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Federación de los Andes



La Federación de los Andes fue un estado proyectado por el Libertador Simón Bolívar en 1826[1]​ y que debía incluir bajo su liderazgo las nacientes repúblicas de Bolivia, Colombia y el Perú.[2]

Las fuentes han dado varios nombres al proyecto estatal: «Confederación de los Andes»,[1][3][4]​ «Federación de los Andes»,[2][5]​ «Federación Boliviana»[6][7][8]​ y «Federación Andina».[9][10]

Inicialmente, Bolívar pretendía crear una gran confederación que abarcara todos los territorios que acababan de independizarse del Imperio español para prevenir posibles intentos de reconquista. Para esto convocó el Congreso de Panamá pero cuando fracasó se propuso una meta más realizable, unificar los países independizados por él:[2][11][12]​ Perú, Bolivia y Colombia;[13]​ como dijo Jorge Basadre: «Unir a las repúblicas bolivarianas parecía más factible que unir a todas las Repúblicas hispanoamericanas».[4]

Convocado en un circular escrito por el Libertador y su ministro, José Faustino Sánchez Carrión, el 7 de diciembre de 1824, en este Congreso se debatió la posibilidad de crear una gran confederación americana y el futuro de Cuba y Puerto Rico, aún en poder español y que servían de cabezas de puente para futuras expediciones de reconquista.[14]​ Chile y Río de la Plata se abstuvieron de enviar representantes. Los de Bolivia no alcanzaron a llegar. Estaban representados solo Colombia (por Pedro Gual y Pedro Briceño Méndez), Perú (Manuel Lorenzo de Vidaurre y José María Pando, este último reemplazado por Manuel Pérez de Tudela), México (José Mariano Michelena y José Domínguez Manso) y Guatemala (Antonio Larrazábal y Pedro Molina).[15]

Entre las decisiones tomadas estuvo el no establecer relaciones diplomáticas con la República de Haití para evitar alentar rebeliones de esclavos.[16]​ Sobre Cuba y Puerto Rico, el 18 de febrero de 1826, el ministro del gobierno peruano, Hipólito Unanue, recomendó no invadirlas, pues su flota era necesaria para defender el Océano Pacífico y no podían prestarla para la expedición.[16]​ Los representantes se mostraron favorables a que un país interviniera en otro en caso de que el segundo se sumergiera en la anarquía. También reconocieron el uti possidetis como principio rector de las fronteras de los nuevos países, con tendencia a apoyarse en ríos y montes.[16]​ Esto último chocaba con las aspiraciones constitucionalistas peruanas, con la «libre asociación como la base del estado en mayor medida».[17]

Pérez de Tudela y Vidaurre postularon una «liga» entre los países participantes, permanecer en guerra con España y cualquier otra potencia que intentara dominarlos y crear una «Dieta de plenipotenciarios» que se reunirían cada bienio. Sus funciones serían interpretar los tratados en caso de dudas y arreglar subsidios, número de tropas y dinero que debía aportar cada país a la defensa común. No se tolerarían intentos de colonización o el comercio negrero pero se respetarían las colonias europeas que aún existían en el continente.[18]​ Incluso Vidaurre escribió las «Bases de la confederación general americana», en que el Congreso de Panamá tendría autoridad sobre los países para resolver conflictos fronterizos, negociaría con los europeos, aseguraría la reciprocidad comercial y establecería una ciudadanía común. Para tal acuerdo señalaba que en medio siglo todos los miembros debían comprometerse a no alterar sus formas de gobierno.[18]

Meses antes que Bolívar llegara a Perú, su ministro plenipotenciario, Joaquín Mosquera, y el ministro del Protectorado del Perú, Bernardo Monteagudo, firmaron el «Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre la República de Colombia y el Estado del Perú» el 16 de junio de 1822. Era una alianza de auxilio mutuo en caso de invasión, con igualdad de derechos para ciudadanos, barcos y producciones, fijación de contingentes militares y navales, resguardo de la soberanía nacional de cada parte[n 1]​ y postergación de la fijación de fronteras precisas. Un segundo tratado fue firmado el 6 de julio y era un anuncio para la reunión de ministros plenipotenciarios para estrechar el vínculo y del Congreso panameño. El Congreso Constituyente peruano los aprobó el 10 de octubre y 12 de noviembre de 1823 respectivamente.[14]

El primer contratiempo al proyecto de Bolívar fue la independencia de la audiencia de Charcas, que lo hizo enfrentarse a Antonio José de Sucre[19]​ porque la intención del Libertador era incorporar al Alto Perú a su proyectada federación.[2]​ Los consejos de Francisco de Paula Santander y el halago de Sucre y criollos bautizando el nuevo país como República de Bolívar, después Bolivia, lo hicieron ceder.[20]

La unión del Bajo y Alto Perú era vista como demasiado peligrosa por Bolívar, Santander, Sucre y Buenos Aires,[20]​ y esta independencia permitía tener un aliado a la espalda de un Perú con quien las relaciones diplomáticas se habían deteriorado a un nivel alarmante.[21][22]​ Finalmente, además de debilitar a Lima, conseguía el apoyo de la élite de Chuquisaca y otras ciudades.[23]

Sucre quedó como presidente del nuevo país pero solo por dos años mientras se negociaba la creación de la gran federación bolivariana y se estabilizaba el Alto Perú. Deseaba volver a Quito con su esposa.[5]​ Por ello Bolívar siguió contando con Bolivia para su federación.[2]​ En la práctica, Sucre dependía tanto de las órdenes de Bolívar que rápidamente fue visto por peruanos y rioplatenses como un títere o cabeza de puente del Libertador en el sur continental,[24]​ un «procónsul del imperio boliviano».[25]

Mientras estaba en Bolivia el Congreso Constituyente de Chuquisaca le pide redactarles una constitución,[26]​ lo que el Libertador hizo tras retornar a Lima y mientras disfrutaba de la vida social y su amorío con Manuela Sáenz.[27]

El plan exigía que la unión fuera iniciada en y promovida por Bolivia y Perú para no ser vista en esos países como una imposición colombiana. Por eso, Sucre gobernaba en la primera mientras Bolívar intentaba imponer el plan en Lima.[28]​ Se esperaba que Sucre negociaría con los peruanos para sumarlos a la Federación.[29]​ Estas se haría a través de plenipotenciarios.[7]​ Una vez asentada la constitución del Libertador en Bolivia se debía seguir con Perú[5]​ y finalmente con Colombia.[8]​ Para lograrlo, debía mantener tropas colombianas en Perú y Bolivia, lo que aumento el descontento que ya producían sus constituciones vitalicias,[11][30]​ porque eran vistas como las guardias pretorianas de sus gobiernos títeres.[31]

El proyectado país exigía un nuevo sistema político[23]​ para evitar las «Repúblicas aéreas», países con leyes basadas en ideologías alejadas de las circunstancias,[32]​ y diera equilibrio entre la estabilidad que ofrecía la monarquía y los ideales republicanos del Libertador.[33]​ Él rechazaba las monarquías y consideraba todo intento de implantar una en Hispanoamérica estaba condenado al fracaso por el rencor producido hacia los reyes por la devastadora guerra.[34]

Este daría gobiernos estables que hicieran las reformas necesarias: «Dadme un punto fijo, y moveré el mundo».[36]​ El cónsul británico en Lima, Charles Milner Ricketts, le apoyaba; introducir de golpe los loables principios liberales solo traerían el caos.[35]​ Según Víctor Andrés Belaúnde:

Habría un presidente vitalicio, un parlamento federal tricameral y una administración autoritaria, centralizada y militarizada.[5][33][37][38]​ Era una monocracia fuertemente inspirada en el Consulado de Napoleón Bonaparte y en el régimen del haitiano Jean Pierre Boyer.[36]​ De ahí que lo acusaran que «aspiraba á la monocracia vitalicia, sobre la base de la hegemonía militar de Colombia».[25]

Bolívar quería formar «una federación general (...) más estrecha que la de los Estados Unidos»,[40]​ país al que consideraba un «lindo modelo».[13]​ Habría una sola bandera, ejército, constitución y nación.[41]​ Las leyes tendrían adaptaciones concretas para cada región,[29][41][42][13][7]​ pero se consideraba que su autoritarismo violentaba las «particularidades» regionales.[43]​ Así nacería un poderoso país capaz de plantar cara a las potencias europeas y negociar en igualdad con ellas[21]​ (el Libertador quería unidad contra la Europa de la Restauración)[9]​ o enfrentar las ambiciones hegemónicas de Estados Unidos.[12]

Contaba con el apoyo de Sucre y la aceptación de Santander.[6]

Su constitución iba a ser muy similar a la que entregó a los bolivianos en Chuquisaca el 19 de noviembre[1][11]​ y el símil que impuso a los peruanos en Lima el 30 del mismo mes.[44]​ Estaría plagada de terminología romana,[5]​ «el Korán del imaginario sistema político boliviano» (sic).[25]

El liberalismo en el pensamiento de Bolívar se notaba cuando exigía la abolición inmediata y completa de la esclavitud y la tolerancia religiosa.[45]​ En la Federación estarían asegurados los derechos de la libertad individual, seguridad civil, tránsito, inviolabilidad del domicilio, libertad del trabajo, propiedad, patente de inventores e igualdad ante la ley, la libertad de prensa sería reconocida dentro de la responsabilidad de quien emite las declaraciones, se abolirían los empleos y privilegios hereditarios y vinculaciones eclesiásticas y laicas, y las contribuciones se repartirían proporcionalmente.[35]​ Para ser ciudadano había que tener nacionalidad, saber leer y escribir, ser mayor de 25 años o estar casado, tener empleo o profesar alguna ciencia o arte, y no estar sujeto a otro como sirviente doméstico.[34]

Siguiendo la inspiración de la Constitución francesa de 1799 estaba en cuatro poderes: ejecutivo, legislativo, electoral y judicial.[34]

Habría un «Jefe Supremo Vitalicio»[7]​ con poder de designar empleados, diplomáticos, militares y encargados de hacienda.[35]​ No respondía ante el Congreso por su administración y podía dar sin consultas al legislativo patentes de corso o nombrar jefes militares y navales o personal de hacienda.[37][35]​ Su carácter vitalicio se debía a la influencia del haitiano Alexandre Pétion.[5][34]​ Aunque formalmente el presidente tuviera pocas funciones, el que fuera vitalicio garantizaría una enorme influencia en el gobierno.[45]

El «jefe supremo»[46]​ sería nombrado por un Congreso pleno solo la primera vez,[35]​ porque entre sus poderes estaba el de nombrar un heredero como en Haití,[34]​ un vicepresidente federal,[37]​ previa consulta al legislativo;[35]​ esto daría estabilidad según Bolívar.[47]​ El sucesor podía ser quien quisiera, removerlo cuando le pareciera y nada impedía que fuera un pariente.[37]​ Sucre sería vicepresidente federal y si él no aceptaba Bolívar renunciaría por considerar que no tendría sucesor capaz de continuar su proyecto.[48]

Sería una sucesión por mérito y no herencia de sangre como en las monarquías,[49][47]​ posiblemente estaba inspirado en Augusto, quien legó el Imperio romano a Tiberio.[5][36]​ Como dijo Bartolomé Mitre: «lo que propone es una monarquía electiva»,[47]​ aunque con más libertad que un rey europeo, que por tradición debía legar el trono al hijo mayor.[37]​ Todos sabían que al fenecer el Libertador se decidiría de verdad si la Federación seguía o no; sus funerales serían como los de Alejandro Magno con su propia versión de las guerras de los diádocos.[42]​ Esa dependencia en el líder era su debilidad: «Así, desde el nacimiento de la Gran Colombia, la integridad territorial de la república fue precaria y sólo bastaba que desapareciera el elemento unificador para comenzar su fragmentación. Ese elemento unificador fue el poder militar de Bolívar».[50]

Esta gran concentración de poder, rasgos vitalicios y elección de sucesor llevó a las denuncias que era una monarquía absolutista disfrazada.[33][37]​ Lo acusaron de intentar ser un nuevo Napoleón Bonaparte, Cayo Julio César o Agustín de Iturbide, algo que el Libertador negaba (carta de Bolívar a Páez, Lima, 8 de agosto de 1826).[43]​ De hecho, después de Ayacucho un francés avecindado en Londres le propuso proclamarse rey constitucional pero lo rechazo rotundamente.[43]​ Mitre lo compara con Oliver Cromwell, quien sin ser rey tuvo una autoridad absoluta y vitalicia también.[52]

Debía ser ayudado por un Consejo de Gobierno formado por tres secretarios de estado y el vicepresidente,[41]​ este último con funciones de primer ministro.[45]​ Este Consejo se encargaría de la administración pública,[35]​ las relaciones exteriores, la hacienda nacional y la guerra.[29][13]​ Este vicepresidente y secretarios si eran responsables ante el Congreso por sus actos.[37][35]

El «Congreso General de la Federación»[7]​ o «asamblea popular permanente»[47]​ contaría con un diputado por región para cada cámara,[41]​ es decir, nueve congresistas que serían nombrados por los legislativos de cada país o «por los pueblos».[7]​ Inicialmente Bolívar veía con buenos ojos un Congreso hereditario (como la Cámara de los Lores británica),[54]​ pero desde el Congreso de Cúcuta se dio cuenta de que no sería aceptado.[47]

Su inspiración era el legislativo que propuso a Perú, donde eran 24 tribunos (diputados) que duraban 4 años, 24 senadores por 8 años y 24 censores vitalicios.[34][55]​ El número de congresistas no cambiaría por los primeros 20 años.[56]

Los censores debían denunciar ante el Senado a quien violara la Constitución, nombraban al Tribunal Supremo de Justicia, protegían la libertad de prensa[37][38]​ y fiscalizaban la instrucción moral de la ciudadanía.[34]​ Eran «especie de entidad moral entre los poderes coordinados del Estado».[57]​ Como relata Herbert Morote R.: «Así, en la primera elección se elegiría a un presidente de por vida, y también de por vida a los que controlarían al gobierno del presidente».[37]​ Los diputados estaban a cargo de las materias de hacienda y política, los senadores de legislación civil y eclesiástica y nominar altos funcionarios,[34]​ y ambas cámaras promulgaban algunos los Códigos de Justicia y podían controlar a los prefectos y gobernadores provinciales -electos por voto popular-.[38]

El sufragio quedaba restringido a personas alfabetas y era indirecto.[45]​ Existía el sufragio pasivo.[47]​ Se elegían 100 electores de segundo grado cada 4 años encargados de votar elegir entre los candidatos a congresales, elegir o proponer en ternas a sus reemplazos, miembros de cortes judiciales, jueces, empleados públicos locales (prefectos, gobernadores y corregidores), quejarse de injusticias de autoridades o elevaban peticiones a autoridades superiores.[55][45][34]

Debía ser independiente y estaba constituido por la Corte Suprema y las demás.[35]

Había dos posibilidades para organizar territorialmente la Federación. En una se unirían dos grandes entidades: la primera llamada Colombia, que sumaba las regiones Norte (Venezuela), Centro (Cundinamarca) y Sur (Ecuador)[n 2]​ y la segunda, Bolivia, que abarcaría Alto y Bajo Perú.[58]​ La unión peruano-boliviana exigiría la creación de un Senado conjunto con nueve diputados por lado.[6]​ En la otra opción, cada uno de estos seis territorios formaría la Federación, sin entidades intermedias.[5]​ Una tercera propuesta la tenía José Manuel Restrepo, que en su Diario político y militar, el 25 de noviembre de 1826, creía que la mejor opción era una federación de cinco estados, aunque tampoco veía con malos ojos la bifurcación de Perú.[13]

El Bajo Perú sería dividido en dos regiones:[6]​ Norte y Sur, correspondientes a las audiencias de Lima y Cuzco respectivamente[23][5]​ (muy similar a la organización de la confederación de Santa Cruz),[59]​ para impedir que se volviera el poder dominante en su soñada federación.[23][60]​ El prefecto de Arequipa, Antonio Gutiérrez de La Fuente, quedaría a cargo de realizar este proyecto.[48]​ Esa última ciudad era la capital del proyectado estado peruano meridional,[61]​ debido a esa autonomía de Lima, beneficios comerciales, el evitar la separación de Charcas y conseguir el dominio sobre su departamento homónimo, Puno y Cuzco, Bolívar esperaba contar con el apoyo arequipeño en su proyecto.[61][62]​ Pero esa bifurcación solo generó rechazo en los peruanos.[5]​ También se barajaba la posibilidad de dividir la Nueva Granada en dos zonas.[6]

La capital sería Quito o Guayaquil.[8]

Lo que Bolívar buscaba era evitar el «divisionismo» producto del regionalismo de las clases dominantes de los territorios.[32]​ Así que cada uno sería administrado por un vicepresidente-gobernador con su propio Senado bicameral, sus atribución abarcarían religión, justicia, administración civil y economía.[29]​ El Libertador los visitaría anualmente en viajes de inspección.[41][46][8]​ Los «régulos de sus departamentos» serían vitalicios y elegidos por el presidente.[6]​ Una vez creada la Federación, las autoridades de Colombia seguirían igual, en Charcas se nombraría vicepresidente-gobernador a Santa Cruz y en Perú «no faltaría un hombre de mérito».[48]

Los antiguos cabildos coloniales quedaban abolidos.[34]

Bernardo O'Higgins, exgobernante de Chile, estaba exiliado en el Perú y se puso a las órdenes del Libertador,[63]​ quien a mediados de 1825 veía con preocupación cómo el gobierno de Ramón Freire no invadía la isla realista de Chiloé. [64]​ Tras insistir en cartas a Freire sobre el peligro que representaba ese baluarte realista,[65]​ ofreció enviar un contingente para ayudarlo a conquistarla, pero en realidad buscaba derrocarlo y reponer a O'Higgins, quien tenía contactos listos para sublevarse si llegaba ayuda, imponiendo un gobierno títere.[66]​ Freire nunca aceptó la oferta y conquistó el bastión por su cuenta.[67]

Los chilenos tenían una mentalidad de «país aparte» bastante asumida para esa época y no deseaban integrarse a nada.[67]​ Sin embargo, a finales de 1826 empezaron a sospechar las intenciones expansionistas de Bolívar y por ello en abril de 1827 empezaron las negociaciones con los peruanos para una alianza defensiva. Poco después, en noviembre, Lima intento comprarles barcos y municiones pero los encuentros no prosperaron.[9]

Bolívar no quería la unión entre Charcas y Buenos Aires.[68]​ Un estado tapón entre Perú y el Río de la Plata era una excelente solución.[69]​ Esto era bien visto por algunos peruanos, que no deseaban fronteras directas con los llamados «agresivos» porteños (por sus invasiones a Charcas).[68]​ Estas arrasaron la región y causaron el rechazo local a toda unión con los porteños.[69]

Una alternativa era unir Charcas con Chile y Buenos Aires, idea propuesta por Manuel Belgrano.[23]​ Según Santander, era más fácil que unirla con Lima y Bogotá, pero como los gobiernos chileno y porteño desconfiaban de Bolívar acusándolo de no dejar a cada pueblo decidir su futuro, no se podía permitir la creación de una potencia enemiga.[48][22]​ Por otra parte, esa posibilidad chocaba con las diferencias étnicas entre los altoperuanos (mucho más afines con los bajoperuanos) y rioplatenses.[70][71][72]

El 8 de octubre de 1825 en Potosí,[73]​ y el 5 de diciembre en Chuquisaca,[74]​ Bolívar y Sucre se reúnen con los enviados porteños, general Carlos de Alvear y doctor José Miguel Díaz Vélez, que aceptaron ceder Charcas pero queda en duda el destino de Tarija,[26][27]​ lo que mantendría las relaciones tensas.[75]​ Técnicamente permitieron su anexión a Bolivia aunque esta provincia estaba estrechamente vinculada a Salta, pero como el comercio había decaído por la guerra y los guerrilleros tarijeños se mostraron conformes no se hicieron reclamos.[76][70]

El 12 de abril de 1825, el gobernador de Buenos Aires, general Juan Gregorio de Las Heras, lo reconocía y el Congreso General lo ratifica el 9 de mayo.[77]​ En la segunda entrevista Bolívar prometió enviar un ministro plenipotenciario a reunirse con las autoridades de Buenos Aires y Río de Janeiro para conocer sus posiciones.[75]

La posición de los rioplatenses a favor de la independencia de Charcas parte del virreinato del Río de la Plata) sorprendió a Bolívar. Estos consideraban imposible reclamarla militarmente desde el desastre de Sipe-Sipe y a partir de 1817 estaban más preocupados del comercio con Inglaterra, se impedía la anexión de aquel territorio por los peruanos (lo que no deseaban), estaban divididos en guerras civiles y con esa postura esperaban el apoyo militar colombiano en la Guerra del Brasil por la Banda Oriental.[78][76][79][27][80][71]

Ya en diciembre de 1824 los rioplatenses les habían pedido apoyo militar directo a Colombia y Perú para enfrentar a los brasileños.[9]​ El Libertador no podía comprometerse sin permiso de los respectivos Congresos y sabía que el vicepresidente Santander no lo daría.[27]​ Poco después, enviaron como ministro plenipotenciario al coronel mayor Ignacio Álvarez Thomas a Chile en octubre de 1825. Su objetivo es que enviaran un cuerpo de ejército en su ayuda para enfrentar a los brasileños. Las negociaciones fracasaron el 9 de septiembre de 1826, cuando renunció el presidente chileno Manuel Blanco Encalada.[9]​ También buscaron una alianza con Paraguay.[71]

La guerra entre imperiales y porteños por la Banda Oriental llevó a un complicado juego de alianzas. Los brasileños intentaron ganar el apoyo paraguayo contra Buenos Aires y conseguir la neutralidad de Bolívar para impedir una alianza hispanoamericana, de hecho, como gesto de buena voluntad las autoridades de Mato Grosso hicieron devolver la plata y ganado que los emigrados realistas se habían llevado al dejar Charcas.[9]​ El Libertador (y con él Bogotá y Lima) era oficialmente neutral y abogaba por una solución pactada pero ideológicamente era favorable a Buenos Aires. Además, los peruanos veían con temor el expansionismo brasileño.[9]

El naciente, centralizado y extenso Imperio del Brasil era un «enemigo peligroso de una América española desintegrada» o de «un gran Estado en las costas del Pacífico y del Nor-Atlántico continental».[13]​ Se temía que negociara con la Santa Alianza europea para ayudar a España a reconquistar a las jóvenes repúblicas.[77][81][14][13]​ Un peligro muy real[65]​ tras el avistamiento de naves de guerra francesas en las costas del Pacífico colombo-peruano.[65][82]​ Por eso, cuando el gobernador de la provincia de Mato Grosso, Manuel Alves da Cunha, envió 400 soldados a cargo del comandante Manuel José de Araujo[83]​ en una incursión imperial en Chiquitos y Moxos, proclamando su anexión el 15 de abril de 1825, causó gran alarma[77]​ (el último gobernador realista de Chiquitos, Sebastián Ramos, había pedido ayuda a los brasileños).[27]​ El 7 de mayo Sucre, desde Chuquisaca, ordenó a Santa Cruz que atacara a los imperiales aunque cuatro días después escribía una carta al comandante brasileño (quien le había escrito, a su vez, el 26 de abril). Poco después, Araujo se retiraba.[84]

La expedición tenía una clara intención de atemorizar a los colombianos para que no intervinieran en la guerra,[83]​ el resultado fue el contrario. El 20 de mayo Sucre informaba de la incursión a los rioplatenses y los animaba a conquistar la Banda.[84]

El Río de la Plata pasaba un periodo llamado autonomías provinciales, en que cada provincia se autogobernaba. Los unitarios temían que esa división permitiera a los colombianos hacerse con el país.[85]​ Su líder, el presidente Bernardino Rivadavia, estaba preocupado porque Bolívar estaba tan cerca de sus fronteras con un victorioso ejército. De hecho, su nombre sonaba en los disturbios que se producían en Tarija y Córdoba pidiendo su intervención para enfrentar al Imperio.[86]

El propio Libertador había negociado privadamente con Alvear el intervenir en la guerra contra el Imperio, convertirse en «regulador» de la política rioplatense, destruir «el único trono levantado en América» y volver a Colombia remontando el río Amazonas.[75]​ La invasión del Imperio se daría cuando Dorrego, su principal aliado regional, estuviera gobernando Buenos Aires para coordinar sus fuerzas. La esperanza era de provocar una rebelión republicana en Brasil (como había teorizado ya Mariano Moreno). Es poco probable que lograran derrocar la monarquía y se limitaran a arrebatarle territorios (que irían para Buenos Aires). El plan debía realizarse en 1826 pero Bolívar no encontró apoyos y Dorrego llegó al poder solo en 1828.[32]

Según Bartolomé Mitre, político e historiador argentino de tendencias unitarias, esperaba el apoyo de los federales contra los unitarios de Buenos Aires.[75]​ Según él, el coronel Dorrego, líder de los federales, conspiraba con los caudillos del interior para obtener la mayoría del Congreso General y deponer legalmente a Rivadavia. Después buscaría una alianza con Bolívar para destruir el «poderío expansivo esclavista» brasileño.[87]

El miedo a una posible intromisión llevó a los unitarios (con apoyo de Chile) a no participar del Congreso de Panamá.[86][25]

En 1828, cuando los peruanos entren en Bolivia y depongan a Sucre, Bolívar buscó crear un «eje Bogotá-Río de Janeiro»[4]​ abandonando sus anteriores intentos de aislar a la monarquía brasileña. Fue un fracaso por inestabilidad política colombiana y las distancias geográficas entre sus centros de poder.[88]​ Los peruanos temían dicha alianza, porque creían que «Bolívar intentaría dividir el continente en "dos grandes imperios", brasileño y bolivariano».[9]

El 8 de diciembre de 1821, el explorador francés y amigo personal de Bolívar, Aimé Bonpland, es arrestado por tropas paraguayas en Santa Ana, Corrientes. Esto provocó un gran escándalo internacional. Bolívar amenazó al «Dictador Supremo del Paraguay», doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, con usar el poderío de su ejército si no accedía a liberarlo (carta de Bolívar a Rodríguez de Francia, Lima, 23 de octubre de 1823). El paraguayo no se molestó en responder.[89][90]

Debido a esto, Sucre menciona que el Libertador planeaba invadir el país con tropas del Alto y Bajo Perú, pero solo si el gobierno de Buenos Aires accedía (carta de Sucre a Santander, Potosí, 11 de octubre de 1825). El deán Gregorio Funes fue enviado a negociar el beneplácito porteño para tal empresa.[90]​ Incluso esperaba apoyo militar de los aquellos.[27]​ A cambio, Paraguay volvería a ser una provincia rioplatense.[73]​ Esta fue la causa que encargara a Sucre la exploración del río Bermejo,[65][91]​ o en su defecto por el Pilcomayo, para elegir el camino por donde invadir.[73]​ Se suponía que la campaña sería tan rápida que los paraguayos no tendrían tiempo de pedir auxilio a los brasileños.[92]

No fue el único, José Gervasio Artigas, Juan Martín de Pueyrredón, Francisco Ramírez, Manuel Dorrego, Juan Facundo Quiroga y Pedro Ferré también se plantearon invadir el país.[93][89][94]

Algo que Bolívar no quería era anexar el Río de la Plata, para él esa región vivía una guerra social comparable a la de Venezuela.[95]​ Esta última estaba arrasada por los enfrentamientos entre los partidarios de Bolívar (unión), los de Páez (secesión) y las últimas partidas realistas de José Dionisio Cisneros[96]​ (quien esperaba provocar el caos suficiente para facilitar una reconquista por la siempre prometida expedición española).[97][98]​ Según el Libertador, ambos extremos eran zonas caóticas que solo dificultaban la unidad de las naciones andinas.[99][100]

Ese miedo a una nueva guerra racial o social en Venezuela (como la de José Tomás Boves)[101][102]​ le hizo negarse a enviar una expedición contra los españoles de Cuba, peligroso lugar desde donde se podían enviar expediciones realistas,[95]​ porque podía haber un levantamiento de los esclavos, de ahí que prefiera contemplar la idea de conquistar Puerto Rico, con menor población servil.[103][104][105]​ La expedición estaría encabezada por José Antonio Páez y José Prudencio Padilla, oficiales con mayor arraigo popular en Venezuela por su condición mestiza y parda respectivamente.[105][106][107]

Los peruanos rechazaban el sistema político propuesto por Bolívar, un ejecutivo tan poderoso que más parecía un monarca absolutista, algo inaceptable para gente que ya había rechazado la propuesta sanmartiniana de una monarquía constitucional.[33][37]​ Era preferible un rey respaldado por la tradición española que esto.[43]​ El rechazo lo ejemplificaba el siguiente texto:

La independencia de Bolivia fue lo que más rechazo causó en Perú, dejando una animadversión que cayó sobre Bolívar.[108]​ A los peruanos les molestó que el virreinato de la Nueva Granada se independizara de forma íntegra respetando el principio de uti possidetis iuris, mientras que el suyo no.[109]​ Charcas estaba fuertemente vinculada económica y culturalmente con los peruanos, y desde 1810 estaba bajo la autoridad de Lima.[67][110][111][69]​ El virrey José Fernando de Abascal llevó a cabo una política de expansión territorial del virreinato del Perú y tratando de restablecer su hegemonía pérdida con las reformas borbónicas.[112][113]​ Esta fue una de las causas de las expediciones libertadoras chileno-rioplatense (1820) y colombiana (1823), que consiguieron acabar con los logros de Abascal.[112]

Cuando Bolívar salió del Callao para Guayaquil el 4 de septiembre de 1826,[46]​ porque la rebelión de Páez, La Cosiata, estaba sumergiendo a Venezuela en el caos,[114]​ dejaba un gobierno títere sin apoyos.[115]​ En la noche del 26 y 27 de enero de 1827 este era depuesto y se nombraba uno nuevo[116][117]​ al mando del general José de La Mar.[117]

El proyecto de federarse quedaba anulado, incapaz de superar los regionalismos, la oposición liberal y el deseo de los «ciudadanos políticamente activos» de cada país de formar sus propios «gobiernos representativos».[118]​ La hostilidad entre La Mar con Sucre y Bolívar llevó a la intervención peruana en Bolivia de 1828 y la guerra grancolombo-peruana de 1829.[30][119]​ De vuelta en Venezuela, Bolívar contentó a Páez dejándole el control de ese país y buscó reformar la constitución para derogar las políticas liberales en la Convención de Ocaña.[120][121]​ Fracasó y buscó salvar la unidad de Colombia asumiendo una dictadura[n 4]​ que lo enfrentó a Santander, los liberales neogranadinos y federalistas venezolanos.[120][122][123]​ Pero su intento de imponer un gobierno centralizado y personalista solo aceleró la fragmentación del país que deseaba salvar.[118]

En esa última etapa se puso fin a las reformas anticlericales y aumentó los aranceles, y entregó a Juan José Flores y Mariano Montilla el Ecuador y la costa entre Panamá y Maracaibo respectivamente, con una autonomía similar a la de Páez. Solo los territorios del interior neogranadino quedaron bajo su control directo. Esos territorios «cuasi-autónomos» solo unidos defensivamente fueron el último intento de salvar la Gran Colombia[122]​ y acabaron quedando bajo el control autocrático de los comandantes militares a cargo.[124]​ Nada fue suficiente y Venezuela, la región más descontenta, inició la disolución de la Gran Colombia.[122]

Las principales dificultades para esta Federación eran las distancias geográficas, malas vías de comunicación y transporte, recelos nacionalistas que surgían en cada región y deseos de revivir el federalismo[n 5]​ de los primeros intentos independistas.[28][48]​ Factores favorables a dicha unidad eran los numerosos elementos culturales compartidos por los pueblos andinos ubicados entre Venezuela y Chile y el norte rioplatense (algunos de ellos provenientes de tiempos prehispánicos), los vínculos comerciales interregionales y la existencia de las mismas instituciones, códigos jurídicos, religión e idioma oficial aportados por España.[125]

Tradición: La soberanía del rey español jamás se ejerció de manera unitaria por la extensión y diversidad de los territorios, tampoco había unidad administrativa ni económica. Aunque había una religión y un idioma oficiales no eran únicos.[19][126][127]​ Todas las regiones eran autónomas entre sí, compartiendo solo una misma administración colonial.[67]​ El sistema «reforzaba la relación vertical con España en detrimento de los vínculos con otros centros hispanoamericanos»,[128]​ favorecía la «autonomía de pequeños islotes (cabildos, ciudades) y ampliaba el margen de decisión de sus élites».[129]

A diferencia de lo sucedido en las Trece Colonias, donde el esfuerzo bélico contó con un Congreso y un mando unificado, en Sudamérica la independencia fue hecha por muchos caudillos con gran influencia en los territorios que dominaban.[130][127]​ Por eso, a la larga, Bolívar dejó de intentar integrarse con estados fuera de su dominio.[13]

Esta tradicional «incomunicación cultural y política de Hispanoamérica» ayudó mucho a la «atomización» de la región.[131]​ Sus gobiernos estaban más preocupados de relacionarse con Estados Unidos y Europa (que ofrecían créditos) que con sus vecinos.[132]​ La indiferencia política y cultural se mantuvo en los años siguientes, los nuevos países tenían como permanente referente al Viejo Continente.[133]

Debe mencionarse que «la Independencia de la América española condujo a su fraccionamiento en una pluralidad de repúblicas» no era algo determinado, véase el caso de Estados Unidos y Brasil que lograron crear grandes estados muy diversos.[134]​ En el caso lusitano, la mayoría de la población se concentraba en ciudades costeras no tan lejanas entre sí como sucedía en Hispanoamérica, lo que permitió una administración más centralizada. Además, todo aristócrata que deseaba ser funcionario debía ir a estudiar a Portugal y luego se lo enviaba de vuelta, lo que garantizó una élite más homogénea y mejor preparada para el autogobierno. Pero el factor más importante fue la huida de la corte portuguesa a Brasil, ya que Río de Janeiro se convirtió en la capital política y económica del imperio, impidiendo el vacío de poder que sucedió en el caso español. Según el historiador José Murilo de Carvalho de no ser por este último evento, las cinco o seis regiones más prósperas bien pudieron intentar seguir su propio camino.[135]​ En el caso inglés, las circunstancias de la guerra provocaron una rápida unificación política y militar de los independentistas.[130][127]​ Aparte, luchaban por liberar un «rincón» relativamente compacto de Norteamérica, no un imperio de tamaño continental de clima, geografía, cultura y administración muy heterogéneas.[126]

Importancia de las audiencias: Bolívar quería un gran estado continental o al menos grandes países basados en los virreinatos,[112]​ «unas naciones más poderosas, sólidas y prósperas».[19]​ Al final de su vida, vio como las fuerzas centrífugas se imponían a las centrípetas y los nuevos países estaban basados en las reales audiencias.[112][136]​ En otras palabras, «las antiguas lealtades eran más profundas que la nueva geografía política» impuesta por él para conseguir su gran confederación.[137]​ Estas jurisdicciones resultaron ser verdaderos espacios «prenacionales» gracias a que en su interior había una alta integración territorial y concentricidad institucional, cimientos de los nuevos estados.[138]​ Según el historiador John Lynch: «los distritos coloniales "brindaron el marco político para la nacionalidad"»[139]​ en un proceso similar al sucedido al colapso de estados multiétnicos como el Imperio austrohúngaro y la Unión Soviética los distritos administrativos cristalizaron en estados nacionales.[139]​ Por eso, algunos autores las llaman «embriones de "repúblicas"».[129]

Otros autores indican que las audiencias tenían poco significado para las ideologías de la época, si se las compara con la ciudad, el continente o los virreinatos,[140]​ «hay buenas razones para no sobrestimar la contribución hecha a los estados-nación definitivos por las identidades protonacionales que estaban asociadas con la escala de las audiencias».[141]

Casi todas las sedes de audiencias, excepto Chuquisaca, se hicieron capitales republicanas.[142][143]​ Al apoyar estados basados en estas entidades, sus élites esperaban salvaguardar su hegemonía sobre sus rivales:[144]​ «las elites económicas locales en cada ex audiencia respaldaban un tamaño que fuese viable y les diera algo de influencia sobre el estado central».[17]

Tamaño: La geografía fue el factor más importante a la hora de organizar los nuevos países.[145]​ También había muchas ventajas para que se impusieran los estados basados en las audiencias.[146][139]​ Por su «tamaño medio» en términos de extensión y población, eran más gobernables que otras posibilidades, como «las diminutas ciudades-estado y los super-estados».[146]​ Cierto es que «Durante las guerras de independencia se luchó a favor de diferentes proyectos nacionales que entrarían en conflicto entre sí».[23]

Para los criollos la unidad política más cercana e influyente era el cabildo de su ciudad.[143]​ «El repentino colapso de la autoridad imperial hispana en 1808 desató una pugna por el poder que llevó a la proliferación de formaciones políticas de pequeña escala basadas en el entrelazamiento de unidades municipales/intendencias o gobernaciones».[147]​ Esto se debió a que «las identidades locales era más fuertes a nivel departamental que la identificación al nivel de la audiencia»,[17]​ las intendencias estaban estrechamente vinculadas a «centros urbanos claves» que eran «entidades cuasi soberanas que contaban con identidades cívicas bien desarrolladas»[148]​ y las reformas borbónicas concentraron la «capacidad defensiva y fiscal» al nivel de intendencia.[148]​ Con el curso de la guerra, estos se demostraron demasiados débiles porque los recursos y ejércitos que movilizaban eran muy reducidos. Especialmente para competir con rivales de mayor tamaño, los nuevos estados deseaban controlar puertos y distritos mineros y les era muy fácil imponerse.[149]​ Caso paradigmático es América Central, donde, en vez de crear una sola gran intendencia que pudo haber cohesionado institucionalmente el territorio, pero se crearon cinco, lo que ayudó a fragmentarlo.[138]​ A esto se une su geografía montañosa y clima húmedo, que predispuso a la región a ser «una serie de ciudades estado aisladas».[150]

Frente a las grandes federaciones, las audiencias tenían límites más precisos sobre un territorio más homogéneo,[140][143]​ lo que permitía alianzas más fáciles para organizar gobiernos centrales más fuertes.[140]​ Estas dejaron a los nuevos países un aparato estatal (fiscal y judicial) que podía adaptarse e instalarse en todo su territorio a bajo costo.[142]​ La mayoría de las audiencias eran autosuficientes económicamente, pero tan vinculadas a sus vecinas que hubieran sido beneficiadas por las uniones aduaneras de crear estados más grandes,[17]​ pero el transporte, movilizar soldados, funcionarios, información y recursos se hacía más costoso en dinero y tiempo para el estado central a medida que el país era más extenso, fenómeno llamado «sobreextensión», lo que reducía sus ingresos, haciéndolo más débil.[151]​ Así, al final «Sus gobiernos centrales eran poco más que el punto focal de unas alianzas poco sólidas de las elites locales».[140]​ También tendían a alinear a sus vecinos en contra suya (como le sucedió a Santa Cruz).[149]​ También se debe recordar que desaparecido el enemigo español desaparecía una causa importante de la unidad,[23]​ como dijo un autor: «La Gran Colombia estuvo unida en lo militar contra un enemigo común, pero no en lo político para poder conformar una sola entidad».[152]​ Por último, estos proyectos solo fueron posibles gracias a la movilización a gran distancia. Una vez acabada la guerra, que las provocó sus posibilidades de perdurar, se redujeron.[10]

Nacimiento de nacionalismos: Empezaban a vislumbrarse los futuros conflictos fronterizos: por ejemplo, Guayaquil se debatía entre anexarse a Perú o la Gran Colombia o ser una ciudad-estado; Pasto, y en menor medida Popayán, estaban vinculados culturalmente más a Quito que a Bogotá;[153][154]​ también neogranadinos y peruanos se disputaban territorios amazónicos, garantizando el fracaso de toda integración.[155][156]

La mayoría de la población nunca salía de su comarca de nacimiento, de ahí la fácil identificación con la «"patria chica"».[157]​ Solo después con las guerras de la independencia es que nace la nación y tomará forma durante la consolidación de cada país en las décadas siguientes.[158]​ Surge la diferenciación: «Se empieza a considerar extranjeros a los nacidos en los países limítrofes del proceso resultante: el peruano, el boliviano, el chileno, el colombiano y el ecuatoriano ya no son "lo mismo"».[23]​ Pero como señalan algunos autores, «no nos encontrábamos aún con nacionalidades auténticamente diferenciadas, aunque los Estados se esforzaban por crearlas, como un medio más de autojustificarse».[9]

Antes, en el periodo colonial, un criollo tenía muchas identidades superpuestas: era súbdito del rey, miembro de una casta, habitante de una audiencia o región y vecino de una ciudad.[23]​ Existía un concepto de «reino» equivalente a una audiencia pero rara vez este iba acompañado de un gentilicio, por ejemplo, son «sumamente comunes las referencias a un reino de Chile, Quito o Nueva Granada, pero los pobladores de dicho espacio imaginado rara vez eran llamados granadinos, quiteños o chilenos».[141]​ Al parecer, el nacimiento de esa identificación con la audiencia surgió con las reformas borbónicas, cuando la Corona buscó retomar el control de las provincias ultramarinas promoviendo el monopolio peninsular de los cargos administrativos (no se consiguió hacer lo mismo en el ejército), proceso llamado «desamericanización». La identificación habría surgido como justificación en el discurso de las élites que reclamaban voz y voto en las decisiones sobre sus territorios.[129][159]

Federalismo contra centralismo: Dentro de cada país había fuertes tensiones entre las aspiraciones centralistas de las capitales y la autonomía de las regiones[137]​ «resultado de las luchas entre las élites de las ciudades capitales y de las ciudades de las provincias interiores».[160]​ Las guerras de independencia fortalecieron los «sentimientos autonomistas» de las élites provincianas y pronto desafiaron la hegemonía de sus rivales capitalinas,[161]​ siguiendo el ejemplo estadounidense y la «descentralización político-administrativa generada por el sistema de Intendencias».[162]​ Pero el único sistema que conocían, y por tanto, que respetaba la mayoría de las élites era el centralismo.[162]​ En resumen, «La élite del núcleo naturalmente dominaba el estado central alineando a las de la periferia», por un lado estaban quienes deseaban acceso a la toma de decisiones (provincias) y los que querían un gobierno efectivo (capital).[149]​ Era un enfrentamiento entre distintas concepciones de soberanía (una nación o cada región) y eso llevaba a diferentes propuestas de organización política.[161]

Estos conflictos tenían su lógica económica. El sistema español se basaba en fundar ciudades en el interior que controlaban centros de producción comunicadas con sus puertos.[145]​ Los sistemas unitarios basados en el «dominio político sobre todo el territorio de la república a través del poder de un hombre fuerte» eran apoyados por las regiones interiores, donde las estructuras económicas y sociales estaban bien asentadas.[162]​ En las zonas más vinculadas al comercio exterior dominaban élites que exigían mayor autonomía y participación en el gobierno nacional.[162][163]​ Las difíciles comunicaciones entre capitales y la periferia garantizaron que estas últimas establecieran sus propios vínculos con el exterior.[145]​ El apoyo a una u otra propuesta era por motivos económicos más que ideológicos.[163]

Según algunos, las repúblicas no vienen de las audiencias sino de territorios controlados por las grandes ciudades y cuya estabilidad dependió del tiempo que les tomo a las élites de esas urbes imponerse a sus rivales.[n 6]

Diversidad: La diversidad cultural y económica de cada territorio era el principal contrapunto. Desde las serranías de Pasto hasta la Puna jujeña la población era mayoritariamente indios que estaban inmersos en sus comunidades agrícolas, principalmente de etnias quechuas y aimaras. La economía se basaba en la agricultura y la minería y los textiles solo tenían importancia en Perú, Charcas, Quito y Nueva Granada.[125][164]​ En la costa caribeña predominaban las plantaciones de esclavos (similar al litoral peruano) y en los llanos del Orinoco la ganadería. En Chile una incipiente minería, economía trigueña y población mestiza.[164]

El sistema laboral difería enormemente e hizo su papel en la desintegración. Estos variaban según la labor principal de cada zona y las castas que involucrara. Desde las reducciones de indios en zonas fronterizas, el peonaje en zonas no mineras de los Andes, Centroamérica y Bolivia, el trabajo libre en el Río de la Plata, Chile y Costa Rica, la proliferación de la hacienda en todo el territorio y el obraje artesanal (condenado a desaparecer ante la llegada masiva de mercancías británicas). El repartimiento de indios y la esclavitud habían sido abolidas oficialmente con la independencia, aunque la implementación fue lenta.[165][166][167]​ Para empeorar todo, la monarquía prohibió el intercambio comercial entre virreinatos de varios productos para dar ventaja a mercancías peninsulares.[168][169]​ Tras la independencia, ingleses y estadounidenses usaron su diplomacia para desincentivar a las nuevas repúblicas a firmar tratados de comercio entre ellas,[170]​ pero si con ellos y donde ambos países tenían ventajas.[171]

En cambio, «Brasil y Estados Unidos, donde prevalecieron sólo dos regímenes: trabajo libre y esclavitud». Al no haber continuidad en los medios de producción no se favoreció la articulación interna, la gradual creación de un mercado no impidió que hubiera un único centro de poder que pudiera organizar el territorio sin contrapesos (como Río de Janeiro en el caso brasileño).[172]

Economía: Como dice un historiador «El imperio español fue la unión monetaria y fiscal más grande jamás conocida» y «una amplia región económica que hasta entonces había estado altamente integrada».[173]

Las guerras implicaron la fragmentación de la producción de monedas y la desaparición de una autoridad monetaria única.[175]​ Los revolucionarios empezaron a producir nuevas monedas de menor calidad que coexistían con otras de mejor, esto llevó al «aterosamiento del dinero "bueno"» hasta que quedó solo el "malo" (y menos valioso) como medio de pago (ley de Gresham).[176][177]​ Esto disminuyó el poder adquisitivo,[178]​ hubo problemas al fijar precios,[177]​ puso fin a los circuitos comerciales coloniales[179]​ y trajo déficit fiscales cada vez mayores[180]​ (en época de grandes gastos militares).[181]

Los territorios estaban arrasados y sus economías arruinadas por la guerra,[182]​ la escasez de circulante monetario por la necesidad de cobrar impuestos para pagar las necesidades bélicas de los nuevos países, el pagar las importaciones[183]​ y el uso de diversas monedas extranjeras como medio de pagos[176]​ crearon distorsiones en los precios, alentó la especulación, hacía inconvertible el papel moneda, impidió acumular capital,[177]​ arruinaron el comercio recíproco, aumentaron la carga impositiva al consumo y forzaron a pedir empréstamos foráneos.[184][185][186]​ El resultado fue que «Los gobiernos, que cada vez necesitaban más ingresos, sin embargo recibían cada vez menos recaudación»[187]​ y «los futuros ingresos eran destinados para el pago de la deuda cada vez en mayor proporción».[188]

Se dieron muchos muchos casos,[186]​ como el gobierno colombiano, de no poder seguir pagando su deuda externa,[189]​ lo que debilitó su posición a la hora de negociar tratados comerciales internacionales.[190]​ Fue un aliento importante para los conflictos regionales e impidió la creación de instituciones políticas y fiscales en orden.[177]

En 1836 el presidente boliviano Santa Cruz invadía Perú y creaba la Confederación Perú-Boliviana. A nivel interno, Santa Cruz, por desear convertir al eje Arica-La Paz-Puno-Arequipa (Bolivia-Sur de Perú) en el corazón de su Confederación, estaba en conflicto con Lima y el norte peruano, más vinculados económicamente con Chile y Ecuador.[156]

El «estado comercial» chileno vio un peligroso rival, abandono su política aislacionista y apoyo a Gamarra, caudillo rival de Santa Cruz.[191]​ Chile quería asegurar la hegemonía en el Pacífico Sur para su principal puerto, Valparaíso, sobre sus rivales peruano (Callao)[192][193][194]​ y boliviano (Cobija).[192][195]​ Según la historiografía chilena los planes de Santa Cruz incluían el provocar caos interno en Chile, Ecuador y el Río de la Plata para posteriormente expandirse a sus expensas y reconstruir el Incanato.[196]​ Contaba con aliados dentro de cada país, por ejemplo, en Ecuador las ciudades de Guayaquil y Cuenca deseaban poder comerciar con Lima, algo prohibido en 1829 por la guerra grancolombo-peruana y que solo beneficiaba a las artesanías de Quito.[197]

La Confederación también llevó a los chilenos a buscar sin éxito una alianza con Quito y Buenos Aires para una invasión conjunta. Finalmente, pusieron fin al proyecto confederado en Yungay. Sin interés en intervenir en las guerras civiles peruanas, los chilenos se retiraron al cumplir su objetivo. Cuando Gamarra invadió Bolivia los chilenos empezaron a prepararse para hacerle la guerra para proteger el «equilibrio de poder»; la expedición fue cancelada por su derrota y muerte en Ingaví.[198]

Un nuevo intento expansionista nacería en Ecuador durante el gobierno de Flores para intentar hacerse con el Valle del Cauca, Jaén y Maynas.[n 7]​ Posterior a su caída, Flores negoció en 1846 la posibilidad de unificar Ecuador, Perú y Bolivia bajo un mismo monarca, el joven Agustín Muñoz y Borbón (algo aceptado por la regente española María Cristina de Borbón-Dos Sicilias);[199]​ no era la primera vez que se intentaba instalar una sistema monárquico en dicho territorio.[n 8]​ En 1849 se acusó a Santa Cruz de intentar proclamar a un príncipe europeo.[199]

En 1863, los federalistas neogranadinos liderados por Tomas Cipriano de Mosquera, intentaron reconstruir la Gran Colombia, cambiando el nombre de la Nueva Granada (que agrupaba a las actuales Colombia y Panamá) por Estados Unidos de Colombia, e incluyendo la siguiente la siguiente disposición constitucional:

Sin embargo, la medida fue rechazada en Venezuela y Ecuador, que vieron el cambio de nombre como una usurpación y rechazaron la posibilidad de reunificarse.[201]

En 1969 se creó la Comunidad Andina, un organismo internacional cuya misión es promover el desarrollo económico mediante la integración de sus miembros.[202]​Los países fundadores fueron Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, a los que se sumó Venezuela en 1973. No obstante, Chile abandonó la organización en 1976, y Venezuela hizo lo propio en 2006. Actualmente Panamá es miembro observador, y Chile ha retornado como miembro asociado.[203][204]

Con el ascenso de la izquierda regional (marea rosa) se han multiplicado las voces que apoyan una mayor integración regional bajo las ideas de la revolución bolivariana.[205]​ La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América agrupa a una serie de países de América Latina y el Caribe, incluyendo a Venezuela, Bolivia y Ecuador (hasta 2018).[206]

Desde el polo ideológico opuesto, la Alianza del Pacífico incluye a Chile, Colombia, México y Perú, mientras que Ecuador y Panamá buscan convertirse en miembros plenos.[207][208]

Aunque ningún gobierno o partido actual aboga por la unificación de los países andinos, si la Federación de los Andes resurgiera, se convertiría en el séptimo país más extenso y en el décimo más poblado, y ocuparía el lugar 15 entre las economías del mundo.



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