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Extrema derecha en España



Este artículo trata el desarrollo histórico de los movimientos, tradiciones y doctrinas de la extrema derecha en España. Se puede incluir entre las extremas derechas, al tradicionalismo contrarrevolucionario, al integrismo, al catolicismo corporativo, a la derecha radical y al fascismo.[1]​ En el caso español, según Pedro Carlos González Cuevas, la preponderancia del catolicismo desempeñó un papel esencial al limitar el impacto de la introducción de innovaciones filosóficas externas provenientes del positivismo, el darwinismo social o el vitalismo en estos movimientos.[1]

En las Cortes de Cádiz de 1812, dentro del grupo de los realistas (en convivencia con el subgrupo de conservadores reformistas más moderado), se incorporó un subgrupo de reaccionarios defensores radicales del Antiguo Régimen, como el diputado Pedro de Inguanzo y Rivero.[2]

Según Pedro Carlos González Cuevas, durante el régimen de la Restauración, la extrema derecha en España presentó como características una gran pluralidad interna (carlistas, socialcatólicos, mauristas, nacionalistas periféricos) y una filiación a una cosmovisión católica.[3]​ Esta filiación católica general de las derechas españolas fue reforzada por la obra del influyente historiador Marcelino Menéndez Pelayo, que llegó a identificar al volkgeist español con el catolicismo.[4]

Durante la crisis del sistema de la Restauración, acentuada a partir de 1914, las derechas extremas, representadas por el catolicismo político, el carlismo y el maurismo radicalizado, se constituyeron como movimientos cívicos refractarios a la secularización y a favor de los intereses de la Iglesia Católica; las élites nobiliarias se reunieron en el Centro de Acción Nobiliaria,[5]​ de cuño reaccionario. En 1919 se fundaron en Barcelona los Sindicatos Libres, una organización de extrema derecha de origen carlista que protagonizó actos de terrorismo contra los sindicatos de clase de la CNT en la ciudad con la connivencia del gobernador civil;[6]​ su evolución hizo que se les haya etiquetado tentativamente como organización «prefascista»[7]​ y como una suerte de primigenio caso de «fascismo hispano»,[8]​ alejados hacia 1930 ya mucho del tradicionalismo según Colin M. Winston.[8]

El período crepuscular del régimen alfonsino, marcado por las dictaduras de Primo de Rivera, Berenguer y Bautista Aznar (1923-1931), conoció la consolidación de un sector de extrema derecha militar ultraconservador de posicionamientos antiliberales y antidemocráticos dentro del Ejército de Tierra, cuyo principal vocero fue la publicación El Ejército Español, y, a partir de 1928, La Correspondencia Militar.[9]

En marzo de 1931, pocos días antes de la caída del régimen monárquico, se fundó la publicación La Conquista del Estado, en la cual, desde un punto de vista revolucionario, se abogaba por la introducción del fascismo en España capturando a las masas obreras para su causa.[10]​ Era la posición abrazada por su director, Ramiro Ledesma, influido por filósofos alemanes y por el sindicalista francés Georges Sorel,[11]​ y que convergería con fuerzas de extrema derecha con un perfil más contrarrevolucionario. No en vano, ya había recibido financiación a las alturas de enero de 1931 de monárquicos vizcaínos como José María de Areilza, Careaga, José Antonio Sangróniz y José Félix de Lequerica.[12]

De acuerdo con Eduardo González Calleja, la forma predominante de fascismo español en el período de entreguerras se caracterizó por un «ethos tradicionalista» y un carácter «contrarrevolucionario».[13]​ Las derechas, que apostaron durante la Segunda República por la movilización violenta, experimentaron durante este período un proceso incompleto de impregnación fascista.[14]

Con el advenimiento de la Segunda República, parte de los ideólogos de la derecha radical se agrupó en torno a la sociedad cultural Acción Española (publicadora de la revista homónima), donde, de acuerdo con José Luis Rodríguez Jiménez, sus miembros absorbieron influencias doctrinarias del tradicionalismo autóctono, de Action Française, del ala derecha del fascismo italiano, del integralismo portugués y del autoritarismo alemán de Carl Schmitt y Oswald Spengler.[15]

Tras el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania en 1933, se incrementó la gesticulación más puramente fascista en el ámbito de la extrema derecha española —hasta entonces, según Gabriele Ranzato, los posicionamientos fascistas estaban huérfanos de referentes en la vida pública más allá de los confusos escritos de Ernesto Giménez Caballero y el microescuadrismo cuasi-paródico del Partido Nacionalista Español del doctor Albiñana, fecundo polígrafo y ferviente antisemita, convertido en una suerte de mártir de la extrema derecha tras su exilio interior en Las Hurdes— con el ascenso de figuras como Onésimo Redondo y el ya mencionado Ledesma,[16]​ fundadores de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, y que en 1934 fusionaron su proyecto con la Falange Española fundada en octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera, abogado hijo del dictador Miguel Primo de Rivera y perteneciente a la élite social, el aviador Julio Ruiz de Alda y el intelectual Alfonso García Valdecasas.[17]

Falange contó sin embargo desde sus comienzos con elementos de extracción castrense en su estructura; militares retirados voluntariamente como Emilio Rodríguez Tarduchy, Luis Arredondo, Ricardo Rada o Román Ayza, algunos de ellos miembros de la Unión Militar Española, conspiradores antirrepublicanos más próximos a la extrema derecha monárquica que al fascismo.[18]​ Otro militar, Juan Antonio Ansaldo, sería el encargado de organizar las milicias del partido: la «Falange de Sangre» o «Primera Línea».[18]

El hundimiento de la derecha liberal y avance de la extrema derecha durante la Segunda República fue el contexto en el que se dio la mayor difusión del antisemitismo —con acentos apocalípticos— en España, resonando principalmente en las huestes carlistas y el clero y también en las filas monárquicas.[19]

Ramiro de Maeztu, miembro del grupo de Acción Española y uno de los principales teorizadores de la extrema derecha, impulsó en En defensa de la Hispanidad (1934) uno de los mitos fundamentales para la extrema derecha: «la Hispanidad», reimaginación del pasado imperial de tradición católica, que sería recogida por Acción Española, Falange, y, más adelante, por Fuerza Nueva.[20]​ Tanto Maeztu como José Calvo Sotelo publicaron antes del estallido de la guerra civil artículos donde se identificaban con el fascismo e instaban a una alianza antirrepublicana que incluyera a tradicionalistas y falangistas.[21]​ La justificación de la violencia que realizaban estos dos autores, que culminó en sus repetidas arengas al golpe militar se enmarcaba según González Calleja en la actualización de doctrinas tomistas y del iusnaturalismo cristiano más que en el mito soreliano de la violencia.[22]

De acuerdo con Francisco Cobo Romero, la dictadura franquista, de manera análoga a la de otros otros regímenes fascistizados del siglo xx en Europa, incorporó a su liturgia los ritos de sacralización del liderazgo carismático y la nación y el estado característicos del imaginario fascista.[23]​ Según Ismael Saz, durante la dictadura convergieron dos culturas políticas: la propia del nacionalcatolicismo y la fascista proveniente de Falange Española de las JONS.[24]

A partir de la década de 1950 se crearon numerosas asociaciones y organizaciones de extrema derecha al abrigo de la Delegación Nacional de Asociaciones de FET y de las JONS; fue el caso de los Círculos Doctrinales José Antonio, además de hermandades de excombatientes franquistas como la Hermandad de Alféreces Provisionales, la Hermandad de la División Azul, o las de los tercios de requetés, de sargentos Voluntarios, marineros Voluntarios y de Banderas de Falange: con incertidumbre sobre el futuro, compartían según José Luis Rodríguez Jiménez una preocupación por la pérdida de poder del partido y clamaban porque el régimen no se alejara de los ideales «del 18 de julio».[25]

Durante la fase final del régimen, un sector radical de este se posicionó críticamente con la tímida apertura de este; este sería el núcleo alrededor del cual se configuraría según Xavier Casals la ultraderecha en la década de 1970.[26]​ Por otra parte, una organización de ultraderecha con un perfil más peculiar y marginal, el Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE), fundada a partir de nazifascistas y seguidores de un nazismo wagneriano y que en 1970 se definió sobre unas líneas explícitamente neonazis, también cobró algo de perfil público en los últimos años del franquismo, apoyado por algunos jerarcas del régimen como Tomás García Rebull, antiguo divisionario.[27]

Entre los intelectuales destacados de la extrema derecha alumbrados en la España franquista se encontró Gonzalo Fernández de la Mora, acendrado elitista, que preconizador de un monarquismo dictatorial —derivado según Javier Tusell en última instancia de Charles Maurras—, concluyó una vez que determinó la inteligencia como producto del código genético, que esta había de imponerse en el gobierno, debiendo reprimir a lo que llamó «envidia igualitaria».[28]

En el período de la Transición la ultraderecha llevó a cabo la llamada «estrategia de la tensión», encaminada a impedir la consolidación de un sistema democrático, configurándose un terrorismo de extrema derecha durante este periodo[29]​ —con grupos como la Alianza Apostólica Anticomunista (AAA), AntiTerrorismo ETA (ATE), Grupos Armados Españoles (GAE), los Guerrilleros de Cristo Rey, el Batallón Vasco Español (BVE) y otros de menor importancia como los Comandos Antimarxistas—,[30]​ aprovechándose de los atentados de ETA y GRAPO para organizar manifestaciones que clamaban por la asunción del poder por parte de los militares, e incitándose repetidamente al golpe de estado desde las páginas de El Alcázar o El Imparcial.[29]​ También a partir de la muerte de Franco, la recuperación de una memoria revisionista e incluso filonazi sobre la División Azul cobró un especial interés para la extrema derecha española debido al nuevo contexto político.[31]

En el inicio de la Transición, la extrema derecha electoral presentó según Ferran Gallego dos proyectos políticos para las elecciones generales de 1977: la federación de partidos de Alianza Popular (en aquel momento contraria a un proceso constituyente) y la Alianza Nacional 18 de Julio.[32]​ La ultraderecha obtuvo 1 escaño en las elecciones generales de 1979 con la coalición de Fuerza Nueva liderada por el carismático Blas Piñar; la extrema derecha de FN trató de obstaculizar a través de una movilización continua la reforma política; el activismo, parafernalia de uniformes y la violencia tribal abrazada por Fuerza Nueva atrajeron a algunos jóvenes a la organización.[33]​ El fracaso del golpe de Estado del 23-F desactivó las posibilidades del acceso al poder vía golpe militar.[34]

La obtención de un escaño por la ultraderecha en 1979 convirtió a España en uno de los primeros países europeos que contó con un diputado de esta tendencia política en su parlamento, aunque sólo mantuvo el escaño durante una única legislatura (1979-1982). Blas Piñar, líder del pequeño partido franquista Fuerza Nueva, se presentó a las elecciones de 1979 encabezando la lista por Madrid de la colación ultraderechista Unión Nacional.[35]

La extrema derecha (al igual que en Grecia o Portugal) pasó a experimentar una (más o menos larga) «travesía por el desierto»; su propuestas pasaron a suscitar un rechazo mayoritario en la ciudadanía.[36]​ Aunque perdió su escaño en el Congreso de los Diputados en las elecciones de 1982, Blas Piñar continuó siendo el líder de la extrema derecha española encabezando el partido Frente Nacional, sucesor de Fuerza Nueva, y que estuvo apoyado por el Frente Nacional francés de Jean-Marie Le Pen. Tras un último intento de salir de la marginalidad con la fusión en 1992 con las también muy minoritarias Juntas Españolas, el Frente Nacional se autodisolvió al año siguiente.[35]

Disminuida la importancia del sector fuerzanovista, la ultraderecha pasó entonces a quedar debilitada, marcada por la división entre los neofranquistas y los propugnadores del desarrollo de vínculos con la extrema derecha europea.[37]​ Afín a los postulados de la Nouvelle Droite francesa de Alain de Benoist se desarrolló la iniciativa de José Javier Esparza de la revista Hespérides aunque no llegó a tocar los planteamientos paganos o anticristianos de aquella.[38]

La década de 1990 supuso la disolución o mutación de algunas organizaciones de ultraderecha: CEDADE se disolvió en 1993, también el Frente Nacional de Blas Piñar, mientras que las Juntas Españolas lo hicieron en 1995; estas últimas dieron lugar a la creación de Democracia Nacional, que, con un mensaje algo más innovador, compitió sin mucho éxito en el espacio de ultraderecha con otras propuestas también marginales electoralmente como la Alianza por la Unidad Nacional, Falange Española de las JONS (FE de las JONS) o Falange Española Independiente, FE(I).[39]​ Democracia Nacional nunca superó el 0,1% de los votos en unas elecciones generales.[35]​ En 1997 se fundó el Partido de Acción Democrática Española (PADE; luego Partido Demócrata Español), formación formada a partir de militantes escindidos del Partido Popular y que, autopresentado explícitamente como «partido español y de derechas», obtuvo igualmente unos resultados muy modestos en las elecciones europeas de 1999.[40]

Los albores del siglo xxi contemplaron el nacimiento de dos nuevos partidos, Plataforma per Catalunya (PxC) y España 2000, radicados inicialmente en las provincias de Barcelona y Valencia, respectivamente. Mientras que el primero fue capaz de integrar a catalanistas y anticatalanistas, el segundo se decantó por un ultranacionalismo español más marcado de signo blavero.[41]​ Estas formaciones efectuaron a lo largo de la década algunos avances electorales en el ámbito municipal.[42]​ Plataforma per Catalunya (PxC), fue un pequeño partido fundado en 2002 que, siguiendo la senda de otras formaciones políticas de la derecha populista radical europea, se oponía a la inmigración en general y a la musulmana en particular. En las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2010 consiguió el 2,4% de los votos, pero no le bastaron para conseguir un escaño, aunque en las elecciones municipales de España de 2003 obtuvo 67 concejales. En 2014 sufrió la escisión del también xenófobo Som Catalans integrado por los partidarios de la independencia de Cataluña a la que PxC se oponía. En 2019 PxC se disolvió para integrarse en Vox.[35]

Más recientemente, en 2014, mediante la okupación de un edificio en Madrid, se conformó el llamado «Hogar Social Madrid» (HSM, originariamente Hogar Social Ramiro Ledesma), colectivo inspirado por las experiencias de Amanecer Dorado y la CasaPound, en el cual activistas neonazis reparten comida exclusivamente a «españoles».[43]

Durante las dos primeras décadas del siglo XXI, mientras en Europa crecían los partidos de extrema derecha, España constituyó una excepción lo que se atribuyó fundamentalmente a que perduraba el recuerdo de la ultraderechista dictadura franquista. Pero entre diciembre de 2018 y abril de 2019 España se equiparó al resto de países europeos con la irrupción del partido de ultraderecha Vox en el Parlamento de Andalucía, primero, con 12 diputados, y en el Congreso de Diputados, después, con 24 escaños (10,2% de los votos), que dobló en las elecciones generales de España de noviembre de 2019 cuando consiguió 52 diputados (15,09 % de los votos).[45]

Según Cas Mudde los factores que explicarían el crecimiento de Vox serían fundamentalmente cuatro, con especial incidencia del último: el hecho de que en la segunda década del siglo XXI una mayoría de electores ya no había vivido la dictadura franquista; la apertura de un amplio espacio para los temas socioculturales, campo abonado para los populismos de derechas, como consecuencia de la crisis económica española (2008-2014); la gestión de la crisis por el gobierno de Mariano Rajoy y los casos de corrupción del PP que minaron la confianza en este partido entre muchos votantes de derechas; y, sobre todo, el desafío secesionista en Cataluña que, según Cas Mudde, generó «la tormenta perfecta que propició el gran avance de Vox».[46]

Según Mudde hay que considerar un quinto factor que explicaría por qué fue Vox el que creció espectacularmente y no otros grupos de extrema derecha. La razón, según Mudde, es que «Vox ofrece un “producto” ultraderechista diferente del que ofrecían los grupúsculos que lo precedieron» en el sentido de que «ni la dirección ni la ideología del partido están directamente manchadas por el fascismo ni por el régimen franquista, aun cuando sí propugnen una visión revisionista de este último». Así, Vox no es una versión más o menos moderada del neofascismo como lo habían sido la mayoría de los partidos de extrema derecha en España, sino que es una escisión radical (y nativista) del PP por lo que se encuadraría dentro de los partidos de derecha radical populista que en Europa y en otras partes han experimentado un gran auge en las últimas décadas. Además Mudde destaca que Vox ha conseguido «llegar al poder político» en solo un año (condicionando los gobiernos de Andalucía y de otras comunidades autónomas, como la de Madrid), lo que «la mayoría de los partidos ultraderechistas tardan décadas en conseguir desde que cosechan sus primeros éxitos electorales».[47]

De forma pareja a la irrupción a partir de 2018 de Vox se ha señalado la introducción en España del esquema de financiación tipo súper-PAC, de origen estadounidense, con una financiación a través de donaciones a organizaciones ultraconservadoras pantalla alineadas ideológicamente con Vox como HazteOír y CitizenGo, que empleando esos recursos llevan a cabo una campaña a favor del partido de forma indirecta.[48]



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