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Tuna



Una tuna es una agrupación o hermandad de estudiantes universitarios o miembros de una sociedad que, portando la vestimenta antigua de la universidad o vestimenta que represente su cultura de origen, se caracterizan por cantar, tocar y viajar por el mundo gracias a estas habilidades —a pesar de que no todos o muy pocos sean músicos de profesión— o por interpretar temas musicales haciendo uso generalmente de instrumentos de cuerda y percusión.

La tuna universitaria es una antigua tradición que surgió en España, principalmente en Salamanca, y posteriormente gracias a su carácter viajero, se extendió a diversas partes de Europa, como Portugal y Holanda, y en América en países como México, Guatemala, Colombia, Perú, Chile o Argentina, etcétera. Llegó a finales del siglo XIX a través de tunos españoles, concretamente madrileños.[1]

Para algunos su origen se ubica entre el siglo XIII o XIV con los continuadores de la tradición goliarda: en la Edad Media era un tipo de clérigo itinerante (giróvagos o sarabaítas) que aprovechaba la tradición de hospedaje de los monasterios para vivir sin trabajar destacándose por su predilección por la música, la bebida, la comida, el juego y los amoríos. Otro origen, no excluyente, sería el de los estudiantes pobres o sopistas, que vivían de la sopa boba que daban gratis en los conventos a los necesitados. Estos sopistas se valdrían de sus habilidades musicales, súplicas o picaresca tunante para cubrir al menos en parte sus estudios y medios de subsistencia. Sea cual fuera el origen, dejarían con el tiempo una huella que se refleja ya en el Siglo de Oro como estereotipo del estudiante de carácter alegre y pícaro que podemos encontrar, por ejemplo, en el entremés cervantino de La cueva de Salamanca.

Existen muchas versiones del origen de la palabra «tuna», para algunos esta deriva de la palabra «'tunar' o 'correr la tuna'»,[2]​ que significa «llevar una vida viajera, vagabunda, tocando y cantando [...] también se [cree que] deriva de la expresión francesa Roi de Thunes (Rey de Túnez), un apelativo utilizado para designar a líderes de vagabundos».[3]​ para otros deriva de la palabra atún y hacen esta similitud de los tunantes por «la naturaleza migratoria de estos peces y el carácter ambulatorio de los Tunos».[3]​ Según esta teoría, «Tunos» serían los trabajadores estacionales que se desplazaban hacia el sur de España buscando trabajo, siendo este proporcionado por la temporada del atún del Mediterráneo. Estos trabajadores de temporada pudieron haber inspirado a los estudiantes a llevar una vida errante.

Así mismo, también se cree que la palabra tuna proviene de «tunante», que era una palabra despectiva referida a esos estudiantes músicos y nocherniegos que hacían ruido cuando se dormía, a los que alude el Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor,[4]​ que por uso derivó en «tuna». Esta teoría se apoya en el carácter mendicante de los «sopistas», estudiantes, no necesariamente pobres, que tras dilapidar sus mesadas, sobrevivían a expensas de la «sopa boba», distribuida gratuitamente en ese tipo de albergues conventuales, de modo que —he aquí la conexión—, debieron de llamarles «tunos».

Otras teorías más ampliamente difundidas procuran situar el origen en el latín tonare (sonido), aunque esta evolución es contraria a la legislación de los cambios fonéticos del latín a las lenguas ibéricas. Sin embargo, existen otras teorías.

La tuna, en sus albores, la constituían estudiantes que, debido a sus escasos recursos, tenían que cantar o tocar de lugar en lugar para poder ganarse la vida, o simplemente, para sustentarse durante el viaje de vuelta a sus casas cuando llegaban las vacaciones (en algunos casos). De ahí que esa actividad se designe con un verbo específico: «tunar», o "«correr la tuna».

Siendo una tradición íntimamente ligada a las universidades, las tunas mantienen vivas las costumbres heredadas de los estudiantes universitarios del siglo XIII. Alfonso X el Sabio se refirió a los tunos como juglares, en su Código de las Siete Partidas al escribir: «Esos escolares que trovan y tañen instrumentos para haber mantenencia». Coetánea suya, también lo hizo la obra Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, describiendo las cintas que aún penden sobre la capa del tuno: «una por cada conquista amorosa, una por cada mujer».

El Arcipreste de Hita, en El Libro de buen amor, subraya su carácter mendicante.

La tuna en sus orígenes aglutinaba a aquellos estudiantes que por su condición económica no podían costearse su estancia en la universidad, y trovaban por las fondas y mesones para conseguir algo de dinero y un plato de sopa con los que mantenerse. Por esta razón se les conocía como «sopistas», y se decía que vivían de la sopa boba.

Para tales menesteres portaban guitarras y bandurrias, y cantaban coplas populares. También se servían de sus habilidades musicales para enamorar a las doncellas que pretendían. Constancia de ello queda en la primera referencia escrita que hay sobre las tunas, que se encuentra en el archivo de la Universidad de Lérida, y en la que se prohíbe a los estudiantes hacer rondas nocturnas bajo pena de confiscarles los instrumentos.

No puede hablarse de tunos, hasta 1538, año en que los sopistas se acogieron a las viviendas benéficas que les ofrecía la Instrucción para bachilleres de pupilos. A partir de ese momento, comenzaron a cantar sin que en ello les fuera la supervivencia. Porque, entonces, los ya exsopistas, en calidad de estudiantes veteranos, se hicieron servir como escuderos por los «bobos», «pardillos» o estudiantes nuevos, a los que supuestamente debían apoyar, según la norma, a cambio de legarles su gaya ciencia musical.

Lo cuenta el Guzmán de Alfarache, haciendo hincapié en el estatus de estudiante rico que así alcanzaron los otrora sopistas. Luego, en El Buscón de Francisco de Quevedo, se habla de las bromas que les aguantaban los estudiantes novatos, hasta cumplir el meritoriaje que les terminara equiparando a ellos.

El tuno mendicante casi desaparece de la escena española merced a la abolición de la obligatoriedad en el uso del traje talar (traje de estudiante), viéndose constreñidos los estudiantes a colgar manteos y tricornios y a utilizar ropas de gentes, imposibilitándose la identificación de quienes corren la tuna como pertenecientes a la corporación escolar en el año de 1835,[6]​ y posteriormente a mediados de siglo durante la regencia de María Cristina, que permite la libre asociación, se crean asociaciones de músicos y artistas entre las que sobresalen las «estudiantinas», grupos musicales a la batuta de un director, con un formato de número musical que fue todo un éxito en la época, haciendo que estudiantinas como la «Figaro» trascendiera fronteras y continentes.

A imagen de estas estudiantinas, se recrean en las universidades españolas las primeras tunas como las vemos hoy, que evocan las otrora comparsas de estudiantes que con sotana y manteo raído recorrían ciudades y campos, pero ahora con el traje y formato musical de la estudiantina, multiplicándose sus tradicionales galanteos y rondas nocturnas.

Actualmente el asociacionismo en la universidad se ha divesificado en extremo, lo que ha hecho que las asociaciones de más tradición como el coro, la tuna y el teatro universitario pierdan estudiantes, foco y respaldo en favor de otras más recientes como las de cooperación internacional, cinefórum y juegos rol. Sin embargo perdura en muchas ciudades el hecho de realizar encuentros de estudiantinas como un elemento propio[7][8]​ y algunas estudiantinas realizan recitales anuales en sus respectivas universidades con respaldo institucional.[9]

Pese a la antigüedad de la institución o, quizá, debido a ella, la tuna despierta en la actualidad opiniones encontradas. Partidarios y detractores esgrimen distintos argumentos a favor y en contra de su existencia. Entre los argumentos de sus partidarios están que la tuna es una institución «simpática», un grupo cohesionado que defiende valores como la hermandad, la lealtad, la defensa de las tradiciones estudiantiles, que celebra la alegría de la juventud, la despreocupación estudiantil y el amor por la música y la sana diversión.

El novataje es el periodo en el que los nuevos y futuros miembros de la Tuna se forman tanto en los aspectos musicales como personales, siendo este proceso un método de reforzar los puntos fuertes y débiles del joven ,aunque con variaciones entre las distintas tunas, en general, los nuevos miembros de la tuna son considerados indignos de portar el traje y la beca hasta haber demostrado distintos grados de capacidad o pericia tanto musical como en los usos y forma de comportarse de los tunos veteranos. El periodo de tiempo que los novatos y pardillos (un pardillo posee traje pero no beca) deben pasar siéndolo varía, dependiendo de su velocidad de aprendizaje.

Durante ese tiempo son considerados aprendices, es por ello por lo que ayudan a los veteranos en el desempeño del tunar y están excluidos de «ciertos derechos», asimismo pueden ser objeto de novatadas aleatorias a capricho de cualquiera de los miembros más veteranos (siempre con el objetivo de que aprendan las habilidades propias de la tuna de esas novatadas. También es tradición que novatos y pardillos traten de librarse de ellas, hacer que otro las cumpla y/o cualquier otro menester que les aligere la carga, ayudándose mutuamente aunque acaben de conocerse, pues esto es lo que hace hermandad). Transcurrido ese periodo, los novatos que ameriten acceder al grado de veterano y portar la beca suelen pasar por un rito de paso en forma de festejo privado en el que se les hace pasar una noche llena de diversión , hermandad, música y risas. A la finalización de este, al nuevo miembro de pleno derecho de la tuna se le impone la beca distintiva que le acredita como tal. En algunas tunas el rito de paso se realiza como condición inicial para entrar en la tuna y acceder a la condición de novato. En otras, existen grados de «impericia»: pardillo, novato, etc. hasta acceder al de veterano.

Las tunas se suelen clasificar según la facultad universitaria a la que pertenecen sus miembros: así tendremos Tuna de Derecho, Tuna de Medicina, Tuna de Peritos, Tuna de Filosofía, Tuna de Magisterio, Tuna de Económicas, etcétera. En casos de universidades con menor antigüedad o tradición, suele haber una sola tuna Universitaria, que englobe a estudiantes de varios estudios, e incluso en ciudades con varios «distritos universitarios», crean una Tuna de Distrito (también con estudiantes de varios estudios).

La indumentaria del tuno está compuesta de capa o manteo, jubón, camisa, calzas, abullonadas o cervantinas sobre estas, zapatos o botas y finalmente la beca que es lo que identifica a cada tuna y varía su color de acuerdo a la facultad a la que pertenezca según la tradición española: rojo para Derecho, azul turquí para Ciencias, amarillo para Medicina, azul celeste para Filosofía y Letras, morado para Farmacia, verde para Empresariales, naranja para Economía, etcétera.

La primera representación iconográfica de un tuno se encuentra en la parte inferior del pasamanos de la escalera del Rectorado de la Universidad de Salamanca, antiguo hospital universitario, una pequeña talla que lo muestra con el bicornio decorado con cuchara y tenedor, un instrumento de cuerda que parece una bandurria y capa.

En las representaciones correspondientes del siglo XVIII, aparecen vestidos con calzón corto, jubón y capa, y bicornio. En la actualidad las tunas se dividen entre las de gregüesco o trusas y las de calzón corto.[10]

Las becas tienen un largo suficiente para alcanzar (aproximadamente) desde la mitad superior de la espalda hasta que la punta de la uve se sitúe en el pecho. Las becas de las tunas de Valladolid son particularmente diferentes al resto, dado que son más largas (de forma que por la espalda se cruzan y llegan sus extremos hasta más abajo del cinturón del jubón) y tienen en uno de sus extremos un aro (quizá como recuerdo de un sombrero que se llevaba cosido a la beca).

Hay algunas curiosidades: la Tuna Compostelana (no lleva beca, porta cosida en el jubón una Cruz de Santiago bordada) y la Tuna de Distrito de Granada (lleva al pecho el escudo de la Universidad de Granada), la conocida como Tuna de Peritos de Sevilla (o Tuna de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales) lleva un fajín blanco impuesto en honor a su anual acto de ofrenda a la Virgen de la Inmaculada Concepción (acto que forma parte de las fiestas tradicionales de Sevilla, en la noche del 7 al 8 de diciembre).

Hay otra indumentaria de tuna propia de las tunas portuguesas. Llevan el traje de estudiante negro y la capa negra. En vez de cintas dejan que les rasguen la capa personas que son importantes para ellos.

Los instrumentos actuales de la tuna son principalmente los llamados de pulso y púa, los populares españoles: laúd, guitarra y bandurria y la pandereta, y antes la vihuela, de péñola o de arco, antecesora del violín. Estos instrumentos aparecen en el Libro del Buen Amor.[11]

La guitarra que se utiliza como acompañamiento armónico de la melodía. La melodía la crean las voces y los cantos, que se apoyan en la bandurria (primera voz) y el laúd español (segunda voz). El contrabajo se ha convertido en la actualidad en un instrumento habitual en muchas tunas, complementado armónicamente el conjunto de cuerdas. No nos podemos olvidar, sin embargo, de otro instrumento característico de la música estudiantil: la pandereta, así como también podemos encontrar al pandero y las castañuelas.

Además de los instrumentos básicos, sin los cuales no se podría crear música de tuna, utilizan muchos otros que le confieren una riqueza muy especial. Estos han llegado gracias a la fusión con la cultura de muchos pueblos, y también muchas veces por los propios instrumentos regionales de las localidades de origen de la tuna. Entre los más destacados encontramos el timple canario, la bandola y el charango. También suelen usarse en las tunas de todo el mundo el cuatro venezolano, tres cubano, cuatro puertorriqueño y el acordeón para acrecentar la variedad sonora. En la actualidad también se han añadido instrumentos de viento tales como la quena y la flauta traversa. En conclusión la tuna recoge la cultura musical de cada país y/o región que visita y la adopta en su repertorio.

Las Estudiantinas portuguesas suelen usar mandolina en vez de bandurria y laúd; también incluyen tradicionalmente el bandoneón y la guitarra portuguesa.

La mayoría de las tunas y estudiantinas de México, adaptan dos instrumentos básicos del mariachi como son: la vihuela mexicana y el guitarrón, esto con el fin de enriquecer más aún las melodías. Cabe mencionar que algunas estudiantinas parroquiales, también utilizan el acordeón para armonizar la pieza musical. Incluso algunas tunas y estudiantinas de México hacen uso de violines cuando interpretan piezas de folclore mexicano como las canciones de mariachi o algunos sones y huapangos, sobre todo, las tunas y Estudiantinas de los estados de Hidalgo y Veracruz.

El repertorio de la Tuna es sobre todo canción estudiantil, empezando por el género propiamente que es la canción de ronda, que aparece desde las primeras canciones líricas europeas, que tiene su versión en la música popular, donde siempre se encuentran canciones de serenata y los pasacalles etc. con sus elementos que vemos en otro lugar. Buena parte del repertorio tunantesco, las más populares, no tienen autor conocido.[11]

Después, su cancionero se ha enriquecido con temas populares españoles, así como pasodobles y vals, y folclore regional, como jotas, isas, malagueñas, etc. También, por su carácter viajero el Tuno ha engrosado su repertorio con canciones de todo el mundo en miles de idiomas, siempre para poder sorprender y alegrar cada fiesta en la que se encuentren.

Algunas tunas son cantautoras de temas propios. Por ejemplo, la Tuna de Derecho de Sevilla es cantautora de temas como Rumor en los Balcones, Las Plazas de Mi Sevilla, Tus Ojos o Maicena. Cabe destacar el legado de la Tuna de Medicina de Salamanca, con Tuno Galeno (en referencia a su profesión), El Trovador (que habla de la faceta galante del tuno) o La Solera de mi Menda (hablando de su ropaje). También podemos encontrarnos con la Tuna de Magisterio de Málaga como autora de Tradición, Mujer malagueña, Luna negra, Noche sin final, Aires de Libertad o De tu piel, entre otras. Muchas de estas canciones y letras se pueden encontrar recogidas en el Museo del Estudiante. Desde su fundación en 1982, la Tuna de Derecho de Alicante (TDA) ha realizado una importante aportación al cancionero actual, gracias especialmente a la prolífica y longeva labor de Juan Carlos Berrueco, "Charly", con composiciones como Llorarán las estrellas o Cumbres del Teide, así como de Isidoro Vila, Luckyy su laureado Plazas y Calles de Chueca, y el compromiso musical de varias generaciones de integrantes que, además de sus tareas profesionales, participan en otros proyectos musicales, incluyendo la estrecha colaboración con otras tunas de su ciudad.



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