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Lola Mora de Hernández Otero



Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández o Dolores Mora , más conocida como Lola Mora (San Miguel de Tucumán, 17 de noviembre de 1866[1]​ – Buenos Aires, 7 de junio de 1936), fue una escultora argentina que además incursionó en el urbanismo, la minería y las artes visuales. Se destacó en espacios generalmente vedados a las mujeres de su época y fue la escultora argentina más halagada y discutida de los últimos años del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Su obra más conocida es la Fuente de las Nereidas, denominada popularmente como Fuente de Lola Mora, un conjunto escultórico de mármol de Carrara que se inauguró el 21 de mayo de 1903 en el Paseo de Julio de Buenos Aires.[2]

Entre los homenajes que ha recibido se encuentra la institución del 17 de noviembre, fecha de su natalicio, como Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas realizado por el Congreso de la Nación Argentina y la creación en 1998 de los Premios Lola Mora a ser discernidos por la Dirección General de la Mujer de la ciudad de Buenos Aires a los medios de comunicación, transmitan una imagen positiva de la mujer que rompa con los estereotipos de género, promueva la igualdad de oportunidades y los derechos de las mujeres.

Su lugar de nacimiento está controvertido, los salteños alegan que nació en El Tala, una localidad del sur de la provincia de Salta a muy pocos kilómetros de donde vivían sus padres, los tucumanos se basan en donde fue bautizada (el 22 de junio de 1867) en el norte de la provincia de Tucumán,[3]​ y en que la escultora siempre se reconoció tucumana.[4]

Su padre era Romualdo Alejandro Mora Mora, un comerciante y hacendado de origen catalán, propietario de algunas estancias en la zona tucumano-salteña y de una casa en la ciudad de San Miguel de Tucumán.[5]​ Él estudió en el colegio Nuestra Señora del Huerto, en San Miguel de Tucumán.

En 1857 llegó a la localidad salteña de El Tala. Se casó el 16 de marzo de 1859 en la parroquia de San Joaquín de Trancas (provincia de Tucumán)[6]​ con Regina Vega Sardina, una estanciera salteña nacida en El Tala, de ascendencia tarijeña y guachipeña.[7]

Lola Mora (Dolores Candelaria Mora Vega) fue la tercera de siete hermanos: tres varones y cuatro mujeres. En 1870, cuando tenía cuatro años, su familia decidió instalarse en la ciudad de San Miguel del Tucumán. En agosto de 1874, a los siete años de edad, comenzó sus estudios en el Colegio Sarmiento, una exclusiva escuela laica de esa ciudad, donde se destacó como alumna. En septiembre de 1885, cuando Lola tenía 18 años, fallecieron sus padres: su madre, de neumonía, y dos días después su padre, de un infarto.

En 1887 llegó a Tucumán para dar clases el pintor italiano Santiago Falcucci (1856-1922) y Lola fue una de sus alumnas. Fue así que se inició en pintura, dibujo y retrato y aprendió sobre el neoclasicismo y el romanticismo italiano, estilos que marcaron su obra; empezó a hacer retratos de personalidades de la sociedad tucumana con los cuales pudo financiar sus otras obras.

Animada por su éxito, realizó un retrato a la carbonilla al gobernador de Salta, Delfín Leguizamón y su trabajo fue tan perfecto que su maestro Falcucci dijo: "Era la copia de una fotografía, pero tenía todo de propio, de individual en la factura".[8]​ Lola pintó una colección de veinte retratos en carbonilla de los gobernadores tucumanos desde 1853 que fueron adquiridos por la legislatura de la provincia en cinco mil pesos. Ya era en Tucumán una artista conocida cuando en 1895 viajó a Buenos Aires en busca de una beca para perfeccionar sus estudios en Europa, que le fue concedida por el presidente José Evaristo Uriburu el 3 de octubre de 1896 consistente en una subvención mensual de cien pesos oro por dos años.

Instalada en Roma en 1897, fue alumna del pintor Francesco Paolo Michetti (1851-1929), que se dedicaba a la pintura y la fotografía y había sido escultor en su juventud, aprendió el arte de trabajar con terracotta con el escultor Constantino Barbella (1852-1925) y finalmente decidió dedicarse de lleno a la escultura cuando conoció a otro de sus profesores, Giulio Monteverde (1837-1917), maestro en el trabajo del mármol.[5]​ En Roma instaló su casa y taller y viajó con frecuencia a Buenos Aires llevando sus trabajos.

Al tiempo de estar en Italia se relacionó con los círculos artísticos y culturales, en los que fue muy respetada, y la prensa argentina empezó a informar sobre sus trabajos, viajes por Europa, exposiciones y los premios recibidos. Un autorretrato de Lola Mora, en mármol de Carrara, se exhibió en la Exposición Universal de París de 1900 y ganó una medalla de oro. Cuando en 1900 regresó a la Argentina precedida por su éxito recibió el encargo en Tucumán de una estatua de Juan Bautista Alberdi, acordó en Salta la fundición de estatuas y relieves conmemorativos para el Monumento del 20 de febrero y ofreció a la municipalidad de Buenos Aires su obra más famosa: la Fuente de las Nereidas.

Lola Mora volvió a su estudio de Roma para preparar los encargos y regresó a Buenos Aires en agosto de 1902 con los bloques de las estatuas esculpidas que, al ser desembaladas, provocó un escándalo. La sociedad porteña de la época consideró que las estatuas mostrando sin recato los cuerpos desnudos emergiendo triunfalmente de las aguas eran "licenciosas" y "libidinosas".

Por ese entonces le ofrecieron esculpir una estatua de la reina Victoria, a ser emplazada en Melbourne (Australia) y del zar Alejandro I en San Petersburgo (Rusia), pero rechazó ambos encargos porque requerían adoptar la ciudadanía británica o rusa, respectivamente.

En su país le encomendaron realizar un busto del presidente Julio Roca, una estatua de Aristóbulo del Valle, una alegoría de la independencia, dos sobrerrelieves para la Casa Histórica de Tucumán y cuatro estatuas para decorar el nuevo edificio del Congreso Nacional; que representarían a los presidentes más célebres de los congresos argentinos históricos: Carlos de Alvear, Francisco Narciso de Laprida, Facundo Zuviría y Mariano Fragueiro. Viajó a Roma y regresó en 1904 con todos los encargos. De manera constante Mora viajaba entre Roma donde se encontraba su estudio hasta Argentina.

A partir de 1910 empieza a declinar su estrella como escultora. Los incumplimientos contractuales de sus proveedores la llevaron a endeudarse y a hipotecar su taller de Roma. En 1913 inauguró su monumento a Nicolás Avellaneda en la ciudad de Avellaneda en presencia del presidente Roque Sáenz Peña, el vicepresidente Victorino de la Plaza y su gran amigo el expresidente Julio Argentino Roca, que murió un año después. Con su muerte Lola perdió influencia y los adversarios políticos de Roca le pasaron factura.

En 1915 el Congreso decidió desmontar sus obras escultóricas a las que califica de "adefesios horribles". El diputado Luis Agote afirmó que: "No demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico". El conjunto se dispersó entre cinco provincias. Ese año Lola Mora vendió su palacete romano y retornó definitivamente a Argentina.[5]

En 1918 la municipalidad porteña desmanteló la Fuente de las Nereidas y la mandó al ostracismo, ubicándola en Avenida Costanera Sur, donde se erige actualmente, a la entrada de la Reserva Ecológica.[4]

Curiosa por naturaleza se acercó a figuras del mundo teatral y, atraída por el cine, quiso experimentar con telones de color.

Hacia 1920 abandonó la escultura e impulsó el dispositivo llamado cinematografía a la luz, que permitía ver cine sin necesidad de oscurecer una sala, pero no logró introducirlo en el mercado. Viajó al norte del país llevando nuevos proyectos: primero a Jujuy donde en 1923 fue nombrada “Escultor Encargado de Parques y Jardines y Paseos” y a Salta a finales de 1924 para comenzar exploraciones geológicas.

En 1925 el presidente Marcelo T. de Alvear dejó sin efecto la última obra encargada por el Estado, el diseño del Monumento a la Bandera. Para revertir el golpe, emprendió la extracción de combustibles con base en destilación de rocas fósiles (esquistos bituminosos) asociada a otras personas y recorrió infructuosamente las montañas de Salta para desarrollar el negocio, perdiendo e ello sus ahorros.

Desahuciada y con su salud deteriorada, entre 1932 y 1933 retornó a Buenos Aires, bajo el cuidado de sus sobrinas. Le costaba caminar, divagaba y perdía el conocimiento. En 1933 la Sociedad Sarmiento de Tucumán realizó una muestra a beneficio de la empobrecida artista. En 1935, restaurado el orden conservador, el Congreso le aprobó una pensión de doscientos pesos mensuales.

El 17 de agosto de ese año Lola Mora sufrió un ataque cerebral que la dejó postrada hasta el 7 de junio de 1936 en que falleció en Buenos Aires tras tres largos días de inconsciencia, insensibilidad y dificultad en su respiración, rodeada de sus tres sobrinas que la asistieron durante toda la enfermedad.

En las principales publicaciones argentinas hubo notas necrológicas. Caras y Caretas, por ejemplo, comentó:

El vespertino Crítica señalaba a responsables del abandono en que se encontraba la artista:

Por su parte, el Diario La Nación que tantos favores concediera a Lola Mora en sus años de esplendor, decía sobre ella:

En todas las necrológicas sólo se recordó de su vasta obra la Fuente de las Nereidas.

La tumba de Lola Mora se encuentra en el Cementerio del Oeste, la necrópolis más antigua de San Miguel de Tucumán y en 2010 fue declarada bien de interés histórico-artístico.[9]

El 22 de junio de 1909 a los cuarenta y dos años se casó en el Registro Civil con Luis Hernández Otero, que tenía 17 años menos de edad, hijo del exgobernador de la provincia de Entre Ríos Sabá Zacarías Hernández,[4]​ que la había conocido en el Congreso Nacional, donde era empleado, cuando la escultora trabajaba para la fachada e incluso, según el investigador Oscar Félix Haedo habría sido su alumno.[5]

La ceremonia religiosa se celebró al día siguiente en la Basílica de Nuestra Señora del Socorro (Buenos Aires).[10]​ La madrina fue Rosario Clorinda G. de Avellaneda, esposa de Marco Avellaneda, a su vez hermano del expresidente Nicolás Avellaneda, y el padrino Manuel Otero Acevedo, único representante de la familia del novio dado que su familia desaprobó la boda a causa de la diferencia de edad. Tanto en el acta civil como en la religiosa, Lola Mora figura con una edad de treinta y dos años.

La pareja no fue feliz y cinco años más tarde su marido la abandonó.[4]

Fue amiga del escritor y político italiano, Gabriele D'Annunzio, y del presidente argentino Julio Argentino Roca. Buena parte de los detalles de la vida privada de Lola se perdieron cuando, a su muerte, la familia quemó su correspondencia. [cita requerida]

Las características del arte escultórico de Lola Mora evolucionaron desde un academicismo muy influido por el renacentismo italiano hasta una suerte de brutalismo donde se encuentran afinidades con Rodin. Por otro lado, Lola Mora tiene por característica el realzar a la mujer en su naturalidad, esto en plena época en que la mujer en todo el mundo occidental estaba absolutamente recatada y sometida al hombre y solo aparecía de un modo clandestino la desnudez femenina como algo prostibulario y pornográfico.

La intención de Lola Mora en sus obras era exaltar a la mujer libre con y en su belleza natural, sin embargo la mentalidad mayoritaria de la época consideró a sus desnudos femeninos como obras "inmorales".

La obra de Lola Mora fue realizada en un momento pleno contexto de la liberación femenina.

Lola Mora fue una prolífica trabajadora realizando destacadas obras entre las que sobresalen:

Algunas de sus obras resultan originalmente sintéticas entre el clasicismo academicista y tendencias abstractizantes que tienen visos de brutalismo (parecen casi inconclusas y talladas a cincel de un modo rudo), tales realizaciones llevaron a que el periodista francés Jules Huret, invitado al Centenario Argentino, en 1910, al verlas diera una opinión muy desfavorable y sin embargo Lola Mora se estaba acercando con tales obras a las vanguardias del siglo XX representadas en Alberto Giacometti, Eduardo Chillida Juantegui, Pablo Picasso y Henry Moore y anticipadas por los sobresalientes Auguste Rodin y Antoine Bourdelle. Pero fue muchas veces incomprendida si bien se le reconocieron ya en vida sus grandes méritos en su patria aunque restringidos entonces a sus tallas clasicistas y neorrenacentistas.

Está considerada la obra más relevante de Lola Mora. Adquirida por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires inicialmente estaba previsto que se instalara frente a la Catedral.

Esculpida en su estudio de Roma, cuando en agosto de 1902 regresó a Buenos Aires con los bloques de la fuente, al descubrirse que estaba conformada por estatuas completamente desnudas, estalló el escándalo y se consideró poco apropiada su ubicación.

Finalmente se inauguró el 21 de mayo de 1903 en presencia de una muchedumbre que quería contemplar la fuente del escándalo.[4]

Esta obra escultórica tuvo su primer emplazamiento a poca distancia de la Casa Rosada, pero, la presión de las "ligas moralistas", que además de quejarse de los desnudos de la obra no toleraban ver trabajar a Lola Mora en pantalones en su taller, obligaron su traslado a un lugar entonces alejado: la Costanera Sur, donde aún se encuentra tal escultural fuente. Desde esa época, Mora comenzó a padecer una suerte de ostracismo, aunque pudiendo irse de su país prefirió quedarse.

Tras su corto matrimonio, realizó riesgosas inversiones en la prospección de esquistos bituminosos para la obtención de petróleo en las selvas salteñas, sin embargo tales negocios le resultaron perdidosos.

Lola Mora participó también como contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, más conocido como Huaytiquina, por donde hoy transita el tren a las Nubes, en la provincia de Salta.

Lola Mora obtuvo varias patentes. Entre sus creaciones se destacaron algunas ideas para la exploración minera, un sistema para proyectar películas de cine sin pantalla utilizando una columna de vapor y un sistema de cinematografía color basándose en la iridiscencia de las emulsiones oleosas sobre el celuloide. Aunque su idea estaba bien encaminada, la falta de una base científica adecuada hizo que su idea no se pudiera concretar en la práctica.

Como urbanista, fue autora del Primer Proyecto de Subterráneo y Galería Subfluvial de Argentina, previsto para la Capital Federal y del trazado de calles de la ciudad de Jujuy.

La Comisión Interprovincial de Homenaje Permanente a Lola Mora, el 17 de noviembre de 1996, descubrió la Piedra Basal del “Monumento a Lola Mora”, que se erigirá frente a los Jardines que llevan su nombre, en el Parque San Martín de la ciudad de Salta.[11][12][15]​A la vez que desde 1995, viene organizando año tras año la “Semana de las Artes”, que se celebra en simultáneo en El Tala y la Ciudad de Salta (del 17 al 23 de noviembre) con participación de todas las disciplinas artísticas y las Regiones del país bajo la denominación de Festival Nacional de las Artes “Lola Mora” (o Lola Mora Festival).[15]

La Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, el Poder Ejecutivo Nacional declaró por decreto 316, bien de interés histórico-artístico a la sepultura que guarda los restos de Lola Mora en el se encuentra en el Cementerio del Oeste, de San Miguel de Tucumán.[9]

En su memoria, el Congreso de la Nación Argentina instituyó por ley 25.003/98, la fecha de su natalicio –17 de noviembre–, como “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”.[16]

En 1999 es un reconocimiento que otorga la Dirección General de la Mujer de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a quienes, en distintos medios de comunicación, transmiten una imagen positiva de la mujer que rompa con los estereotipos de género, promueva la igualdad de oportunidades y los derechos de las mujeres.[17]

Tiene como objetivo impulsar cambios en las pautas culturales, usos y costumbres que permitan eliminar estereotipos de la imagen de las mujeres que se trasmiten en los medios de comunicación.

Se instituyó tras la promulgación de la Ley n.º 188 sancionada el 6 de mayo de 1999[18]​ y se otorgó por primera vez el premio en el año 2000.[17]

Luego de que el proyecto de la fuente de las Nereidas tomara estado público, varios movimientos se opusieron a que este trabajo se llevara a cabo. Sin embargo, la artista continuó haciendo caso omiso a las oposiciones. A través de una carta asumió la defensa de su creación artística. Algunos de sus párrafos más elocuentes decían:

Un grupo de estatuas de Lola Mora flanquean el Pasaje Juramento, un pasaje peatonal en el Monumento Nacional a la Bandera, en la ciudad argentina de Rosario.

El Gaucho

Réplicas de obras para el Palacio del Congreso de la Nación Argentina (acceso principal Norte, las originales hoy se encuentran en San Salvador de Jujuy)

Réplica de obras alegóricas que realizó para el acceso principal del Palacio del Congreso de la Nación Argentina (lado sur)

El Laprida

La obra cinematográfica está basada en un trabajo de investigación sobre el origen y la vida de la artista, realizado por Antonio Sorich. "La otra Lola Mora" integra la serie de documentales "Tierra Firme", que está compuesta por diez cortometrajes de 24 minutos de duración cada uno.[24]



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