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Gertrudis Gómez de Avellaneda



¿Qué día cumple años Gertrudis Gómez de Avellaneda?

Gertrudis Gómez de Avellaneda cumple los años el 23 de marzo.


¿Qué día nació Gertrudis Gómez de Avellaneda?

Gertrudis Gómez de Avellaneda nació el día 23 de marzo de 1814.


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La edad actual es 209 años. Gertrudis Gómez de Avellaneda cumplirá 210 años el 23 de marzo de este año.


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Gertrudis Gómez de Avellaneda es del signo de Aries.


Gertrudis Gómez de Avellaneda (Santa María de Puerto Príncipe, Cuba, 23 de marzo de 1814 - Madrid, 1 de febrero de 1873), llamada cariñosamente «Tula» o «La Avellaneda», fue una novelista, dramaturga y poetisa española del Romanticismo. Se instaló en la Península a los veintidós años, donde comenzó a publicar bajo el seudónimo de «La Peregrina» y se dio a conocer con la novela Sab, considerada la primera novela antiesclavista (anterior incluso a Uncle Tom's Cabin, la cabaña del tío Tom, de la escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe).

Es considerada como una de las precursoras de la novela hispanoamericana, junto a Juana Manso, Mercedes Marín, Rosario Orrego, Júlia Lopes de Almeida, Clorinda Matto de Turner, Juana Manuela Gorriti y Mercedes Cabello de Carbonera, entre otras.[1]​ De formación neoclásica, fue valorada en su época como una de las figuras clave del romanticismo hispanoamericano. El tratamiento que dio a sus personajes femeninos la convirtieron en una de las precursoras del feminismo moderno. Entre su vasta obra, destaca su novela histórica Guatimozin, último emperador de México (1846) y sus piezas teatrales Saúl (1849) y Baltasar (1858), considerada esta última como una de las obras maestras del teatro romántico.[2][3]

Referentes como Margarita Nelken[3]​ han reseñado sus obras, y entre sus coetáneos contó con la admiración de su amigo Alberto Lista y el político, orador y alcalde de Madrid Fermín Caballero. Tanto Juan Valera como Marcelino Menéndez y Pelayo fueron grandes admiradores de su obra, considerándola como una de las más grandes poetas de lengua castellana y refiriéndose a ella como «la poetisa más grande de los tiempos modernos».[4]

Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda y Arteaga nació el 23 de marzo de 1814 en Santa María de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en la entonces provincia española de Cuba. Fue la hija mayor del matrimonio formado por Don Manuel Gómez de Avellaneda y Gil de Taboada, un oficial naval español de La Ciudad de Constantina, provincia de Sevilla, y Francisca María del Rosario de Arteaga y Betancourt, una criolla cuyos antepasados provenían del País Vasco y las Islas Canarias. El padre de Gertrudis había llegado a Cuba en 1809 y tenía dos hijos anteriores al matrimonio, y en común tuvieron cinco hijos, pero solo ella y su hermano Manuel sobrevivieron a la infancia. Su padre falleció en 1823, y su madre volvió a casarse diez meses después con el militar español Gaspar Isidoro de Escalada y López de la Peña, de origen gallego, con quien tuvo tres hijos: Felipe, Josefa María de la Luz y Emilio Isidoro. Gómez de Avellaneda, no mantuvo una buena relación con su padrastro, lo consideraba muy estricto.

A los 13 años, su abuelo materno arregla su compromiso de matrimonio con un rico pariente lejano, pero ella lo rompe a los 15 años, quedando excluida de su testamento. Pasó su niñez en su ciudad natal y residió en Cuba hasta 1836.

En este año su padrastro convence a su mujer de la conveniencia de vender las propiedades en Cuba e instalarse en la Península. La familia zarpó hacia Europa el 9 de abril de 1836, y durante los dos meses de viaje, Gómez de Avellaneda compuso uno de sus más conocidos poemas: el soneto «Al partir», una composición antológica por excelencia, marcada por el desgarramiento existencial, y que posteriormente encabezará su producción en el futuro. Finalmente llegaron a Burdeos, donde pasaron dieciocho días, visitando en las cercanías de la comuna de Martillac el mítico castillo de la Brède y el centro espiritual «La solitude» de la Congregación La Sagrada Familia de Burdeos.

Finalmente, ya en la Península, se establecieron durante dos años en La Coruña, ciudad donde vivían los familiares de su padrastro, y donde escribió sus primeras seis composiciones, entre ellas «A la poesía», «A las estrellas», «La serenata», «A mi jilguero». En la capital gallega mantuvo una relación amorosa con el hijo del capitán general de Galicia, Mariano Ricafort Palacín y Abarca, pero el noviazgo se rompe porque el joven Ricafort no consideró oportuno que su novia se dedicara a escribir poesías.

De La Coruña pasó, junto con su hermano Manuel Gómez de Avellaneda, a Andalucía y allí, gracias a la amistad que entabló con Alberto Lista y el joven Manuel Cañete, publicó versos en varios periódicos de Cádiz y Sevilla (La Aureola de Cádiz y El Cisne de Sevilla) bajo el seudónimo de La Peregrina, que le granjearon una gran reputación. Instalada definitivamente en Sevilla, es donde en 1839 conoce al que será el primer gran amor de su vida, Ignacio de Cepeda y Alcalde, joven estudiante de Leyes con el que vive una tormentosa relación amorosa, nunca correspondida de la manera apasionada que ella anhelaba, pero que le dejará una imborrable huella. Para él escribió una autobiografía y gran cantidad de cartas, que publicadas a la muerte de su destinatario, muestran los sentimientos más íntimos de la escritora. Los originales de las mencionadas cartas, así como la autobiografía y otros documentos de suma importancia para el estudio de la autora, se han encontrado recientemente en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. En el verano de 1840, estrenó en Sevilla su primer drama titulado Leoncia.

En otoño de ese mismo año se marchó a Madrid, donde se instaló[5]​ e hizo amistad con literatos y escritores de la época. Al año siguiente publicó con gran éxito en Madrid su primera colección de versos titulada Poesías, que contenía el soneto «Al partir» y un poema en versos de arte menor dedicado, como indica su título, «A la poesía».[5]​ En 1841 publica su novela Sab. En 1842 publica Dos mujeres, novela en la que apoya el divorcio como la solución a una unión no deseada, cosechando sus primeros detractores por el abierto feminismo que ya destaca en su obra. Su tercera novela será Espatolino, obra de corte social, en la que denuncia la terrible situación en que se encuentra el sistema penitenciario de entonces. En 1844 estrena Alfonso Munio su segunda obra de teatro. El triunfo fue apoteósico y la fama de la escritora sube a niveles insospechados.

Por aquellos años ha conocido, entre otros, al poeta Gabriel García Tassara. Entre ellos nace una relación que se basa en el amor, los celos, el orgullo y el temor. Tassara desea conquistarla para ser más que toda la corte de hombres que la asedian, pero tampoco quiere casarse con ella. Está enfadado por la supuesta arrogancia y coquetería de Tula, escribe versos que nos hacen ver que le reprocha su egolatría, ligereza y frivolidad. Pero Gómez de Avellaneda se rinde a ese hombre y poco después casi la destroza. En 1847, se encuentra embarazada y soltera en el Madrid de mediados del siglo XIX. En su amarga soledad y pesimismo, viendo lo que se le viene encima, escribe «Adiós a la lira», que es una despedida de la poesía. Piensa que es su final como escritora. Pero no será así. En 1845 obtuvo los dos primeros premios de un certamen poético organizado por el Liceo Artístico y Literario de Madrid, momento a partir del cual Gómez de Avellaneda figuró entre los escritores de mayor renombre de su época, convirtiéndose en la mujer más importante de todo Madrid, después de Isabel II.

En abril de ese año tiene a su hija María, o Brenhilde, como ella prefiere llamarle. Pero la niña nace muy enferma y no le dan esperanzas de que vaya a sobreponerse. Durante ese tiempo de desesperanza escribe de nuevo a Cepeda:

Son escalofriantes las cartas escritas por Gertrudis a Tassara para pedirle que vea a su hija antes de que muera, para que la niña pueda sentir el calor de su padre antes de cerrar los ojos para siempre. Brenhilde muere a los siete meses sin que su padre la conozca.

El 10 de mayo de 1846 se casó con don Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid, que se convierte en su primer esposo. Era un hombre con aficiones literarias, adinerado y algo más joven que ella. Sin embargo, este padece una grave enfermedad, y los recién casados viajan a París en el intento de buscar una cura a la dolencia del enfermo, pero el 1 de agosto, durante el regreso, don Pedro Sabater muere en Burdeos en brazos de su esposa. Gómez de Avellaneda, totalmente desesperada se recluyó en un centro espiritual perteneciente a la Congregación La Sagrada Familia de Burdeos, lugar donde escribió Manual del cristiano.[6][7][5]​ Tras morir su primer esposo compuso dos elegías que se cuentan entre lo más destacado de su obra poética. Estos, y los dos poemas titulados A él dan cuenta de sus experiencias personales, aunque habitualmente ella no utilizaba como materia directa de su producción lírica.[5]​ Más tarde apareció una segunda edición aumentada de sus Poesías (Madrid, 1850).

Movida por el éxito de sus producciones y acogida tanto por la crítica literaria como por el público en 1853 a raíz de la muerte de Juan Nicasio Gallego, su gran amigo y mentor, presentó su candidatura a la Real Academia Española, pero el sillón disponible fue ocupado por un hombre. Los misóginos académicos de entonces no permitieron que una mujer ocupara una silla reservada exclusivamente para ellos. No fue hasta 1979 que una mujer, Carmen Conde, pudo entrar a la RAE como académica[8]

Se casó nuevamente el 26 de abril de 1856 con un político influyente, el coronel Domingo Verdugo y Massieu. En 1858, a raíz del fracaso en el estreno de su comedia Los tres amores (un gato fue arrojado a las tablas), su esposo achacó a un tal Antonio Riber la supuesta autoría del incidente. Por tal motivo ambos se enfrentaron en la calle y Antonio Riber hirió de gravedad a su esposo.

El matrimonio viajó a Cuba en 1859, con la esperanza de que el clima del Caribe sanara las heridas.[9]​ En Cuba, Gómez de Avellaneda fue celebrada y agasajada por sus compatriotas después de veintitrés años de ausencia. En una fiesta en el Liceo de La Habana fue proclamada poetisa nacional. Durante seis meses dirigió una revista en la capital de la Isla, titulada Álbum cubano de lo bueno y lo bello (1860).[10]​ A finales de 1863 moría su esposo, lo que acentuó su espiritualidad y entrega mística a una severa y espartana devoción religiosa.

En 1864 regresó a la Península, tras pasar por Nueva York, Londres, París y Sevilla. Se reinstaló en Madrid, muriendo a los cincuenta y ocho años de edad el 1 de febrero de 1873. Sus restos reposan en el cementerio de San Fernando de Sevilla junto a los de su esposo y su hermano Manuel.[6]

Su poesía se ha comparado con la de Louise-Victorine Ackermann o la de Elizabeth Barrett Browning por su análisis de los estados emocionales derivados de la experiencia amorosa.[5]​ Como se dijo, su poesía fue tratando cada vez más asuntos religiosos, especialmente a raíz de la muerte de Pedro Sabater y su enclaustramiento en La solitude de Martillac. Esta temática procuraba dar respuesta a uno de los temas constantes de su trayectoria literaria: el vacío espiritual, y el anhelo insatisfecho, ya expresado en un poema anterior a su boda con Pedro Sabater:

En este sentido destacan los poemas «Dedicación de la lira de Dios», «Soledad del alma» o «La cruz», cuya métrica incluye un acertado cambio del endecasílabo al eneasílabo. En poemas como «La noche de insomnio y el alba» y «Soledad del alma» introdujo también innovaciones en el metro que anuncian la experimentación en esta faceta que llevó a cabo el modernismo. Así, en la obra de Gómez de Avellaneda se encuentran versos de trece sílabas con cesura tras la cuarta; de quince y de dieciséis sílabas, poco frecuentes en la poesía en español. También utilizó un verso alejandrino (de catorce sílabas) cuyo primer hemistiquio es octosílabo y el segundo hexasílabo, o donde el primero es pentasílabo y el segundo eneasílabo.[11]

También cultivó los géneros narrativo y especialmente el dramático. En España escribió una serie de novelas, la más famosa, Sab (1841) un folletín que trata la temática antiesclavista y de amores no correspondidos. Dos mujeres supone una invectiva contra el matrimonio. Su cuarta novela, Guatimozín, reúne una gran cantidad de erudición histórica y se sitúa en el México de la etapa de la conquista. En sus restantes obras narrativas, si bien carecen del vigor de las tres primeras, sigue presente la decidida crítica a la sociedad convencional.[12]

En cuanto al teatro, su obra ocupa un lugar importante en la escena española del periodo 1845-1855, cuando el drama romántico había decaído y aún no había surgido la alta comedia. Leoncia fue estrenada en Sevilla en 1840, tuvo una buena acogida[13]​ y poseía cierta originalidad. Su primera obra estrenada en Madrid, en 1844, fue Munio Alfonso, ambientada en la corte de Alfonso VII de León y Berenguela de Barcelona,[14]​ con una producción de dramas históricos que seguían la estela de Manuel José Quintana, y del que son muestras representativas El príncipe de Viana (1844) y Egilona (1846).[12]

Pero sus mayores éxitos en el teatro los obtuvo con dos dramas bíblicos: Saúl (1849) y, sobre todo, Baltasar (1858), considerada su obra cumbre en el ámbito dramático. Los dos muestran aspectos distintos del Romanticismo. Saúl representa la rebeldía, mientras que Baltasar escenifica el hastío vital, la melancolía del «mal del siglo» que será sentida en la segunda mitad del siglo por los poetas simbolistas franceses y en el modernismo hispánico.[15]

Entre sus comedias, cabe destacar La hija de las flores (1852). En 1860 escribe La mujer, una serie de artículos en los que plantea la igualdad intelectual entre mujeres y hombres, e incluso la superioridad intelectual de las mujeres: "No ya la igualdad de los sexos, sino la superioridad del nuestro".[16]

Mucho se ha discutido sobre la nacionalidad de esta escritora. Tanto Cuba como España la reclaman como suya.[17]​ Cubanos y españoles la incluyen por igual en antologías y estudios dedicados a poetas de sus respectivos países.

Por otro lado, se la ha considerado la poeta romántica por excelencia; la heroína trágica que, siendo aclamada en público, fue terriblemente infeliz en su vida privada. Independientemente de que esa imagen esté basada en hechos reales, es evidente que ella la promovió en vida, y que muchos de sus admiradores y críticos posteriores contribuyeron a mantenerla después de su muerte.[18]​ Además, gran parte de su obra es leída y analizada siempre desde una perspectiva biográfica, debido a la publicación póstuma de su correspondencia amorosa con Ignacio Cepeda, por lo que su biografía ha eclipsado en gran medida la importancia de su legado literario.

Lucía Guerra (1985), profesora de la Universidad de California, es una de las muchísimas escritoras que se tomaron la tarea de realizar un análisis e investigación de la novela, de su autora y de los acontecimientos que llevaron a Gertrudis Gómez de Avellaneda al estrellato.[19]

La importancia de María Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda y Arteaga, queda impregnada en cada una de sus novelas y demás obras literarias, que de manera innegable dieron voz y soporte a la mujer, que poseyendo un rol casi inexistente pudo emerger y entablarse en el canon literario. Por tal motivo su obra ha sido ampliamente estudiada por muchos en pro de manifestar sus ideas a la contemporaneidad y perdurar su legado por muchísimo tiempo.



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