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Hidrografía de Argentina



La hidrografía de Argentina estudia los cuerpos de agua naturales del país, que incluyen ríos, lagos, humedales, campos de hielo y aguas subterráneas; además de los creados por la acción del hombre, como embalses y canales.

Los ríos argentinos se agrupan en tres cuencas o vertientes: los de la vertiente del Atlántico, que desaguan en el Mar Argentino, los de la vertiente del Pacífico y, por último, los pertenecientes a las diversas cuencas endorreicas del interior del país.[1]

La vertiente del Atlántico es la más extensa y está compuesta por la Cuenca del Plata, el Sistema Patagónico y una serie de ríos menores en la provincia de Buenos Aires. La Cuenca del Plata es la más importante, culmina en el estuario del Río de la Plata y es desaguada por los ríos Paraná (el más caudaloso y extenso del país), Uruguay y los diversos afluentes de estos, destacándose el Paraguay, el Pilcomayo, el Bermejo, el Salado y el Iguazú. El sistema patagónico está formado por ríos alóctonos, alimentados por los deshielos de los Andes. Se destacan por su caudal el río Colorado, el Negro, el Chubut y el Santa Cruz.[1]

La vertiente del Pacífico es la de menor extensión. Integrada por ríos cortos, alimentados por los deshielos y lluvias de los Andes Patagónicos como el Manso en Río Negro y el Futaleufú en Chubut.[1]

En el centro y oeste del territorio hay varias cuencas endorreicas, compuestas por ríos de caudal variable que se pierden en el suelo por evaporación o infiltración o desaguan en lagunas interiores o salinas. Sobresalen la cuenca del Desaguadero, que agrupa a los ríos cuyanos, y la de la laguna cordobesa de Mar Chiquita (o Mar de Ansenuza), donde desembocan los ríos Dulce, Primero y Segundo.[1]

Las cuencas lacustres argentinas se encuentran mayoritariamente en la Patagonia, como consecuencia de la acción glaciaria que las formó. Se destacan los lagos Nahuel Huapi, Viedma y Argentino. En la llanura chaco-pampeana hay gran cantidad de lagunas de agua dulce y salobre, y en el litoral zonas pantanosas como los esteros del Iberá.[1]​La laguna argentina más extensa es Mar Chiquita, en la provincia de Córdoba.

Los salares constituyen un caso especial de cuerpo de agua, ya que como producto de la evaporación pueden permanecer secos durante gran parte del año. Los más extensos se encuentran desde el centro oeste hasta el noroeste de Argentina.

Los embalses fueron construidos a partir de las primeras décadas del siglo XX. Existen en la actualidad unos 100 lagos artificiales de distintas superficies, destinados en general a la regulación de los caudales de los ríos, el riego y la generación de energía eléctrica.[2]

Existen 23 humedales de importancia internacional, con una superficie total de más de 56 000 km², distribuidos en todo el territorio.[3]​ Varios de ellos cuentan con cierto grado de protección, por coincidir o estar incluidos en parques nacionales o provinciales. Los humedales son importantes para la conservación de la biodiversidad, especialmente en regiones áridas o desérticas como la puna.[4]​ En el caso de las aves, se estima que el 25% de las especies registradas en Argentina tiene algún grado de dependencia con el ambiente de los humedales.[5]

Los recursos hídricos del país también incluyen los extensos glaciares muchos de ellos en campos de hielos que bajan desde los Andes como el Perito Moreno y en los territorios reclamados subantárticos y antárticos. El Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) del CONICET ha relevado, «sin contar a los del sector antártico», 16 968 glaciares que abarcan unos 8484km². [6]

Los glaciares son un componente central de los sistemas hídricos andinos y constituyen un gran conjunto de «embalses» naturales de agua dulce congelada durante todo el año. El hielo alimenta varias cuencas hídricas, incluso en sectores que de otro modo serían totalmente áridos, como es el caso de la región de los Andes desérticos, desde el centro al norte del país.[7]

El sistema se completa con los extensos acuíferos, sistemas de importancia estratégica que en varios casos aún son objeto de investigación. Entre ellos se incluyen el Guaraní, un vasto reservorio de agua dulce subterránea compartida por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay y el acuífero Toba, bajo las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Chaco y Santiago del Estero.[8]​ Este último es parte de un sistema mayor transfronterizo, el acuífero Toba-Yrendá-Tarijeño, compartido por Paraguay, Argentina y Bolivia.[9]​ El acuífero Puelche, ubicado bajo parte de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, incluyendo el área metropolitana, fue esencial para el desarrollo de la ciudad de Buenos Aires desde mediados del siglo XIX.[10]

La existencia de vías navegables fluviales, —por ejemplo los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay—, y las instalaciones portuarias asociadas, permitieron el desarrollo de diversos sectores de la economía.[11]​ Otros grandes ríos permitieron la construcción de embalses y centrales hidroeléctricas, como Yacyretá en el Paraná, Salto Grande en el Uruguay y El Chocón en el Limay.[1]​La capacidad instalada para la generación de energía eléctrica a partir del recurso hídrico alcanzó en 2017 11 101 MW, un tercio de la totalidad instalada en el país.[12]

Dada la variedad de climas y latitudes del país, en Argentina hay ríos muy diferentes: en la zona nordeste son caudalosos, largos y navegables; al norte y oeste, son de escaso caudal; en el sur hay ríos de gran caudal cerca de los Andes, pero más pobres a medida que atraviesan la árida Patagonia. Desde el punto de vista de la evacuación de las aguas, hay varios tipos de cuencas:

Los ríos de la pendiente del Pacífico son muy pocos, aunque muy caudalosos, y se circunscriben a ríos de los Andes patagónicos, siendo los más importantes el Hua Hum, Manso, Futaleufú, Mayel, y Fagnano, este último en Tierra del Fuego.

En la parte central hay muchos cursos de agua que no vierten sus aguas hacia el mar, si no que lo hacen en pequeños lagos y en algunos casos en zonas desérticas en las que los ríos acaban finalmente desapareciendo. Hay tres sistemas principales:

La pendiente atlántica está dominada por el sistema fluvial Paraná-Plata, que drena la parte norte del país. Es la parte argentina de la Cuenca del Plata, la segunda cuenca por superficie de América del Sur (tras la del río Amazonas), que además comprende tierras brasileñas, bolivianas, paraguayas y uruguayas. Tres son sus colectores principales, los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, navegables en buena parte de su recorrido, y los tres son ríos argentinos: el río Uruguay y el río Paraguay forman parte de sus fronteras naturales y el río Paraná discurre en su tramo final por territorio argentino. Tras la confluencia del río Paraná y el río Uruguay, en el delta del Paraná, toda la cuenca vierte sus aguas en el río de la Plata, un largo estuario de 290 km de longitud, localizado entre Argentina y Uruguay, en el que vierten, además, otros ríos menores, como el río Salado, que recoge las aguas de Buenos Aires. Esta cuenca es la cuenca principal y más caudalosa del país y forma parte del sistema de carga y descarga del gigantesco acuífero guaraní y en menor medida del acuífero Puelche.

Está formada por los ríos que nacen en la cordillera que, salvo excepciones, se pierden en lagos, lagunas o esteros. El más importante es el río Dulce o Salí, que en su curso alto nace como río Tala, luego se llama río Hondo al internarse en Santiago del Estero, y muere con el nombre de río Saladillo, al norte de la provincia de Córdoba, en las lagunas saladas de Porongos. Le siguen en importancia el río Abaucán o Colorado del Norte, que riega las tierras de Catamarca y La Rioja, y el río Bermejo o Vinchina, que desaparece en tierras de San Juan. En esta cuenca andina únicamente dos ríos de importancia llegan al Atlántico: el río Grande de Jujuy y el río Salado del Norte.

Está formada por una serie de ríos sin grandes afluentes, más o menos paralelos entre sí, que descienden desde los Andes y van a parar al Atlántico, desde el río Colorado hasta el río Grande de Tierra del Fuego. Son ríos alóctonos, que no reciben ningún afluente en su curso medio e inferior y su caudal proviene de sus fuentes. Por la acción dominante de las mareas del Atlántico no logran formar estuario en su desembocadura, sino rías. Todos los ríos patagónicos tienen dos periodos de crecida dos veces al año: una en invierno, por efecto de las lluvias; y otra, en primavera, por el deshielo de las nieves. En otoño es cuando experimentan su periodo de mínimo caudal. Los más importantes son los siguientes:

Otros ríos de esta cuenca son el río Coyle o Coig y el río Gallegos (300 km), que discurren desde los lagos y glaciares del sur de Santa Cruz, glaciares que integran los extensos campos de hielo continental; el río Deseado (615 km), un antiguo emisario del lago Buenos Aires; y el río Chico de Santa Cruz (600 km).

Hay un gran número de lagos y lagunas, que se localizan en dos grandes zonas: lagos montañosos de los Andes y las lagunas y pantanos de las llanuras. Los principales lagos de Argentina son:

(km²)

Los humedales cubren un área aproximada de 600 000 km², algo más del 20% de la superficie de Argentina. Los de mayor extensión están ubicados en el noreste del país, la región mesopotámica y las llanuras chaqueñas y pampeanas.[13]​ El manejo y conservación de los humedales y sistemas asociados están legislados por la Ley 23.919 sancionada en 1991,[14]​ y actualizada por la Ley 25.335 del 2000.[15]

Los humedales son ecosistemas frágiles, susceptibles de ser alterados profundamente por la acción humana.[16]​ Durante décadas, los humedales fueron drenados con el objeto de ampliar las áreas urbanas o permitir el avance de la frontera agropecuaria. Paralelamente, la actividad en las zonas cercanas degrada el ecosistema. La utilización de agroquímicos en áreas agrícolas, la deforestación y la descarga de contaminantes o desechos industriales son algunos de los factores de impacto.[17]​ En especial en la región pampeana, estas acciones produjeron un importante deterioro de los sistemas, con las consecuencias de alteración de la regulación natural de inundaciones y pérdida de biodiversidad.[18]

En 2019, 23 humedales en Argentina están registrados como sitios Ramsar dentro de la lista de humedales de importancia internacional,[3]​la mayoría de ellos con algún grado de conflicto respecto de la tenencia y utilización.[19]

(ha)

(aprox.)

Varios de las más importantes sistemas de aguas subterráneas en Argentina son acuíferos trasnfronterizos, como el Guaraní, un extenso reservorio compartido con Brasil, Uruguay y Paraguay, o el sistema Toba-Yrendá-Tarijeño, cuyo mayor volumen se encuentra en Argentina y se estiende bajo el oeste de Paraguay y el sur de Bolivia.[20]

La porción argentina del acuífero Guaraní se extiende 225 500 km² aproximadamente,[21]​ o con cuerpos de agua superficiales como la laguna Mar Chiquita y los esteros del Iberá.[22]

El acuífero Toba, la parte argentina del sistema Toba-Yrendá-Tarijeño, ocupa un área de unos 210 000 km² aproximadamente del subsuelo de las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Chaco y Santiago del Estero lo que representa un 25% de la región geológica chacopampeana.[23]​ Este reservorio es de gran importancia dadas las condiciones de escasez de agua en una zona caracterizada por su clima semiárido cálido.[24]​ Este acuífero es de gran importancia para las poblaciones de la región. Se estima que solo en el área de Termas de Río Hondo existen unas 4000 perforaciones para la extracción de agua del acuífero.[25]

El acuífero Puelche o Puelches se extiende bajo la zona sur de la provincia de Santa Fe, este de Córdoba y noreste de la provincia de Buenos Aires, hasta la Bahía de Samborombón.[26]​ Con una superficie de unos 70 000 km² y a una profundidad variable entre los 40 y los 90 metros, abastece las demandas de agua de unos 10 000 000 de habitantes.[27]​ El acuífero Puelche es la segunda napa, por debajo del acuífero Pampeano, en la actualidad inutilizado.[28]



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