Se entiende por explotación social una relación social aceptada o legitimada ya sea por las costumbres o las leyes, en la cual algunas personas —generalmente definidas como miembros de alguna categoría o jerarquía o que poseen un estatus o rol social específico— son abusadas o utilizadas a beneficio de otros debido a su pertenencia a tal categoría o estatus.
El análisis sobre la desigualdad social y económica, en el sentido de diferencias en las posiciones o Estatus social, marginación de mecanismos de decisión o poder y acceso a los bienes producto de las actividades sociales, tiene su origen en un período anterior a la modernidad, con personajes tales como, por ejemplo, Aristóteles -para quien era una situación "natural", producto de las diferencias entre los seres humanos- o Rousseau -para quien el problema se origina debido a la división del trabajo, lo que eventualmente lleva a la pérdida del "estado natural" original lo que a su vez lleva a que, en sus palabras, "los ricos y poderosos" establezcan un sistema sesgado en su favor, instituyendo así la desigualdad como un hecho de la naturaleza humana"
Las primeras tentativas de utilizar la explotación como categoría de análisis político-social se encuentran en el pensamiento utópico de Babeuf; Robert Owen, Henri de Saint-Simon. Estos tentativas eventualmente llevaron a la obra de Marx y Engels, quienes desarrollarían una completa teoría filosófica sobre la materia.
Lo anterior ha dado origen a dos percepciones diferentes, aunque no necesariamente opuestas:
1.- La percepción ética: desde este punto de vista, la explotación implica el tratamiento de un individuo como solo un medio para un fin o el uso de la persona como objeto. Esta percepción se extiende a la consideración del ser humano como nada más que mano de obra; un recurso o fuente de trabajo.
2 La percepción económica: desde este punto de vista se considera que explotación envuelve el uso del trabajo de alguna persona sin otorgar a cambio una remuneración o salario adecuado. Qué exactamente sería tal remuneración es materia que ha generado algún debate. Por ejemplo, en la concepción liberal clásica, el "salario justo" es aquel al cual tanto el empleador como el asalariado llegan libremente, sin intervención de terceros. Desviaciones de esa situación se producen solo cuando ya sea un lado o el otro distorsiona el libre mercado -por ejemplo, a través de carteles o en situaciones de monopolio- Sin embargo otras concepciones argumentan que todo salario es injusto, en la medida que el asalariado solo recibe una parte del producto de su labor (el resto quedando al empleador). Esta visión se extiende a considerar que el exceso no remunerado del trabajo -ver Plusvalor- constituye la base y objeto sobre y por la cual un grupo, sector o clase social subyuga a otras.
Esta última percepción fue introducida por Karl Marx en el marco de la economía clásica. Parece entonces conveniente tener una visión general de esa problemática.
Los economistas clásicos buscaban explicar un fenómeno central: la expansión de la producción económica y la caída de los precios que observaban en ese periodo, el comienzo de la Revolución Industrial, lo que Marx y otros llamaron Capitalismo.
Adam Smith representó lo anterior con su célebre ejemplo de la manufactura de alfileres (inspirado en L'Encyclopédie de Diderot y d'Alembert): allá dónde un solo herrero no podría producir más de diez alfileres por día, la fábrica utiliza los obreros en varias tareas diferentes (estirar el alambre, cortarlo, afilarlo, etc.), y llega así a producir cerca de 5 000 alfileres por obrero empleado. Junto a ese gran incremento en las cantidades producidas (ver productividad), se ve una disminución, igualmente extraordinaria, en el precio de los alfileres. (Smith nota que, adicionalmente, los trabajadores ganan más en las fábricas que como trabajadores independientes)
La explicación de lo anterior es compleja, pero incluye, en el lado del aumento de la producción, las mejoras tanto en los métodos de organización ( la división del trabajo); como en los medios físicos (herramientas, máquinas), etc. En el lado de los precios, la Competencia (economía).
Respecto al último punto, el argumento central es el siguiente: considérese el caso en el cual dos o más empresas compiten para abastecer (vender) en un mercado dado. Dado que es el caso que, a fin de maximizar sus ventas y concomitantes ganancias, ambas desean vender tanto como sea posible, se ven forzadas a reducir sus precios al mínimo posible. En las palabras de Smith:
"El precio de un monopolio es en cada ocasión el más alto que se puede conseguir. El precio natural, o el precio de la libre competencia, por el contrario, es el más bajo que se puede tomar, no de hecho en cada ocasión pero sobre un tiempo considerable. El uno es en cada ocasión el más alto que se puede exprimir de los compradores, o el que, se supone, van a consentir dar: el otro es el más bajo que los vendedores generalmente pueden permitirse aceptar, y al mismo tiempo continuar sus negocios.".
Ese mínimo es el del costo de producción. Sin embargo esto produce un problema. La economía, tanto clásica como en general, asume que los agentes económicos actúan en persecución de sus intereses, es decir, motivados por su ganancia personal (ver egoísmo racional). Si es el caso que el precio de mercado de los bienes y servicios es igual al de su costo de producción, cual es la motivación del empresario o capitalista?. Ese empresario o capitalista solo se interesa en participar en el proceso de producción, de acuerdo a la teoría, en la medida que aumenta su ganancia personal, es decir, en la medida que obtiene más de ese proceso que lo que obtendría si no participara. El problema es: dado que, de hecho, solo se vende al costo de producción, los precios están disminuyendo pero todos los que participan en ese proceso están ganando más que lo que de otra manera podrían, de donde viene esa ganancia extra?
La solución, obvia en la opinión de Smith, Marx, etc, es que algún o algunos de los factores que inciden en la producción no están siendo o no han sido pagados lo que corresponde. De acuerdo a las concepciones económicas del periodo, ni los recursos naturales (tierra, materias primas, etc) ni las herramientas o máquinas pueden, por sí mismas, producir algo La fuente última de cualquier cosa y todo lo producido es el trabajo. (ver teoría del valor trabajo)
Sigue que el único factor que puede recibir menos que su contribución al proceso de producción son los trabajadores. Producen todo, pero solo reciben — como sueldos y salarios— parte del valor monetario de ese producto.
Marx denomina plusvalía esa diferencia entre lo que los trabajadores producen y lo que reciben como salarios y considera que representa el monto físico o medida de la explotación. En sus palabras:
Si bien podemos encontrar en el primer tiempo del pensamiento de Marx ideas relacionadas con la explotación, no es sino en El Capital que desarrolla una acabada propuesta sobre la materia. Ello por dos razones; una porque profundiza una idea filosófica madura al respecto y segundo porque construye por primera vez una oposición de tipo científica a la razón capitalista/burguesa. Sin dejar de lado la idea de explotación como continuo histórico, aborda en detalle la manera en que se manifiesta la dominación en el período moderno. Se pueden exponer tres elementos fundamentales de este análisis de la explotación:
La solución a la trama que posibilita la explotación en Marx se encontraba en la tesis de producción simple de mercancías en la cual se tiende a equiparar el salario con el tiempo de trabajo. En todo sistema capitalista, el precio de la fuerza de trabajo se vende bajo su valor por lo que la abolición de la explotación significaría un proceso histórico revolucionario y de cambios violentos en todos los ámbitos.
Desde el siglo XX la explotación social tiene una doble dimensión; local en el sentido que el sistema económico capitalista adquiere nuevas estrategias para profundizar la dominación sobre los tiempos de producción del obrero en relación a las características de cada región (principalmente divididas en zonas centrales y periféricas). La otra dimensión es global, y tiene que ver con la prolongación de la tendencia imperialista del capitalismo. Desde la acumulación originaria (primeras cruzadas económicas) se ha completado, a través del proyecto de la globalización, la expansión de la dominación de los mercados y personas. Por otro lado también se profundiza la explotación local lo que hace que el proletariado esté cada vez más desprotegido y las consecuencias de la explotación social sean cada vez más devastadoras.
En la actualidad, sobre todo desde mitad del siglo XX, se está desarrollando un nuevo tipo de explotación de carácter económico y por tanto con repercusiones sociales a los países más desfavorecidos y del tercer mundo. Los países más desarrollados han endeudado a los más pobres con ellos, y mantienen un desajuste económico en sus relaciones comerciales, mientras que las importaciones del país desarrollado al subdesarrollado (la mayoría de ellas materias primas) son importadas por precios muy bajos (llegándose al extremo de caer ocasionalmente bajo el coste de producción, como sucedió a muchos productores de café entre 1995 y 2006 ) y muy convenientes para el país desarrollado, que a su vez cuando ha de exportar al país subdesarrollado lo hace a un precio prácticamente incontestable para el país no-desarrollado.
Se ha alegado que solo de esta forma el capitalismo de los "países desarrollados" puede seguir llevándose tal y como se lleva hasta ahora. Vale decir, el primer mundo, el explotador, obtiene y mantiene esa posibilidad de desarrollarse a través de conseguir el traspaso masivo del producto del trabajo, especialmente el de los sectores empobrecidos y otros en el tercer mundo, el cual a su vez ve sus condiciones de vida constantemente empeorando, debido a la explotación que sufren.
Estas críticas se derivan de una serie de problemas - incrementalmente complejos en la medida que incorporan elementos que son difícilmente cuantificables- que se originan en el estudio de la relación valor, plusvalor y precio. Parece obvio que para determinar el plusvalor necesitamos poder determinar el valor, e igualmente obvio que es posible hacer una equivalencia entre ganancia y plusvalía, en que ambos se pueden conceptualizar como resultado del trabajo gastado o invertido en la producción de algún bien económico por los trabajadores. Solo que una (el precio) sería la medida monetaria de la transformación en la "usabilidad" (o valor de uso) del bien original (insumo o materia prima).
Hay otro factor que debe ser tomado en consideración: la productividad (entendida como la cantidad de producto producida por hora de trabajo) continuamente aumenta, lo que, en la economía moderna, generalmente se interpreta como llevando a un incremento en la ganancia. La pregunta que nos interesa entonces es si la explotación está aumentando en la misma medida.
Pero Marx (y los economistas en general) sugieren que esa ganancia no se relacionan o determinan en el sistema capitalista directamente en casos específicos por la ley del valor, sino por la tasa de ganancia (véase también: Retorno de la inversión). De otra forma -aduce Marx- sucedería que la ganancia de una empresa dependería directamente solo del número de trabajadores que cada empresa empleara: dado que el valor necesario para reproducir el trabajo tiende a ser el mismo a través de una sociedad y el plusvalor lo producido sobre ese "valor de sobrevivencia" es el mismo cualquiera sea la manera que se lo mide, si solo determinamos la ganancia en término de horas de trabajo, bastaría -para incrementar la ganancia- con emplear más trabajadores.
Pero si el valor de un bien es (y solo es) la cantidad de tiempo (socialmente necesario, agrega Marx) para producir ese bien y no es ni puede ser equivalente ni al precio ni a la ganancia sigue que es posible que la tasa de plusvalía -la relación entre lo que el trabajador produce y lo que se le paga- y la tasa de ganancia -la relación entre costos totales de producción y precio de venta- varíen independientemente entre sí.
El problema aparece cuando consideramos los elementos mencionados y tratamos de determinar prácticamente cual seria entonces el valor del trabajo -aceptando que ese valor es el tiempo socialmente necesario para reproducir el trabajo- (a fin de, por ejemplo, determinar el costo de vida). Eso generalmente se entiende como el costo necesario para que el trabajador mantenga una familia de forma tal que sus hijos puedan llegar a la adultez y, eventualmente, reemplazar al trabajador.
Lo anterior introduce una circularidad en el argumento. -que no es necesariamente fatal para la visión- Cuando consideramos tentativas de cuantificar prácticamente el valor del trabajo, se hace evidente que estamos forzados a recurrir a cuantificaciones en alguna unidad de cambio, es decir, a precios.
Pero, como vimos antes, el precio de los bienes no es ni puede ser el valor de ellos. Al introducir precios en la determinación del valor básico (el del trabajo) estamos entonces introduciendo esa circularidad en el argumento, lo que nos lleva, últimamente, a cuestionar la conveniencia o necesidad de conceptualizar el valor como diferente a los precios -por lo menos a escala práctica.Segundo: de lo anterior sigue que el “valor intrínseco” de los factores de producción y bienes producidos es variable. En la medida que la productividad o eficiencia (en general, las capacidades técnicas, maquinarias, organización, entrenamiento, etc) aumentan, el tiempo socialmente necesario para producir (o valor intrínseco de los) bienes y mercaderías en general disminuye. Al mismo tiempo, lo que se considera condiciones mínimas aceptables (niveles de vida) aumenta, lo que significa que el valor del (costo necesario para reproducir el) trabajo aumenta. Es entonces posible que la tasa de plusvalía aumente aun cuando la tasa de ganancia disminuya, eso porque los sueldos pueden aumentar (como, históricamente ha sucedido en los países desarrollados) mientras el tiempo socialmente necesario para producir un bien disminuye a una velocidad relativamente mayor que el incremento en sueldos. Pero si eso es el caso, sigue que la previsión de Marx -en el sentido que los trabajadores serían incrementalmente explotados hasta que se vieran forzados a elegir entre perecer o levantarse en una revolución- no es necesariamente correcta: si los sueldos aumentan, los niveles de vida de los trabajadores pueden mejorar al mismo tiempo que la tasa de ganancia disminuya o la de plusvalía aumente.
El problema se debe, lo menos en parte, a que la palabra "explotación" tiene connotaciones peyorativas, connotaciones de las que Marx estaba perfectamente consciente y que, con bastante justificación, consideró era la más adecuada para describir la relación obrero-capitalista en su tiempo. Esa misma connotación es considerada por muchos como aplicable en la actualidad a la situación de los trabajadores en países no industrializados o ciertas relaciones entre empresas y sociedades completas en ciertas situaciones.aristocracia obrera, presumiblemente para indicar que no están siendo explotados de la misma forma que otros.
Sin embargo, no todos parecerían estar de acuerdo en aplicarla en relación a algunos trabajadores en, principalmente, países industrializados, que son a veces descritos, incluso por autores marxistas, como unaLo anterior da origen a dos percepciones: una que mantiene que mientras el concepto de plusvalor es válido como elemento de análisis general (en la medida que es el caso que en toda sociedad no todos producen y así sucede que algunos viven -se apropian de alguna u otra manera- del trabajo ajeno) el concepto no es tan útil como medida práctica y necesita adecuación o es más apropiado en análisis filosófico-políticos. Esta percepción es llamada "Crítica parcial" o limitada, a fin de diferenciarla de la siguiente "Crítica global", que sugiere que toda tentativa de adscribir un valor inherente a los bienes y servicios -diferente a los precios- es errónea y lleva a contradicciones. Por lo tanto, la idea completa que podría haber una medida objetiva de la explotación es una ilusión.
Volviendo a la pregunta de si la explotación aumenta cuando aumenta la productividad.
En los tiempos que Marx escribió la respuesta era un obvio si. Los trabajadores industriales vivían, literalmente, en la miseria. Eso se debía a a la existencia de lo que ya David Ricardo llamó la Ley de hierro de los sueldos en el capitalismo: una gran cantidad de personas -continuamente aumentada por campesinos desposeídos- competía por una cantidad limitada de trabajo. En consecuencia, los sueldos disminuían hacia el límite posible: lo necesario para mantener vivo el trabajador por el tiempo necesario para completar su trabajo. En esa situación, cualquier aumento de productividad (o disminución del tiempo socialmente necesario para producir bienes) solo puede beneficiar al "capitalista".
Pero comparando esa situación con la de los trabajadores modernos en países industrializados -o incluso con los obreros industriales en países no industrializados modernos- parece difícil mantener que lo que es llamado "aristocracia obrera" sufra un nivel de explotación mayor o incluso similar.
Debido a lo anterior algunos comentadores han sugerido que el nivel de plusvalía no es un indicador o medida adecuada del nivel de explotación específica en un momento dado. Esto no niega que la plusvalía exista o que se niegue sea el caso que en ciertas sociedades exista un proceso de apropiación del excedente de bienes de consumo producido por un sector social por los miembros de otra, sino solo que se sugiere que tal proceso es más adecuado como categoría general de análisis social: las sociedades en su progreso atraviesan un periodo en el cual se caracterizan por la existencia de clases o sectores sociales que definen o basan su existencia en la apropiación de ese "excedente" o valor agregado o plusvalor producido por otros sectores sociales. Esos sectores sociales pueden ser establecidos o definidos sobre bases religiosas -como en las teocracias- o de herencia de grupos especiales -como en la aristocracias- o de propiedad de ciertos bienes o factores de producción -como en el capitalismo- pero el nivel de explotación no tiene, dentro de límites amplios, una relación directa con el nivel de producción de plusvalor en casos individuales. (Para un análisis más detallado de esta sugerencia, véase Eduard Bernstein Evolutionary Socialism: Chapter 2 (en inglés) etc).
Esta visión argumenta que no hay algo tal que se pueda medir o determinar objetivamente como "valor" de un bien. Lo que hay es valor de uso en relación a los deseos o intenciones de individuos. Ese valor no puede ser determinado objetivamente dado que depende de factores internos, variables, de los individuos. Así por ejemplo, Ludwig von Mises argumenta:
Aceptando lo anterior, el "valor", que individuos otorgan a bienes de acuerdo a sus intenciones, solo puede ser medido indirectamente. Esa medida es el "precio" acordado en el mercado. Esa es la única medida cuantificable para ordenar las preferencias de los consumidores (es decir, el interés "social" en un bien dado) a fin de organizar los recursos económicos y para medir las oportunidades de costo de asignación.
Adicionalmente, se aduce, el trabajo "físico" no es la única fuente del valor ya sea de utilidad o monetario de los objetos o bienes. Sucede que los "Bienes naturales" en su estado natural -tales como agua pura, minerales, árboles, frutos, etc- también poseen un valor "de uso" que les da un valor comercial, es decir, se comercian como mercaderías, con un valor que depende por lo menos en parte, de las cualidades intrínsecas de los bienes mismos.
En relación a la posible ganancia, se ha alegado que tal concretización solo se realiza en el momento de venta. Hasta ese momento, y cualquiera que sea la manera de medir el valor agregado, esa medición no pasa de ser una aspiración. Solo la venta determina cual valor el comprador o compradores otorgan a la mercadería. Pero los trabajadores son pagados regularmente, indiferentemente si lo que han producido en ese periodo ha sido vendido o no. Alternativamente se puede considerar que han vendido el producto de su trabajo tan pronto como posible a quien puede esperar o considera conveniente tomar el riesgo de comprar hoy en la esperanza de vender a mayor precios en el futuro. En otras palabras, los trabajadores tienen una "preferencia por la liquidez" o "preferencia por dinero al contado" en el presente, dinero que en realidad solo puede provenir de ventas futuras. Seguramente quien sea adelanta ese dinero tiene derecho a una recompensa?
En consecuencia de todo lo anterior, se sugiere, no puede haber una medida "objetiva" de la "cantidad de valor" que un factor económico contribuye a la producción de mercadería. Adicionalmente, aún si se considerara que uno de esos factores (por ejemplo, el trabajo) hace una contribución excepcional o especial, no se puede ni considerar que tal contribución es única y que por lo tanto merece la totalidad del producto ni reducir ese "trabajo" arbitrariamente a solo el esfuerzo físico: el esfuerzo intelectual - lo que los economistas clásicos llamaban "trabajo complejo" y que puede o debe incluir actividades tales como la organización de la producción y otras funciones administrativas o de gerencia, profesionales, etc- también es trabajo.
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