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Historia prehispánica de Argentina



La historia prehispánica de la Argentina hace referencia a los desarrollos culturales locales del actual territorio de la República Argentina previos a la conquista y colonización por parte de España.

El primer registro poblacional del territorio actualmente controlado por la Argentina se remonta al 12.° o al 13.er milenio AP, de acuerdo a los hallazgos de Los Toldos y Piedra Museo.[1]​ Entre los pueblos originarios, los cazadores y recolectores habitaron la Patagonia, la Pampa y el Chaco. Los agricultores se instalaron en el noroeste, Cuyo, las Sierras de Córdoba y después en la mesopotamia. Tastil, en el noroeste, fue la ciudad precolombina más grande ubicada en el actual territorio argentino, con una población de 2000 habitantes.[2]

Los pueblos indígenas argentinos se dividieron en dos grandes grupos: los cazadores y recolectores, que habitaban la Patagonia, la Pampa y el Chaco; y los agricultores, instalados en el norte, Cuyo, las Sierras de Córdoba y, más tardíamente, en la Mesopotamia.

Los primeros rastros de vida humana en este territorio corresponden a pueblos de un nivel cultural paleolítico que tres mil años atrás incorporaron los primeros aportes culturales mesolíticos y neolíticos.[3]​ Hasta la época de la conquista y de la colonización europea, el territorio argentino ha estado ocupado por diversos pueblos originarios, con diferentes organizaciones sociales que se pueden dividir en tres grupos principales:[4][5]

En los siglos XIV y XV, el Imperio incaico conquistó parte de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, el extremo oeste de la provincia de Tucumán, parte oeste de las provincias de La Rioja y San Juan, el noroeste de la provincia de Mendoza y, probablemente, el norte de la de Santiago del Estero,[7]​ incorporando sus territorios al Collasuyo, que era la parte sur del Tahuantinsuyo o regiones de tal imperio.

Tradicionalmente, se atribuye la conquista al monarca inca Túpac Yupanqui. Varios señoríos de la región, como los quechuas, los likanantai (atacamas), los huarpes, los diaguitas y otros, intentaron resistir, pero los incas lograron dominarlos, trasladando a sus territorios a los mitimaes o colonos deportados de las tribus de los chichas, que habitaban en lo que es el suroeste del actual territorio boliviano. Otros, como los sanavirones, los lule-tonocoté y los henia-kâmîare (popularmente llamados «comechingones»), resistieron con éxito la invasión incaica y se mantuvieron como señoríos independientes.[4]

Crearon centros agrícolas y textiles, asentamientos (collcas y tambos), caminos (el "camino del inca"), fortalezas (pucarás) y santuarios de alta montaña. Algunos de los principales son el pucará de Tilcara, la tambería del Inca, el pucará de Aconquija, el santuario de Llullaillaco, el shincal de Londres y las ruinas de Quilmes.

El científico argentino Florentino Ameghino (1854-1911) elaboró una teoría que afirmaba el origen pampeano del hombre (el Homo pampeanus) pero que luego sería refutada y dejada de lado.

Los primeros seres humanos en llegar al actual territorio argentino parecen haber llegado por el extremo sur de la Patagonia provenientes de lo que hoy es Chile. La presencia humana más antigua se encuentra en Piedra Museo (Santa Cruz) y se remonta a 11 000 a. C. Junto con los yacimientos de Monte Verde (Chile) y Pedra Furada (Brasil) constituyen, hasta el momento, los sitios de poblamiento más antiguos de Sudamérica y sustenta la teoría del poblamiento temprano de América (pre-Clovis).

Otro remoto asentamiento fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de Santa Cruz. con restos que datan de 10 500 a. C..

Estos primeros habitantes del territorio argentino cazaban milodones (parecido a un gran oso con cabeza de camello ya extinto) e hippidions (caballos sudamericanos que desaparecieron hace 10 000 años), además de guanacos, llamas y ñandúes.

Cerca de allí, también es posible ver las pinturas de manos y guanacos estampadas 7300 a. C. en la Cueva de las Manos (río Pinturas, provincia de Santa Cruz). Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Para el año 9000 a. C. ya había comenzado el poblamiento de la pampa, en tanto que la zona del noroeste comenzó a ser habitada hacia el 7000 a. C.

De acuerdo a la clasificación que Rex González hizo en 1962, las culturas agroalfareras del período preincaico en esta zona se pueden agrupar en tres períodos cronológicos:

Comprende las culturas que abarcan desde los primeros poblamientos hasta el año 650 de nuestra era, son las siguientes:

Comprende las culturas desde el año 650 hasta el 850, son las siguientes:

Comprende las culturas desde el año 850 hasta la llegada de los incas en el 1450, son las siguientes:

Fuente El noroeste argentino

Un siglo antes de la llegada de los españoles a América, el noroeste andino de lo que hoy es Argentina registraba la presencia de una gran cantidad de pueblos sedentarios con identidades, culturas propias, entre ellos se contaban a los diaguitas, atacameños, quechuas y huarpes. En el siglo XV gran parte del territorio de estos pueblos fue invadido por los Incas y anexado a la zona meridional del Kollasuyu o Collasuyo (aunque hacia fines de dicho siglo, dada la lejanía respecto al Cusco, la región formaba un territorio especial del Tawantinsuyu conocido como el Tucumán ―en el sentido amplio de la palabra Tucumán― y el Kiri-Kiri).[11]

Uno de los más interesantes puntos incaicos en territorio argentino ha sido el centro de ritual más alto del mundo, el volcán Llullaillaco (a 6710 metros), donde se realizaban sacrificios humanos. Para los incas las montañas eran huacas, lugares sagrados; por esa razón establecieron un sistema de santuarios en las cumbres de las montañas más altas de Los Andes. En 1999 un equipo de arqueólogos de altura liderado por los arqueólogos Johan Reinhard (estadounidense) y María Constanza Ceruti (argentina), realizó el hallazgo de tres momias incas, una joven (la Doncella), una niña (la Niña del Rayo) y un niño, sacrificados en la cumbre del volcán, consagrados a Inti (dios del Sol), a Illapa (dios del rayo) y a Viracocha (el dios creador). Explica Ceruti que «se elegían niños porque eran símbolos de pureza ante los dioses y a las nenas se las criaba en la Casa de las Vírgenes del Sol, donde vivían desde los ochos años de edad hasta el momento del sacrificio. El consumo de hojas de coca y el alcohol de la chicha adormecía a las víctimas elegidas. Al menos en este caso no murieron por un golpe en el cráneo, ni por asfixia o estrangulamiento. Sencillamente, se quedaron dormidas y murieron congeladas». Los niños salieron a pie desde Cusco, acompañados por un grupo de sacerdotes, en algún momento cercano al año 1500. (Véase Momias de Llullaillaco).

Tastil (Salta) es considerada la ciudad precolombina más grande del actual territorio argentino. Con una población de 3000 habitantes del conjunto lickan-antay, se ha sostenido (Cigliano, 1977) que el Señorío de Tastil llegó a contar una serie de colonias-factorías en la actual zona de Salta y Jujuy. Tastil quedó súbitamente despoblada a fines del siglo XIV ―en el momento de su apogeo― ante la invasión Inca. No hay consenso entre los estudiosos sobre las causas de su colapso.

Fuera del Tahuantinsuyu o Tawantinsuyu existieron en el actual territorio argentino otras poblaciones sedentarias con influjos culturales andidos, por ejemplo los lule-toconoté (en guerra con los quechua, llamados peyorativamente por éstos: surí:ñandúes’) y los sanavirones en el área actualmente correspondiente a las provincias de Tucumán, oeste de Santiago del Estero y norte de Córdoba, así como los comechingones en las sierras de Córdoba y San Luis.

En la Mesopotamia se habían asentado, también recientemente, los guaraníes, provenientes de la Amazonia y parte del grupo cultural conocido como tupí-guaraní.

Los avá (más conocidos como guaraníes) se establecieron en territorio argentino entre fines del siglo XV y comienzos del XVI, avanzando desde el noreste principalmente por los ríos y otros cursos de agua. Se subdividieron en distintos grupos dependiendo de la zona donde habitaban, como los guaraníes de las islas (en las islas del Delta del Paraná), los del Carcarañá, de Santa Ana (en el norte de Corrientes, los cainguás (en la región mesopotámica) y los chiriguanos (en Salta).

Vivían en aldeas (tekuas) que constituían verdaderas unidades tribales por ser entidades económicas independientes. Cada aldea guaraní estaba dirigida por un jefe político llamado mburuvichá y un jefe religioso llamado payé. Su organización social estaba encabezada por un cacique (tuvichá) hereditario.

Eran diestros navegantes de canoas, conocedores cazadores de la selva, recolectores, pescadores y practicaban la agricultura. Entre los cultivos más importantes se encontraban la mandioca (mandió), la batata (jetý), la calabaza (andaí), el zapallo kurapepé), el maíz (avatí), el poroto (kumandá), el algodón (mandiyú) y la yerba mate (kaá), que usaban para preparar el mate, bebida que aún hoy se sigue tomando.

Los guaraníes guiaban sus actos ―y aún se guían― por La Tierra Sin Mal, guiaba —y guía— que se encontraba en la base de su cultura guerrera y en las prácticas caníbales. El pueblo guaraní ingresó violentamente en la cuenca del Río de la Plata, generando una situación de guerra permanente con las poblaciones aborígenes no guaraníes que habitaban la región.

Su estrategia guerrera se fundaba en un sistema de ataques masivos. Previo al ataque, hacían caer sobre las fuerzas adversarias una lluvia de flechas y piedras. Luego venía la embestida directa con lanzas, macanas o garrotes.

En el siglo XV, la sociedad guaraní pasaba por un período de cambio. Comenzaron a aparecer instituciones unificadoras que, probablemente a la larga hubieran llevado al surgimiento de un estado. Habían surgido los karaí (palabra que inicialmente significó a alguien supuestamente dotado de poderes mágicos y luego pasó a significar ‘señor’), profetas aceptados por todas la tekuas (aldeas), que se enfrentaban entre sí en un permanente ciclo de búsqueda de la Tierra sin Mal. Los karaí recorrían las aldeas predicando un mensaje de advenimiento de importantes cambios, y no pertenecían a ninguna tekua en particular sino que eran panguaraníes.

Cien años después, con la invasión europea en la zona, llegan los jesuitas que en cierto sentido, vienen a competir directamente con los karaí. Aunque extranjeros, traen un mensaje unificador y sobre todo los guaraníes que aceptaban la invasión pasaban a estar cubiertos por las leyes de España (véase: Las reducciones jesuíticas).

El idioma guaraní sigue siendo hablado masivamente en el noreste argentino (Corrientes, Misiones, Formosa y parte de Chaco); sobre todo se habla en la provincia de Corrientes. Este idioma, el guaraní, ha tenido un poderoso impacto en el habla cotidiana de los argentinos. Palabras de uso cotidiano, como che, que se asocia mundialmente con el modo de hablar argentino, son de origen guaraní.

El delta del Paraná (Entre Ríos) comenzó a formarse cuando las arenas, las arcillas y los limos que transportaba el río comenzaron a depositarse y a configurar una intrincada red de islas. Esta población que se estableció allí, lo hizo por el conjunto de condiciones favorables: clima subtropical, suelos fértiles, variedad de animales terrestres, aves, peces, moluscos, y variedad de árboles nativos.

Cuando los europeos ingresaron al estuario del Plata se encontraron con diferentes etnias, establecidas en sus orillas y en las que forman parte del delta. Unos de esos grupos de aborígenes eran los guaraníes mientras, que en el resto del territorio vivían etnias más antiguas como lo eran los chaná, timbú y mbeguá. El delta del Paraná fue caracterizado como un área heterogénea y dinámica. El territorio estaba dividido y las etnias eran independientes las unas a las otras. Los timbú ocupaban una porción del sector norte del delta, el resto de la porción norte estaban habitadas por los quiloazas y los mocoretas, mientras que el sector sur estaban los mbeguá y los chaná.

Todos los indígenas asentados en el delta del Paraná se procuraban el alimento mediante la caza, la pesca, la recolección y algunos cultivos a pequeña escala. Además desarrollaron una elaborada alfarería, en cambio fabricaron pocos instrumentos en piedra.

En la zona norte del Gran Chaco se instalaron cinco culturas o familias lingüísticas: guaycurú, mataco-macá (wichí), tupí-guaraní, arahuac y lule-vilela. A la cultura guaycurú pertenecen los qom'lek (tobas), pilagás, mocovíes y los abipones. Se distinguieron por sus habilidades guerreras y a la llegada de los españoles incorporaron el caballo y resistieron la colonización. Los españoles les llamaban «frentones» (especialmente a los qom leek/tobas) porque se depilaban la frente como marca de guerra, y la palabra «toba» tiene más que ver con la cara grande, en forma despectiva, pero esto era debido a lo ya mencionado, que parecían frentones). Ocupaban el territorio oriental y sur de la región chaqueña. La cultura mataco-macá la integran los wichís («matacos»), chulupíes y chorotes; se ubicaron en la zona occidental del Chaco. Pertenecientes a la cultura tupí-guaraní son los chiriguanos, que se instalaron en el oeste de la región. En la misma zona se asentaron los chané, de la cultura Arahuac. Al noroeste del Chaco se ubicaron los vilelas (lule-vilela).

Muchas de estas culturas guardan aún memoria[cita requerida] del gran cataclismo que produjo la caída de una lluvia de meteoritos gigantes en el siglo XXXVIII a. C. en la zona conocida como Campo del Cielo (traducción del qom lek (idioma toba) piguén nonraltá o pinguén nonaksa).

En la zona pampeana y la Patagonia se destacaron los het (pampas antiguos o querandíes), los tehuelches (tsonek) y los mapuches —estos últimos controlaron el norte de la Patagonia hasta fines del siglo XIX—. Los estudios antropológicos de los grupos cazadores y recolectores, tradicionalmente considerados más simples que los pueblos agricultores, han puesto de manifiesto la complejidad que alcanzaron culturas de un alto grado de simbolismo, como los sélknam, haush, yámanas, kawésqar, de Tierra del Fuego.

Hace 800 000 años, donde ahora esta emplazada la ciudad de La Plata, el clima y bioma eran diferentes al actual: había una especie de sabana arbustiva la cual se volvía más fría y seca con el paso de los años, al igual que ocurre en la Patagonia. Esta región fue habitada por los grandes animales que llegaron a convivir con el hombre;[cita requerida] se han encontrado restos de: gliptodontes, perezosos gigantes, guanacos, armadillos, perezosos terrestres, toxodontes y mastodontes.

Los primeros grupos aborígenes que habitaron esta región fueron muchas, se han encontrado restos de indios pampas, guaraníes, querendíes, mientras que en Berisso se han encontrado restos de lo que parece ser etnias provenientes de la región cuyana, además se han encontrado elementos de caza como puntas de flecha y boleadoras elaboradas con piedras de Tandilia y Ventania, lo cual nos pueden indicar que también habitaron ese suelo etnias de esa región y que posiblemente hayan sido los querendíes.



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