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Martín de Braga



Martín de Braga, latinizado como Martinus Bracarensis y conocido también como Martín de Dumio, Martín Dumiense o Martín de Panonia (Panonia, Hungría, hacia 510/515 - Braga, 579/580), fue un obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano católico de origen panónico, llamado el «Apóstol de los suevos». Su obra eclesial y literaria, presentando un cristianismo adaptado a los diferentes grupos de población; su preocupación por transmitir valores procedentes de la Antigüedad clásica; la predicación de un cristianismo ortodoxo en tiempos de herejía; y sus relaciones con los reyes suevos, anuncian el ideal episcopal de Leandro y de Isidoro de Sevilla.[1]

San Isidoro, en su De viris illustribus, realizó la primera biografía de Martín de Braga:

Miembro de una importante familia romana de la antigua provincia de Panonia (actual Hungría), leyó mucho en su juventud al estoico Séneca, entonces tenido como cristiano por una correspondencia con San Pablo apócrifa, ingresó en el clero y muy joven se trasladó a Palestina para visitar los Santos Lugares. Allí residió durante varios años y entró en contacto con el floreciente monacato que se desarrollaba en las montañas de Judea.[3]​ Se cree que por entonces aprendió el griego, algo que en Occidente ya empezaba a ser raro, y tradujo al latín las Sententiae Patrum Aegiptyorum.[4]

Sin conocerse exactamente la razón, tal vez por tratarse Gallaecia de un reino cristiano independiente de Roma pero fuera del catolicismo, decide trasladarse como misionero al Reino de los suevos (al que en principio se refiere como Finis Terrae), cuya clase dirigente era en gran parte arriana. Las circunstancias mediatas de esta decisión varían según los eruditos: desde petición de peregrinos hispanos, a petición de algún eclesiástico bizantino o iniciativa propia, para aprovechar el retorno de una delegación sueva enviada a Tours; Ferreiro piensa que, habiendo sido Panonia patria de los suevos, deseó convertir a sus hermanos de etnia que eran ahora arrianos y lo mismo le habría ocurrido al también panonio y por tanto compatriota y homónimo Martín de Tours.

En su viaje pasa algún tiempo en las Galias y llega a la Gallaecia en torno al 550. Entonces la antigua ciudad romana de Bracara Augusta (la actual Braga, en Portugal), capital de la provincia romana de Gallaecia, pasó a convertirse en la capital del reino suevo; por entonces intervino en la conversión del rey Charrarico o Carriarico (según Gregorio de Tours, fuente primaria y única para su reinado, su hijo enfermó de lepra y el rey mandó traer algunas reliquias del san Martín de Tours, con lo que se curó y el rey y todo su reino abandonaron el arrianismo y se convirtieron al catolicismo en 550).[5]

Allí trabaja varios años como presbítero y como monje, y funda un monasterio en Dumio,[3]​ cerca de la capital del reino Bracara Augusta y junto a la iglesia que, tras su conversión al catolicismo, el rey suevo Carriarico había dedicado a san Martín de Tours para acoger sus reliquias, introduciendo el culto de santo en Galicia y nombrándolo además beatus patronus.[6]​​ Pero la introducción del catolicismo en Galicia es una cuestión controvertida: para algunos el primer rey que abandonó el arrianismo por el catolicismo fue Teodomiro; pero también habría sido Martín de Braga el artífice de su conversión.

Pronto este monasterio de Dumio se convierte en el principal centro de difusión de cultura y espiritualidad cristiana de origen oriental en el norte de la península ibérica, ya que sus monjes tenían encomendada la copia de códices, muchos posiblemente traídos por el mismo san Martín de Oriente.

Poco tiempo más tarde, Lucrecio, arzobispo de Braga, crea la diócesis de Dumio en torno al recién creado monasterio, y consagra a Martín como su primer obispo en torno a 556.[7]

La influencia de Martín ante la corte sueva es muy grande y logra que el rey Teodomiro abjure del arrianismo y se bautice católico en 560, atrayendo con él a la mayor parte del reino suevo, y regularizando la situación del cristianismo a través de los dos concilios de Braga.

Estuvo presente en el primer concilio del reino suevo, convocado por el papa Juan III para poner fin a la querella suscitada por la doctrina prisciliana. Se celebró el año 561 (o 563) y es conocido como I Concilio de Braga. Martín contribuye a la condena doctrinal y moral del priscilianismo:

El obispo Lucrecio muere en 569 y Martín es proclamado nuevo metropólita, pero sigue conservando la dignidad episcopal de Dumio, ya que sus monjes y los fieles le ruegan que no los deje. Su labor como arzobispo de Braga se centra en la predicación al pueblo, muy influido aún por el priscilianismo y apegado a las prácticas religiosas paganas.

En junio del año 572 preside el II concilio de Braga en el que los obispos de la Gallaecia en la presencia del rey suevo Miro establecen las líneas de actuación misional y de práctica litúrgica y moral de esta iglesia particular.

Martín mandó añadir a las Actas una recopilación metódica de ochenta y cuatro cánones tomados de los sínodos de los Padres orientales, puestos en orden y reunidos por el obispo Martín.[8]

Martín de Braga, como señaló San Isidoro, fundó, fuera del de Dumio, otros varios monasterios. Fueron el Antonino, el Victorino, el Tabanense, el Bargense, el Magnetense, el Turricense, el Claudino, el Cabanense y el Acerense, según una carta dirigida por Drumario a Fontano recogida por Francisco de Berganza en Antigüedades de de España y citada por José Amador de los Ríos.[9]

Como escritor eclesiástico, y pese a su corta obra, san Martín es una figura de primer orden. Tanto san Isidoro de Sevilla como san Gregorio de Tours lo consideran como el hombre letrado más importante de su tiempo. Algunos de los rasgos de su estilo son la frecuencia y aun abuso de las disyunciones, el comparativo intensivo de carácter adverbial y cierta tendencia a la expresión del indicativo en las subordinadas y al empleo de verbos compuestos de prefijos; pero es, en palabras de Antonio Fontán, "más que Leandro todavía, el último escritor de la Antigüedad en España. El contemporáneo de Venancio Fortunato y de Gregorio de Tours, el prosista que elabora centones senecanos, el poeta que hace algo parecido a Sidonio Apolinar y Draconcio, es todavía un hombre del mundo antiguo en cuyo latín, por ejemplo, no hay, ni en prosa ni en verso, errores de prosodia.[10]​ Entre sus obras de más influencia, además del De correctione rusticorum, destaca la recopilación Sententiae Patrum Aegipteorum.

A petición de Polemio, obispo de Astorga, compuso un sermón catequístico propio para las visitas pastorales de los obispos según lo había previsto el segundo concilio de Braga (572), así que debe ser simultáneo o posterior. Es un manual práctico para el misionero, De correctione rusticorum ('rústico' no significa bárbaro o incorrecto, sino popular y sencillo), en el que anima a obispos y clero a evangelizar y purificar la religiosidad del pueblo suevo. El tratado expone de manera sencilla las supersticiones principales del pueblo suevo y su origen: condena la idolatría, la adivinación, los augurios y la brujería; también insta a que los días de la semana dejen de dedicarse a los dioses romanos —día de Marte, de Mercurio, de Júpiter, de Venus y de Saturno— y pasen a llamarse por la nomenclatura litúrgica cristiana (esta costumbre se mantiene en portugués, donde los días de la semana se nombran con el término litúrgico de feria). Según Antonio Fontán, las fuentes de esta obra y de los escritos ascéticos son Casiano, el monje semipelagiano de Marsella y Cesáreo de Arlés, combinados con gotas de Agustín y de Jerónimo.[11]​ Desde otro punto de vista puede considerarse el primer escrito sobre folklore español; se habla de los que veneran a las polillas y a los ratones, posible vestigio de los dies tinearum et murium,[12]​ observan el vuelo de las aves, encienden cirios a las piedras, a los árboles, a las fuentes y a las encrucijadas, observan las calendas, echan en el fuego la ofrenda sobre el tronco y ponen vino y pan en las fuentes; de las mujeres que invocan a Minerva al tejer su tela y encantan la hierba con maleficios, de los que observan la adivinación y los oráculos de los estornudos, las fórmulas mágicas sobre las cosechas, etcétera.[13]

De la obra se conservan doce códices, uno de ellos del Archivo de la Catedral de Toledo que utilizó el padre Enrique Flórez en 1759, y se dispone ahora de una edición crítica bilingüe de 1997.[14]

La recopilación Sententiae Patrum Aegipteorum, ciento diez reglas ascéticas tomadas de la tradición monástica oriental en traducción directa de sus fuentes, y que formarán una de las bases del desarrollo del monacato hispánico.

Fue escrita a petición del rey Miro (570-583) hacia 570. Se trata de compendio de ética natural fundado en las cuatro virtudes cardinales de Platón: Prudentia, Magnanimitas, (fortitudo), Continentia (temperantia) y Iustitia; es obra dirigida preferentemente a los laicos. Todo el desarrollo del tema y el contenido de las máximas, de redacción concisa y sentenciosa, es senequista, y hoy se acepta la teoría de Ernst Bickel según la cual en esta obrita se conserva la substancia del escrito, ya perdido, del De officiis de Séneca.[15]​ En esta obra demuestra no solo ser un gran conocedor de la patrística oriental y occidental —san Ireneo de Lyon, san Clemente de Alejandría, Orígenes, san Jerónimo o san Agustín de Hipona— sino también de los clásicos estoicos romanos, especialmente Marco Aurelio y Séneca, hasta tal punto que la obra fue tenida en la Edad Media como obra del propio Séneca.

También al rey Miro dedica sus obras Pro repellenda iactantia, De superbia y Exhortatio humilitatis, que formaban un todo originalmente; aquí el contenido ya no es estoico, sino genuinamente cristiano, lleno de copiosas citas de la Escritura y marcado por el modelo de la Institutio caenobiorum de Casiano. Otras obras suyas son Epistola ad Bonifacium episcopum De trina mersione, sobre la liturgia del bautismo), De ira, tratado de carácter estoico cristiano dedicado a Vitimiro, obispo de Orense, y una importante literatura epistolar y de sermones, lamentablemente perdida. Escribió también unos pocos versos: cinco dísticos In refectorio para el de Dumio, que son una refundición de Sidonio Apolinar; 22 hexámetros In basilica en honor de San Martín de Tours para la basílica de Braga y un Epitaphium de seis hexámetros para su propio sepulcro.[16]

En la segunda mitad del siglo VI, realiza la colección de cánones que lleva su nombre: Capitula Martini, una compilación de cánones de concilios africanos, orientales y españoles. Se le atribuye también una refundición de un tratado De pascha de procedencia incierta, sobre la manera de fijar el día de la Pascua.[17]

Su influencia sobre los obispos sevillanos Leandro e Isidoro se desprende con claridad del elogio que le dedicó Isidoro:

Fue precisamente en la segunda mitad del siglo VI cuando se produce una prolongada crisis cuando tras el asesinato de Teudiselo en Hispalis (549) el pretendiente Atanagildo pide ayuda al basileus que ocupa la franja meridional de la península.

Elogiado por sus contemporáneos Venancio Fortunato, (Venantius Honorius Clementianus Fortunatus) obispo de Poitiers y Gregorio, obispo de Tours.[18]

Cabe marcar tanto las semejanzas como las diferencias entre los pequeños catecismos morales que escribe Martín dirigidos al rey suevo Miro, con las Etimologías, la enorme enciclopedia que Isidoro destinada a mejorar la cultura de las élites laicas y eclesiásticas del reino, procurándoles una especie de manual enciclopédico cómodo.[19]

Martín, en su modelo de sermón para corregir a los rústicos de los campos gallegos, busca un lenguaje simplificado, para uso de un público inculto, que Isidoro emplearía al contrario que su hermano mayor Leandro el año 589 en la sesión de clausura del III Concilio de Toledo, pomposa pieza destinada a seducir y deslumbrar a la corte y no para proporcionar una formación religiosa elemental a un auditorio corriente.[20]

Contemporáneos de Martín son algunos personajes que protagonizaron importantes movimientos culturales en Hispania como fueron:

San Martín muere hacia 579-580 y es enterrado en la capilla de San Martín de Tours del monasterio de Dumio, en un sarcófago donde es labrado un epitafio redactado por él mismo en hexámetros:

Entre sus discípulos cabe mencionar a Pascasio de Dumio, a quien muy probablemente enseñó el griego, con lo que este vertió al latín los Apothegmata Patrum seguramente desde algún manuscrito traído por Martín, a quien dedica esta obra, editada recientemente; incluye 358 apotegmas ordenados temáticamente en 101 capítulos.[21]​ El óbito de Martín se conmemora el 20 de marzo. Cinco afios después de su muerte, los visigodos conquistan el reino suevo, tras siglo y medio de existencia.




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