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Celtiberia



La Celtiberia ha sido un territorio cambiante, a lo largo del período descrito por los autores grecolatinos,[2]​ que abarca las guerras de conquista y el posterior proceso de romanización. Para intentar abordar su delimitación geográfica, tendremos que tener una visión conjunta de la Céltica hispana, mucho más amplia que la Celtiberia.

Durante la Edad del Hierro, la península ibérica indoeuropea quedó unificada por el desarrollo de las habilidades metalúrgicas, la lengua y un régimen de subsistencia más o menos pastoril, aunque dividida en varios grupos culturales, con culturas materiales independientes y cronologías diferentes. La céltica peninsular es, por tanto, un rompecabezas que comprende comunidades distintas.

Por lo tanto se trata sobre todo de delimitar un ámbito geográfico, pero sobre todo etnocultural, que la diferencian de otros pueblos con el mismo patrón cultural y lingüístico.

Se considera que una de las fuentes de mayor antigüedad sobre la península ibérica es la Ora Marítima, escrito a finales del siglo IV, nos ha llegado por Rufo Festo Avieno,[3]​escritor del siglo II, esta obra describía las costas de Europa, desde la Bretaña hasta el mar Negro, donde a la península ibérica se la cita como Ophiussa.[4][5]​ En esta obra lo que se señala, es que los pueblos del interior eran menos civilizados y de ascendencia indoeuropea, en oposición a los pueblos íberos de las costas, más conocidos.

La primera mención de la Céltica, keltiké, se debe a Hecateo de Mileto[6]​ alrededor de 500 a. C., este se refiere a Narbona como una ciudad céltica y ubica a la colonia griega de Massalia, fundada en la tierra de los ligures, cerca de la Céltica.

Será Heródoto, quien en pleno siglo V a. C., proporciona la más segura referencia, sobre la presencia de celtas en la Península, al señalar que el Istro, actual Danubio, nacía en el país de los celtas, cuyo territorio se extendía más allá de las Columnas de Hércules, siendo vecinos de los Kynesios (o kynetes), pueblo que era considerado como el más occidental de Europa.[7]

No será hasta finales del siglo III a. C. y las dos centurias siguientes, cuando el interés estratégico para Roma haga aumentar la información, no únicamente de orden geográfico, sino también económico, social, religioso, etc. El concepto de Céltica[8]​ se va a ver modificado en las fuentes contemporáneas o posteriores a las guerras con Roma, desde entonces, se aplicara a las tierras situadas al norte de los Pirineos.[9]

Si se analiza el conjunto de las obras de Polibio, Posidonio, Estrabón, Diodoro Sículo, Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Claudio Ptolomeo, se pueden individualizar tres zonas, en que se señala la presencia de pueblos de origen celta.

Donde se localizarían los celtíberos, considerados mayoritariamente como celtas, existe un concepto genérico, amplio de la zona ocupada por la Celtiberia y pueden determinarse por la localización de las ciudades, vinculadas a estos pueblos, un indicio de su extensión nos lo da, la utilización de apelativos, que hacen referencia al carácter limítrofe de ciertas ciudades, como Clunia, Celtiberiae finis (Plinio el Viejo, Historia Natural, 3, 27), Segóbriga, caput Celtiberiae (Plinio el Viejo, op. cit. 3, 25) o Contrebia, caput gentis celtiberorum (Valerio Máximo, 7, 4, 5). Es Estrabón, que escribió alrededor del cambio de era, el que ofrece una descripción de la Celtiberia, basándose en Polibio y Posidonio.

Según Estrabón (3, 4, 13), la Celtiberia, sería un país pobre y dividido en cuatro partes de las que enumera dos, habitadas por arévacos y lusones, aunque por Polibio y Apiano, se sabe que las otras dos corresponderían a bellos y tittos. Para Estrabón, los más fuertes son los arévacos.[10]

Los lusones que según Apiano,[11]​ "habitan cerca del Ebro" y "son vecinos de los numantinos",[12]​ aparecen en Estrabón al este de la Celtiberia, llegando, como los arévacos a las fuentes del Tagus.

Los bellos y los tittos, son citados de forma conjunta, por las fuentes, señalándose su vecindad. Protagonizan los sucesos de los años 154-152 a. C., siendo mencionados en las guerras lusitanas los años 147-146 a. C. y 143 a. C. Aunque del episodio de Segeda Belaisca, de las guerras celtíberas del año 154-153 a. C., se ve la situación de dependencia de los tittos respecto a los bellos, en las demás citas están considerados, en un plano de igualdad.

Plinio (3, 26), reflejando la situación administrativa de Hispania, tras las reformas de Augusto, solo se refiere a arévacos y pelendones como celtíberos en su descripción de la Hispania Citerior.[13]

Ya en el siglo II, Ptolomeo, al describir la provincia Tarraconense, trata de forma independiente de los celtíberos, a los arévacos y pelendones.[14]​ Entre los celtíberos, que considera más orientales y a su vez más meridionales a vacceos y arévacos que los carpetanos, sitúa una serie de ciudades, vinculadas al Ebro medio, en su margen derecha,[15]​ junto a otras situadas más al sur, en la actual provincia de Cuenca.[16]

Otra de las grandes áreas, donde las fuentes coinciden en señalar la presencia de pueblos celtas, es el suroeste; Estrabón (3, 1, 6) siguiendo a Posidonio, menciona a los keltikoi, como los habitantes mayoritarios de la región entre el Tajo y el Guadiana.[17]

Para Plinio (3, 13), los célticos de la Beturia, serían celtíberos, aunque venidos desde Lusitania.[18]Los célticos serían mansos y civilizados, debido a su vecindad con los turdetanos. En este sentido, la celtización de la Bética, se puede observar, por la existencia de ciudades cuyos nombres, se consideran celtas, Segida Augurina (Plin., 3, 10); por su parte Ptolomeo, en el siglo II, cita como ciudades de los célticos de la Bética a Turobriga, Arunda y Uama. La presencia de los celtas en la Bética, encuentra un nuevo apoyo, con la propuesta de la localización de la última Celtiberia Liv. (40, 47)[19]​ basado en la identificación toponímicas de las ciudades de Munda y la que los celtíberos llaman Cértima, con las actuales Monda y Cártama, en la provincia de Málaga.[20][21]​ Cuestionando la división inicial de Schulten, en citerior, correspondiente al valle medio del Ebro y ulterior, identificado con el valle del alto Duero.

En época visigoda se estableció una provincia denominada Celtiberia cuya capital era Recópolis, de límites imprecisos, al este de Carpetania (Toledo).

Se utiliza el término para referirse a la región histórica[22]​ que incluye parte de las Comunidades Autónomas de Aragón, Castilla y León y Castilla-La Mancha. Vendría a coincidir con el territorio antaño poblado por las tribus celtíberas, sirviendo de vértices de la región, orientativamente, las ciudades de: Sigüenza y Molina de Aragón (Guadalajara), Medinaceli, Burgo de Osma y Soria (Castilla y León) y Teruel, Daroca, Calatayud y Tarazona (Aragón).

Según expone Burillo Mozota, se trata de la zona menos densamente poblada de Europa, después de Laponia (Finlandia).[23]



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