que pueden iniciarse no solamente a través de demandas de productores sino también de consumidores (class actions), los cuales pueden exigir el triple del valor monetario de los daños sufridos (triple damages) y las costas judiciales. Algunos ejemplos son la ley Clayton Antitrust o la ley Sherman Antitrust. El organismo que ejecuta y desarrolla las leyes antimonopolio en Europa es la Comisión Europea junto a las administraciones nacionales.

Si el monopolio resulta ser la estructura más eficiente posible para una determinada industria, se admite su existencia, dando lugar a un monopolio natural, pero se intenta reducir el poder de mercado adquirido por el monopolista hasta el mínimo posible, equiparando la situación del consumidor y del productor. Para ello se realizan diversas prácticas.

Por ejemplo, pueden forzar al monopolista a reducir su precio, estableciendo un precio máximo cercano al precio competitivo (lo que impide que exista una pérdida irrecuperable de eficiencia (X-inefficiency), o en el caso de las economías de escala provoca que se tenga que otorgar una subvención al encontrarse el precio competitivo por debajo de los costes medios), o acosando a impuestos al productor para luego repartirlo entre los consumidores (lo que de nuevo nos dejaría con el coste social de la pérdida irrecuperable de eficiencia), entre otras. En un primer momento eran los Ministerios de economía los encargados de regular el mercado nacional pero hoy día los acuerdos internacionales en materia económica conforman un entramado económico a partir del cual se regula de forma internacional.

De la misma forma, también pueden permitirse e incluso fomentarse la existencia de monopolios frutos del intervencionismo estatal, en cuyo caso estaremos ante un monopolio artificial. Esto suele responder a una política económica determinada del gobierno que puede responder a diferentes motivaciones. Dos ejemplos característicos son los derechos de autor o los estancos de tabaco.

También siguiendo la tendencia intervencionista, el Estado puede nacionalizar o estatalizar monopolios, permitiendo así que el poder de mercado caiga en manos estatales y no privadas. El comunismo responde a este tipo de regulación. En la actualidad se ha desarrollado una influencia durante los siglos XIX y XX de las teorías liberales y keynesianas que propician la existencia de liberalizaciones y privatizaciones en la mayoría de países del primer mundo, por lo que actualmente esta regulación basada en la estatización se encuentra en receso.[cita requerida]

En relación a la necesidad de una normativa antimonopolio existen dos posturas clásicas al respecto. Los partidarios del intervencionismo estatal en la economía de mercado afirman la existencia de una serie de fallos de mercado, los cuales provocan que se desarrollen estructuras de mercado de este tipo que pueden consecuenciar la sumisión de los consumidores ante el poder de mercado del monopolista, lo que puede acarrear grandes desigualdades económicas y sociales, por lo que los únicos monopolios existentes (ya que se consideran inevitables en aquellas industrias que presentan economías de escala) deben de estar en manos del Estado. Estas corrientes encuentran su implantación más férrea en sistemas económicos socialistas y comunistas.

Por otro lado los partidarios de las posturas liberales afirman que los únicos monopolios que se podrían mantener en el tiempo son los monopolios naturales que son los que conservan una eficiencia de Pareto y no hacen sino mejorar el mercado abaratando los costes y por tanto el precio del producto o servicio; y que el resto de estructuras monopolistas no son sino el resultado de monopolios artificiales precisamente fruto del intervencionismo estatal (por ejemplo, en el caso de una patente o un permiso único de producción).[cita requerida] Estas corrientes encuentran su implantación más férrea en los sistemas económicos capitalistas. Hoy en día las más implantadas en los sistemas occidentales son las corrientes liberales aunque una forma bastante moderada siguiendo en parte el modelo keynesiano.

El monopolio puro es un caso especial de monopolio en el cual solo existe una única empresa en una industria. En realidad no suele darse en la economía real, excepto cuando se trata de una actividad desempeñada mediante una concesión pública, pero se suele utilizar su figura para explicar la situación en la que existe un vendedor que es el único que posee un gran poder sobre el mercado. Para considerar un monopolio puro perfecto se han de dar los siguientes requisitos:

En este tipo de monopolio, el precio es siempre el mismo, independientemente de cómo, cuándo y dónde se compre el producto o servicio. No depende de ninguna variable. Para controlar el precio, la empresa determina la producción óptima con la que máximiza su beneficio, restringiendo el mercado, es decir, haciendo que el producto sea escaso.

La condición que establece este tipo de monopolista para maximizar su beneficio es:

El poder de mercado del monopolista con precio lineal o puro depende de la sensibilidad de la demanda al cambio de precio, si la medimos mediante el Índice de Lerner, obtenemos:

Esto supone que el monopolista con precio lineal o puro no puede establecer cualquier precio, sino que debe tener en cuenta factores como la existencia de productos sustitutivos, que le hacen perder poder de mercado. Si se compara este tipo de monopolio con una situación de competencia perfecta, este monopolio es más equitativo, ya que en competencia perfecta todo el bienestar social se lo lleva el consumidor, mientras que en este monopolio el bienestar social se reparte; sin embargo, este tipo de monopolio genera ineficiencia (pérdida irrecuperable de eficiencia —PIE—).

Un monopolio artificial es un tipo de monopolio en el cual el monopolista se vale de algún medio para impedir que vayan al mercado más productos que los suyos. Los medios de los que se puede valer pueden ir desde la violencia a una fuerte restricción de la demanda por parte de los consumidores, pasando por la imposición de barreras de entrada artificiales o de regulación (ver Monopolio de la violencia). Estos últimos, tienen un carácter fiscal. El Estado puede reservarse de forma exclusiva algunas producciones u otorgar privilegios a ciertas empresas o mantener un régimen de concesión de licencias restrictivo o proteger patentes y derechos de autor esenciales para realizar la actividad.

Un monopolio natural es un caso particular en el cual una empresa que puede producir toda la producción que necesita el mercado lo realiza con un coste menor que si hubiera varias empresas compitiendo.

Esto usualmente ocurre en mercados donde las firmas tienen que realizar una altísima inversión inicial para ingresar (economías de escala). Los incentivos para que otras firmas ingresen son nulos y, por otro lado, también sería ineficiente, es decir, resulta más eficiente que solo haya una empresa en el sector puesto que los costes medios tienden a 0 según se aumenta la cantidad haciendo el negocio más rentable y ayudando al monopolista a bajar el precio.

Si bien tienen también cautivos a sus consumidores tener un monopolio natural, a diferencia de uno clásico, es socialmente eficiente. Un ejemplo de ello es la distribución de agua potable en las ciudades. Con el tiempo, cualquier monopolio natural está destinado a morir bien por cambios legislativos o, debido a cambios tecnológicos.

El monopolio discriminador de precios es aquel que pone diferentes precios según las características del mercado, del producto o de los consumidores para obtener mayor beneficio económico.

La forma ideal de la discriminación de precios es cobrar de cada comprador lo máximo que el comprador está dispuesto a pagar. Así la curva de ingreso marginal se convierte en idéntica a la curva de la demanda. El vendedor va a vender la cantidad económicamente eficiente, capturando la totalidad del excedente del consumidor y aumentando sustancialmente los beneficios.

Para poder discriminar el monopolio es necesario:

El excedente del consumidor es el ahorro real de un consumidor dado a un precio igual y es igual al área debajo de la curva de la demanda y por encima del precio de mercado. La discriminación de precios aumenta el excedente del oferente y elimina por completo el excedente del consumidor.

El grado de discriminación indica la rentabilidad del monopolista. Así, la discriminación de primer grado es la que dejará más beneficio al monopolista.

Para poder aplicar los diferentes grados de discriminación, el monopolista debe percibir cierta información:

Para aplicar la discriminación de primer grado o perfecta, el monopolista necesita tener información perfecta sobre la demanda, saber quién es quién y que no exista ningún tipo de reventa. Para que se pueda aplicar el segundo grado, el monopolista necesita que no exista ningún tipo de reventa, pero no necesita obtener información perfecta de la demanda. Para poder aplicar tercer grado el monopolista necesita tener información perfecta sobre la demanda y que no exista reventa entre los diferentes grupos de consumidores. En caso que no se produzca alguno de estos supuestos el monopolista tiene que aplicar precio lineal.

Se llama estanco al monopolio en la producción o venta de un determinado bien asumido por el Estado u otorgado a particulares a cambio de un ingreso al fisco. Los estancos más comunes son los del tabaco, naipes, sal, explosivos y licores.

Los mercados de competencia monopolista se sitúan entre el monopolio y la competencia perfecta y poseen algunas características de cada uno de estos dos mercados. Se parecen a la competencia perfecta en que existen muchas empresas que producen y venden en este sector y en que no existen barreras de entrada: cualquier competidor tiene la facilidad para entrar o salir del mercado. La diferencia con la competencia perfecta consiste en que los productos que se generan no son homogéneos.

El vendedor se enfrenta a una curva de demanda decreciente, ya que puede permitirse subir el precio perdiendo algunos clientes pero no todos, ya que tiene cierto poder sobre el precio. Como resultado de esta demanda creciente, el equilibrio de cada empresa a corto plazo es muy similar al del monopolio. Para hacer máximo el beneficio económico, cada empresa fijará aquel nivel de producción que iguale el ingreso marginal al coste marginal, al igual que el monopolista.

Estos beneficios solo se mantendrán al corto plazo ya que al no existir trabas a la entrada o salida de empresas este beneficio actuará como incentivo a las demás empresas para entrar en el mercado restando con ello clientes a las demás, dándose esta situación hasta que la curva de demanda de cada empresa sea tangente a la de coste total medio; acabando con ello el incentivo y la entrada de empresas, por lo que a largo plazo las empresas suelen fijar su producción y precio con un beneficio nulo (lo que no significa que no sea rentable económicamente).

Un monopsonio (del griego mono- (μονο-) 'único' y psonios (ψωνιος) 'compra') es una situación de fallo de mercado que aparece cuando en un mercado existe un único consumidor, en lugar de varios. Este, al ser único, tiene un control especial sobre el precio de los productos, pues los productores tienen que adaptarse de alguna forma a las exigencias del comprador en materia de precio y cantidad. Esto le permite al consumidor obtener los productos a un precio menor al que tendría que comprarlo si estuviera en un mercado competitivo.

El monopsonio no es muy común en los mercados de productos de consumo final, porque usualmente los consumos de los demandantes son pequeños en comparación con el mercado total del producto. Sin embargo, puede ser muy común con los mercados de factores, especialmente en los países en desarrollo, donde una firma puede controlar una región y donde no hay gran movilidad de los factores.

Un monopolio bilateral es un mercado en donde cohabitan un monopolio de oferta y uno de demanda, y en donde tanto el vendedor como el comprador pueden influir en los precios. Es decir, existe a la vez por parte de los vendedores un monopolio u oligopolio y por parte de los compradores un monopsonio o oligopsonio. Pese a contemplar las dos formas teóricas de monopolio puro y monopsio puro, son bastantes frecuentes pues representan el intercambio de bienes que no son comunes o corrientes, como por ejemplo la industria de piezas especializadas.

En ese caso tanto el comprador como el vendedor se encuentran en una situación de negociación ya que el poder del monopolista (haciendo el precio suba) y el poder del monopsionista (haciendo que el precio baje) se contrarrestan mutuamente. Las virtudes en la negociación, pueden motivar que ambos no se contrarresten del todo prevaleciendo uno de los dos poderes de forma significativa.

Un duopolio es una forma de oligopolio en la cual existen dos productores de un bien o firmas en un mercado. En economía se estudia como una forma de oligopolio dada su simplicidad. Existen principalmente dos tipos de duopolio:

Un oligopolio es un mercado en el que existe un pequeño número de empresas productoras de un bien o servicio homogéneo y por medio de su posición ejercen un poder de mercado provocando que los precios sean más altos y la producción sea inferior. Estas empresas mantienen dicho poder colaborando entre ellas evitando así la competencia.



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