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Primera Coalición



Tratado de Campo Formio

Bandera de Austria Monarquía Habsburgo
Bandera de Sacro Imperio Romano Germánico Sacro Imperio Romano Germánico
Flag of the Kingdom of Prussia (1750-1801).svg Reino de Prusia[a]
Bandera de Reino Unido Reino Unido
Bandera de Francia Realistas franceses
Bandera de España Reino de España (hasta 1796)[b]
Bandera de Portugal Reino de Portugal
Bandera de Reino de Nápoles Reino de Nápoles
Bandera de Reino de Cerdeña Reino de Cerdeña

Flag of the Batavian Republic.svg República Bátava (desde 1795)[c]

Se conoce como Primera Coalición (1792-1797) al primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa. Las campañas bélicas se extendieron por Europa Occidental y el Caribe, convirtiéndola en una guerra a gran escala.

La coalición se inicia con la invasión del territorio francés por Austria y Prusia, y como respuesta ofensiva Francia declara la guerra a la Monarquía Habsburgo de Austria el 20 de abril de 1792, guerra a la que poco después se unirían el Reino de Prusia, Gran Bretaña, España y otros estados. A pesar de las derrotas iniciales de los ejércitos franceses, a partir de 1794 estos lograron imponerse en el campo militar y derrotar sucesivamente uno por uno a todos los países que habían entrado en la coalición antifrancesa. En 1795, Prusia y España firmaron la paz con el país galo y se retiraron de la coalición, al tiempo que era establecida la República Bátava como un estado satélite francés en Holanda. A partir de ese año el Directorio Francés preparó diversas operaciones para lanzar ofensivas en Alemania y el norte de Italia. Tras los últimos años en que las tropas francesas lograron mantener su hegemonía, en 1797 se firmó el Tratado de Campo Formio entre Francia y Austria, poniendo fin a la primera coalición.

Este acuerdo de paz no fue muy duradero ni del todo efectivo, ya que Gran Bretaña continuó en guerra y al año siguiente se volvió a formar una Segunda Coalición antifrancesa y la reapertura de hostilidades.

Desde la Toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, la monarquía de los Borbones había entrado en un proceso revolucionario. Esta deriva fue observada con creciente preocupación por las monarquías absolutistas del continente europeo, con el fundado temor de que se acabara extendiendo a sus estados y amenazara su poder. El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la Revolución, huyó junto con su familia de las Tullerías. Sin embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse ver, fue arrestado en Varennes por un oficial del pueblo y devuelto a París escoltado por la guardia. Aumentaba la tensión política y social en Francia, así como la amenaza militar de las potencias europeas. El conflicto se planteaba así entre una monarquía constitucional francesa en camino de convertirse en una democracia republicana, y las monarquías europeas absolutas.

La tensión con Austria, aumentada con la Declaración de Pillnitz, llevó a que Francia le declarase la guerra el 20 de abril de 1792.[2]​ Se produce el primer acto de guerra con la Toma de Porrentruy el 28 de abril de 1792 por iniciativa francesa contra territorio de Austria. En el Manifiesto de Brunswick (25 de julio de 1792), los Ejércitos Imperiales y de Prusia amenazaron con la ejecución o represión de todo aquel que se resistiera al restablecimiento de la monarquía y a las tropas de coalición. Esto ocasionó que Luis XVI fuera visto como conspirador con los enemigos de Francia.[2]​ El 10 de agosto, finalmente las masas asaltaron el Palacio de las Tullerías, y la Asamblea Legislativa suspendió las funciones constitucionales del rey. La Asamblea acabó convocando elecciones con el objetivo de configurar (por sufragio universal) un nuevo parlamento que recibiría el nombre de Convención. El 21 de agosto se proclamó la República Francesa.

Conociendo las intenciones de la Asamblea Nacional de continuar con la revolución y el guillotinamiento de Luis XVI de Francia, se formó una coalición que comprendía a los siguientes países: la Monarquía Habsburgo, el Reino de Prusia, Reino de Nápoles, Reino de Cerdeña, Reino Unido de Gran Bretaña, las Provincias Unidas y el Reino de España. El General Charles François Dumouriez preparó de inmediato una invasión sobre los Países Bajos Austriacos, donde esperaba encontrar el apoyo de la población local contraria al poder austriaco. Sin embargo, la revolución había desorganizado profundamente el Ejército francés y sus fuerzas eran insuficientes para la campaña. Sus soldados huyeron al primer signo de batalla y, en algunos casos, asesinando a sus propios oficiales como el general Théobald Dillon.

El mismo día en el que se reunió la nueva Convención francesa (20 de septiembre de 1792), tropas francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por primera vez a un ejército prusiano en la batalla de Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas Guerras Revolucionarias Francesas. Para más inri, después de esta derrota los prusianos dieron por finalizada su campaña tras considerarla más costosa y larga de lo que originalmente había previsto y se retiraron de Francia.[3]​ Mientras tanto, los franceses comenzaron a obtener éxitos con la ocupación de Saboya y Niza en el frente italiano. A su vez, el General Custine invadía Alemania y capturaba numerosas ciudades a lo largo del río Rin, llegando incluso hasta Fráncfort. Dumouriez preparó una nueva ofensiva en Bélgica, logrando esta vez una gran victoria sobre los austriacos en Jemappes el 6 de noviembre, y habiendo ocupado los Países Bajos Austriacos a comienzos del invierno.[3]

Dumouriez preparó una invasión de los Países Bajos austríacos, donde esperaba que la población local se levantara contra el dominio austríaco. Sin embargo, la revolución había desorganizado completamente al ejército francés, que no tenía fuerzas suficientes para la invasión. Sus soldados huyeron al primer signo de batalla, desertaron en masa, en un caso asesinaron al general Théobald Dillon.[4]

Mientras el gobierno revolucionario reunía frenéticamente nuevas tropas y reorganizaba sus ejércitos, un ejército aliado bajo Carlos Guillermo Fernando de Brunswick se reunió en Coblenza en el Rin. La invasión comenzó en julio de 1792. El ejército de Brunswick, compuesto principalmente por veteranos prusianos, tomó las fortalezas de Longwy y Verdun. [5]​ El Duque emitió una declaración el 25 de julio de 1792, que había sido escrita por los hermanos de Luis XVI, que declaraba su intención de restaurar al Rey francés a sus plenos poderes y tratar a cualquier persona o pueblo que se opuso a él como rebeldes para ser condenado a muerte por la ley marcial.[4]​ Esto motivó al ejército revolucionario y al gobierno a oponerse a los invasores prusianos por cualquier medio necesario, [13] y condujo casi inmediatamente al derrocamiento del Rey por una multitud que asaltó el Palacio de las Tullerías.[6]

Los invasores continuaron, pero en la Batalla de Valmy el 20 de septiembre de 1792 llegaron a un punto muerto contra Dumouriez y Kellermann en el que se distinguió la artillería francesa altamente profesional. Aunque la batalla fue un empate táctico, le dio tiempo a los revolucionarios y dio un gran impulso a la moral francesa. Además, los prusianos, enfrentando una campaña más larga y costosa de lo previsto, decidieron en contra del costo y el riesgo de continuar la lucha, decidieron retirarse de Francia para preservar su ejército.[7]

Mientras tanto, los franceses habían tenido éxito en otros frentes, ocupando Saboya y Niza en Italia, mientras que el general Custine invadió Alemania, capturando Speyer, Worms y Maguncia a lo largo del Rin, y llegando hasta Fráncfort. Dumouriez volvió a la ofensiva en Bélgica una vez más, obteniendo una gran victoria sobre los austriacos en Jemappes el 6 de noviembre de 1792 y ocupando todo el país a principios de invierno.[7]

El 17 de enero de 1793, la Convención condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría, acusándolo de «conspiración contra la libertad pública y la seguridad general del Estado». El 21 de enero el rey fue ejecutado, lo cual encendió nuevamente la mecha de la guerra con otros países europeos. Otra de las consecuencias indirectas del Manifiesto fue la de crear un temor entre los revolucionarios franceses al enemigo interno que pudiera colaborar con las monarquías absolutistas, con el resultado de las célebres Masacres de septiembre. A lo largo de los siguientes meses la represión contra todo elemento antirrevolucionario creó un ambiente que ha sido conocido como el "Reinado del Terror", en que miles de personas fueron ejecutadas.

Las monarquías absolutistas iniciaron una serie de invasiones de Francia tanto por tierra como por mar, con Prusia y Austria atacando desde los Países Bajos austriacos y el Rin, España invadiendo el Rosellón (en un conflicto que se denominó Guerra del Rosellón), y Gran Bretaña apoyando las revueltas en las provincias francesas y poniendo asedio a Tolón. Francia sufrió varios reveses militares (batalla de Neerwinden, 18 de marzo de 1793; batalla de Mas Deu, 18 de mayo) y algunas revueltas internas (especialmente la Guerra de la Vendée). A toda esta serie de crecientes dificultades respondió con medidas extremas: el Comité de Seguridad Pública, formado el 6 de abril de 1793 y las levas en masa, reclutando a cualquier soldado en potencia entre los 18 y los 25 años (agosto de 1793).[3]

1794 comenzó con un aumento de los éxitos de los Ejércitos revolucionarios: Aunque fracasó una ofensiva en el Piamonte, la invasión de España a través los Pirineos logró conquistar San Sebastián y los franceses obtuvieron una importante victoria en la batalla de Fleurus, volviendo a ocupar toda Bélgica y Renania.[3]​ Las acciones bélicas se extendieron a las colonias francesas de las Indias occidentales: Una flota británica capturó las islas de Martinica, Santa Lucía y Guadalupe, aunque un año más tarde llegaron refuerzos franceses que lograron recuperar las islas.[8]

Los nuevos ejércitos franceses contraatacaron repeliendo a los invasores y expulsándolos del territorio galo. Después de ocupar la República de las Provincias Unidas en un ataque sorpresa durante el invierno, los franceses establecieron el estado satélite de la República Bátava en mayo de 1795, y posteriormente obtuvieron Renania (las tierras de la ribera del río Rin) del Reino de Prusia mediante el Tratado de Basilea. España, con tropas francesas diseminadas por Cataluña, las Provincias Vascongadas y Navarra, firmó la paz por separado con Francia en el Segundo Tratado de Basilea: Los españoles cedían la colonia de Santo Domingo a cambio de recuperar los territorios peninsulares perdidos. La coalición sufrió un serio revés y ello dejó a Francia libre de invasiones para los siguientes años.

Los británicos intentaron reforzar a los rebeldes de la Vendée con el desembarco de realistas franceses en la costa de Quiberon, pero el plan fracasó. También fracasaron los intentos de derribar por la fuerza al gobierno de París gracias a la intervención de la guarnición militar al mando de Napoleón Bonaparte, logrando con ello el establecimiento definitivo del nuevo Directorio.

Para finales de año el Directorio francés preparó sus planes para conquistar más territorios en Alemania y el norte de Italia, donde los austriacos reorganizaban sus fuerzas. Sin embargo a finales de año el general Jean-Baptiste Jourdan fracasaba en el sitio de Maguncia.[9]

Los franceses prepararon un gran avance en tres frentes, con Jourdan y Moreau en el Rin, y Bonaparte en Italia. Los tres ejércitos debían encontrarse en el Tirol y avanzar sobre Viena. Jourdan avanzó rápidamente por Alemania y Moreau alcanzó Baviera y el Tirol a comienzos de septiembre, pero Jourdan fue derrotado por el Archiduque Carlos, y ambos ejércitos se retiraron de vuelta al Rin.[9]​ Por otro lado, Napoleón tuvo un gran éxito en la invasión de Italia: Separó a los ejércitos de Cerdeña y Austria, derrotando a cada uno por separado, forzando a Cerdeña a firmar una paz mientras capturaba Milán y ponía asedio a Mantua. Derrotó sucesivamente a los ejércitos austriacos que fueron enviados contra sus fuerzas, mientras continuaba con el asedio.[9]

La rebelión en la Vendée fue finalmente aplastada en 1796 por Lazare Hoche, pero fracasó el intento de Hoche de desembarcar una gran fuerza de invasión en Irlanda.[8]

El 2 de febrero Mantua se rendía a Napoleón y con ello 18.000 soldados austriacos eran hechos prisioneros. El Archiduque Carlos se veía incapaz de detener a Bonaparte en su avance al Tirol, lo que obligó al gobierno de Viena a firmar la paz de Leoben en abril. Al mismo tiempo, se producía una nueva invasión francesa en Alemania bajo el mando de Moreau y Hocheau.[10]​ Austria acabó firmando la Tratado de Campo Formio en octubre, cediendo los Países Bajos Austriacos y reconociendo el control francés de Renania y el norte de Italia.[10]​ La antigua República de Venecia fue dividida entre Austria y Francia. La Primera Coalición se hundió, dejando sólo al Reino Unido en su lucha de contención del expansionismo francés, al menos en el mar.



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