El regionalismo historicista fue un movimiento arquitectónico que se dio en Andalucía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX hasta el inicio de la guerra civil.
La arquitectura andaluza desde principios del siglo XX hasta el estallido de la Guerra Civil, se desenvolvió dentro de los cauces de un auténtico tradicionalismo estético que primero giró en torno a la perpetuación de los historicismos decimonónicos y más tarde tuvo su fundamento en el ideario regionalista, salvo algunas importantes actuaciones de influencia modernista (Art Nouveau). La arquitectura andaluza en esa época vivió preocupada por la recuperación de un pasado artístico, especialmente el mudéjar y el barroco, considerado como glorioso. En función de las provincias se desarrollaron diferentes tendencias dentro del regionalismo: en Sevilla y Córdoba se dio el neomudéjar, liderado fundamentalmente por arquitectos como Aníbal González, Juan Talavera y Heredia y José Espiau y Muñoz, en Cádiz y Huelva el neocolonialismo y en las provincias de Almería, Granada, Málaga y Jaén el historicismo ecléctico.
Este movimiento sigue las tendencias de otras épocas creando edificios neomudéjares, neogóticos, neoclasicistas o neobarrocos pero empleando materiales autóctonos como el ladrillo, la yesería o la cerámica y azulejería trianera.
Uno de sus mayores representantes fue Aníbal González que construyó edificios emblemáticos de este estilo como:
Otro personaje importante de este movimiento fue el también sevillano Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio (pariente de Aníbal), gracias a que ayudó a estos arquitectos.
En la ciudad de Málaga se construyeron en este estilo numerosas villas en los barrios burgueses de El Limonar y La Caleta y conjuntos urbanos como la Colonia Santa Inés. Entre los edificios munumentales historicistas destacan:
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