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Curaca Butacura



El valle en el que se ubica actualmente la ciudad de Santiago, que corresponde al territorio entre la ribera norte del río Mapocho y la ribera sur del río Maipo, ha tenido una larga ocupación humana desde hace miles de años.

La última Glaciación (Glaciación wisconsiense) generó un puente entre Asia y América del Norte, a través del Estrecho de Behring y entre Tasmania (Australia) y América del Sur. Por esos hielos se supone que diversos grupos humanos migraron siguiendo los mamíferos que cazaban y o que pescaban. Existen varias teorías sobre el poblamiento americano, algunas como la de las Tribus pérdidas de Israel, pero la más aceptada, es la de Paul Rivet,[nota 1]​ quien plantea que el hombre llegó a América desde varios lugares:

Con el tiempo, estos habitantes se transformaron en diversos grupos que poblaron Chile de norte a sur. De acuerdo a ello y para estudiar y comprender la prehistoria de Chile Central, los arqueólogos han establecido en la actualidad tres unidades morfológico-ambientales en función de los recursos de subsistencia y las posibilidades complementarias que ofrecen a la población y al asentamiento humano.[1]​ Estos son:.[2]

Hay que recordar que el nivel marítimo estaba 150 metros más abajo hace 10.000 años. Muchos de los restos costeros en estos momentos están bajo el nivel del mar.

Presencia de Cazadores Recolectores Avanzados 6000 a. C. - 2500 a. C.. De acuerdo a investigaciones, se cree que en la cuenca de Santiago se establecieron los primeros grupos humanos cerca del 10.000 a. C., los cuales eran principalmente nómadas cazador-recolectores, que transitaban desde el litoral hacia el interior en búsqueda de guanacos durante la época de los deshielos cordilleranos.[3]​ Cerca del año 800, comenzaron a instalarse los primeros habitantes sedentarios debido a la formación de comunidades agrícolas junto al río Mapocho, principalmente de poroto, papa y maíz, y la domesticación de los auquénidos de la zona.

Varios grupos humanos llegaron por distintas vías al valle central.

Desde el planalto brasilero llegó un grupo que atravesó la cordillera frente al valle central. Durante las construcciones de la zona de La Dehesa (avenida El Gabino y Avenida Santa Blanca en la Comuna) se detectaron varios yacimientos arqueológicos que correspondían a ocupaciones monocomponentes con uno o más enterratorios adscribibles al Período Algroalfarero Temprano[nota 2][4]​ y en específico a la denominada Tradición Bato.[5]

La relevancia de estos hallazgos, radica en que modifican notoriamente la visión de un patrón de asentamiento con una orientación eminentemente costera para la Tradición Bato y confirman un patrón para las prácticas mortuorias de la Tradición Bato,[nota 3]​ que se diferencia claramente de las del Complejo Llolleo [nota 4][6]

De este período también se encontraron túmulos rocosos o “casas de piedra”, en el borde e interior precordillerano, como en la Dehesa y El Arrayán de la cuenca del Mapocho, o Estero Cabeza de León o El Manzano, en el Cajón del Maipo. En la Cuenca de Santiago predominan los sitios Bato por sobre los sitios Llolleo.

En el sector de Puente Ñilhue se encontró un túmulo funerario, probablemente de la cultura Bato, en marzo de 2012.[7]

La cultura Llolleo, pese a ser contemporánea con la tradición Bato, tuvo una representación más costera. Pocos centros Llolleo se han descubierto en el valle de Santiago. Cabe destacar que no ha existido una política de protección adecuada y muchos de ellos han sido encontrados en las construcciones nuevas pero ocultadas a la autoridad por temor a que se retrasen las obras por implicaciones arqueológicas. La cerámica Bato es clásica y originó las cerámicas presentes en grupos posteriores.

Uno de los hallazgos Llolleo fue un antiguo cementerio indígena, que dataría de al menos seis siglos antes de la fundación de Santiago, en 1541. Este hallazgo fue efectuado mientras se hacían labores de construcción del Metro en la Avenida Pedro de Valdivia, con la calle Europa en la Comuna de Providencia[8]​Corresponderían a un cementerio de la cultura Llolleo. Esta habitó la cuenca de Santiago entre los años 0 y 900 d.C., seis siglos antes de que los incas y los españoles se instalaran en la región. En el lugar del hallazgo se construirá el primer memorial a la Cultura Llolleo de Santiago.[9]

Otros dos sitios de hallazgos anteriores fueron mientras se construía el edificio nuevo de El Mercurio, a los pies del cerro Manquehue en la ribera norte del Río Mapocho,y en Quinta Normal, en su ribera sur, en las inmediaciones de lo que hoy es el parque Quinta Normal de la ciudad de Santiago. Si bien ambos pueden ser caracterizados como sitios habitacionales, El Mercurio presenta además 36 enterratorios con variado ajuar y ofrenda.[10]​ Quinta Normal, por su parte, está compuesto por varios sectores cuya solución de continuidad no está clara.

Con el nombre de cultura Aconcagua[11]​ se conoce aquella del período Neolítico tardío (en la denominación global)[nota 5]​ o período Agroalfarero Intermedio Tardío (en la denominación regional)[nota 6]​ que habitó la actual zona del territorio de Chile comprendida entre los ríos Aconcagua por el norte, especialmente el llamado valle del Aconcagua, y el Cachapoal por el sur,[nota 7][12]​ aproximadamente entre los años 900 y 1536, cuando se produjo la llegada de los españoles. En la zona litoral central de Chile, se extendía en la zona comprendida por Algarrobo, El Quisco, Llolleo, El Tabo, Las Cruces, Rocas de Santo Domingo, Cartagena y el área de El Convento y Tejas Verdes. Desde 1964 se relatan hallazgos de material arqueológico en la zona de La Dehesa, en el sector nororiente de Santiago.[13]​ En tareas de recolección superficial en el potrero "B" de La Dehesa[14]​ registraron cerámica negra pulida y Aconcagua Salmón, torteros, cuentas de collar, cinco tembetás con forma discoidal con aletas, cilíndrico corto y de tarugo, tres orejeras, l0 fragmentos de tubos de pipa y una pipa fragmentada descrita como "típicamente araucana"

Los chiquillanes eran un pueblo indígena nómada que habitaba en las zonas cordilleranas del actual territorio de Chile, entre Los Andes y Chillán y, principalmente, de la actual provincia argentina de Mendoza. Eran cazadores y recolectores, se alimentaban principalmente de guanacos y usaban su piel para toldos y vestuarios. Elaboraron piedras Tacitas. Se tiene muy poca información acerca de estas bandas. Este pueblo se encontraba muy unido con los pehuenches, que en esa época todavía no estaban mapuchizados. Ese contacto era importante aun cuando territorialmente estaban segregados en pequeñas comunidades de no más de 100 individuos. Es necesario mencionar su nomadismo, el cual los llevaba a distintos parajes según la época del año. Practicaban el infanticidio femenino. Además en épocas de primavera robaban mujeres y alimentos a los picunches.

Los incas denominaron a los indígenas presentes en el Valle Central como gentes salvajes, mecanismo bastante usado por los imperios a la hora de conquistar pueblos. Si son salvajes uno les hace un favor al conquistarlos. Las aldeas establecidas en la zona pertenecían a grupos picunches (mapudungún: Pikun: Norte y Che: Gente) o promaucaes (quechua: gente salvaje), sometidos al Imperio inca desde fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI. Los incas establecieron en el valle algunos mitimaes, siendo el principal uno instalado en el centro de la actual ciudad, santuarios como la huaca de Chena y el santuario del cerro El Plomo.[3]​La zona habría servido como base para las expediciones incáiscas hacia el sur y como nudo vial del Camino del Inca. Este camino está refrendado en el actual trazado de camino a Los Andes, Colina, Avda. Independencia, calle Puente, Paseo Ahumada, Calle Arturo Prat, Avda José Miguel Carrera ( "Gran Avenida"), Camino a Nós, y Carretera 5 sur. En el lugar que hoy ocupa la Estación Mapocho estaba el Tambo de la zona. Desde ahí y siguiendo la Avenida Andrés Bello, Avenida Providencia, Apoquindo, Avenida Las Condes, Camino Farellones, Corral Quemado, hasta la actual mina La Disputada en Las Condes, estaba el camino inca llamado Camino de Las Minas, sobre el cual se desarrolló la ocupación posterior, española y chilena de la zona oriente de Santiago.

La alineación de la Plaza de Armas, el cerro Santa Lucía y Cerro El Abanico, con la salida del sol durante el solsticio de verano, y el cerro San Cristóbal que corta el perfil del Plomo-Littoria durante el solsticio de invierno,[nota 8]​ es un hecho físico, concreto e indiscutible.[15]

El investigador Rubén Stehberg del Museo y Gonzalo Sotomayor de la Universidad Andrés Bello reunieron las pruebas de las investigaciones presentadas en 1976, más documentos históricos; y a esto agregaron nuevas evidencias de que bajo la ciudad del casco viejo de Santiago se encontraba la ocupación Tawantinsuyu incaica en los cursos medios de los ríos Mapocho y Maipo. [nota 9]​ La ocupación contaba con reyes y autoridades a lo largo de los valles hasta llegar a Mapocho, pero estos habrían sido muertos durante la conquista de Diego de Almagro. La ciudad incaica de Mapocho se la comparaba, según escritos demostrados en el estudio, como otra versión de Cuzco, un lugar en que prosperaba la minería y la agricultura. Se evidencia entonces que Pedro de Valdivia realmente no fundó Santiago, sino que viajó directamente a poblarla y tomar posesión de la ciudad.[16][17]

Al tomar Santiago en 1541, Pedro de Valdivia quitó las tierras del longko Huara Huara y los loncos Guampilla, Roquingua, Vichato, Polobanda y Biticuna.

Se usó la tierra de los indios huaicoches (del quechua: wayqu, 'quebrada'[nota 10]​ y mapudungún che, 'gente'; 'gente de quebradas') de la que tenían sus posesiones en las tierras ubicadas en las riberas del río Mapocho, las que se comenzaron a denominar La Dehesa del Rey.[18]​ Los huaicoches después del desalojo, fueron llevados a Tango, luego los trasladaron a Peñalolén y finalmente se le adjuntó al pueblo de indios de Apoquindo.[19]​}

Tras el 11 de septiembre de 1541 fue colocado en la tierras de Pirque que fueron llamadas las "tierras del Principal de Indios Huara Huara" conocidas ahora como El Principal.

Al curaca Huara Huara al cual pertenecía el territorio de las haciendas de La Dehesa y Las Condes. El Lonco Vitacura o Butacura, era el principal del la comarca ubicada en las inmediaciones del cerro San Luis a orilla del Mapocho. Los caciques subalternos que tenían sus lof cercanos al lugar e incluso en la ribera norte del río Mapocho eran Polobanda, Pujalongo, Perimalongo, Tongui, Catalonde, Longopilla, de este último dependían Trinquimanquí y Gualtilina. Vitacura fue un emprendedor ya que hizo, dentro de todas sus obras, un canal para regar Conchalí. El canal es aún visible en el sector de La Pirámide.

Nacido en Cuzco, era el encargado del sector del río Mapocho al oriente, hasta las vertientes de la cordillera, existían varios asentamientos indígenas independientes entre sí y regidos cada uno por un cacique.

De hecho, los nombres de las comunas, avenidas y calles se conservan desde entonces. Como el del cacique Vitacura (o Butacura en mapudungún, Buta Grande y Cura Piedra)[nota 11]​ Butacura era el Mitimae que estaba encargado de mandar el oro recolectado al Cuzco pero a la llegada de Diego de Almagro suspendió dicha labor enterrándolo en alguna parte de su feudo. apenas supieron los españoles de este entierro, torturaron y asesinaron a Butacura, convirtiéndose en el primer asesinato politico de Chile. Butacura jamás entrego la posición de este entierro y hasta la actualidad personas lo buscan. Vitacura vivió en paz con los españoles por varios años hasta que fue asesinado. Sus hombres fueron trasladados a Quillota, quedando el caserío del Cerro San Luis despoblado.[20]​ Hay una leyenda acerca de Vitacura sobre el entierro de 800 kg de oro en la comuna de Vitacura, En la época, los indios sometidos a la autoridad del Inca, pagaban un tributo en especies que periódicamente era enviado al centro del Imperio. Cuando la expedición de Diego de Almagro llegó a Chile, en 1535, se encontró con el famoso envío, a la sazón 14 arrobas de tejos de oro marcado equivalente a 161 kilos de oro, fueron incautados a favor del español. Desde entonces, no se volvió a enviar el tributo a Perú, pero los representantes del Inca en Chile lo cobraban puntualmente. Se calcula que alcanza a unos 800 kilos de oro y se presume que el curaca Vitacura, quien representaba la autoridad del Inca en el territorio, lo haya escondido, enterrándolo en algún lugar, el que fue la causa probable de su asesinato.

El poder (y con ello los abusos) de los encomenderos fueron creciendo a medida que el dominio español se fue acentuando. Hasta 1580 las tierras mapuche miembros a de Lof o Ayjarewe, tenían un reconocimiento tácito de su pertenencia, pero la pérdida de sus tierras, sus traslados a otras zonas, la imposición de otras culturas, la alta mortalidad de las pestes y las fugas constantes y masivas a otras regiones fue haciendo perder esa sensación. Muchos indígenas fueron finalmente reducidos a los pueblos de indios.

Para ello se dicta la Tasa de Gamboa, pregonada en Santiago el 8 de mayo de 1580 por el Gobernador Martín Ruiz de Gamboa, haciendo cada vez más difícil la existencia de los pueblos de indios, por lo que dispuso que entre el río Choapa y el Maule, lo siguiente:

Con ello los indígenas perdieron su libertad de movimiento y el uso de la tierra. Estos pueblos de indios fueron la base del inquilinaje casi feudal de Chile en los próximos siglos, que incluían incluso el derecho de pernada [22][23][24]



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