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Guerras cántabras



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La edad actual es 1994 años. Guerras cántabras cumplió 1994 años el 3 de marzo de este año.


¿De qué signo es Guerras cántabras?

Guerras cántabras es del signo de Piscis.


Vexilloid of the Roman Empire.svg Cayo Antistio Veto
(26 a. C.-24 a. C.)
Vexilloid of the Roman Empire.svg Lucio Emilio
(24 a. C.-22 a. C.)
Vexilloid of the Roman Empire.svg Cayo Furnio
(22 a. C.-19 a. C.)
Vexilloid of the Roman Empire.svg Publio Silio Nerva
(19 a. C.)

Las guerras cántabras, también conocidas como guerras asturcántabras, fueron unos enfrentamientos que tuvieron lugar del año 29 a. C. al 19 a. C. entre el Estado romano y los distintos pueblos cántabros y astures que habitaban territorios conocidos ya por los antiguos romanos como Cantabri[n 1]​ y Asturiae[n 2]​ en el noroeste de la península ibérica, en regiones coincidentes en su mayor parte con las actuales comunidades autónomas de Cantabria y Asturias y partes de las provincias de León y de Palencia.

Los enfrentamientos mantenidos por el Imperio romano contra los diversos pueblos del norte hispano, cántabros y astures principalmente, representaban la culminación de la larga conquista de la península ibérica. La resonancia de estas guerras sobrepasó a la de gran parte de las emprendidas por el Estado romano a lo largo de su historia. La razón de ello no hay que buscarla en el ámbito estrictamente militar, sino en el alcance político que se le concedió a la conquista del norte peninsular, única operación dirigida personalmente por el emperador Augusto.[3]

Así comienza Floro su relato para narrar los hechos acaecidos en una contienda que hizo que el propio emperador romano Augusto, abriera las puertas del templo de Jano, en señal de combate total, y se desplazara en persona desde Roma hasta tierra de cántabros.

Desde aproximadamente el año 50 a. C., solamente los cántabros y los astures mantenían la independencia frente a Roma, aunque ocasionalmente se enrolaban en las tropas auxiliares romanas, como consta para el propio año 50-49 a. C., durante las guerras civiles, al servicio de Pompeyo.[4]​ El resto de los pobladores de la península ya habían sido sometidos, o bien se habían adherido voluntariamente a los romanos.

No es fácil precisar el escenario de la contienda, pero hay datos que apuntan a que en el inicio se extendió hasta tierras astures al menos durante los primeros años de esta. Dos años después de comenzada, en el 27 a. C. y en plena campaña militar, se produce un hecho determinante. La península ibérica se divide en tres provincias, en vez de las dos que se conocían hasta entonces. Hispania queda así dividida en la Baetica, la Lusitania, de nueva creación, y la Tarraconense. Este hecho tiene gran importancia para realizar una contextualización geográfica correcta:

En primer lugar, la división se produce, precisamente, como consecuencia y en mitad de la guerra. Al mismo tiempo se da la circunstancia de que Asturiae y Gallaecia (Asturias y Galicia) quedan encuadradas en la provincia de Lusitania, mientras que Cantabria queda encuadrada en la provincia Citerior, bajo el control directo del emperador César Augusto que se presenta, precisamente ese mismo año (27 a. C.), en tierras cántabras. Este hecho implica expresamente que Cantabria no se consideraba todavía una tierra pacificada y que, por lo tanto, necesitaba tropas bajo el gobierno del legatus augusti propaetore para ser pacificada. Es más, desde el año 26 a. C., el historiador Floro solo menciona a cántabros como contendientes y es a partir de esa fecha cuando Roma despliega todo su poderío militar en la región.

En cualquier caso el teatro de operaciones quedaría dividido en dos, con Asturias, León, zonas de Zamora y Galicia a un lado, y Cantabria y norte de Palencia y Burgos al otro. En este contexto el escenario sería atendido independiente y simultáneamente por dos legados diferentes, siendo el propio Augusto el que quedaba con el control de la Guerra contra los cántabros que duraría siete años más.

En ese contexto histórico, los pobladores cántabros, por el oeste, llegaban hasta el actual río Sella, hoy en territorio asturiano, bajando hacia el sur hasta sus fuentes en el Valle de Sajambre; por el sur sobresalía la ciudad naturalmente fortificada de Peña Amaya (hoy en tierra de Burgos) y por el este sus límites llegaban hasta la ría de Oriñón, desembocadura del río Agüera, entre las poblaciones de Guriezo y Castro Urdiales, próximas al actual límite con Vizcaya, entonces territorio autrigón (ver mapa contiguo).

Terminadas dichas guerras se puede dar por finalizada la conquista de Hispania por los romanos.

Las primeras apariciones de los cántabros en el contexto histórico de las guerras de Roma en Hispania es muy anterior al de las propias guerras cántabras, puesto que los cántabros se empleaban como mercenarios en diferentes conflictos tanto dentro como fuera de la península. Así, nos encontramos con que años antes del comienzo de las guerras cántabras, el ejército romano ya tenía conocimiento del carácter guerrero de los pueblos del norte de la península. Existe constancia de que participaron en la guerra de los cartagineses contra Roma durante la segunda guerra púnica:

También parece constatada su intervención ayudando a los vacceos de la Meseta norte contra los romanos en el año 151 a. C.[cita requerida] Y así mismo son mencionados de nuevo durante el sitio de Numancia:

También se cree que hubo presencia de guerreros cántabros en las Guerras Sertorianas[cita requerida] o su intervención junto a los aquitanos en las guerras contra Julio César para defender las Galias[cita requerida]. Según el propio testimonio de César, hubo tropas cántabras en la batalla de Ilerda (Lérida) en el año 49 a. C.

Con todos estos antecedentes, los cántabros empezaban a sonar ya en todo el Imperio romano. Las tropas romanas llegaron a perder un estandarte[cita requerida], cosa inexplicable y una de las mayores humillaciones para una legión en ese periodo. Algunos historiadores romanos justificaron esta campaña, no obstante, como respuesta a las incursiones que los cántabros realizaban en las tierras de la Meseta habitadas por pueblos ya sometidos a Roma. Ciertamente parece más probable que estuvieran interesados en las riquezas minerales de la zona (oro y plata en el país astur, hierro, plomo, magnetita, blenda y cobre en el cántabro).[5]

Como indicábamos anteriormente, en la primavera del 26 a. C., el mismo emperador en persona, César Augusto, abrió las puertas del templo de Jano (símbolo de estado de guerra) y se dirigió a Hispania, estableciendo su base de operaciones en Segisama, actual Sasamón, (Burgos).

Uno de los rasgos definitorios del enfrentamiento entre romanos y cántabros-astures es que se trató de una guerra de montaña. Las legiones no solo tuvieron que adaptar sus refugios a la escarpada orografía del terreno, alterando en muchas ocasiones la planta rectangular canónica de esquinas redondeadas de los campamentos militares romanos; también se vieron obligadas a levantar sus fortificaciones de campaña en los puertos de montaña.[6]​ Así los soldados romanos llegaron a construir campamentos como los de Castro Negro 43°2′15.33″N 4°41′21.46″O / 43.0375917, -4.6892944 y Robadorio 43°2′59.13″N 4°44′15.42″O / 43.0497583, -4.7376167, erigidos al pie de Peña Prieta a 1962 y 2219 metros de altitud respectivamente, siendo estos los de mayor altitud de los de la península ibérica y que se encuentran entre los más altos de Europa, superados únicamente por el de puerto de Septimer en Suiza, a 2340 metros de altitud.[7]

La primera intervención importante de Roma contra los pueblos del norte de la Meseta, la protagoniza en el año 29 a. C., Estatilio Tauro, quien recibe de Augusto el título de imperator, por someter a cántabros, astures y vacceos. En los dos años siguientes se reanudan las hostilidades consiguiendo Calvisio Sabino y el procónsul Sexto Apuleyo sus triunfos respectivos al mando de las tropas. Pero estas victorias debieron ser más oficiales que reales, ya que los pueblos del Norte continuaban independientes; al menos, los cántabros, que, según los textos más antiguos, eran los más rebeldes. Ello motivó que el propio Augusto se trasladara a Hispania y al frente de los ejércitos iniciara la importante campaña del año 26 a. C. contra los cántabros.[3]

Según el historiador romano Dión Casio la táctica de cántabros y astures consistía en una guerra de guerrillas, evitando la acometida directa sobre las fuerzas romanas conscientes de su inferioridad numérica, su inferior armamento y la invulnerabilidad táctica de las legiones romanas en campo abierto. Su mejor conocimiento de un territorio abrupto y montañoso les permitía ofensivas rápidas y sorpresivas mediante el uso de armas arrojadizas, con emboscadas y ataques de gran movilidad seguidos de un ágil repliegue, que causaban graves daños a las fuerzas romanas y a sus líneas de abastecimiento. Los estudios arqueológicos más recientes demuestran que la línea de avance romana desde el interior hacia la costa siguió por lo alto de los cordales montañosos, y no por los valles, donde la frondosidad de los bosques hubiera hecho muy vulnerables a las legiones. [8]

Según ha quedado constancia por representaciones en monedas y estelas, los cántabros manejaban con habilidad el armamento ligero y así lo señala el poeta Lucano cuando dice:

Iban provistos con espada pequeña, puñal, dardos o jabalinas, lanzas, escudos redondos u ovalados de madera, petos de cuero o lino, gorros de piel con tiras de nervios y la bipennis, arma esta última que consistía en un hacha de doble filo claramente definitoria de los pueblos del norte de Hispania. No queda constancia del uso del arco y la honda, aunque es muy probable que la conociesen y utilizaran.

Los cántabros eran hábiles a la hora de montar a caballo como lo refleja el hecho de que algunas de sus tácticas de caballería pasaran a ser empleadas por el ejército romano. Flavio Arriano describe en este sentido el círculo cántabro (conocido como cantabricus impetus o cantabricus circulus) consistente en una formación de caballería en círculo en la que los jinetes se van rotando para lanzar jabalinas al enemigo, y la carga cántabra, también llamada embestida cántabra o acometida cántabra, que aunque no se detalla en que consistía bien podría constar de un ataque frontal y masivo contra las líneas enemigas con el fin de deshacerlas.[9][10]

La caballería era muy importante para los cántabros, que se organizaban para luchar a pie y a caballo. Representaba el 20 o 25% de sus fuerzas, mientras que para los romanos era solo un 10 a 14% del total del ejército y poseía un papel secundario.[11]

Las fuerzas de los locales eran, al menos al principio de la guerra, comparables a las romanas. No se sabe exactamente a cuántos ascendían, aunque los cálculos de Schulten son de 240 000 astures, de estos 80 000 a 100 000 serían capaces de luchar. Los cántabros en cambio sumaban 160 000 a 200 000 personas, y 40 000 a 50 000 eran guerreros.

Según las fuentes el ejército romano se dividió en dos partes, la mayor atacaría a los astures por ser más numerosos, la menor a los cántabros. La calidad del enemigo cántabro fue tal que obligó a Augusto a destacar en el conflicto a varias legiones en distintos momentos de la contienda:

Guerra contra los cántabros

Guerra contra los astures

También participó la marina romana con la Classis Aquitanica, que llegó a las costas cántabras enviada desde Aquitania y desembarcó en Portus Blendium (Suances). Esta sería determinante en la resolución del conflicto puesto que completó el cerco a los cántabros iniciado por las tropas desplazadas en tierra. Se calcula que, en total, el ejército romano destacó unos 70 000 hombres, aunque estos cálculos varían según los autores, dado que el cálculo se basa en 5000 hombres por legión. Incluso es probable que la cifra sea superior a los 80 000 hombres contando a los auxiliares puesto que, tras la reforma de Cayo Mario, la legión pasó a tener 6000 soldados, aunque si bien una legión, en época de Augusto, estaba oficialmente compuesta por 6200 hombres, por diversas circunstancias, la cifra solía oscilar entre los 5000 y los 8000 soldados.

En el 25 a. C., Augusto entrega a los astures de Brigantum el campamento de Asturica Augusta en premio por su ayuda. Además reparte tierras en los llanos a los aliados. No obstante, los astures se unieron posteriormente a los cántabros en la defensa común. El emperador Augusto, un año después de su llegada, hubo de retirarse a Tarraco, presumiblemente debido a una enfermedad. La contienda duró más de diez años.[n 3]

Éstas y las campañas contra los ilirios en el 35-33 a. C., fueron las únicas que dirigió personalmente Augusto contra pueblos bárbaros. Con la conquista efectiva de Gallaecia y Asturica, la guerra pareció terminada. Una vez licenciados algunos de los soldados de sus legiones, Carisio fundó en el mismo año 25 a. C. la colonia Emerita Augusta (Mérida), acuñando una moneda conmemorativa de la fundación y de sus victorias del norte.

En el año 24 a. C. los cántabros y astures reanudan las hostilidades, si bien con sus fuerzas gravemente debilitadas. Ese año, el nuevo gobernador de la Tarraconencese, L. Elio Lamia, llevó a cabo una cruel represión contra estos pueblos, ya que habían atacado a las tropas romanas atrayéndolas a una emboscada bajo la promesa de provisiones.

Es sustituido en el año 22 a. C. por Cayo Furnio, quien en un principio se pareció a los indígenas, al ser poco experto en cuestiones militares. La nueva acción parte de los astures descontentos con el control militar del gobernador de la Lusitania y arrastran a los cántabros, que, en una operación independiente, son sometidos por Furnio. Posteriormente, este último debe acudir con ayuda del legado de la Lusitania para pacificar a los astures.[3]

La mayoría de las batallas importantes fueron libradas entre el 26 y el 22 a. C., siendo esta la época de mayor intensidad de la guerra. Las principales batallas fueron:

A diferencia de otros conflictos similares, el Imperio romano optó por no hacer prisioneros, lo que supuso la eliminación de los cántabros en edad militar. Según Dión Casio:

Era costumbre de los guerreros cántabros el suicidio antes que la esclavitud. Bien por la espada, bien por el fuego o, principalmente, envenenándose con pócimas hechas con semillas de tejo, árbol mítico celta, que llevaban preparadas al efecto.[n 4]​ Así lo recoge Silio Itálico en su descripción sobre las costumbres de los cántabros alistados en el ejército de Aníbal:

Estrabón decía que despreciaban la muerte y el dolor, hasta el punto de seguir cantando sus himnos de victoria aún después de crucificados. Para ellos, según Estrabón, morir como guerreros y libres era una victoria.

La guerra se puede dar por finalizada en el 19 a. C., aunque se tiene constancia de rebeliones menores posteriores. La región fue devastada y los castros destruidos e incendiados, deportándose masivamente a la población y trasladándola a las llanuras. Roma, al igual que hizo en otros territorios, quiso imponer sus reformas. No tuvo demasiado éxito debido al fuerte carácter del pueblo cántabro. A pesar de ser masacrado y obligado a bajar al llano, los romanos tuvieron que dejar dos legiones durante unos sesenta años más (la X Gemina y la IV Macedónica).[3]

Tras las guerras cántabras y el sometimiento de cántabros por Roma, las legiones romanas adoptaron de ellos la simbología solar de cruces gamadas y símbolos lunares, o solares, tales como el lábaro cántabro (en la imagen) que portarían hasta 300 años después. El ejército romano copió de los cántabros también tácticas de caballería como las que dio en denominar el circulus cantabricus y el cantabricus impetus, anteriormente mencionadas.

En la actualidad, estos eventos son representados en varias festividades de la región cántabra. Una de las más importantes es la fiesta lúdico-cultural de las guerras cántabras que se desarrolla en el municipio de Los Corrales de Buelna el último fin de semana de agosto y el primero de septiembre. La fiesta es de marcado carácter histórico, y a pesar de ser instaurada hace pocos años, se ha asentado y cuenta con la participación activa de más de 1800 personas, las cuales se dividen en trece tribus cántabras y trece legiones romanas. De esta forma, representan los combates entre guerreros cántabros y legionarios romanos, una boda cántabra, la insumisión y crucifixión de prisioneros cántabros y recrean los campamentos de ambos bandos.[15]​ Desde 2008 esta festividad está considerada de interés turístico nacional.

También en la antigua Asturica Augusta, hoy Astorga, se recrean estos acontecimientos, en la fiesta de "Astures y Romanos", que tiene lugar anualmente el último fin de semana de julio, contando con un mercado astur-romano, así como con una recreación del campamento de ambos contendientes. Además desde hace algunos años se celebra en Carabanzo, el festival astur-romano de La Carisa, donde se rememoran las guerras mantenidas por las tribus locales con las legiones imperiales de la Roma augusta en su avance por la vía de La Carisa hacia la Asturias Transmontana.



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