El militarismo mexica se refiere a las costumbres, tácticas y tecnologías que los mexicas utilizaban para atacar y defenderse militarmente, incluyéndose el entrenamiento de efectivos militares y la producción de armamento, así como la planificación de estrategias; fueron elementos vitales en las expansiones realizadas en el período Posclásico Tardío por la civilización mexica en Mesoamérica. Este tema abarca en particular la historia militar de los mexicas, hasta el establecimiento de la Triple Alianza, en el Valle de México, en la cual se hallaban integradas la ciudad-estado de Tenochtitlan junto con las ciudades-estado de Tetzcuco (hoy Texcoco) y Tlacopan (hoy Tacuba), así como otras fuerzas militares aliadas de la actual región central de México.
Las fuerzas militares mexicas estaban compuestas de un gran número de plebeyos (yaoquizqueh) que solo poseían conocimientos y capacitación militares básicos, y un pequeño pero todavía considerable número de guerreros profesionales, pertenecientes a la nobleza (pipiltzin), los cuales se organizaron en diferentes sociedades guerreras, a las cuales eran integrados según sus logros en el campo de batalla.
El estado mexica estaba centrado alrededor de la expansión militar y del predominio político sobre otros pueblos, además de la exigencia de tributo de otras ciudades-estado, por lo cual la guerra era la fuerza básica en la política mexica. La sociedad mexica también estaba centrada alrededor de la guerra; cada hombre mexica recibía formación militar básica desde temprana edad, ya que la guerra no solo era importante para el bien del imperio, sino que también era para muchos la única posibilidad de ascender en la pirámide social mexica, la única forma de dejar de ser plebeyos (macehualtzin). Un guerrero mexica se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos (maltin) para el sacrificio.
El sacrificio de cautivos de guerra era una parte importante de muchos festivales religiosos de los mexicas. La guerra fue la principal fuerza impulsora de la economía del imperio y de la religión mexica.
Moctezuma tenía una armería, en su palacio o cerca de él, que contenía chimallis (escudos), macuahuitls (espadas de obsidiana) y tepoztopillis (lanzas), entre otras armas, algunas de las cuales, según las crónicas, estaban hechas en metales y piedras preciosas.
Al entrar en guerra, los mexicas tenían dos objetivos. El primer objetivo era político: el sometimiento de las ciudades-estado enemigas a fin de obtener el tributo correspondiente y ampliar la hegemonía política mexica. El segundo objetivo era religioso y socioeconómico: la toma de cautivos para ser sacrificados en ceremonias religiosas. Estos dos objetivos influyeron en su forma de hacer la guerra. La mayoría de las guerras tuvieron motivaciones políticas y fueron impulsadas por las expectativas de la nobleza para con el huey tlatoani.
La guerra propició el crecimiento económico del imperio mediante la ampliación de los territorios imperiales, aumentando las fuentes de materias primas para el comercio y para el consumo interno. Esto fue posible gracias a la expectativa de los plebeyos de tener una oportunidad de escalar en la sociedad mediante hazañas en las guerras. La primera acción de un tlatoani electo siempre era una campaña militar con el doble propósito de demostrar su capacidad como guerrero, así como dejar claro que sería tan duro sobre cualquier conducta rebelde como su predecesor. Además también era para suministrar abundantes cautivos para los festejos de su ceremonia de coronación. Una campaña fallida era vista como un augurio particularmente funesto para la figura del tlatoani, ya que podría significar rebeliones en ciudades-estado (altépetl) sometidas por anteriores tlatoque y la nobleza podría dudar de su capacidad de gobierno. Este fue el caso de Tízoc, quien fue envenenado por la nobleza después de varias campañas militares sin éxito.
Las fortificaciones no solían ser muy utilizadas por los mexicas para controlar el territorio dentro de su imperio, pero hay ejemplos de fortificaciones construidas por los mexicas. Importantes ejemplos son las fortificaciones en Oztuma (Oztoman), donde los mexicas construyeron una guarnición para mantener a los rebeldes chontales bajo control; en Quauhquechollan (hoy Huauquechula), cerca del actual Atlixco, los mexicas construyeron un fuerte a fin de tener fuerzas siempre cerca de sus enemigos tradicionales, los tlaxcaltecas, chololtecas y huejotzincas, y en Malinalco cerca de Toluca, Ahuízotl mandó construir guarniciones y fortificaciones para vigilar a los matlatzincas, mazahuas y otomies, y para tener tropas cerca del belicoso estado purépecha. Las fronteras también fueron vigiladas y al menos parcialmente fortificadas.
Otro tipo de guerra practicado por los mexicas fueron las llamadas guerras floridas (xochiyáoyotl). Este tipo de guerra se practicó con pequeños ejércitos con previo acuerdo entre las partes involucradas. No estaban encaminadas a conquistar el altépetl enemigo, sino que sirvió a otros fines. Uno era la toma de cautivos para el sacrificio, y esta fue sin duda una parte importante de la mayoría de las guerras mexicas. Fray Diego Durán afirma en sus crónicas que el xochiyáoyotl fue instituido por Tlacaélel durante la gran hambruna de Mesoamérica (1450-1454) bajo el reinado de Moctezuma Ilhuicamina. Estas fuentes afirman que Tlacaelel organizó con los dirigentes de Tlaxcala, Cholula y Huexotzingo, para participar en batallas rituales que proporcionasen a todas las partes suficientes víctimas para apaciguar a los dioses. Ross Hassig, en 1988, planteó que el xochiyaoyotl tenía otros propósitos más políticos que religiosos, entre los cuales estarían:
El ejército mexica estaba organizado en dos grupos. Los plebeyos, los cuales fueron organizados en divisiones llamadas calpulli, las cuales estaban bajo las órdenes de un tiachcahuan y/o de un calpoleque; y los nobles, que fueron organizados en sociedades de guerreros profesionales. Aparte del tlatoani, los dirigentes de los guerreros mexicas fueron el gran general, o tlacochcalcatl, y los generales de tropa o tlacateccatl. El tlacochcalcatl y los tlacateccatl también tenían que nombrar sucesores antes de ir a cualquier batalla a fin de que, si murieran, pudieran ser reemplazados inmediatamente.
Los sacerdotes también tomaron parte en la guerra, llevando las efigies de sus deidades en la batalla junto a los ejércitos. La imagen de abajo muestra al tlacateccatl y al tlacochcalcatl, junto con otros dos oficiales (probablemente sacerdotes) conocidos como huitznahuatl y ticocyahuacatl, todos vestidos con sus trajes de batalla o tlahuiztli.
Los hijos de los nobles eran educados y entrenados en el calmécac, donde recibían educación militar avanzada, así como en otros temas tales como astronomía, calendarios, poesía y religión. Por otra parte los hijos de plebeyos eran educados en el telpochcalli, donde recibían formación militar básica y aprendían un oficio.
En el ejército mexica había varias categorías y rangos. La categoría más baja eran los cargadores o tamemes, quienes llevaban armas y suministros. La siguiente categoría la conformaban los jóvenes del telpochcalli encabezados por sus sargentos o telpochyahque; después iban los plebeyos yaoquizqueh, y finalmente los plebeyos que habían tomado cautivos en guerras anteriores, los llamados tlamanih. Y por sobre estas categorías, iban los nobles de las "sociedades guerreras". Estos se agrupaban según el número de cautivos que habían tomado en anteriores batallas; el número de cautivos determinaba los diferentes trajes de los guerreros, llamados tlahuiztli, que se les permitía usar. Estos tlahuiztli eran cada vez más espectaculares conforme se ascendía de categoría, permitiendo a los mejores guerreros, los que habían tomado muchos cautivos, que los usaran en el campo de batalla.
Los guerreros sobresalientes en la batalla podían ser ascendidos a nobles y podían introducirse en algunas de las sociedades guerreras (al menos entre los guerreros águila y los guerreros jaguar). Los hijos de nobles capacitados en el calmécac, sin embargo, tenían que entrar en una de las sociedades progresando a través de los diferentes rangos, como cualquier otro soldado. Los guerreros podrían pasar de una sociedad a otra cuando tuvieran suficiente mérito; exactamente cómo sucedía esto es incierto. Cada sociedad tenía diferentes modos de vestir y diferente armamento, así como diferentes estilos de pintura corporal y facial, y adornos en el uniforme.
El nombre tlamanih (captores) se utilizaba para designar a aquellos plebeyos que habían tomado cautivos dentro del ejército mexica. [cita requerida]
Estos eran guerreros que habían capturado al menos a dos cautivos; se destacaban por su tlahuiztli rojo y negro y sombreros cónicos. Este rango fue establecido después de la campaña militar contra los huastecos, liderada por el tlatoani Ahuitzotl.
Los Papalotl (lit. mariposa) eran guerreros que habían capturado a tres cautivos. Este rango llevaba insignias en forma de mariposa en sus espaldas; de ahí su nombre.
La mayor sociedad guerrera fue la de los guerreros águila (cuauhpipiltin, en singular cuauhpilli) y la de los guerreros jaguar (ocelopipiltin, en singular ocelopilli). Ambos vestían como el animal del que tomaban su nombre, algunos vistiendo pieles de grandes felinos y otros adornados con plumas de águila. Muchos de estos guerreros fueron representados en estatuas y en códices. La poesía mexica también usa con frecuencia la expresión in cuauhtli, in ocelotl (‘las águilas, los jaguares’) para referirse a los nobles en la guerra. El cuartel de los guerreros águila y los guerreros jaguar fue el quauhcalli, la ‘casa de las águilas’, situado en el recinto ceremonial en Tenochtitlán. Era el grupo de élite de las fuerzas armadas; algunos códices recogen la leyenda de que entraban en un profundo estado de meditación y podían permanecer en un sitio de cuclillas y sin moverse, sin comer ni beber durante al menos dos semanas, simplemente esperando el momento oportuno para atacar y matar de un golpe (como era usual) a su enemigo. Se estima que los guerreros águila y los guerreros jaguar causaron aproximadamente el 80% de las bajas españolas, antes, durante y después de la conquista.[cita requerida]
Los otomíes (otomih u otontin) fueron otra sociedad guerrera la cual tomo su nombre de la gente otomí, la cual se resistió enérgicamente a la conquista. En fuentes históricas es frecuente confundir si la palabra otomitl (otomí) se refiere a los miembros de la sociedad guerrera mexica, o a los miembros del grupo étnico que muchas veces se unió a los ejércitos mexica como mercenarios o aliados. Uno de los más celebrados miembros de esta sociedad guerrera fue Tzilacatzin.
Los guerreros rapados (cuachicqueh) era la más prestigiosa sociedad guerrera mexica. Se caracterizaban por afeitar sus cabezas, excepto por una larga trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus rostros y calvas con dos colores, una mitad azul y la otra mitad de color rojo o amarillo. Servían como tropas de choque imperiales, participando en tareas especiales, así como prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario. Se requería haber capturado más de 6 cautivos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este rango. Al parecer, estos guerreros rechazaban capitanías en el ejército para seguir siendo combatientes activos en el campo de batalla. Eran reconocibles por su tlahuitzli amarillo. Al alcanzar el guerrero este rango, este juraba no dar un paso atrás durante una batalla; esto bajo la advertencia de que en caso de faltar a este juramento habría de experimentar el dolor de la muerte a manos de sus compañeros.
Debido a que el imperio mexica se mantenía a través de la guerra y la amenaza de guerra hacia otras ciudades, la recopilación de información acerca de esas ciudades era algo crucial en el proceso de preparación tanto para una sola batalla como para una campaña prolongada. También de gran importancia fue la comunicación de mensajes entre los jefes militares y los guerreros en el frente, para que las iniciativas políticas y los lazos de colaboración podrían establecerse y mantenerse. Así pues, la inteligencia y la comunicación fueron componentes vitales en la guerra mexica. Los cuatro tipos de agentes involucrados principalmente en estas tareas fueron los mercaderes, los embajadores oficiales, los mensajeros y los espías.
Los comerciantes, en particular los llamados pochtecah, fueron tal vez la fuente más valiosa de información para la inteligencia del imperio mexica. Mientras viajaban por todo el imperio y más allá de este durante los intercambios comerciales con grupos fuera del control de los mexicas, el tlatoani solicitaba que al regreso los pochtecah volviesen con información general y específica sobre aquellos lares; como parte de dicha información se incluían datos acerca del clima político percibido en aquellas regiones donde se comerciaba, lo que permitía que el tlatoani evaluará las acciones necesarias tanto para prevenir invasiones como para mantener las hostilidades con grupos rebeldes o en posibilidad de rebelarse. Dado que el imperio de los mexicas fue expandiéndose, el papel de los comerciante adquirió mayor importancia; esto debido a que se hizo cada vez más difícil obtener información sobre sitios distantes en una manera oportuna, especialmente aquellos que se encontraban fuera del imperio; para contrarrestar esto, la comunicación y la alerta recibida de parte los comerciantes fue invaluable. A menudo, eran los comerciantes la clave para el éxito de la respuesta del ejército mexica ante las hostilidades externas. Si un comerciante era asesinado mientras realizaba sus actividades comerciales, esto podía constituir motivo para iniciar las hostilidades; la represalia rápida y violenta de los mexicas ante dicho evento constituye un testimonio de la inmensa importancia que los comerciantes tenían para el imperio mexica.
Los comerciantes fueron muy respetados en la sociedad mexica. Cuando los comerciantes viajaban hacia el sur, transportaban su mercancía por medio de canoas o por medio de esclavos, mismos que llevarían la mayoría de la mercancía a sus espaldas. Si la caravana tenía la probabilidad de pasar a través de un territorio peligroso, guerreros mexicas acompañaban a los viajeros para proporcionar una protección muy necesaria ante el ataque de animales salvajes y pueblos rivales. A cambio, los comerciantes proporcionaban un servicio a los militares del imperio espiando a buena parte de los enemigos del imperio mientras comerciaban en las ciudades enemigas. Así los comerciantes fueron capaces de ganarse la protección del Estado al tiempo que contribuían al progreso del imperio.
Una vez que los mexicas habían decidido conquistar un determinado altepetl, enviaban un embajador desde Tenochtitlan para ofrecer a la ciudad-estado en cuestión el convertirse en un protectorado mexica. Para ello, los embajadores explicaban los beneficios que las ciudades obtendrían gracias al comercio con el imperio. Los mexicas, a cambio, pedían oro o piedras preciosas para el tlatoani. Una vez expuestas las condiciones se daba al gobierno local 20 días para presentar su respuesta. Si era negativa, se enviaban nuevamente embajadores a persuadir a los gobernantes locales; sin embargo, estos nuevos embajadores iban con intenciones más amenazadoras que sus predecesores, ya que en lugar de hablar de los beneficios del comercio, estos hombres podrían señalar la destrucción que las fuerzas del imperio podrían causar a la ciudad si esta declinaba la oferta. Nuevamente se concedían 20 días para presentar una respuesta. Si la respuesta era nuevamente negativa, el ejército mexica era enviado inmediatamente. No se daban más advertencias. Las ciudades eran destruidas y sus habitantes eran tomados prisioneros.
Los mexicas utilizaban un sistema de mensajería en el cual hombres apostados aproximadamente cada 4.2 kilómetros (2.6 millas) a lo largo de los principales caminos del imperio se encargaban de retransmitir los mensajes hasta su destino, ya fueran hasta los ejércitos en el frente o hasta ciudades distantes y en las fronteras. Por ejemplo, los corredores podían ser enviados por el tlatoani para informar a los altepetl aliados sobre la movilización de tropas para sofocar alguna rebelión en las provincias. Los mensajeros también avisaban a las ciudades tributarias sobre del peso del ejército imperial con el propósito de que se supliesen sus necesidades de alimentos; así mismo también llevaban mensajes entre los ejércitos enemigos, y entregaban a Tenochtitlan noticias sobre el resultado de las guerras. Los mensajeros también fueron empleados en otras regiones de Mesoamérica, pero fueron los aztecas quienes aparentemente desarrollaron con mayor eficiencia este sistema, al punto de alcanzar este un impresionante alcance comunicativo.
Antes de una movilización militar, los espías formales (llamados quimichtin) eran enviados al territorio enemigo para reunir información que pudiera proveer ventaja al ejército mexica. Concretamente, se les pedía que obtuviesen información acerca de los territorios a cruzar, las fortificaciones enemigas, así como detalles sobre el ejército enemigo y sus recursos. Estos espías también realizaban investigaciones buscando a los disidentes locales, a quienes pagaban para obtener información. Los quimichtin viajaban solo por la noche, e incluso hablaban la lengua y vestían al estilo del enemigo. Debido a la naturaleza extremadamente peligrosa de este trabajo (ya que se arriesgaban a sufrir una muerte tortuosa y la esclavización de su familia en caso de ser descubiertos), estos espías eran ampliamente recompensados por su trabajo.
Los mexicas también recurrían a los servicios de un grupo particular de espías-comerciantes, conocidos como los naualoztomecah. Los naualoztomecah solían viajar disfrazados, y en su viaje buscaban información acerca de los bienes de las regiones que recorrían. Los naualoztomecah también recolectaban información en los mercados, la cual reportaban a los pochtecah de más alta jerarquía
Átlatl (Lit. Brazo extendido): También llamada lanzadardos o estólica por los españoles, esta arma representaba al dios mexica Opochtli. Era un arma ampliamente utilizada por los pueblos precolombinos mesoamericanos, así como por sus equivalentes andinos. Se utilizaba para lanzar unos proyectiles denominados tlacochtli, los cuales tenían más alcance y poder de penetración que las flechas disparadas con arco. Murales en Teotihuacan muestran guerreros usando esta arma característica de las culturas del México central.
Tlacochtli: Eran los proyectiles lanzados con el átlatl, se trataba de pequeñas lanzas de aproximadamente 1.8 metros de largo con puntas de obsidiana, bronce, o huesos de pescado [cita requerida].
Tlahhuītōlli: Arco de guerra, construido con madera del árbol de tepozán, por lo menos 1.52 metros de largo, el cual iba acordonado con tendón de animal. Los arqueros en el ejército mexica eran denominados tequihua[cita requerida].
Mītl: Flecha[cita requerida].
Tetotocamītl: Flecha de cacería.
Tencualacmītl: Flecha envenenada[cita requerida].
Yaomītl: Flechas de guerra con puntas de obsidiana, pedernal, chert, o hueso. Típicamente tenían remeras hechas con plumas de pavo o pato[cita requerida].
Mīcomītl: Carcaj mexica, usualmente hecha de piel de animal, podía cargar veinte flechas[cita requerida].
Tēmātlatl: Honda hecha con fibras de maguey, los mexicas usaban piedras ovaladas o bolas de barro (rellenas con piedras pequeñas o restos de obsidiana) como munición para esta arma. Bernal Díaz del Castillo, señaló que la lluvia de piedras lanzadas por los honderos mexicas, era tan furiosa que los soldados españoles, incluso aquellos que estaban bien blindados, resultaban heridos[cita requerida].
Tlacalhuazcuahuitl: Cerbatana compuesta de una pieza de madera hueca, que usaba dardos de madera puntiagudos con remeras de algodón al final. Los dardos para esta arma usualmente estaban remojados en el veneno neurotóxico proveniente de algunos tipos de ranas arborícolas encontradas en las regiones del sur de México. Esta arma era más común como instrumento de caza que como un instrumento de guerra[cita requerida].
Tlatzontectli: Dardo[cita requerida].
Armas de obsidiana
Huitzauhqui
Cerbatana o Tlacalhuazcuahuitl
Arma curva Mixteca o Tepoztli curvo
Representación de un Cuahuitl, Códice Telleriano-Remensis pg.34.
Guerreros mixtecas portando ichcahuipillis rojos, tepoztli curvo, chimalli, tepoztopilli y macuahuitl.
Cuatepoztli versión Tzitzimime
Cuatepoztli versión Ocelotl
Cuatepoztli versión Cuextecatl
Cuatepoztli versión Cuetlatchtli
Cuatepoztli versión Cuextecatl
Cuatepoztli versión con penacho
Escudo anti-proyectiles con pamitl de la diosa Quaxololtl, atado a la espalda
Una vez que el tlatoani tomaba la decisión de ir a la guerra se daba la noticia en las plazas pidiendo la movilización del ejército con varios días o semanas de anticipación. Cuando las tropas estaban preparadas y cualquier altépetl aliado había sido advertido y había dado su consentimiento para participar en la campaña, la marcha comenzaba. Generalmente los primeros en marchar eran los sacerdotes llevando las efigies de los dioses, al día siguiente la nobleza marchaba encabezada por el tlacochcalcatl y el tlacateccatl. Y en el tercer día el grueso del ejército mexica marchaba, seguido por los guerreros de otras ciudades de la alianza (Tlacopan y Texcoco), y finalmente, las fuerzas aliadas de otras ciudades, en algunas de estas ciudades, se unían otros guerreros durante la marcha, mientras el ejército pasaba por sus ciudades. Gracias al eficiente sistema de caminos a lo largo del México central, el ejército mexica podía avanzar entre 19 y 32 kilómetros por día. El tamaño de los ejércitos mexica variaba considerablemente de pequeńos contingentes de entre unos cientos y unos pocos miles de guerreros, a grandes ejércitos con cientos de miles de guerreros. En la guerra contra Coixtlahuacan, el ejército mexica consistía de casi 200.000 guerreros y 100.000 tamemes. Otras fuentes mencionan ejércitos de hasta 700.000 hombres
La lucha normalmente empezaba al amanecer. Se utilizaban señales de humo para avisar sobre el inicio de una batalla y para coordinar ataques entre diferentes divisiones del ejército. La señal para atacar era dada por instrumentos musicales como tambores ("Teponaztli") y conchas de caracoles (tlapitzalli). Generalmente la batalla comenzaba con flechas y lanzas. El grueso del ejército estaba compuesto por plebeyos armados con arcos y hondas.
En ese momento, los guerreros se lanzaban al ataque, y durante esta fase, antes de la lucha cuerpo a cuerpo, se utilizaba el átlatl. Esta arma lanza jabalinas era preferida para tiros cortos que las hondas y arcos, por ser mucho más letal. Los primeros guerreros en entrar en combate eran los más distinguidos guerreros de las sociedades cuachicque (‘rapados’) y otontin (otomí); luego seguían los guerreros águila y los guerreros jaguar; y finalmente los plebeyos y jóvenes primerizos. Hasta bien entrado el combate, los rangos se mantenían y los mexicas intentaban acorralar o flanquear al enemigo, pero una vez que el combate comenzaban a intensificarse, las filas se rompían, y cada guerrero libraba su propia contienda mano a mano. Los jóvenes que participaban por primera vez en batalla, normalmente no se les permitía luchar antes de que la victoria mexica estuviera asegurada, tras lo cual se trataría de capturar presos durante la huida del enemigo. Se dice que, durante las guerras floridas, los guerreros mexicas solo capturaban a sus enemigos en lugar de matarlos, a veces cortando un tendón o incapacitando de otra manera a sus enemigos. Esto ha sido utilizado como argumento para explicar la derrota de los mexicas ante los españoles, aunque hoy día se ha descartado dicha posibilidad. Por algunos, pero para la mayoría, apoyándose en fuentes documentales de primera categoría y validez, como Díaz del Castillo o López de Gómara, saben que la captura de prisioneros era prioritaria, de hecho el mismo Hernán Cortés salvó en más de una ocasión la vida gracias a esta costumbre bélica mexica. Otras maniobras tácticas de los mexicas, consistían en fingir retiradas y luego tender emboscadas: pequeños grupos de soldados mexicas atacaban primero y se retiraban con lo que atraían y hacían caer al enemigo en una trampa, llevándolos a lugares donde había más guerreros ocultos.
Si un enemigo intentaba refugiarse en su ciudad, la batalla continuaba. Pero como normalmente, el objetivo era conquistar una ciudad no destruirla. Una vez que la ciudad era conquistada el templo principal era incendiado, proclamando a lo lejos, a todos los pueblos cercanos, la victoria de los mexicas. Si los enemigos aún se negaban a entregar el resto de la ciudad, esta podría ser incendiada, pero esto era poco frecuente.
Algunos cautivos eran sacrificados a Tezcatlipoca en combates gladiatorios rituales (como fue el caso del famoso guerrero Tlahuicole). La víctima era atada en el lugar del combate a una gran piedra circular (temalcátl) y se le daba un arma simbólica. En este rito se suponía que el sacrificado debía morir luchando contra un máximo de cuatro o siete guerreros jaguar o águila completamente armados, y cuando cayese sería puntualmente destripado por un sacerdote, pero si el cautivo sobrevivía se le concedía la libertad.
La actividad guerrera era esencial para la vida y la cultura del imperio mexica. Al nacer un niño entre los mexicas, este recibiría dos símbolos de su futura filiación como guerrero; dichos símbolos incluían un escudo que se colocaba en su mano izquierda, y una flecha se colocaba en la mano derecha. Después de una breve ceremonia en la que cordón umbilical del recién nacido era cortado; el escudo y la flecha serían llevados a un campo de batalla para ser enterrados por un guerrero de prestigio. Estos elementos serían símbolo del surgimiento de un guerrero. Cada escudo y la flecha eran confeccionados especialmente para cada niño; con ello, el niño sería similar a sus familiares y a los dioses. Estos rituales de nacimiento son una muestra de la importancia de la actividad guerrera en la cultura mexica. [cita requerida]
La muerte era una parte esencial de la cosmovisión mexica, lo que se refleja en la gran importancia que tenían eventos como el sacrificio y el entierro. Los guerreros constituyeron un elemento aparte dentro de este complejo ideológico y cultural. Cuando un guerrero moría, ya fuera en batalla o sacrificado, siempre se hallaba implícita la realización de una ceremonia. Los guerreros capturados eran sacrificados al dios del sol, y en algunos casos, el guerrero realizaría el sacrificio. Si un guerrero moría en combate, su cadáver sería quemado allí donde cayó, en el campo de batalla, en lugar de en su altépetl, esto por propia preferencia de los guerreros; así mismo, una flecha del guerrero caído en el campo de batalla sería llevada de vuelta, sería adornada con las insignias del dios del sol y luego quemada. Los mexicas creían que tanto los guerreros caídos en combate, como las mujeres fallecidas durante el parto arribaban al mismo lugar en el otro mundo, esto debido a que los mexicas consideraban que el parto mismo eran una batalla, por ende morir en dicho acto eran equiparable a morir en la guerra. El duelo por los guerreros caídos era un proceso largo y sagrado. Los dolientes se abstenían de bañarse y asearse durante ochenta días. Estas acciones se realizaban con el propósito de esperar a que el alma del guerrero caído alcanzase el paraíso del dios del sol. Las mujeres desempeñaban un papel único en el luto de sus maridos muertos. Estas mujeres llegaban incluso a llevar los registros de sus maridos muertos con ellas a donde quiera que fueran. Durante el luto, las viudas se soltaban el pelo y la danzaban en pena al compás del sonido de los tambores. Los hijos también lloraban por sus padres muertos; durante el luto llevaban consigo una pequeña caja que contenía las joyas y tapones para los oídos de su padre. Si un guerrero águila moría, su funeral sería en el santuario de los guerreros águila; allí serían cremados y colocados en el salón principal. En conjunto con sus cenizas, serían enterradas joyas, jaguares de arcilla, y artefactos de oro. [cita requerida]
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