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Rosales (León)



Rosales es una población de la comarca de Omaña, en la provincia de León a 56 km por carretera al noroeste de León. El pueblo pertenece al histórico Concejo de la Lomba de Campestedo.[3]

Rosales se encuentra en el extremo occidental de la Lomba, a 1320 metros de altitud sobre la ladera sur del Cueto Rosales (1557 m).[1]​ El Cueto constituye un excelente mirador natural. Desde su cima, en un día claro, se puede divisar todo el valle del Omaña y la Cordillera Cantábrica desde el Catoute (2117 m) hasta el Espigüete (2450 m), en la provincia de Palencia.[4]

El pueblo limita con Folloso, a menos de 2 km al este. Otras localidades limítrofes son Santibáñez de Arienza y Vegarienza en el valle del Omaña, Cirujales en el Valle Gordo y Andarraso en la ladera sur del Carbaín (1470 m). A algo más de 1 km al sur de Rosales transcurre el Río Negro, que atraviesa la Lomba de oeste a este y desemboca en el Omaña. En la margen sur del río Negro destacan los picos del Zurragón (1372 m), Geijo Blanco (1446 m) y Cueto de las Gallinas (1489 m). [1]​ Se llega a Rosales tomando la CV-128-5 desde la carretera LE-493 (León a Caboalles), bien desde Riello o el Castillo.

Las viviendas y demás construcciones de Rosales están agrupadas en cuatro núcleos diferenciados: el Curriello, al oeste; la Solana, al norte; el Oseo, donde se encuentra «el bailadero» lugar tradicional de reunión de los vecinos; al sureste y en la cota más baja, está el barrio de Abajo o barrio del Convento,[5]​ donde se sitúa la iglesia. Al sur del pueblo abundan los prados y huertas de regadío.

El clima de Rosales tiene cierto carácter continental con veranos cortos y calurosos e inviernos largos y fríos. Las nevadas son relativamente abundantes durante el invierno y el riesgo de heladas es importante durante unos 8 o 9 meses al año. Los veranos suelen ser calurosos, con acusados contrates térmicos entre el día y la noche. Las precipitaciones son algo menos abundantes que en los valles septentrionales de la cordillera Cantábrica, más sujetos a la influencia marítima atlántica.[6]

Los suelos en las inmediaciones de Rosales datan del período Precámbrico, con carácter ácido y abundancia de rocas de origen volcánico en su composición. Son suelos bastante pobres, aunque descendiento hacia el fondo del valle, donde se acumulan los sedimentos, las tierras son más fértiles. Cerca del río Negro, las rocas son del período Cámbrico y una mayor abundancia de roca caliza.[7]

En la época prerromana, el valle del Omaña y sus alrededores estaba poblado por tribus astures. En las immediaciones de Rosales, cerca del río Negro en la zona conocida como «Campovalle» se ha hallado un hacha de bronce, lo que podría indicar la presencia de humana en tiempos anteriores a la conquista romana. También se conservan los restos del castro de Santa Colomba. El templo asociado al castro sobrevivió bastante tiempo, primero como templo pagano, y más tarde como ermita dedicada a Santa Colomba.[8]​ Del tiempo de la ocupación romana también datan los restos de una calzada[9]​ y canal destinados a la explotación minera.

El hallazgo de piezas de cerámica y restos de paredes sugiere la existencia en el pasado de un núcleo de población en las afueras de la presente ubicación También se han hallado restos de una antigua iglesia y restos de losas sepulcrales en unos terrenos dedicados a huertas a unos 2 km del pueblo; en una de estas losas se conserva una inscripción legible, que la sitúa en el reinado de Alfonso VI.[5]​ De acuerdo con la tradición, en esta lugar se situaba una abadía de monjes cluniacences; estos tendrían el señorío del territorio y posiblemente impulsaron el desarrollo de Rosales y el área circundante durante los primeros tiempos de la reconquista.[8]

En el siglo XIV Don Diego Fernández de Quiñones, primer Conde de Luna se apoderó del territorio gobernado por los concejos omañeses. El conde impuso a sus vasallos el pago de la cuarta parte del grano cultivado en sus fincas —impuesto conocido como «pan del cuarto»—. En la segunda mitad del siglo, los habitantes de los concejos de La Lomba de Campestedo, Traversales y Omaña comenzaron una serie de pleitos que culminaron el la sentencia dictada por la Chancillería de Valladolid en 1526 que sólo reconoció a los Condes de Luna el pago de 10 maravedíes y medio por vecino, aunque los vecinos de Rosales no quedaron conformes con el veredicto y siguieron pleiteando durante los siguientes siglos sin éxito.[10]​ La población no quedó libre de esta carga hasta después de 1811, cuando las Cortes de Cádiz derogaron los señoríos juridisccionales.

A pesar de los cambios económicos y sociales que tienen lugar en España partir del siglo XIX, la sociedad en Rosales cambió poco, debido al aislamiento del pueblo y a la crónica carencia de infraestructuras. Esta situación mejoró en la segunda mitad del siglo XX: en la primavera de 1961 se amplió el camino del Castillo que llega hasta la Iglesia del pueblo; estos trabajos, realizados con la colaboración de los vecinos de Folloso, Andarraso, Ponjos, Murias de Ponjos y Santibáñez de Arienza entre otros, facilitaron el transporte de la madera de tierras comunales, cuya venta financió la instalación de la luz eléctrica en otoño del mismo año; la electricidad era suministrada por un generador de turbina hidráulica en el molino de Castro de la Lomba, que más tarde cayó en desuso. En el año 1978 se acondicionó y cambió el trazado de la carretera del Castillo y se asfaltó toda ella, facilitando el acceso al pueblo.

Estas mejoras no fueron suficientes para frenar la emigración de la población, que no cesa de disminuir desde alcanzar su máximo a principios del siglo XX : 173 habitantes en 1920 según el censo de Mourille.[11]​ La despoblación se aceleró a partir de los años 50,[12]​ y a principios del siglo XXI el pueblo apenas cuenta con habitantes fijos, aunque bastantes viviendas siguen en uso como segunda residencia.[13]

La unidad tradicional política y administrativa de los pueblos de Omaña era el concejo. El concejo aseguraba que la explotación de pastos y montes, veceras de ganado y facenderas para quitar nieve, construcción de caminos, fuentes y un sinfín de tareas que garantizaban el bien común eran ejecutadas por los vecinos mediante prestaciones personales. El pueblo se regía por ordenanzas para regular el riego de las tierras y aprovechamiento de los pastos, así como designar las multas para los vecinos que las incumplieran. El concejo de Rosales, estaba a su vez integrado en el Concejo de la Lomba de Campestedo, con cabeza de municipio situada en Campo de la Lomba. En 1970 los pueblos de la Lomba quedan integrados en el ayuntamiento de Riello. Con la creación de las comunidades autonómas, el concejo pasa a constituirse como una EATIM (entidad de ámbito territorial inferior al municipio), regida por un alcalde pedáneo y junta vecinal

La EATIM tiene como competencias la administración del su patrimonio histórico y forestal, construcción y reparación de fuentes y abrevaderos, la policía de caminos rurales, montes, fuentes y ríos y limpieza de las calles.[14]

La economía de Rosales ha estado tradicionalmente basada en el cultivo del centeno, hortalizas, lino y árboles frutales y la ganadería (vacas, ovejas, cabras, cerdos y aves de corral). El pueblo contaba con molinos hidráulicos de rodezno, situados en el río Negro y dedicados a moler el grano, y con hornos para fabricar cal a partir de la piedra caliza abundante en partes de la Lomba. Se trataba de una economía de subsistencia, donde las familias consumían la mayor parte de lo que producían y fabricaban y reparaban ellas mismas las viviendas y objetos de uso cotidiano. Los escasos ingresos que se obtenían se solían dedicar a la compra de azúcar, vino, telas y otros materiales que no se producían en el pueblo, o eran invertidos en la compra de tierras y animales. Estos intercambios comerciales se producían principalmente en los mercados de Riello y el Castillo.

En los años 60, mejoró la situación económica de la población gracias al efecto combinado de la mejora de los acceso al pueblo y a la emigración masiva, que dejaba más tierras disponibles a los habitantes restantes. Al poder acceder vehículos de motor al pueblo, los vecinos empezaron a obtener más ingresos de la venta de leche. Las tierras antaño dedicadas a producir alimentos empezaron a ser aprovechadas para pastos. Las explotaciones mineras de Valdesamario y Laciana ofrecieron una alternativa a la ganadería como fuentes de ingreso. Sin embargo, las perspectivas económicas siguieron siendo muy inferiores a las ofrecidas en áreas urbanas e industriales. El envejecimiento de la población y la falta de una política coherente para promover la repoblación a un nivel suficiente para aprovechar íntegramente los recursos existentes ha desembocado en la situación actual de abandono.[15]

La iglesia parroquial es el edificio más destacado de Rosales. Fue construida a finales del siglo XVIII y restaurada en profundidad en 1997. La mitad delantera está recubierta por una bóveda de cañón de piedra y la parte trasera por madera recubierta de losa. La cubierta del techo, originalmente de pizarra, se puso de teja durante la restauración. La torre está rematada por una espadaña, como es habitual en la zona. De la parte superior cuelgan dos campanas, una grande y otra pequeña de sonido más agudo. Las campanas se utilizaban para convocar a los vecinos, usando un toque diferente para cada ocasión: para misa, rosario, llamada a concejo o facendera, aviso de tormenta, de incendio, etc.

La iglesia sustituyó a otra más antigua, situada en un monasterio dedicado a San Mateo del que hoy no quedan restos, excepto algunas losas encontradas en la ubicación del antiguo cementerio. De la iglesia antigua se conserva una talla de San Mateo del S. XVI y el frontal del Altar Mayor. El retablo del Altar Mayor es de estilo neoclásico. El altar del Bendito Cristo, realizado con madera policromada, es de estilo churrigueresco, con columnas retorcidas y decoradas con hojas de vid y racimos de uvas; ocupa el centro del mismo una imagen de Cristo crucificado de gran talla; le acompañan por un lado una imagen de la Virgen del Rosario y por el otro una pequeña talla de santa Colomba del siglo XVI, proveniente de la antigua ermita que llevaba su nombre. En la parte posterior de la iglesia está el coro, sostenido por una gruesa viga de madera pintada y sobre la que descansa una barandilla de madera decorada y bien trabajada.[16]

Rosales es un pueblo rico en tradiciones, muchas veces compartidas con otros pueblos de La Lomba de Campestedo y de la provincia de León.[17]

Entre las costumbres del pueblo cabe destacar:

El pueblo cuenta con una abundante tradición oral, que se ha conservado en gran parte gracias a los esfuerzos de César Morán Bardón. Muchas de las leyendas tienen una base religiosa, tratando de milagros realizados por santos o por la Virgen; otras de basan en hechos históricos, como la historia de Ares de Omaña. Otras leyendas, de carácter pagano, comparten elementos comunes con el folclore del noroeste peninsular, como el protagonismo de los «moros» y tesoros escondidos.[19]

El Padre César Morán nació en Rosales en 1882. Agustino licenciado en filosofía y teología fue un arqueólogo y etnógrafo autodidacta, centrando su investigación en las edificaciones prehistóricas y folclore popular de Salamanca, Zamora y León. Falleció en Madrid en 1951.[21]

El 22 de agosto de 1987 fue objeto de un homenaje en Rosales. Se le dedicó un monolito al lado de la iglesia, así como la calle principal de Rosales.

El beato P. Bernardino Álvarez Melcón (31 de agosto de 1903 - 28 de noviembre de 1936) fue un sacerdote agustino, doctor en derecho canónico y civil, superior del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Fue fusilado en Paracuellos de Jarama y beatificado el 28 de octubre de 2007 en Roma por Benedicto XVI.[22]​ Su fiesta se celebra el día 6 de noviembre.[23]​ El 12 de agosto de 2008 se le dedicó un homenaje en Rosales y se puso una placa en la iglesia en su honor.



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