La diócesis de Roma (en latín, Dioecesis Urbis seu Romana) es una circunscripción eclesiástica latina de la Iglesia católica, sede metropolitana de la región eclesiástica del Lacio y sede primada de Italia. La diócesis tiene al romano pontífice como su ordinario, desde el 13 de marzo de 2013 el papa Francisco.
Desde el punto de vista administrativo y titular, esta diócesis de características singulares es al mismo tiempo:
La catedral es la Archibasílica de San Juan de Letrán, en Roma.
La diócesis está sometida a la autoridad episcopal del papa. Se extiende sobre suelo perteneciente a la República Italiana y todo el territorio de la Ciudad del Vaticano. Las dos partes de la diócesis están administradas por dos vicariatos:
La diócesis se extiende sobre 881 km² y comprende la mayor parte de la ciudad y de la comuna de Roma, a excepción de porciones pertenecientes a las diócesis limítrofes de Puerto-Santo Rufina, de Frascati y de Tivoli. También pertenecen a la diócesis algunas parroquias de la comuna de Guidonia Montecelio.
La catedral de la diócesis es la archibasílica del Santísimo Salvador y de los Santos Juan el Bautista y Evangelista, que ostenta el título de Madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo. Anexa a ella se encuentra el palacio de Letrán, sede de las oficinas del Vicariato de Roma.
La parte de diócesis que se encuentra en territorio italiano constituye el Vicariato de Roma, que "realiza la función de curia diocesana". El vicariato está dirigido por un vicario general, que, es un cardenal, el cardenal vicario: estos, en nombre y por mandato del papa, "ejercen el ministerio episcopal de enseñar, santificar y regir el gobierno pastoral en la diócesis de Roma con potestad ordinaria vicaria". Al cardenal vicario se le encomienda pues el efectivo gobierno de la diócesis romana, junto al arzobispo vicegerente y los obispos auxiliares. Desde 1970, al cardenal vicario también se le asigna el cargo de arcipreste de la archibasílica lateranense, cerca de la cual tiene sede la curia diocesana.
El vicariato está dividido en 5 sectores: norte, sur, este, oeste, y centro. Cada sector está dirigido por un obispo auxiliar que colabora con el cardenal vicario y el vicegerente en la administración pastoral de la diócesis. Los cinco obispos auxiliares son:
Cada sector está dividido en prefecturas (agrupación local de parroquias), útil para la colaboración pastoral entre las parroquias. El responsable de cada prefectura es un prefecto, elegido por los vicarios y los vice-vicarios de la prefectura, a los cuales se les encarga la tarea de coordinación pastoral en colaboración con el obispo auxiliar del sector. El prefecto está elegido entre los vicarios de la prefectura a la que pertenece. En total la diócesis se compone de 36 prefecturas y 334 parroquias.
La suprema autoridad de la diócesis es el Papa, obispo de Roma, que gobierna la diócesis por medio del cardenal vicario. Los mayores organismos de gobierno y de pastoral de la diócesis son:
El nombre de cada iglesia de Roma, va ligado a un título cardenalicio desde el momento de creación de un cardenal. En el vicariato de Roma se encuentran:
En el territorio diocesano además hay muchas iglesias que no necesariamente poseen un título. En particular:
Vicario general de la Ciudad del Vaticano
El Vicariato de la Ciudad del Vaticano fue creado junto al Estado de la Ciudad del Vaticano, con la firma de los Pactos de Letrán, el 11 de febrero de 1929, por la bula Ex Lateranensi pacto del 30 de mayo de 1929. El papa Pio XI estableció que tal encargo sería asignado al "Sacristán de Su Santidad", cargo confiado a un religioso de la Orden de San Agustín, consagrado obispo con el título de Porfireone. Juan Pablo II, en el 1991, abolió el cargo de Sacristán y asignó el encargo de Vicario de la Ciudad del Vaticano al arciprete "pro tempore" de la Basílica de San Pedro.
El vicariato está bajo la jurisdicción administrativa del Estado de la Ciudad del Vaticano. A este pertenecen sólo dos parroquias: Sant'Anna de los Palafrenieri y San Pedro en el Vaticano.
Las antiguas diócesis sufragáneas pertenecientes a la provincia eclesiástica de Roma ostentan el título de sedes suburbicarias (del compuesto latino sub-urbis, "sujeto a la ciudad") y están asignadas en título a los cardenales obispos (simbólicamente los antiguos obispos sufragáneos del Papa), pero poseen obispos ordinarios, al igual que todas las otras diócesis. La provincia eclesiástica romana está compuesta por las siguientes diócesis:
Desde 1962, la sede suburbicaria de Ostia, dada su poca extensión, no tiene un obispo residencial, pero está unida en administración apostólica a la diócesis de Roma. Su administrador apostólico es el cardenal vicario, el cual confía el gobierno de la pequeña diócesis al obispo auxiliar del sector sur.
El nacimiento de la comunidad cristiana de Roma, la cual era la capital del Imperio romano, está ligada a la predicación del apóstol Pablo de Tarso empezada antes con las Epístolas a los Romanos del 57-58, luego con su estancia en la Urbe alrededor de los primeros años 60 del siglo I. En el mismo periodo, llegó a Roma también Simón Pedro, el primero de los Apóstoles; según el libro apócrifo de los Hechos de Pedro del siglo II, su legada se dio para solucionar las disputas nacidas en el seno de la comunidad alrededor de las teorías propugnadas por Simón el Mago. Pedro es considerado el primer obispo de Roma, fundador de la Iglesia romana que posteriormente sería primada universal sobre todas las otras Iglesias particulares.
Alrededor de los años 64-67, los dos apóstoles sufrieron ambos en Roma el martirio, durante las persecuciones del emperador Nerón.
La muerte de los dos apóstoles significó el inicio de la persecución de los cristianos en el imperio romano.
La difusión de la fe cristiana en la capital del Imperio reflejó el hecho evidente de la incompatibilidad entre esta y la antigua religión romana, en particular por el hecho de que, con el politeísmo, el cristianismo no podía ser integrado en el sistema religioso de Estado y en el concepto de pax deorum que lo regia. A esto se añadía el hecho de la denegación del culto imperial, que aparecía como un reto a la autoridad del princeps, con el agravante de que, a diferencia del Judaísmo, el cristianismo no resultaba ser limitado a una sola (y reducida) etnia. El hecho final de que los seguidores de Cristo cobraran importancia entre las partes más bajas de la sociedad romana, propugnando también ciertos principios de igualdad, sospechosos a los ojos de las autoridades.
Cuando el emperador Nerón imputó el gran incendio de Roma a la acción de la secta cristiana, esta fue puesta fuera de ley y empezaron las persecuciones contra aquellos que rechazaban hacer sacrificios a los dioses y al emperador. La persecución de Nerón fue una de las más violentas que golpearon la comunidad de Roma, en particular por la muerte de sus fundadores: Pedro, crucificado en el circo de la colina vaticana, y Pablo, decapitado A Aquaas salvias, en el lugar sobre el cual se alza en la actualidad la abadía delle Tre Fontane, a lo largo de la vía Ostiense.
Las persecuciones, en cambio, no fueron unos fenómenos continuos, pero de los acontecimientos dieron el contexto para que los emperadores no toleraran el nuevo culto.
Durante tales persecuciones sufrieron el martirio prácticamente todos los sucesores de Pedro:
Fue en este periodo que se crearon las catacumbas, cementerios subterráneos dedicados al culto de los mártires.
Con el edicto de Milán del emperador Constantino I en el 313 se permitió la libertad de culto a los cristianos. Roma y su diócesis vivieron una amplia campaña de construcción durante el pontificado de Silvestre I, iniciada por el emperador con la construcción de las tres primeras basílicas papales: la lateranense, la vaticana y la ostiense. Los cristianos podían obrar libremente y bajo la protección imperial, la diócesis de Roma creció rápidamente en importancia, tanto religiosa como política.
Las Iglesias de lengua latina, (Europa occidental y Norte de África), constituyeron la Iglesia latina. En esta época el primado de la cristiandad estaba dado a las tres sedes petrinas: Roma, Alejandría y Antioquía, que estaban relacionadas directamente con San Pedro.
Con el edicto de Tesalónica del emperador Teodosio, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano. Esto reforzó todavía más la estructura jerárquica de la Iglesia y atribuyó al obispo de Roma, como a los otros obispos, un rol formal en la administración imperial, junto a los funcionarios civiles: el término diócesis se empieza a utilizar para indicar la circunscripción episcopal, que se refería al análogo término "diócesis", atribuida a las circunscripciones de provincias. Así como los gobernadores provinciales estaban sometidos a los vicarios y los viciarios a los prefectos del pretorio, los obispos estaban sometidos a los metropolitanos y los metropolitanos a los patriarcas. A partir de Teodosio y posteriormente el emperador Graciano, cedieron al papa Dámaso y a sus sucesores el título de Pontífice Máximo, que era la máxima autoridad religiosa romana.
Paralelamente a la división del Imperio, la creciente importancia de Constantinopla llevó a los obispos de Roma a enfrentarse con las decisiones del Concilio Constantinopolitano I, que había elevado la sede episcopal de Bizancio a patriarcado, asignándoles el primado de honor después de la Iglesia de Roma.
La organización de la Iglesia cristiana se consolidó en esta época con la denominada pentarquía, gobernada por los cinco patriarcados, en orden de precedencia: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. En el 451, sin embargo, la sede romana rechazó la aprobación del canon XXVIII del Concilio de Calcedonia, que equiparaba las dos sedes de Roma y de Constantinopla, reflejando por primera vez el primado papal.
Con la caída en el 476 del Imperio Romano de Occidente se creó un vacío de poder temporal, ocupado por el Senado y la autoridad pontificia, siendo el papa el único "funcionario imperial" que quedaba en la ciudad.
Entre el siglo VI y el VII, Roma y su diócesis estuvieron bajo la autoridad del Imperio bizantino: la unión vino decretada con la Pragmática Sanción "sobre las solicitudes de papa Vigilio". El dominio bizantino sobre Roma vino por la estructuración de la eparquía Urbicaria (580), luego a partir del 582, el Ducado Romano, pasa estar sujeto al Exarcado bizantino de Italia.
Alrededor del año 590, el papa Gregorio Magno, más de a solicitar la intervención imperial contra los lombardos que amenazaban Roma, reorganizó el rito romano y el anexo canto litúrgico: el gregoriano. En este periodo las posesiones de la diócesis romana se extendieron sobre amplias porciones de Sicilia y de Cerdeña bizantina.
En este periodo los obispos de Roma debieron afrontar numerosas disputas tanto políticas como religiosas con los emperadores bizantinos por su autoridad sobre la materia religiosa: en el siglo Vl, el papa Silverio había muerto en la isla Palmarola prisionero de Justiniano I y su sucesor Vigilio tuvo que hacer frente al monofisismo del emperador, provocando el Cisma de los Tres Capítulos de las metrópolis de Milán y Aquilea. Incluso un siglo después el papa Severino, oponiéndose al monotelismo imperial propugnado en el edicto Ekthesis de Heraclio I, sufrió la prisión y el saqueo de Letrán en 640, mientras que Martín I, después haber rechazado la aprobación del nuevo edicto monotelita typos de Constante II, murió en el exilio en Cherson, sobre el Mar Negro.
La pérdida de poder del Imperio bizantino sobre el territorio de Roma, el Ducado romano, los obispos de la Urbe asumieron el rol de administradores del poder temporal. Tal poder vino determinado ante la constitución del Patrimonio de san Pedro, compuesto de las propiedades iniciales de la Iglesia romana. Más tarde, en el 728, se constituye el primer núcleo de los Estados de la Iglesia, a través la donación de Sutri realizada por Liutprando, rey de los lombardos. Con la definitiva independencia del control imperial, la diócesis de Roma extendió su poder sobre el Lazio y otras tierras limítrofe gracias a una nueva donación, esta vez del Rey de los francos, Pipino el Breve: la Donación de Pipino. El soberano concedió el poder sobre todos los territorios del Exarcado de Rávena a la Santa romana República de Dios. A partir de ese momento, las propiedades de la sede romana se organizaron en entes territoriales: las diaconías de la Iglesia romana: las Patrimonia.
Entre los siglos VIII y IX, gracias la falsa Donación de Costantino y a los conflictos políticos con los Emperadores carolingios, los papas justificaron y consolidaron el dominio temporal de la Santa Sede y reafirmaron sus aspiraciones al primado universal, además de reservarse el poder de legitimar a los Sacro Romano Emperadores mediante la coronación imperial. Esto comenzó con la misa de Navidad del 25 de diciembre del 800, cuando el papa León III coronó a Carlomagno en la basílica vaticana. Fue en este periodo que los papas empezaron a usar una tiara (corona), para simbolizar su poder sobre el Estado de la Iglesia.
El saqueo de San Pedro en el 846 por los sarracenos, evidenció la vulnerabilidad del santuario petrino, que representaba, el símbolo de la supremacía romana. La solución fue la construcción de la Ciudad Leonina, que se inauguró el 27 de junio del 852 por el papa León IV. Esta quedó separada de Roma y tenía sus propios magistrados y clero. Empezaba así la confrontación secular entre la basílica y el clero vaticano, reflejo del poder papal, jefe de la Iglesia universal, y la catedral lateranense con su propio clero, símbolo del papa obispo y señor de Roma.
La nueva dimensión temporal de la sede de Roma hizo que los obispos entraran cada vez más en la política de los estados, en especial en la del Sacro Imperio Romano Germánico. Un episodio particular que se dio por esta situación fue en el 897, el Sínodo del cadáver, en el cual se exhumó el cadáver de papa Formoso y fue procesado por su sucesor, Esteban VI. Este acusó a su predecesor por su respaldo a Arnolfo de Carinzia en contra de Guido y Lamberto de Spoleto, en sus pretensiones imperiales. Después de Esteban, entre el 904 y el 963, la Iglesia romana fue presa de la política de mujeres poderosas y corruptas, entre las cuales destacó la senadora Marozia: mujer del duque Alberico I de Spoleto y esposa en segundas nupcias de Hugo de Arlés, rey de Italia. Fue la amante del papa Sergio III, con el cual tuvo al papa Juan XII y al duque de Spoleto Alberico II. Fue también abuela del papa Juan XII. Este último fue finalmente declarado indigno y depuesto por un concilio por orden del emperador Otón I, recientemente coronado en Roma por el mismo Juan XII. A esta oscura etapa de la iglesia romana se la conoce como pornocracia.
En el 1054 se produjo el Cisma de Oriente tras las recíprocas excomuniones entre el papa y el patriarca de Constantinopla, rompiendo la comunión entre la Iglesia católica, y el conjunto de las Iglesias que reconocían el primado pontificio, y las Iglesias ortodoxas, que siguiendo el ejemplo del patriarca Miguel Cerulario, rechazaron la autoridad de la sede romana. La respuesta fue el Dictatus papae de Gregorio VII: la enunciación de las supremas prerrogativas del obispo de Roma. En el 1078 en el Laterano se acogió un concilio para la definición de las herejía en materia Eucarística.
Desde 1095 hasta pasados doscientos años, los obispos de Roma propugnaron de la liberación de Tierra Santa del dominio del Califato Islámico. Las Cruzadas, iniciadas por Urbano II, garantizaban la indulgencia para cuantos liberaran el Santo Sepulcro y las vías de peregrinación de los infieles. En el 1099, se crearon los patriarcados latinos de Jerusalén, y de Antioquia, en contraposición a los patriarcados orientales.
En el 1204, con la conquista de Constantinopla por parte de los latinos, se creó el Patriarcado latino de Constantinopla, que duró poco tiempo. Los papas crearon también el Patriarcado latino de Alejandría, para intentar reconstruir la pentarquia.
Durante el pontificado de Urbano II la Iglesia de Roma tomó el control de Sicilia, que, después de siglos de control bizantino y árabe, se convirtió en legacía apostólica. Aquí los papas crearon el Reino de Sicilia, cuyos reyes eran vasallos del papa. Cada vez que era elegido un nuevo papa, en homenaje, los reyes les mandaban una mula blanca, que era utilizada en la toma de posesión de la cátedra episcopal en Letrán.
En esta época en Roma, se acogieron el I, II, III y IV Concilio de Letrán. En ellos se estableció el nombramiento exclusivo del papa de los obispos y cardenales, la confirma del celibato eclesiástico, el dogma de la transubstanciación y el primado pontificio.
Durante el pontificado de Bonifacio VIII las aspiraciones universales de los obispos de Roma llegaron a su apogeo, con la enunciación de la bula Unam Sanctam, «sobre la unidad de la Iglesia católica, fuera de la cual no hay salvación» y «sobre la potestad espiritual de la Iglesia sobre el poder temporal» representado por la tiara. En junio de 1299 el papa ordenó la destrucción completa de la ciudad de Palestrina, que perdió temporalmente el título de sede suburbicaria. El 22 de febrero de 1300, se inauguró el primer Año Santo, por la bula Antiquorum habet fidem. Las aspiraciones del pontífice a la supremacía temporal se vieron frustradas tras el atentado de Anagni.
La aspiración universal del papado trajo como consecuencia para la diócesis romana, el traslado de la residencia pontificia de Letrán al Vaticano, donde al estar cerca de la tumba de Pedro, podía transmitir con más fuerza la idea del papa como "sucesor de Pedro y Vicario de Cristo".
Aunque el papa Clemente V añadiera una tercera corona a la tiara pontificia, para indicar la supremacía temporal, los obispos de Roma, se trasladaron a vivir a Aviñón, bajo el control de los Reyes de Francia. este periodo, conocido como el Cautiverio aviñonés, llevó a un enfrentamiento entre franceses y antifranceses por el control del Papado. La consecuencia de tal enfrentamiento fue un Cisma de Occidente, que duró de 1378 a 1417.
A partir del siglo XVI la administración de la diócesis romana y de la misma ciudad de Roma recayó sobre los Vicarios Generales con título cardinalicio, que tomarían el nombre de cardenales vicario. Esta forma de administración se mantiene hasta la fecha.
En la misma época, tras el V Concilio de Letrán, en Europa se difundió la Reforma protestante, una revisione teológica opuesta al primado papal y al sistema clerical. Fue declarada herejía por León X. También la Iglesia de Inglaterra rechazó el primado papal y los Reyes de Inglaterra fueron proclamados jefes supremos de la nueva iglesia. A esto se le conoce como la Reforma anglicana.
Al final del siglo XVI, los obispos de Roma se dotaron de una nueva residencia, el Palacio del Quirinal, en una posición más salubre que la Ciudad Leonina y más alejado de los flujos de peregrinos que llegaban a San Pedro.
La reacción de la Iglesia católica fue la intención de realizar la revisión de su estructura, conocida como Contrarreforma. Entre las otras cosas, el Concilio de Trento extendió el rito romano en la Iglesia latina, aboliendo todos los ritos que tuvieran una antigüedad inferior a los doscientos años.
En la segunda mitad del siglo XIX el Concilio Vaticano I aprobó el dogma de la infalibilidad pontificia.
Después la brecha de la Puerta Pia y la conquista de Roma, anexionada al Reino de Italia, en el 1871, se puso fin al poder temporal de los Papas, pero no al status de personalidad jurídica en la legislación internacional para la sede episcopal romana. A pesar de que los papas se consideraron prisioneros políticos, el Reino de Italia garantizó la autonomía y la inviolabilidad vaticana y de la Iglesia romana mediante la ley de las Garantías Papales.En 1929, la firma de los Pactos lateranenses puso fin a la disputa entre el papado y el reino de Italia con la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano: un Estado independiente sujeto a la soberanía absoluta de la Santa Sede, dirigida por el papa.
La relación especial entre Italia y el obispo de Roma fue reafirmada en 1946 a la República Italiana, sucesora de la monarquía de los saboya, y reformulada en el 1984 con el acuerdo de Villa Madama, que constituye el denominado nuevo Concordato, actualmente vigente.
En el siglo XX la diócesis de Roma acogió el último concilio ecuménico: el Concilio Vaticano II.
El 7 marzo 2005 la diócesis incorporó el territorio de la abadía territorial de San Pablo extramuros, que perdió el privilegio de la territorialidad.
El 28 febrero 2013, por primera vez después de varios siglos, Benedicto XVI, renunció del obispado de Roma.
La siguiente es la lista de papas, en orden cronológico, de acuerdo con el Anuario Pontificio bajo el título I Sommi Pontefici Romani ("Los Supremos Pontífices de Roma"), excluyendo a los que la misma fuente indica como ciertamente antipapas. El Anuario Pontificio es compilado todos los años por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia católica y no establece números consecutivos a los papas, considerando que en varios casos no se puede decidir qué pontífice era legítimo y cuál el antipapa, por ejemplo en los casos de León VIII, Benedicto V y otros papas de mediados del siglo XI.
La edición de 2001 del Anuario Pontificio introdujo "casi 200 correcciones a las biografías existentes de los papas", en torno a fechas, especialmente en los primeros dos siglos, lugares de nacimiento y nombre de familia de algunos papas.
El término «papa» (del latín papa, "padre") se usa en varias iglesias para designar a sus dirigentes (como el papa copto) pero en español se refiere generalmente al jefe de la Iglesia católica. El papa tiene otros títulos, como santo padre, sumo pontífice, vicario de Cristo, obispo de Roma, sucesor de Pedro y siervo de los siervos de Dios. El título esencial es el de "obispo de Roma": es por ser obispo de Roma que el papa es el sucesor de Pedro y jefe del colegio de los obispos. Desde 1929, el papa también ostenta el título de soberano de la Ciudad del Vaticano.
Hermann von Reichenau pudo ser el primer historiador en numerar a los papas cronológicamente. Su lista finaliza en 1049, con León IX en el número 154. Se hicieron varios cambios en la lista a lo largo del siglo XX. El antipapa Cristóbal fue considerado un papa legítimo durante largo tiempo. El papa electo Esteban fue considerado legítimo con el nombre de Esteban II hasta la edición de 1961, en la que se le eliminó de la lista. A pesar de este cambio, algunas listas modernas siguen incluyendo al "primer papa Esteban II". Es probable que esto se deba a que están basadas en la edición de 1913 de la Enciclopedia Católica, que está en el dominio público.
El cardenal vicario (en italiano, cardinale vicario) es un título que se le dio al vicario general de la Diócesis de Roma. El título oficial, tal como figura en el Anuario Pontificio (bajo el epígrafe "Vicariato de Roma"), es vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma. El obispo de Roma nombra al vicario general para ayudar con la administración espiritual de la diócesis. Aunque el derecho canónico exige que todas las diócesis católicas deben tener uno o varios vicarios generales, el de la diócesis de Roma presenta más funciones que los demás, como se recoge en la constitución apostólica Ecclesia in Urbe. A diferencia de otros vicarios generales, su función no cesa cuando la sede episcopal queda vacante.
El actual (2017) vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma es el arzobispo Angelo De Donatis.
De acuerdo al Anuario Pontificio 2021 la diócesis tenía a fines de 2020 un total de 2 603 000 fieles bautizados.
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