El estilo manuelino, es un estilo arquitectónico portugués que se desarrolló en el reinado de Manuel I de Portugal (1495-1521) y prosiguió después de su muerte, aunque ya existiera desde el reinado de Juan II. Es una variación portuguesa del estilo gótico final, así como del arte luso-morisco o mudéjar, marcado por una sistematización de motivos iconográficos propios, de gran porte, simbolizando el poder regio. Incorporó, más tarde, ornamentaciones del Renacimiento italiano. El término "Manuelino" fue creado por Francisco Adolfo Varnhagen en su Notícia Histórica e Descriptiva do Mosteiro de Belém de 1842.
El estilo se desarrolló en una época propicia de la economía portuguesa y dejó marcas en todo el territorio nacional.
El Monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, es uno de los legados más exuberantes de este estilo.
Iglesia Matriz de la Golegã, cuyo portal es uno de los más característicos del manuelino.
La ventana del Capítulo del Convento de Cristo, en Tomar es una de las más referidas obras en este estilo.
Torre de Belém en Lisboa.
Esta tendencia artística era conocida, en la época, como la variante portuguesa de la arquitectura ad modum Yspaniae (al modo hispánico) que, por su parte, estaba incluida en la corriente arquitectónica "al moderno" - expresión utilizada para el Gótico tardío donde también había la variante, por ejemplo, del modo tudesco o alemán en la entonces nueva arquitectura nórdica. Esta corriente se oponía a la arquitectura al modo antiguo o al romano.
El estilo manuelino alcanza su fase de mayor madurez a partir de la segunda década de reinado de D. Manuel. Los escultores y arquitectos de Portugal definieron, en este contexto, un estilo de una originalidad vigorosa que aún hoy destaca de entre todo el patrimonio artístico portugués.
Los motivos ornamentales que caracterizan este estilo son de una riqueza impresionante y, al contrario de lo que se suele decir, no es caracterizada solo por los motivos marítimos, inspirados en la Era de los Descubrimientos, sino también por un conjunto de símbolos de orden diversa donde, eventualmente, se encuentran elementos de tipo marinero. La idea de que los motivos ornamentales se conectaban al mar se debe a Edgar Quinet, en 1857, y se hizo un lugar común.
En lo que concierne a la arquitectura propiamente dicha, el estilo Manuelino no enmascara la estructura de los edificios al mantenerlos libres de ornamentación innecesaria: las paredes exteriores e interiores son generalmente desnudas, concentrándose la decoración en determinados elementos estructurales, como ventanas, portadas, arcos de triunfo, techos, bóvedas, pilares y columnas, arcos, nervaduras, rizos, cornisas, óculos y contrafuertes, además de túmulos, fuentes, crucero, etc. A pesar de ser esencialmente ornamental, el Manuelino se caracteriza también por la aplicación de determinadas fórmulas técnicas en alturas, como las bóvedas polinervadas a partir de ménsulas.
La característica dominante del Manuelino es la exuberancia de formas y una fuerte interpretación naturalista-simbólica de temas originales, eruditos o tradicionales. El conjunto decorativo de un elemento escultórico manuelino se presenta casi siempre como un discurso de piedra, donde diversos elementos y referencias se cruzan (pansemiosis -o "todos los significados"-), como el cabalismo cristiano, la alquimia, la influencia críptica sefardí, la tradición popular, etc. El contexto puede ser tanto moralizante, como alegórico, jocoso (cuando se apunta el dedo a los defectos humanos o los pormenores obscenos, como en la referencia al sexo oral, en una gárgola exterior a la "Torre de la Colegiata de la Oliveira" (Olivo), en Guimarães), esotérico o simplemente, propagandístico en relación al poder imperial de D. Manuel I. Nótese que esta simbología está también muy conectada a la heráldica.
Esfera armilar como elemento ornamental, en el Claustro de Juan I, en el Monasterio de Batalha
Granadas, símbolo de fertilidad, en la puerta lateral de la Iglesia Matriz de la Golegã
Caracol esculpido en el portal de las Capelas Imperfeitas, en el Monasterio de Batalha
Dragón devorando la propia cola, en una referencia a la desmesura, al salvajismo, a la autodestrucción...o en realidad emulando los ciclos de la Naturaleza, en franca alusión al tema oriental de la serpiente mordiéndose la cola...
Capitel, en el claustro de Juan I, en el Monasterio de Batalha, donde es visible uno de los dos motivos emblemáticos del estilo manuelino, la Cruz de la Orden de Cristo.
Detalle de la torre de la Colegiata de la Oliveira (Olivo), en Guimarães, donde a las cuerdas esculpidas se asocia una gárgola representando el acto del sexo oral
Ventana en Tomar con motivos de cuerdas y nudos
Los motivos más importantes de la arquitectura manuelina son:
Nótese que estos mismos motivos aparecen también en otras construcciones, como picotas, túmulos o incluso en otras piezas artísticas, como la joyería.
El "discurso" artístico presente en el estilo manuelino, aunque su origen sea anterior al reinado de D. Manuel, tuvo una influencia considerable de la propia personalidad del monarca, de sus aspiraciones en el contexto mundial y en especial el proyecto de una cruzada que unificaría el mundo cristiano de Occidente con el mítico reino Cristiano oriental del Preste Juan, haciéndolo el "Rey de los Mares" (y fue, de hecho, así designado por diversos autores extranjeros).
El estilo manuelino transmite en gran medida estas aspiraciones mesiánicas de un rey cuyo ascenso al poder fue, como mínimo, insólita, tras la muerte de varios otros herederos directos al trono (como el príncipe D. Afonso y su hermano, D. Diego, asesinado). Varias fueron las "señales" que indicaban que este rey fuera el "Escogido" por Dios para grandes hechos: desde la interpretación dada a la expresión "Spera Mundi", en la esfera armilar, hasta la interpretación de su propio nombre, Emanuel ("Dios con nosotros", en hebreo), nombre que le puso su madre al nacer, después de un parto difícil, largo y doloroso que solo terminó cuando la procesión del Corpus Cristi pasaba por la calle.
La propia concepción política de este rey, influenciada por su perceptor Diogo Rebelo y por el joaquinismo lo haría creer que estaba destinado a fundar el Quinto Imperio de la Profecía de Daniel. Estas referencias mesiánicas y apocalípticas están también presentes en la pintura (como en los frescos de las "Casas Pintadas", en Évora y en la "Aparición de Cristo a la Virgen" de Jorge Afonso). Un ejemplo claro aparece también en la representación del rey y de la reina Doña María, en primer plano, en el cuadro "Fons Vitae", perteneciente a la Misericórdia de Oporto, de Colijn de Coter, en una escena de la crucifixión donde la sangre de Cristo fluye dentro de un gigantesco Grial.
En el norte de Portugal, los principales autores de este estilo, provenientes de Galicia y de Cantabria, fueron Tomé de Tolosa, Francisco Fial y Pero Gallego, que participaron en la creación de la Iglesia Matriz de Camiña, así como los cántabros Juan de Vargas y Juan de Pámanes, que trabajaron conjuntamente con el portugués João Lopes en la Catedral de Lamego. El máximo exponente de este estilo es el cántabro Juan de Castillo, responsable del nártex y del ábside de la Catedral de Braga, también dejó su marca en la iglesia matriz de Vila do Conde, en la Catedral de Viseu, es el autor del Monasterio de los Jerónimos, de la mayor parte del Convento de Cristo, de varias obras en el Monasterio de Alcobaça y del Monasterio de Batalha, y el constructor de la fortificación de Mazagão ya en estilo renacentista. Estas cinco últimas son Monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Destaca también la figura de Diogo Boitaca. Además de Boitaca, el centro de Portugal cuenta también con la obra notable de Mateus Fernandes, bien representada en el portal de las Capelas Imperfeitas, en el Monasterio de la Batalla.
Se habla aún de un "Manuelino de segunda generación", después del empeoramiento económico en Portugal, a consecuencia de los Descubrimientos. Juan y Diego de Castillo, Boitaca y los hermanos Francisco y Diogo de Arruda, que diseñaron la Torre de Belém, son sus principales representantes. También hay que nombrar a Manuel Pires, João Favacho, Pêro y Filipe Rodrigues, Álvaro Rodrigues, André Pires, João Días, Diogo Pires, el Moço, entre otros.
Entre las obras más notables del manuelino, hay que señalar:
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