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Historia del Líbano



La historia del Líbano está marcada por su situación en el levante Mediterráneo así como por su abundancia, en comparación con las regiones vecinas, de recursos naturales, especialmente agua y madera. La historia del Líbano está relacionada estrechamente con la de las regiones vecinas y los distintos pueblos y entidades que han habitado y gobernado la región; incluyendo fenicios, imperios mesopotámicos, griegos, romanos, árabes, cruzados, otomanos y franceses. Hallazgos arqueológicos muestran la presencia de poblaciones humanas desde el Paleolítico.

El Neolítico comienza de manera muy temprana (hacia el 5000 a. C.) en la región del Líbano, al igual que en resto del Oriente Próximo. Hacia al 3500 a. C. comienzan a desarrollarse ciudades a orillas del Mediterráneo, mostrando los restos arqueológicos una acusada influencia de la cultura de Mesopotamia. A partir del 3000 a. C. existen muestras de comercio con Egipto. De este periodo son los restos más antiguos de la ciudad de Biblos. En torno a esta misma fecha se considera el comienzo de la Edad del Bronce en la región.

En torno al 2700 a. C., se produce una migración hacia la región de tribus semitas provenientes de Canaán, que se asentarán en ciudades del actual Líbano como Biblos, Sidón, Tiro o Berytos (Beirut) y de la actual Siria, como la ciudad portuaria de Ugarit. Son los que, posteriormente, serán denominados por los griegos como fenicios, es decir, rojos, probablemente debido al tinte rojo con el que comerciaban. En Los nueve libros de la Historia,[1]​ en torno a la fundación de Tiro, Heródoto comenta:

Una de las ciudades más desarrolladas de este periodo fue Biblos, que se encontraba bajo la influencia política y comercial de Egipto, a quien exportaba madera de los bosques de cedro del Líbano que crecía en las tierras altas interiores. Con el final del Imperio Antiguo de Egipto, en torno a 2250 a. C., está influencia declina.

Hacia el 2000 a. C. comienza una migración de tribus nómadas amorreas que poco a poco irán volviéndose sedentarias en las ciudades de la costa libanesa, tras la cual, en torno al 1750 a. C., se produce la invasión de los hicsos, que llegaron hasta Egipto. Es durante este periodo cuando nace en la ciudad de Biblos el primer alfabeto, el cual representaba las consonantes. También en esta etapa comienzan las colonizaciones fenicias en torno las islas del Mediterráneo oriental. Así Tucídides, en Historia de la Guerra del Peloponeso I, 8[2]​ y Heródoto de nuevo en Los nueve libros de la Historia[1]​ afirman:

En 1550 a. C., con la dinastía XVIII, Egipto expulsa a los hicsos de sus tierras y comienza una serie de campañas militares por Asia y Nubia. Menjeperra-Thutmose el sexto faraón de esta dinastía, llega a las costas cananeas, comenzando la dominación egipcia de la zona. Durante este periodo las ciudades-estado fenicias se aliaran con el Nuevo Imperio en sus campañas contra los hititas, que llegarán a ocupar Ugarit.

Hacia el 1200 a. C. se da un importante proceso migratorio hacia la región. Por una parte los llamados pueblos del mar que asuelan todo el Mediterráneo oriental, se asientan también en las costas fenicias expulsando a los egipcios. Por otra parte los israelitas, que venían migrando desde 1500 a. C., continúan su expansión por la costa del sur de Canaán, y tierra adentro, llegando desde la actual Jordania hasta las zonas montañosas del sur del Líbano. Así en el Antiguo Testamento se menciona:

Además por este tiempo llegan los arameos a las tierras interiores de Siria y Líbano.

En esta etapa la ciudad de Tiro, anteriormente tributaria de Sidón, consigue una posición predominante entre las ciudades del litoral cananeo y patrocina numerosas expediciones y fundaciones coloniales por todas las costas mediterráneas, siendo colonias en puntos como Malta, la costa norte de África, llamada entonces Libia, o Sicilia, en la cual dice Tucídides tenían asentamientos en toda su costa.[2]

La expansión fenicia continuó durante los siglos siguientes, llegando hasta la costa del noroccidental de África y los extremos occidentales del mar Mediterráneo, alcanzando incluso la costa del llamado mar Océano, actual océano Atlántico. En este proceso se fundaron ciudades como Gadir (Cádiz), Útica o Axis. En 814 a. C. cuenta la leyenda que se funda la ciudad de Cartago por Elisa o Dido, hermana de Pigmalión, rey de Tiro.

Las causas de estas colonizaciones pueden ser varias; desde la abundancia de plata en esas tierras, sumada al hecho de que, para los nativos, dicho metal no tenía valor, hasta la superpoblación de las metrópolis fenicias orientales[2]

A mediados del siglo VIII a. C., el rey Tiglath-Pileser III (745 - 727 a. C.) de Asiria y Babilonia, se lanza a la conquista de las ciudades del norte de la costa fenicia, que hasta el momentro ofrecían le tributo. Tras él, Sargón II (722 - 705 a. C.) llegará a controlar la isla de Chipre y Senaquerib (705-681 a. C.), hijo y sucesor de Sargón II, conquistará la ciudad de Sidón. El periodo de la invasión babilonia será conocido por su dureza, por la que se produjeron algunas revueltas, como la que se sucedió en Tiro durante el reinado de Esarhaddon. La opresión babilónica fue tal vez uno de los motivos que favoreció la fundación de nuevas colonias, ya que es posible que muchos ciudadanos tratasen de huir a éstas, donde la administración babilónica no llegaba.

Está situación terminó cuando en 539 a. C. Ciro II el Grande de Persia conquista Babilonia, haciendo de Fenicia una satrapía. No parece que la administración persa fuese mal recbida, tal vez al ser vista como la libertadora de la ocupación babilónica. De hecho, durante las guerras Médicas, la flota de guerra fenicia supuso el grueso de la fuerza naval persa, que se enfrentaba a las polis gregas.

En 336 a. C., con sólo veinte años, llega al trono del vecino Reino de Macedonia el joven Alejandro Magno. Su padre y predecesor, Filipo II de Macedonia había efectuado la conquista de nuevas tierras, especialmente en Grecia, y tras su asesinato, su hijo continuó esta expansión de manera aún más acentuada, dirigiéndose contra un antiguo enemigo de su reino, el Imperio persa.

Comenzó la conquista por Asia Menor, en donde los sátrapas persas de la región no ofrecieron demasiada resistencia hasta la batalla del Gránico, a orillas del riachuelo del mismo nombre. En la batalla Alejandro fue herido, aunque salvó la vida gracias a su amigo Clito Melas (el negro). Finalmente, la batalla terminó como una victoria rotunda del conquistador, tras la que muchas ciudades griegas de la costa occidental de la península de Anatolia y las islas Jónicas cayeron o se unieron a la causa del conquistador, facilitando el acceso desde los Balcanes a los anteriores territorios persas. Le siguió la conquista de algunas satrapías anatolas más; Licia, Panfilia y Frigia.

En torno al 333 a. C. el avance se encuentra estancado. Pero ese mismo año, estando Alejandro en la ciudad de Tarso, en la costa sur anatola, recibe noticias de que el rey Darío III de Persia estaba organizando una contraofensiva. Para tratar de impedir que alcanzara la flota persa, amarrada en los puertos de la costa fenicia y cananea, manda avanzar hacia el sur para tomar la costa alrededor de Issos, una llanura situada cerca de la costa siria. Con la llegada del ejército persa se producirá la batalla de Isos, en la que participa el rey persa en persona y en la que Alejandro resultará de nuevo vencedor, teniendo que huir el primero hacia el este. Una contraofensiva marítima de los persas en el mar Egeo, al mando de Memnón de Rodas y su flota, puso en peligro a la Grecia continental, pero esta amenaza se detuvo después de la victoria de Alejandro sobre Darío III en la batalla de Isos.

Tras esto, Alejandro conquista fácilmente Fenicia, con excepción de la isla de Tiro, a la que debe someter a un largo asedio (de enero a agosto de 332 a. C.), conocido como el Sitio de Tiro. En ese momento termina el periodo de dominación persa de la región del actual Líbano, comenzando el periodo helénico o macedónico y con él, la historia.

Tras la conquista de Tiro, Alejandro se dirigirá a Egipto, donde se hace proclamar 'Hijo de Amón', título reservado solo para los faraones y finalmente invadirá Bactriana y el resto de Persia, llevando a su ejército a atravesar el Parapamisos y a dominar el valle del Indo, en la actual India.

Con la muerte de Alejandro Magno, su imperio quedará dividido entre sus generales. El territorio correspondiente al actual Líbano, Anatolia, parte de Siria y Mesopotamia será administrado por Seleuco I Nicátor, y posteriormente por la dinastía que fundará: los seléucidas.



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