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Libro de Henoc



El Libro de Enoc o Libro de Henoc (abreviado 1 Enoc) es un libro intertestamentario, que forma parte del canon de la Biblia de los patriarcados de Etiopía y Eritrea de la Iglesia Copta, pero no es reconocido como canónico por las demás Iglesias cristianas, a pesar de haber sido encontrado en algunos de los códices de la Septuaginta (Códice Vaticano y Papiros Chester Beatty). Los Beta Israel (judíos etíopes) lo incluyen en la Tanaj, a diferencia de los demás judíos actuales, que lo excluyen.

También conocido como '1 Enoc'[1]​ (en ge'ez: maṣḥafa hēnok), es un texto religioso apocalíptico hebreo antiguo, atribuido por la tradición a Enoc, el bisabuelo de Noé.[2][3]​ El libro de Enoc contiene material único sobre los orígenes de los demonios y gigantes (nefilim), y sobre por qué algunos ángeles cayeron del cielo, así como una explicación de por qué el diluvio como es narrado en el Génesis había sido moralmente necesario, y una exposición profética del reinado de mil años del Mesías.

La primera parte del Libro de Enoc describe la caída de los Vigilantes, los ángeles que engendraron a los Nefilim.[4]​ El resto del libro describe las visitas de Enoch al cielo en forma de viajes, visiones y sueños, y sus revelaciones.[5]

El libro consta de cinco secciones principales bastante distintas:

La mayoría de los estudiosos creen que estas cinco secciones fueron originalmente obras independientes[6]​ (con diferentes fechas de composición), en sí mismas producto de muchos arreglos editoriales, y solo más tarde fueron redactadas en lo que ahora se llama 1 Enoc.[5]

Las únicas versiones íntegras de este libro que se conservan están en ge'ez, lengua litúrgica de la Iglesia etíope,[7]​ pero son conocidas varias partes en griego, y un fragmento en latín.[7]​ También ha sido encontrado, en Antínoe, un fragmento en copto (93:3-8)[8]​ y, además en Qumrán fueron hallados múltiples fragmentos en arameo[9]​ y uno en hebreo (4Q317). La tradición atribuía su autoría a Enoc (transcrito también como Henoc o en inglés Enoch), bisabuelo de Noé. En la actualidad se cree que el texto fue redactado por varios autores judíos entre los siglos III a. C. y I.[7]

Se conocen otros tres Libros de Enoc: el Segundo Libro de Enoc (2 Enoc)[10]​, escrito a finales del siglo I o después y conservado en eslavo eclesiástico; el más tardío (de composición posterior al siglo V), Tercer Libro de Enoc (3 Enoc), en hebreo; y el Enoc copto (4 Enoc), que data del siglo V y del cual apenas se han encontrado partes. Este artículo solo hace referencia a 1 Enoc.

El libro que hoy se conoce fue editado tal vez en el siglo I de nuestra era, y consta de varias partes escritas entre los siglos III a. C. y I d. C. Estas partes son:

Algunos autores consideran que el Libro de los Vigilantes fue, al menos en parte, redactado hacia el 400 a. C.,[11]​ pero la mayoría estima que las primeras secciones fueron compuestas en el siglo II antes de Cristo, a más tardar en 166 a.C..[7]​ Los autores podrían depender en parte del Pentateuco, y habrían ampliado las secciones de Génesis, Números y Deuteronomio. Por ejemplo, 1 Enoc 1:9 (la cita en la epístola de Judas 1:14-15) podría ser originalmente un midrash de Deuteronomio 33:2.[12][13][14]

El libro astronómico es anterior al Libro de los Jubileos y por lo tanto se remonta por lo menos al siglo III a. C.[7]​ Algunos de los fragmentos de esta parte encontrados en Qumrán han sido datados por los paleógrafos a finales de ese siglo.[15]​ El calendario solar que expone fue el adoptado por la comunidad de Qumrán, la cual consideraba que así como Israel se había desviado del verdadero camino y del testimonio justo, el calendario oficial erraba al determinar las fechas de las fiestas establecidas en la Torah.[16]

Se trata de un libro apocalíptico perteneciente a la apocalíptica judía.

En el capítulo 7 (7, 3-6) narra la caída de los Vigilantes, que engendraron con mujeres a los nephilim o ‘gigantes’. (A estos también se refiere el pasaje de Génesis 6:1-7):

Se acusa a los ángeles guardianes por haber desviado su misión y encarnado la explotación, la opresión, la destrucción de los ecosistemas, la guerra, el oro, la vanidad, la brujería, la fornicación y el engaño (8:1-3). «Y como parte de la humanidad era aniquilada, su clamor subió al cielo» (8: 4). Los arcángeles Miguel, Sariel (Uriel), Rafael y Gabriel, al ver la sangre derramada y la injusticia se dijeron que «la tierra desolada grita hasta las puertas del cielo por la destrucción de sus hijos». Dios los envía entonces a encadenar a los Vigilantes y a destruir a los gigantes «pues han oprimido a los humanos». Los ángeles caídos rogaron a Enoc que intercediese por ellos y los gigantes ante Dios.

Luego el libro describe la visita de Enoc al cielo en forma de una visión, y sus revelaciones. Una parte significativa del texto se dedica a describir los movimientos de los cuerpos celestes, en relación con el viaje de Enoc al cielo, con el objetivo de detallar el calendario base de las fiestas de la Ley.

Buena parte del libro se dedica a denunciar a los opresores y reyes de la tierra y anuncia su derrota final: «Este castigo con que son castigados los ángeles es un testimonio para los reyes y los poderosos que poseen la superficie de la Tierra» (67:12; 2Pedro 2:4). «Desgracia para los que edifican la iniquidad y la opresión y cimientan sobre el fraude, porque serán derrumbados de repente y no habrá paz en ellos... Habrá un cambio... los justos serán victoriosos» (50:1-2). «Desgracia para vosotros ricos, porque os confiáis en vuestras riquezas, seréis privados de ellas» (94:6-8).

El Libro de Enoc asume la continuidad del discurso de los profetas y anticipo del mensaje cristiano, enfatizando en la venida del Hijo del Hombre. Es una expresión de la literatura apocalíptica como esperanza de los humildes.

Este libro se cree que fue muy apreciado por parte de los primeros cristianos, a partir la referencia de la epístola de Judas 1:14-16, que cita un pasaje del Libro de Enoc (1 Enoc, 1, 9); la referencia en 2Pedro 2:4; y la Epístola de Bernabé (16:4), que cita como Escritura un versículo (1 Henoc 89:56) y en 4:3 se refiere a 1 Henoc 80:2. Muchos Padres de la Iglesia y cristianos destacados se refieren al libro, y lo citan en sus obras. Autores como Justino Mártir (100-165), Atenágoras (170), Taciano (110-172), Ireneo (130-208), Orígenes, Clemente de Alejandría (150-220), Tertuliano (160-230), Lactancio (260-325), Metodio de Filipo, Minucio Félix, Comodiano y Cipriano de Cartago,[7]​ entre otros, consideraron el libro de inspiración divina. Un defensor de este libro fue el obispo Prisciliano, quien fue el primer cristiano condenado a muerte y ejecutado por cristianos por supuesta herejía, en 385.

Referencias a Enoc se encuentran en múltiples versículos del Nuevo Testamento v.g. pero no directamente al escrito que lleva su nombre Mateo 3:12, 5:4-12, 11:28, 13:31-32, 24:14, 24:27, 26:64; Marcos 13:24-27, Marcos 14:21, Marcos 14:62; Lucas 1:52, Lucas 2:13-14, Lucas 6:24, Lucas 9:35,16:13, Lucas 16:23-31, Lucas 24:36; Juan 3:20; 1Corintios 6:2-3; Efesios 3:18,5:13; Filipenses 1:18; 2 Tesalonicenses 2:2; 1Pedro 3:19-20; Judas 1:6; Apocalipsis 3:17, Apocalipsis 6:10, Apocalipsis 8:2, Apocalipsis 12:16, Apocalipsis 16:14, Apocalipsis 19:19, Apocalipsis 20:1-3, Apocalipsis 21:23-24.

Mientras que la mayoría de los estudiosos creen que la actitud de Judas hacia el Libro de Enoc es positiva,[17]​ algunos otros consideran que es ambigua.[18]​ Algunos han preguntado por qué el autor de la epístola de Judas usó la frase "blasfeman de las majestades angélicas" (Judas 1:8) porque si la historia de los pecados de los ángeles, como se describe en el Libro de Enoc, es verdad, ¿Por qué es una "difamación", una "calumnia"?[19]​ En realidad, la carta de Judas adopta el punto de vista de 1 Enoc sobre los ángeles caídos:

Sin embargo, 1 Enoc fue definitivamente apartado del canon tras el Concilio de Laodicea, en 364. En algún momento posterior, la versión griega del libro se perdió (el último en citar pasajes del libro fue el monje bizantino Jorge Syncellus, en el siglo VIII). Es muy posible que la traducción al ge'ez se hubiese realizado en el siglo VI, una época de gran actividad en la iglesia etíope, durante la cual se tradujeron numerosos textos religiosos.

Dado por perdido en Occidente desde el siglo IX, cuando fue citado ampliamente en la Cronografía de George Syncellus, en 1773 el famoso viajero James Bruce llevó desde Abisinia a Europa tres copias de la obra, una de las cuales fue consignada a la Biblioteca Nacional de París, otra donada a la Biblioteca Bodleiana de Oxford y la tercera, se dice que está en manos de francmasones de rito escocés.[20]​ Uno de los manuscritos fue traducido al inglés en 1821 por Richard Laurence; en 1891 y 1912 se realizaron nuevas ediciones, con base del mayor conocimiento del texto, y es muy conocida la última, publicada por Robert Henry Charles en 1913.[7]​ Una edición completa de los escritos relacionados con el Libro de Enoc, incluidos los últimos hallazgos en Qumrán, fue realizada por el erudito católico Józef Milik en 1976.[15]

A pesar de contar con una relevante antigüedad (incluso mayor a la de los cuatro evangelios canónicos del Nuevo Testamento), la mayoría de los cánones cristianos no incluyen el Libro de Enoc, y este es considerado un libro apócrifo, sin embargo no pierde validez histórica o de referencia. Probablemente su autoría provenga de los siglos II y I a. C. El libro del Génesis sobre Enoc relata lo siguiente: hijo de Jared; nació cuando su padre tenía ciento sesenta y dos años, y fue el séptimo hombre en la línea genealógica desde Adán. A los sesenta y cinco años llegó a ser padre de Matusalén, y después tuvo otros hijos.

Los testigos de Jehová creen que Enoc, según la Biblia, formó parte de la “nube de testigos tan grande” que fueron ejemplos sobresalientes de fe en tiempos antiguos. “Enoc siguió andando con el Dios verdadero.” (Gé 5:18, 21-24; Heb n:5; 12:1.) Como profeta de Jehová, predijo la venida de Dios con sus santas miríadas para ejecutar juicio contra los irreverentes (Jud 14, 15), y este quizás fue el motivo por el que se le persiguió. Sin embargo, si fue perseguido, Dios no permitió que sus opositores lo matasen, de modo que “lo tomó”, es decir, interrumpió su vida a los 365 años, edad muy inferior a la normal de la época. La Biblia dice que Enoc fue “trasladado para que no viera la muerte” (Heb.11:5), lo que puede significar que Dios lo introdujo en un trance profético durante el que interrumpió su vida, de modo que no llegó a experimentar los dolores de la muerte. (Gé 5:24; Heb 11:5, 13.) En vista de las claras palabras de Jesús en Juan 3:13, prueban de que Enoc no fue llevado al cielo, sino que, tal vez como en el caso de Moisés, Jehová (Yahveh) hizo desaparecer su cuerpo, de manera que “nadie sabe donde está”. (Dt 34:5, 6; Jud 9.).[21]

Quienes niegan que Judas cite el Libro de Enoc, afirman que solo el libro bíblico de Judas contiene las palabras proféticas de Enoc: “¡Miren! Yahveh vino con sus santas miríadas, para ejecutar juicio contra todos, y para probar la culpabilidad de todos los impíos respecto a todos sus hechos impíos que hicieron impíamente, y respecto de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra Él” (Judas 14, 15). Se preguntan por qué, aunque muchos expertos sostengan que esta profecía de Enoc contra sus contemporáneos impíos y es una cita directa del Libro de Enoc; ¿Cómo es posible que Judas se remitiera a una obra, que según ellos, es apócrifa y nada fidedigna?

Las Escrituras no revelan cómo llegó a conocer Judas la profecía de Enoc. Argumentan que tal vez citara simplemente de una fuente común, una tradición acreditada de gran antigüedad. Es evidente que Pablo hizo algo similar cuando identificó por nombre a Janes y Jambres, quienes, si no fuera porque él los mencionó, seguirían siendo los magos anónimos de la corte de Faraón que se opusieron a Moisés. Quienes niegan que Judas cite el Libro de Enoc, argumentan también que si el escritor del Libro de Enoc tuvo acceso a una antigua fuente de esta clase, ¿por qué no podía tenerlo Judas? Aunque se acepta la afirmación de Judas, no se incluye dentro del canon bíblico el Libro de Enoc.

Entre las traducciones existentes están las siguientes:

Hebreo

En inglés

Francés

Español



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