Amaya es una localidad del municipio de Sotresgudo, en la provincia de Burgos, comunidad autónoma de Castilla y León (España), comarca de Odra-Pisuerga.
En 2021, contaba con 39 habitantes. Está situada a 8 km al norte de la capital del municipio, Sotresgudo, al pie de la Peña Amaya. La baña el arroyo conocido con Río Riomance (o Riomané) afluente del río Fresno. Al norte, en la carretera que comunica con Humada se encuentra la localidad de Villamartín; al sureste su barrio de Peones; al noroeste el despoblado de Puentes.
Entidad Local Menor, cuyo alcalde pedáneo es José Roberto Bustillo Arroyo, del Partido Popular.
Amaya forma parte de la agrupación supramunicipal de servicios Mancomunidad Peña Amaya, constituida por Orden de la Junta de Castilla y León de 4 de marzo de 1993.
De la Edad del Bronce tardía se halló en Peña Amaya una espada de puño tripartito de hoja de lengua de carpa, así como un hacha de talón y fragmentos de cerámicas decoradas con los motivos típicos de Cogotas I. Todo ello y otras cerámicas aparecidas en otros sondeos permiten afirmar que hubo una ocupación del castro durante el Bronce Final regional.
En la Edad del Hierro la zona de la meseta norte de la Peña Amaya adquiere importancia, formando un poblado castreño. A este periodo corresponden piezas de cinturón, una fíbula tipo Miraveche y denarios ibéricos de la ceca de Segóbriga.
Durante las guerras cántabras (29-19 a.C.), Amaya es un asentamiento indígena estratégico clave respecto al cercano campamento romano de Sasamón.
La ocupación romana de Amaya siguió a la indígena, tuvo, seguramente un carácter predominantemente militar con un poblamiento de cierta intensidad, sobre todo en la época altoimperial (Abásolo Álvarez, 1978). Acreditan esta ocupación la aparición de material significativo como vasos de paredes finas, terra sigillata engobada en rojo pompeyano o en el típico negro del valle del Ebro, un quinario de plata de Augustoemitida por P. Carisius en Mérida y algunas cecas militares itinerantes fechadas entre el 25 y el 23 a.C. (Villaronga, 1979).
Amaia Patricia fue un nudo de calzadas romanas por la que pasaba, según el Itinerario de Antonino, la que llevaba de Pisoraca (Herrera de Pisuerga) a Iuliobriga (cerca de Reinosa) y hasta la costa (Portus Blendium) a través de la cuenca del río Besaya. También habría una vía secundaria entre Sasamón y Amaya, como línea de operaciones en la guerras cántabras y otra entre Amaya y Virovesca (Briviesca).
A la ocupación romana corresponden fragmentos de terra sigilata, abundantes monedas republicanas y altoimperiales y una colección de inscripciones y estelas, recuperadas sobre todo en la excavación de 1891 y en las que aparece onomástica tanto romana como indígena.
Parece ser que Amaya mantiene su importancia durante todo el Bajo Imperio romano, perdurando hasta momentos tardíos de los siglos III y IV, tal como se infiere de los hallazgos arqueológicos, y hasta las invasiones bárbaras.
Amaya ha sido habitada desde la Prehistoria. A fines de la Edad del Bronce (siglo X a. C.) se detecta una mayor presencia humana y acaba convirtiéndose, en la Edad del Hierro, en uno de los principales castros cántabros. Fue conquistada por los romanos en el transcurso de las guerras cántabras (29–19 a. C.), quienes fundaron la ciudad de Amaya Patricia (ciudad patricia y principal donde establecieron el Ducado de Cántabria). La ocupación romana de Amaia Patricia se extendió desde el siglo I a.C hasta la época visigoda.
Ocupada en el 574 por el rey visigodo Leovigildo, se constituyó en una de las principales plazas del ducado de Cantabria y en fortaleza contra las incursiones de grupos de cántabros y vascones no sometidos.
En el 712, Táriq ibn Ziyad toma la ciudad y vuelve en el 714 a sofocar una rebelión, arrasándola. El dux Pedro huye a las montañas del norte.
Tras la rebelión bereber del 740, la zona queda desorganizada y no es hasta el 860 cuando Rodrigo, primer conde de Castilla, por mandato del rey asturiano Ordoño I, repuebla la ciudad. Rodrigo habilitó las defensas y la ciudad e hizo de Amaya la capital de una marca aguerrida y hostil al invasor musulmán y, así, se convierte en otra fortaleza del frente asturiano.
En las intervenciones arqueológicas, realizadas en los años 2000, 2001 y 2002 se ha puesto en evidencia que las ruinas de La Peña corresponden a la villa fundada en la repoblación ordenada por Ordoño I de 860. También permiten sugerir una notable extensión de la ocupación castreña, ocupando incluso las partes altes del cerro de El Castillo; esto último parece corroborar la impresión de algunos investigadores de que funcionó en tiempos prehistóricos como acrópolis. Del estudio de los hallazgos de monedas, metalistería y otros elementos presentes en el Museo de Burgos y procedentes de Amaya, se puede deducir una ocupación ininterrumpida desde el siglo I a.C. hasta el inicio del mundo visigodo peninsular y no solo con función militar. Mediante fotorrestitución se ha podido elaborar un plano del urbanismo de la villa altomedieval; esta villa posiblemente estuvo dividida en barrios, lo que se induce de la existencia de, al menos, dos camposantos.
Este momento fue consagrado geográficamente en decires populares:
con alguna variación:
Parece ser que la ciudad se trasladó a la llanura en torno al siglo XII, aunque el castillo estuvo en uso hasta el siglo XIV.
A principios del siglo XX Narciso Sentenach escribía: En una cumbre se notan tres muros de defensa ciclópeos, sin argamasa ninguna que defendieron a su vez un castillo medieval. De este castillo solo quedan muros bajos y torres cilíndricas con algunos silos y subterráneos.
En el nivel de la plataforma de La Peña hay una zona de unas 2 ha con numerosas ruinas de edificaciones de la ocupación alto-plenomedieval del cerro.
En el cerro de El Castillo se levantó una fortaleza, que le dio el nombre, y cuya referencia más antigua es del s. IX. Tuvo intensa actividad durante la Edad Media. En el s. XVIII ya estaba en ruinas. En 1924 quedaban unos muros bajos y algunos silos subterráneos. El sistema de acceso al castillo tenía dos torres que lo flanqueaban, una de ellas de planta regular de 6 m de lado. También estaba dotado de una muralla de casi 3 m de anchura y, al menos, 2 m de altura.
Las comarcas occidentales del antiguo partido de Villadiego, inclinadas normalmente hacia el río Pisuerga, integraban el Alfoz y Condado de Amaya. Reconquistada por Alfonso I, cuya fortaleza, erguida en la peña de su nombre, fue reedificada y la ciudad repoblada el año 860 por el conde Rodrigo de Castilla, lo que aparece citado en escrituras de los años 853 y 862.
A lo largo de la Edad Media la plaza de Amaya tuvo varios propietarios, como el conde Nuño Pérez de Lara y su hijo Fernando, después se pasa a propiedad de Leonor de Inglaterra, esposa de Alfonso VIII y luego a su hija Berenguela de Castilla; en 1190 vuelve a la casa de los condes de Lara; después, en el reinado de Enrique I de Castilla pasa a manos de la corona. A mediados del s. XIV pertenece a Lope Díaz de Rojas.
El Condado de Amaya junto con el de Bardulia formaron en núcleo inicial de Castilla. Históricamente Amaya aparece asociada al nombre de Bardulia (o Vardulia), investigando en las fuentes de mayor antigüedad de Castilla. Entre las comarcas repobladas por Alfonso I (739-757) surge Bardulies, una región que después del año 883 se llamará Castilla; su centro geográfico y capital regional estuvo en Amaya. Entre los condes de Amaya están Rodrigo, Diego Rodríguez Porcelos y Munio Núñez.
En época medieval fue sede de un efímero obispado, suprimido en 1075 por el rey Alfonso VI de León, aunque, actualmente, se ha puesto en duda el que realmente hubiera existido como sede episcopal. Más tarde fue cabecera del alfoz de su mismo nombre y posteriormente se integró en la merindad de Villadiego.
A finales del s. XV pertenece al conde de Feria, Gómez Suárez de Figueroa, conocido como el Inca Garcilaso de la Vega. Posteriormente pasa a los Orense, que en 1679 recibieron el título de vizcondes de Amaya, creado por Carlos II, manteniendo la propiedad hasta principios del s. XIX.
En el s. XVI tenía 40 vecinos y una pila
(una parroquia). Villa que, junto a su barrio de Peones formó parte de la Cuadrilla de Amaya en el Partido de Villadiego, uno de los catorce que componían la Intendencia de Burgos durante el periodo comprendido entre 1785 y 1833. Así, en el Censo de Floridablanca de 1787 consta que era jurisdicción secular de señorío, siendo su titular el Vizconde de Amaya, quien, a propuesta del Adelantado, nombraba alcalde ordinario.
Lugar de Señorío de España, en Castilla la Vieja, provincia de Burgos, cuadrilla de Amaya, 11 vecinos, 51 habitantes, descripción de Sebastián Miñano (1826).
Antiguo municipio de Castilla la Vieja en el partido de Villadiego código INE- 09015.
En la plataforma de La Peña hubo parcelas en cultivo hasta mediados de la década de 1970. Desde la fuente Hongarrera hasta un depósito en el cantil existen los restos de una atarjea
que dio servicio a una minicentral eléctrica que estuvo ubicada al pie del cerro, en la localidad de Amaya. En 1973 Amaya desaparece como municipio y pasa a formar parte del municipio de Sotresgudo. Así, por decreto número 1580/1973, de 22 de junio (Boletín Oficial del Estado de 16 de junio de ese año), se aprueba la fusión de los municipios de Sotresgudo, Amaya, Cuevas de Amaya, Salazar de Amaya, Sotovellanos y Barrio de San Felices y la constitución de las entidades locales menores de Amaya, Sotovellanos, Salazar de Amaya y Cuevas de Amaya. Esta fusión implica también la incorporación al municipio de Sotresgudo de Peones de Amaya, que formaba parte del municipio de Amaya.
Amaya es sede de arciprestazgo, ampliado en 1996 al conjunto del territorio del noroeste de la archidióceis.
Pueblecito acurrucado al pie de la gran Peña, iglesia con fina portada abocinada en gótico, algunas casas de adobe,
En el Censo de la matrícula catastral contaba con 46 hogares y 184 vecinos, incluyendo su barrio de Peones.
Vista aérea desde el noroeste.
Vista aérea desde el norte.
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