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Peleo



En la mitología griega, Peleo (en griego antiguo, Πηλεύς / ēleús; o Πηλέας / Pēléas) es el padre de Aquiles, por lo que este es llamado también «(el) Pelida» (varias veces en la Ilíada). Era hijo de Éaco y de Endeide, reyes de los mirmidones de Egina, y nieto de Zeus y Egina (padre) y Escirón y Cariclo (madre).

Peleo y su hermano Telamón asesinaron por envidia a su hermanastro Foco, pues este destacaba en las competiciones. Cuando el crimen fue descubierto, Éaco desterró de Egina a ambos; entonces Telamón se fue a Salamina y Peleo a Ftía.[1]

En Ftía fue recibido por el rey Euritión, quien le dio a su hija Antígona por esposa y con ella fue padre de Polidora. Luego, Peleo y Euritión participaron en la cacería del jabalí de Calidón pero allí el primero dio muerte involuntariamente al segundo.[2]

De nuevo tuvo que partir al exilio y viajó a Yolco, donde reinaba Acasto. Allí la mujer de este, Astidamía, se enamoró de él. Sin embargo, Peleo la rechazó. Ante lo cual, presa del despecho, la reina le acusó ante su marido de intentar seducirla.

El rey, con intención de vengarse, invitó a Peleo a una cacería en sus territorios de la frontera norte del reino. En el transcurso de la cual, los hombres del rey le apresaron, le robaron su espada, valioso regalo de su padre, le ataron y abandonaron a su suerte, sin caballo y sin comida, en un territorio en el que vivían los centauros. El primero de estos seres con el que se encontró fue Quirón, de quien pronto se hizo amigo y le ayudó a regresar a su hogar. Esta se convertiría en una amistad de por vida, y Peleo, conociendo la sabiduría de Quirón, más adelante le confiaría la educación de su hijo Aquiles.

Una vez de regreso y a salvo en su hogar del palacio de Egina, relató todo lo sucedido a su padre. Este, furioso, le concedió el mando de su ejército. De ese modo regresó a Yolco, mató al rey y a la reina por su infamia y se adueñó definitivamente del país, el cual se convertiría en la nueva tierra de los mirmidones que le acompañaron.

En su ejército no solo marchaban mirmidones, sino muchos otros héroes griegos, y fue así como conoció a Jasón y a los Dióscuros. Cosa que le llevó a seguirles como parte de la tripulación conocida como los Argonautas en su temerario viaje a la Cólquida en busca del Vellocino de oro.

A su regreso de Cólquida Peleo se estableció en Ftía, donde, a la muerte de su padre, fue coronado rey de los mirmidones, trasladando de Egina a Ftía la capital de su reino.

Cuando Peleo se enamoró de Tetis pidió consejo a Quirón para encontrar la forma de seducirla, ya que ella, como todas las nereidas, poseía el poder de cambiar de forma a su antojo. Quirón le recomendó que una vez que la atrapara no la soltase, sin importar en qué se transformase. Así lo hizo, y cuando esta se transformó en calamar, la atrapó por un brazo y no la soltó hasta que regresó a su forma de mujer, momento en el que Peleo pudo tomarla a la fuerza.

La boda de Peleo y Tetis se celebró en la cueva de Quirón, en el monte Pelión. Casi toda la nobleza griega e incluso los mismos dioses asistieron. Durante la ceremonia Peleo recibió, como regalo del centauro, una lanza de fresno hecha por los mismos Hefesto y Atenea. Se celebró a lo grande, Himeneo tocó la flauta, Ganimedes sirvió el vino y las nereidas bailaron.[3]​ Pero aquel feliz momento fue aguado por algo que traería terribles consecuencias. Casi todos los dioses habían sido invitados a aquella fiesta, menos Eris, la diosa de la discordia; la cual, furiosa por aquella afrenta, urdió un plan para vengarse. Primero pidió una manzana de oro del jardín de las Hespérides, en la cual plasmó lo siguiente: kallisti (Para la más hermosa) y la lanzó en medio de la boda. Al verla, Hera, Atenea y Afrodita, alegando cada una ser la más bella, y por lo tanto merecedora del premio, se la disputaron, lo que traería como consecuencia el juicio de Paris y la posterior Guerra de Troya.

De la unión de Tetis y Peleo nació el poderoso Aquiles, el cual gracias a que su padre pidió a Quirón que se encargase de su entrenamiento y educación, se convirtió en un hábil tocador de lira y poderoso guerrero.

Pasaron los años y Peleo, ya envejecido y cansado, no se animó a participar personalmente en la guerra de Troya, prefiriendo enviar a Aquiles al mando de los mirmidones, y una vez que los griegos le sacaron del escondite al cual le había enviado su madre, en el palacio del rey Licomedes de la isla de Esciro, le reclutaron.

No se vuelve a saber de Peleo hasta el final de la guerra, de la cual Aquiles no regresó. Sin embargo su vida duró suficiente como para presenciar el glorioso retorno de su nieto, Neoptólemo, del cual no se sabe si en el momento del encuentro siquiera le conocía. El famoso joven, al que se le atribuía el papel principal en la toma de Troya, regresó a Ftía para reclamar el reino de su padre. Peleo no parece haber tenido inconveniente y tan pronto como este arribó a las costas griegas, abdicó en su favor.

Así, el viejo rey vivió tranquilamente bajo el reinado de su nieto, el cual se casó con Hermíone, la hermosa hija del rey Menelao de Esparta. Sin embargo, esta nunca dio un hijo a Neoptólemo. Mas sí lo tuvo con su esclava, Andrómaca, la cual parió a un niño llamado Moloso. Narra Eurípides que cuando la celosa reina Hermíone pidió ayuda a su padre, durante la ausencia de Neoptólemo, intentaron matar a Andrómaca y al pequeño, fue el anciano Peleo quien encaró al poderoso rey espartano y por medio de la palabra consiguió que se marchase sin hacerles daño. Entonces fue cuando Andrómaca y Moloso huyeron del palacio para perderse rumbo al norte.

Neoptólemo, frustrado porque su esposa no le daba hijos, decidió pedir consejo al oráculo de Delfos, dentro de cuyo recinto fue asesinado por Orestes. Entonces, Peleo, ya en sus últimos días, no quedándole descendientes, y no queriendo dejar sus tierras a Menelao, pensó que los más sensato era dárselas en herencia al sirviente de más confianza de Neoptólemo. Fue así como, tras la muerte de Peleo, Héleno, antiguo príncipe de Troya y luego esclavo del hijo de Aquiles, recobró su dignidad convirtiéndose en rey de Ftía.




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