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La Malinche



Malinche (conocida también como Malinalli, Malintzin o Doña Marina) era una mujer náhuatl originaria del actual estado mexicano de Veracruz. Malinalli había nacido hacia el año 1500, posiblemente en Oluta cerca de Coatzacoalcos, antigua capital olmeca situada entonces al sureste del Imperio azteca, en la región de la actual Veracruz. En 1519, fue una de las veinte mujeres esclavas dadas como tributo a los españoles por los indígenas de Tabasco, tras la batalla de Centla.[1]​ Jugó un papel importante en la conquista de México Tenochtitlan. Fue intérprete, consejera e intermediaria de Hernán Cortés. Más adelante se convirtió en su compañera y dio a luz a su primer hijo, Martín, quien es considerado uno de los primeros mestizos surgidos de la conquista de México. Más tarde daría a luz con su esposo español Juan Jaramillo a María, su segunda hija.

La imagen mítica de la Malinche se ha modificado con el tiempo conforme han variado los criterios historiográficos que la han estudiado desde que irrumpió en el proceso de conquista al ser ofrecida como esclava al conquistador hasta más recientemente en que se ha revalorado su aportación a ese proceso que finalmente formó la nueva nación mestiza que hoy es México.[2]​ Hoy para una parte de la población de México la Malinche es el estereotipo de la traición, aunque otros la consideran como la víctima por excelencia del choque cultural que se produjo, y para otros más, resulta la madre simbólica de la nueva cultura mestiza que surgió como resultado de la fusión forzada de dos etnias.[3]

Nació, posiblemente, en Oluta, Veracruz (cerca de Coatzacoalcos), en la clase alta de la sociedad mexica. Según Bernal Díaz del Castillo, los padres de Malintzin eran señores y caciques de un pueblo llamado Copainalá. Su padre, de acuerdo al historiador Gómez de Orozco, era cacique de Oluta y Xaltipa y se casó, según la costumbre, con una "señora de vasallos y estados", también de noble origen, llamada "Cimatl", la cual según se dice era «joven y preciosa».

Malintzin, nació entre 1496 y 1501[4]​ en una región que es fronteriza entre los territorios de población nahuatl y el ámbito cultural maya de la región de Tabasco. Fue nombrada "Malinalli" en honor a la diosa de la Hierba, y más tarde “Tenepal” que significa “quien habla con vivacidad”.[5]​ Después de la muerte de su padre, su madre se volvió a casar y tuvo un hijo, lo cual colocaba a Malinalli como una hijastra incómoda del nuevo marido. Debido a ello, acabó siendo vendida a un grupo de traficantes de esclavos proveniente de Xicalango, una importante región comercial al sureste de México. Tras una guerra entre los mayas de Potonchán y los mexicas de la zona de Xicalango, Malinalli fue cedida como tributo a Tabscoob, cacique maya de Tabasco. Todo esto sucedió cuando Malinalli era muy joven, por lo que pronto llegó a hablar con fluidez la lengua maya-yucateca de sus nuevos amos, además de su idioma materno, el náhuatl.

Malinalli fue regalada a Hernán Cortés después de la derrota de los tabasqueños en la Batalla de Centla el 14 de marzo de 1519 junto con otras 19 mujeres, junto con algunas piezas de oro y un juego de mantas.[6]​ Tras bautizarla con el nombre de «Marina» Cortés, quien no se sintió atraído a ella, la entregó a Alonso Hernández Portocarrero, uno de los capitanes más reconocidos de la expedición. Sin embargo, poco después Portocarrero regresa a España como emisario de Cortés hacia Carlos V y Cortés se queda a la Malinche por su valor como intérprete entre el idioma maya y el náhuatl. Como complemento, Jerónimo de Aguilar (un náufrago español que había estado cautivo ocho años entre los mayas y que fue rescatado por Cortés en Cozumel) era capaz de realizar la traducción maya-español. Así, con el uso de tres lenguas y dos intérpretes, se llevaron a cabo todos los contactos entre españoles y mexicas, hasta que Malintzin aprendió castellano.

Más allá de su servicio como intérprete, Malintzin asesoró fielmente a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos y realizó tareas de inteligencia y diplomacia, jugando un papel relevante durante la primera parte de la conquista. Ella acompañó tan de cerca a Cortés, que los códices aztecas (el Lienzo de Tlaxcala, por ejemplo) siempre la muestran al lado de él.[3]

Tras la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 y del nacimiento de su hijo Martín Cortés en 1522, Malinalli se quedó en una casa que Cortés le construyó en Coyoacán, muy cerca de la capital mexica. Posteriormente, en Huiloapan de Cuauhtemoc, Veracruz, doña Marina se casaría con un hidalgo, Juan Jaramillo, de quien se sabe que tendría otra hija, María Jaramillo.[7][8]​ Poco después, Cortés la llevó consigo para calmar una rebelión en Honduras en 1524 – 26, sirviendo ella nuevamente como intérprete.[9]​ Es escasa la información sobre Marina después de que se fue a América Central. No obstante, algunos historiadores estiman que murió alrededor de 1529, enferma por una epidemia de viruela que hubo en 1528 o 1529. Sin embargo, el historiador Sir Hugh Thomas, en su libro Conquest afirma que la fecha probable de su muerte es 1551, deduciéndolo por cartas que descubrió en España, que se refieren a ella como aún viva en 1550.[10]

Para los conquistadores, tener una intérprete confiable fue de suma importancia. Así, Bernal Díaz del Castillo, un soldado-escritor a quien debemos la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, habla constantemente de la "gran mujer" doña Marina: "Sin la ayuda de doña Marina, escribe, no hubiéramos entendido los idiomas de la Nueva España y de México". Es evidente que sin un intérprete y "lengua", Cortés no habría podido desarrollar la exitosa política de alianzas que pactó con diversos grupos resentidos por el imperio mexica. Pero el papel de doña Marina fue mucho más allá que su rol como traductora, pues sabemos que fue ella quien le dio aviso a Cortés de la peligrosa emboscada que los cholultecas preparaban contra las fuerzas españolas cuando estas, camino a Tenochtitlan, descansaban dentro de su ciudad. Este aviso desató una feroz represalia contra los cholultecas por parte de Cortés. Por su parte Rodríguez de Ocaña, otro conquistador, afirma que después de Dios, la mayor razón para el éxito de la conquista fue Marina.[3][11]

La evidencia que viene de fuentes indígenas también tiene gran interés, tanto en los comentarios sobre su desempeño, como en el protagonismo que le atribuyen los dibujos de los eventos de la conquista. En el Lienzo de Tlaxcala, por ejemplo, no solo es Cortés raramente dibujado sin Marina, sino que a veces aparece ella sola, aparentemente dirigiendo eventos como una autoridad independiente. Esto sugiere que su rol como "esposa", incluía ayudar a su "marido" a lograr sus objetivos militares y diplomáticos; papel en el que ella hizo importantes aportaciones.[12]

Todas las incertidumbres que se refieren al rol de la Malinche en la conquista española empiezan con su nombre y sus múltiples variantes. Cuando nació, fue nombrada «Malinalli» o «Malinali» en honor a la diosa de la hierba. Poco después, su familia añadió el nombre “Tenepal” que significa «quien habla con mucha vitalidad».[13][3]

Antes de que las 800 mujeres se distribuyeran entre los capitanes españoles para servirles en el campo, Cortés insistió en que debían ser bautizadas. Por lo que Malinalli tomó el nombre cristiano de “Marina”, al cual los soldados de Cortés añadieron el «doña». No se sabe si «Marina» fue elegido por la similitud fonética hacia su propio nombre, o si se escogió al azar entre nombres españoles comunes de ese tiempo, sin embargo, una mala pronunciación Náhuatl de su nombre era «Malin» que después le añadieron el «tzin» formando el nombre «Malintzin», que los nativos usaban para ambos: Cortés y Marina.[14]​ Malintzin puede ser traducido como «noble prisionera», una posibilidad razonable dado su noble nacimiento y su primera relación con la expedición de Cortés. Dados todas las variaciones al nombre de la Malinche, se puede asumir que su nombre preferido era «Marina» o «doña Marina», ya que ella lo eligió y no ha adquirido las connotaciones negativas que asolaron el nombre “Malinche” después de su muerte.[15]

La palabra malinchismo es utilizada en el México moderno para referirse peyorativamente a personas que prefieren un estilo de vida diferente a su cultura local o una vida con influencias extranjeras. Algunos historiadores interpretan que la Malinche salvó a su pueblo de los aztecas, que tenían una hegemonía en todo el territorio mexicano y demandaban tributos de sus habitantes. También es acreditada por traer el cristianismo de Europa al «Nuevo Mundo», y por su influencia en Cortés para que fuera más humano de lo que hubiera sido. Sin embargo, por el otro lado se argumenta que, sin su ayuda, la conquista de los aztecas no hubiera sido tan rápida, lo que les hubiera brindado suficiente tiempo para adaptarse a las nuevas tecnologías y métodos de guerra. Desde ese punto de vista, Marina es vista como alguien que traicionó a los pueblos indígenas al ponerse del lado de los españoles.[13]

La imagen de la Malinche se ha convertido en un arquetipo mítico que los artistas latinoamericanos han representado mediante diferentes formas de arte. Su figura propaga dimensiones históricas, culturales y sociales de culturas latinoamericanas.[16]​ En tiempos modernos y en varios géneros, es comparada con la figura de la Virgen María, La Llorona,[17][18]​ y las soldaderas mexicanas (mujeres que lucharon junto a los hombres durante la revolución mexicana)[19]​ por sus valientes acciones.

El legado de la Malinche es un mito mezclado con leyenda que toma en cuenta las opiniones opuestas de los mexicanos acerca de la legendaria mujer. Muchos la ven como la figura fundadora de la nación mexicana. Sin embargo, muchos otros ven a la Malinche como una traidora.

En 1960, empezaron las intervenciones feministas hacia la figura de la Malinche. La obra de Rosario Castellanos fue particularmente significativa[20]​ y, en su posterior poema, la Malinche, la describió no como traidora, sino como víctima.[21]​ En general, las feministas mexicanas defendieron a la Malinche viéndola como una mujer atrapada entre dos culturas, forzada a hacer decisiones complejas, y que, en última instancia sirvió como madre de una nueva raza.[22]

En 1978, el cantautor mexicano Gabino Palomares compuso la canción La maldición de Malinche, una de las más representativas del movimiento de la Nueva Canción. Esta canción ha sido interpretada y grabada por Los Folkloristas y Amparo Ochoa. En ella denuncia el malinchismo tanto en México como en América Latina y da cuenta de sus terribles consecuencias en el patrimonio cultural latinoamericano y en la experiencia de sus pueblos indígenas.



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