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Tito Lucrecio Caro



Tito Lucrecio Caro (en latín: Titus Lucretius Carus; c. 99 a. C.-c. 55 a. C.) fue un poeta y filósofo romano.[2]​ Su única obra conocida es el poema didáctico De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), una obra filosófica que defiende las doctrinas del epicureísmo y la física atomista. Se sabe muy poco sobre la vida de Lucrecio. Las tres principales fuentes de su vida son los tres autores: San Jerónimo, Donato y Cicerón;[3]​ la única certeza es que era amigo de Cayo Memio, a quien le dedicó el poema.

De rerum natura tuvo una influencia considerable en poetas romanos clásicos, en particular Virgilio (en su Eneida y las Geórgicas y, en menor medida, en las Bucólicas) y Horacio.[4]​ Su obra se consideró virtualmente desaparecida durante la Edad Media pero fue redescubierta en 1417 en un monasterio alemán, probablemente la Abadía de Fulda,[5]​ por Poggio Bracciolini y tuvo un papel importante en el desarrollo del atomismo y la ciencia moderna,[6]​ siendo de gran influencia en figuras como Giordano Bruno, Nicolás Maquiavelo, Michel de Montaigne y Pierre Gassendi.[7][8]​ Gracias a Lucrecio, y también a Diógenes Laercio, las ideas del filósofo Epicuro sobrevivieron hasta la Edad Moderna.[2]​ También se le atribuye el origen del concepto del sistema de las tres edades que fue formalizado en 1836 por C. J. Thomsen.

No se dispone de mucha información fiable sobre la vida de Lucrecio. Ni siquiera hay una base suficiente para afirmar de forma segura el año de nacimiento o muerte de Lucrecio. Sus contemporáneos lo ignoran o callan su existencia; las excepciones son muy raras. Fiel en todo a la doctrina epicúrea, escribe Benjamin-Constant Martha,[11]​ Lucrecio habrá puesto en práctica uno de los más importantes preceptos de Epicuro: «Esconde tu vida». Las tres principales fuentes biográficas del poeta vienen de los tres autores: San Jerónimo, Donato y Cicerón.[3]

El testimonio más completo que poseemos respecto a la vida de Lucrecio se encuentra en un pasaje De viris illustribus de Seutonio, recogido por Jerónimo de Estridón (más conocido como San Jerónimo) en su traducción del Chronicon de Eusebio, obra escrita cuatro siglos después de la muerte de Lucrecio, entre en la 171ª Olimpiada. Este pasaje dice: «Nació el poeta Tito Lucrecio. Se volvió loco por un filtro de amor, y redactó en sus momentos de lucidez algunos libros que Cicerón corrigió después. Se dio la muerte en su año cuadragésimo cuarto».[12][9]

Estimaciones menos específicas sitúan el nacimiento de Lucrecio en los años 90 a. C. y su muerte en los años 50 a. C. de acuerdo con las muchas alusiones del poema al tumultuoso estado de los asuntos políticos en Roma como la guerra civil, las revueltas de Cayo Mario y Sila, la conjuración de Catilina y a la ascensión de Julio César. Si Jerónimo es exacto sobre la edad de Lucrecio cuando murió, entonces se puede concluir que nació en 99 o 98 a. C.[13][14]​ Solo otros dos textos del siglo IV d. C., dan algunas indicaciones dudosas de su muerte: Elio Donato, maestro de Jerónimo, escribió en su Vida de Virgilio que Lucrecio murió el año en que Craso y Pompeyo fueron cónsules; y en que Virgilio tomó la toga viril.[15]​ Pero esta afirmación es contradictoria porque el segundo consulado común de Pompeyo y Craso data de 55, mientras que Virgilio cumplió 17 años, la edad a la que se toma la toga viril, en el año 53, pero podría compatibilizarse si Virgilio hubiera tomado la toga a los 15 años.[16]

Se ignora el lugar de nacimiento de Lucrecio, pero probablemente sea originario de la misma Roma o de alguna provincia, pues su trabajo muestra un conocimiento íntimo del estilo de vida lujoso en Roma;[17]​ y fue miembro de la aristocrática gens Lucretia. El amor de Lucrecio por el campo invita a especular que habitaba propiedades rurales de propiedad familiar, al igual que muchas familias romanas adineradas, y ciertamente recibió una educación costosa con un dominio del latín, el griego, la literatura y la filosofía.[18]​ Debido a que el cognomen Caro era propio de las clases bajas y de los esclavos, también se ha sugerido un origen más bajo, forastero o incluso celta del poeta, pero Lucrecio tenía una extensa cultura, que no era fácil de adquirir si uno no pertenecía a una familia pudiente.[17][19]​ En la Vita Borgiana, Girolamo Borgia escribió que Lucrecio tuvo amistad con «Tito Pomponio Ático, Cicerón, Marco Bruto y Cayo Casio».[20]​No obstante, esta fuente se rechaza como "reelaboración humanística"[3]​ o "invención renacentista".[20]

Por los años 50 a. C. escribió su poema epicúreo De rerum natura, el cual se lo dedicó al noble Cayo Memio[18]​ y, según Jerónimo, Cicerón fue el editor de dicho poema pese a que Cicerón formuló en sus tratados a duras críticas al epicureísmo.[21]Ovidio escribe en su Los amores: «Los poemas del sublime Lucrecio no perecerán más que en el día que el mundo entero será destruido».[22]​ Pero ellos no dicen nada sobre su vida. Tácito evoca su De rerum natura sin decir nada sobre su autor. Bajo el Imperio, Lucrecio parece olvidado.

Sobre esta casi completa ausencia de testimonios biográficos, pese a las evidentes huellas que dejó en diversos escritores importantes, incluido Virgilio, Henri Bergson propuso una explicación: «Es preciso creer que después de la caída de la República, cuando la política de los emperadores refortaleció la religión tradicional romana, Lucrecio, adversario de toda religión, llegó a transformarse en un amigo peligroso, con el cual era prudente no entretenerse demasiado».[23]

La corta biografía de San Jerónimo y la citada carta de Cicerón dejan suponer que este último, a la muerte de Lucrecio, adquirió el manuscrito inacabado del poema para ordenarlo y publicarlo. Esta afirmación se ha debatido y la mayoría de los eruditos piensan que fue un error por parte de Jerónimo.[10]​ La información de San Jerónimo tiene todo el aspecto de haber sido compuesta ad hoc para explicar la sombría visión que ofrece del amor en su célebre poema y la tradición ha defendido que padecía algún tipo de enfermedad mental, que podría ser o no de origen físico, como la epilepsia, tratando de desprestigiar así una visión de las cosas tan atea, materialista y alejada de los dogmas de la fe cristiana e incluso de la pagana.[cita requerida] A ello alude en un famoso pasaje:

En cuanto al suicidio, se dice en la Vita Borgiana que Lucrecio se suicidó «ahorcándose con una soga, o según piensan otros, se arrojó sobre su espada».[20]​El traductor francés del poema Alfred Ernout escribió: «La locura, el suicidio hubieron debido ser unos castigos inventados por la imaginación popular para vejar al impío que rehusaba tanto creer en la supervivencia del alma y en el influjo de los dioses como en el poder de los clérigos».[24]​ Incluso Bergson: «Esta sombría historia tiene toda la apariencia de una novela. En tiempos antiguos, la imaginación popular se complacía en castigar así al ateo, con esta vida, por los dioses que había injuriado».[cita requerida]

Otros autores, como (Pierre Boyancé,[25]​ el doctor Benjamin-Joseph Logre,[26]André Comte-Sponville,[27]​ o Paul Nizan[28]​, consideran plausible la hipótesis del suicidio en razón del clima de angustia o de melancolía que domina la obra: «El sentido extraordinario de angustia que domina el De rerum natura revela también un hombre capaz de llevar hasta la muerte voluntaria el deseo de escapar a la angustia»[29]​ dice Paul Nizan.

La afirmación de que Lucrecio se volvió loco por una poción de amor, aunque defendida por eruditos como Giovanni Reale y John R. Catan,[30]​ menudo se descarta como resultado de una confusión histórica[31]​ o prejuicios antiepicúreos.[32]​ En algunos relatos, la administración del afrodisíaco tóxico se atribuye a su esposa Lucilia. Independientemente, la imagen de Jerónimo de Lucrecio como un poeta loco y enamorado continuó teniendo una influencia significativa en la erudición moderna hasta hace muy poco, aunque ahora se acepta que tal informe es inexacto.[33]

Lucrecio es autor del largo poema didáctico Dē rērum natūra (Sobre la naturaleza de las cosas), perteneciente al género del peri physeos y compuesto en algo más de 7400 hexámetros dactílicos distribuidos en seis libros. Acaso la mayor obra de la poesía de Roma, estuvo dedicado al noble Gayo Memio y en la obra se divulgan las doctrinas filosóficas del epicureísmo, que incluyen su cosmología atomística y ética hedonista de Epicuro yDemócrito a través de un lenguaje y metáforas ricamente poéticas.

La obra presenta los principios del atomismo, la naturaleza de la mente y el alma, explica la sensación y el pensamiento, el desarrollo del mundo y sus fenómenos, y explica una variedad de fenómenos celestes y terrestres. El universo descrito en el poema opera de acuerdo con estos principios físicos, guiado por la fortuna, el "azar", y no la intervención divina de las deidades romanas tradicionales y las explicaciones religiosas del mundo natural.

El poema se inicia con un himno a la diosa Venus generatriz como fuerza germinadora de la naturaleza mientras, que termina con una descripción de la destructora peste de Atenas, contraste que tal vez fue buscado por Cicerón cuando ordenó el texto en seis libros y editó el poema. El libro I del poema contiene, además del himno ya citado, elogios hacia Memio y Epicuro; y trata sobre una introducción sobre los átomos y del vacío. El libro II trata del movimiento y agrupaciones de los átomos. El libro II versa sobre el alma, que es mortal. El libro IV sobre la teoría de la sensación, el libro V diserta sobre el mundo y el libro VI sobre diversos fenómenos atmosféricos y las enfermedades, terminando con el ya citado sombrío panorama de los estragos de la peste en Atenas.[34]

El orden de composición de los libros es un tema discutido. El estudio del poema ha llegado a la sugerencia de que el poema está incompleto, ya que Lucrecio no trata a fondo en su obra la ética, tema central del epicureísmo, no más allá que junto con las demostraciones de principios físicos. La opinión dominante sostiene que como máximo solo le falta al poema la conclusión del libro VI.[35]

La intención de Lucrecio es liberar al hombre del miedo a los dioses y a la muerte, causas, según él, de la infelicidad humana. ("Está bien ver al navegante lejano luchar contra la borrasca y naufragar, no porque nos alegremos del mal ajeno, sino porque es bueno hallarse libre de tormentos"). El texto pertenece al género del perifíseos griego, poemas o textos de filósofos presocráticos que intentaban explicar el origen del mundo. Partiendo de que "ninguna cosa nace de la nada" (I. 211),[36]​ Lucrecio representa un cosmos eterno como un conjunto fortuito de infinitos átomos que se mueven en un espacio vacío infinito.

Lucrecio describe el desarrollo del cosmos, la Tierra, los seres vivos y la sociedad humana a través de mecanismos puramente naturalistas, sin ninguna referencia a la participación sobrenatural.[2]​ Decía que “nada nace nunca de la nada por voluntad de los dioses”.[37]​ El alma es material y no sobrevive al cuerpo. Los fenómenos tienen todos causa natural. Si existen los dioses, estos no intervienen en los asuntos de los mortales. La triste visión del amor humano que ofrece ha intrigado a los especialistas. Defendió el empirismo argumentando que “la vida misma perecería sin dilación, si no nos atreviéramos a fiarnos de los sentidos".[37]​ A pesar de sus muchas conjeturas correctas sobre el atomismo y la naturaleza del mundo físico, Lucrecio concluye su primer libro enfatizando el absurdo de la (entonces bien establecida) teoría de la Tierra esférica.[38]​ Mientras Epicuro dejaba abierta la posibilidad del libre albedrío al defender la incertidumbre del recorrido de los átomos, Lucrecio consideraba que el alma o la mente emergían de las desviaciones de los átomos (clinamen).[39]

Dentro de este trabajo, Lucrecio hace referencia al desarrollo cultural y tecnológico de los humanos en su uso de materiales, herramientas y armas disponibles desde la prehistoria hasta la época de Lucrecio. Especifica las primeras armas como manos, uñas y dientes. Estos fueron seguidos por piedras, ramas y, una vez que los humanos pudieron encenderlo y controlarlo, el fuego. Luego se refiere al "hierro duro" y al cobre en ese orden, pero continúa diciendo que el cobre era el medio principal de labrar la tierra y la base del armamento hasta que, "poco a poco", la espada de hierro se volvió predominante (todavía era en su día) y "la hoz de bronce cayó en descrédito" cuando se introdujeron los arados de hierro.  Anteriormente había imaginado un tipo de humano pre-tecnológico y pre-literario cuya vida se vivía " A partir de este comienzo, teorizó, siguió el desarrollo de las toscas chozas, el uso y encendido del fuego, la ropa, el idioma, la familia y las ciudades-estado. Creía que la fundición de metales, y quizás también la cocción de la cerámica, se descubrió por accidente: por ejemplo, el resultado de un incendio forestal. Sin embargo, sí especifica que el uso del cobre siguió al uso de piedras y ramas y precedió al uso del hierro.[40]

Lucrecio parece equiparar el cobre con el bronce , una aleación de cobre y estaño que tiene una resistencia mucho mayor que el cobre; tanto el cobre como el bronce fueron reemplazados por el hierro durante su milenio (1000 a. C. - 1 a. C.). Pudo haber considerado que el bronce era una variedad de cobre más fuerte y no necesariamente un material totalmente individual. Se cree que Lucrecio fue el primero en proponer una teoría de los usos sucesivos de la madera y la piedra primero, luego el cobre y el bronce, y finalmente el hierro. Aunque su teoría permaneció inactiva durante muchos siglos, fue revivida en el siglo XIX y se le atribuye el origen del concepto del sistema de las tres edades que fue formalizado a partir de 1834 por C. J. Thomsen.[41]

El único texto que poseemos del poema se ha transmitido gracias a Cicerón, quien preparó su edición a la muerte del poeta. Cicerón le consagra una frase en una carta a su hermano Quinto el año 44 antes de Cristo: «El poema de Lucrecio, como dices, testimonia a la vez mucho genio y mucho arte».[42]​ Lucrecio pretende dar explicaciones racionales y naturalistas de los fenómenos que se dan en el universo, pero nunca de forma dogmática. Cuando se da con un hecho problemático, hay que acogerse al principio de las causas múltiples: la posibilidad de explicarlo de diversas maneras y no de una sola. Lo importante, más que dar con la respuesta verdadera, es no dar lugar a una atribución de los sucesos a los dioses, excluyendo así cualquier tipo de propósito o finalidad en la naturaleza.[43]​ Los análisis a la obra de poetas posteriores demuestran que le habían estudiado a fondo. A él alude Virgilio en las Geórgicas cuando escribe:[44]

Es posible que otros Padres de la Iglesia leyeran a Lucrecio, como Lactancio y tal vez Arnobio, San Agustín o San Isidoro.[45]​ Posteriormente subsistieron solo dos códices del mismo ejemplar original de su gran poema, uno clásico encontrado en York, actualmente en la Universidad de Leiden, y otro, de más fácil lectura, encontrado en 1417 por el gran perseguidor de manuscritos, humanista, notario y secretario apostólico Poggio Bracciolini en un monasterio alemán, probablemente Fulda.[2]​ El manuscrito de Poggio no sobrevivió, pero sí una copia de Niccolò Niccoli que se conserva en la Biblioteca Laurenciana de Florencia.

Utiliza comparaciones para aliviar la árida materia abstracta de la obra, mezclando, con una imagen que más tarde tomará Horacio, "lo útil con lo dulce de la misma manera que un médico mezcla dulce miel en las agrias medicinas que administra". Es citado por Giordano Bruno en De l'infinito, universo e mondi (1584) y en otras de sus obras para ilustrar las ideas acerca de la pluralidad de los mundos y la homogeneidad de la materia terrestre y celestial, tratados en el Libro I por Lucrecio.[46]​ También es citado en numerosas ocasiones por Montaigne a lo largo de sus Ensayos (1595). Pierre Gassendi lo prosifica y comenta en su Syntagma (1658), obra leída por Newton y Boyle. Thomas Jefferson, autoproclamado epicúreo, poseía numerosas ediciones del poema.[2]​ Las ideas lucrecianas fueron apreciadas durante la Ilustración, pero el poema siguió influyendo en los autores románticos, siendo admirado por Shelley, Swinburne, Tennyson o Victor Hugo, y considerado por Leopardi la prima voce de la edad latina. Ya en el siglo XX reivindican y divulgan a Lucrecio Henri Bergson, André Gide o George Santayana, entre otros.[47]

La obra de Lucrecio, materialista e irreligiosa, fue traducida por el afrancesado y revolucionario jacobino español José Marchena a principios del siglo XIX en endecasílabo blanco con la intención de combatir el catolicismo de sus compatriotas. También es importante, por sus méritos filológicos y por sus caudalosas notas, la versión bilingüe del humanista inglés John Mason Good, (Londres, 1805, 2 vols.) y, por fin, la edición filológicamente impecable de Karl Lachmann (Berlín, 1850).

Martin Ferguson Smith en la introducción de su traducción del poema de 1969 comentó que es "uno de los mejores poemas del mundo no solo por su valor artístico sino porque está también lleno de pasión y fervor y emoción: el poeta... pone todo su corazón y su alma a la vez que su poder intelectual en su escritura, y eso es principalmente el porqué la obra nos sigue llamando la atención y todavía palpita vida y emoción".[48]



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