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Comintern



La Internacional Comunista, también conocida como la III Internacional, así como por su abreviatura en ruso Komintern (Коминтерн, abreviatura de Коммунистический интернационал, transliterado como Kommunistícheskiy internatsional) o Comintern (abreviatura del inglés: Communist International), fue una organización comunista internacional, fundada en Moscú el marzo de 1919, por iniciativa de Lenin y el Partido Comunista de Rusia (bolchevique), que agrupaba a los partidos comunistas de distintos países, y cuyo objetivo era luchar por la supresión del sistema capitalista, el establecimiento de la dictadura del proletariado y de la República Internacional de los Soviets, la completa abolición de las clases sociales y la realización del socialismo, como primer paso a la sociedad comunista, como fijaba en sus primeros estatutos.

En su Segundo Congreso, la Internacional resolvió "luchar por todos los medios disponibles, incluida la fuerza armada, para el derrocamiento de la burguesía internacional y la creación de una república soviética internacional como un estadio de transición hacia la abolición completa del Estado".[1]​ El Comintern fue precedido por la Segunda Internacional, disuelta en 1916.

Como ya recordaba el preámbulo de los primeros estatutos de la Internacional Comunista, los antecedentes de esta se remontan a la Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada entre otros por Karl Marx y Friedrich Engels en Londres, en 1864, y que, por primera vez en la historia, agrupaba a los trabajadores de distintos países.

Tras la desaparición de esta Primera Internacional en 1876, Friedrich Engels promovió la creación de una Segunda Internacional, creada en París en 1889, que agrupó a los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas, formando un amplio bloque internacional de partidos de izquierda, adheridos todos en mayor o menor grado a las doctrinas del socialismo.

Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 se produce la fractura de la Segunda Internacional entre los socialistas reformistas y los revolucionarios, pues los primeros apoyaron el esfuerzo bélico de sus respectivos gobiernos al entrar estos en guerra (dado el caso), mientras que los segundos se opusieron por completo al conflicto por considerarlo "útil sólo para la burguesía" y contrario a los intereses del proletariado. En este caso, los grupos revolucionarios acusaron a los reformistas de haberse dejado llevar por el chauvinismo de guerra y haber descartado el internacionalismo que debía distinguir a los partidos socialistas.

Los grupos socialistas revolucionarios celebraron la Conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 y la luego la Conferencia de Kienthal en abril de 1916, ambas en la neutral Suiza. En estas conferencias las organizaciones revolucionarias manifestaron su ruptura con la Internacional Socialista y se convirtieron en la base de la III Internacional, construida por los partidos socialistas que se habían opuesto a la Primera Guerra Mundial.

La "Tercera Internacional" fue fundada como Internacional Comunista en marzo de 1919, en la ciudad rusa de Moscú, con el proyecto de romper definitivamente con los elementos reformistas que, a juicio de los socialistas revolucionarios, habían "traicionado a la clase trabajadora" y provocado la "bancarrota moral" de la Segunda Internacional. La debilidad de los partidos socialistas tras el fin de la guerra en 1918, y el hecho de que los bolcheviques rusos ya hubieran empezado su propia revolución de modo exitoso causó que los "socialistas revolucionarios" eligieran Petrogrado como su primera sede.

La Internacional Comunista celebró siete "congresos mundiales"; aunque en un principio estos congresos fueron proyectados para ser anuales, posteriormente se fueron espaciando más en el tiempo.

El I Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar en Petrogrado, entre el 2 y el 6 de marzo de 1919. En este congreso se abordó la "democracia burguesa y la dictadura del proletariado" y la necesidad de difundir el sistema de soviets. También se nombró al líder bolchevique ruso Grigori Zinóviev como presidente del "Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista" (CEIC), que era la máxima autoridad de la III Internacional durante el periodo entre congresos.

Se invitó a los siguientes partidos y movimientos al Congreso Fundacional:

De estos grupos, los siguientes atendieron la llamada: los Partidos Comunistas de Rusia, Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Finlandia, Ucrania, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Estonia, Armenia, la Región del Volga; el Partido Social Democrático de Izquierda de Suecia, representantes de la Conferencia de Zimmerwald, grupos comunistas checos, búlgaros, yugoslavos, británicos, franceses y suizos; socialdemócratas de los Países Bajos, el Partido Socialista Laborista de América, la Liga de Propaganda Socialista de los Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores de China, la Unión de Trabajadores de Corea, y las Secciones del Buró Central soviético correspondientes a Turquía, Azerbaiyán, Georgia, Persia y Turquestán.

También se unió a ella el Partido Laborista Noruego (aunque la abandonó en 1923). La negativa del Partido Socialista Italiano a ingresar en la Internacional Comunista también provocó que en 1921 el sector partidario se escindiera y se formara el Partido Comunista Italiano.

En este primer Congreso se determinó la tajante separación entre comunistas y socialistas, y se definió el programa de "expansión revolucionaria" por el cual los delegados comunistas trabajarían para obtener el poder en sus respectivos países siguiendo el modelo de la Revolución Rusa: trabajo de agitación entre las masas del proletariado y soldados rasos (dejando al campesinado en segundo lugar), alzamiento armado, y alianza circunstancial con otras fuerzas de izquierda pero conservando la identidad de los militantes propios. Para la fecha del Primer Congreso la sublevación comunista alemana había sido ya aplastada pero aún ocurrían en Alemania amplias revueltas comunistas (como la República Soviética de Baviera) mientras que en Hungría el comunista Béla Kun había logrado imponer un régimen de tipo bolchevique, por lo cual el plan de "revolución mundial" parecía todavía realizable.

El II Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en Moscú entre el 19 de julio y el 7 de agosto de 1920, cuando estaba por terminar la Guerra Civil Rusa con el triunfo definitivo del bando bolchevique, pero cuando la agitación revolucionaria comunista en el resto de Europa se extinguía sin remedio: las revueltas comunistas de Alemania habían sido vencidas y el régimen de Béla Kun en Hungría había sido suprimido, mientras que la instauración del comunismo en Polonia dependía aún de un enfrentamiento bélico. Asimismo, en los demás países industrializados (como Francia o Gran Bretaña) había desaparecido la indignación contra el intervencionismo en Rusia y faltaban las condiciones para la agitación proletaria, por lo cual era muy remota la opción de organizar una revuelta comunista con posibilidades de éxito.

En este congreso se insistió en la necesidad de propagar el sistema de soviets entre el proletariado y así formar grupos de militantes aptos para tomar el poder y ejercer funciones administrativas, dejando de lado la sola política partidaria. Debido a las numerosas organizaciones socialdemócratas que solicitaban el ingreso a la Internacional, se acordaron las 21 condiciones previas que debía cumplir todo partido político para la adhesión a la Internacional, y se aprobaron los primeros estatutos.

El III Congreso Mundial de la Internacional Comunista se celebró entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921, en Moscú. En él, se combatieron las posturas ultraizquierdistas de algunos partidos comunistas, como el Partido Comunista de Alemania alemán (tras el fracaso del Levantamiento Espartaquista de 1919). Los delegados asumieron que la situación mundial había cambiado profundamente en tanto la revolución bolchevique solo había triunfado en Rusia (ya había sido derrotada su expansión en Polonia), por ello los concurrentes resolvieron trabajar con las bases reformistas en los llamados "frentes unidos" que aglutinaran a los militantes izquierdistas afines para ganar adeptos, aun aceptando que los líderes comunistas no siempre podrían dirigir tales "frentes" y que los militantes comunistas (pese a su implacable disciplina) eran un grupo minoritario en la mayoría de países. También se trató acerca de la importancia de incorporar a las mujeres trabajadoras al movimiento comunista.

El IV Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar en Moscú, entre el 30 de noviembre y el 5 de diciembre de 1922. En él, se profundizó en las tácticas del llamado "frente único", y se abordó por vez primera la situación del comunismo en los imperios coloniales, así como el trabajo de los comunistas en los sindicatos ya constituidos de Europa Occidental. También se analizó la situación de los comunistas en Asia y países de la cuenca del Pacífico. Debido a la grave enfermedad de Lenin (casi incapacitado por la parálisis) León Trotski fue el líder más destacado del Congreso y quien mantuvo la consigna de seguir "trabajando por la revolución mundial" en un contexto de internacionalismo, pese a admitir la derrota de las revueltas comunistas fuera de Rusia. El Congreso promulgó la incompatibilidad entre la pertenencia a la masonería o a la Liga de los derechos humanos y la afiliación a un Partido Comunista.[2]

El V Congreso Mundial de la Internacional Comunista se celebró en Moscú entre junio y julio de 1924, después de la muerte de Lenin y cuando los líderes del comunismo ruso ya habían fundado y consolidado la Unión Soviética, destacando el "triunvirato" informal entre Stalin, Trotski y Grigori Zinóviev. En este Congreso se descartó el empleo del alemán como idioma de las conferencias, y se admitió en forma tácita el hecho evidente de la supremacía del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) sobre los demás partidos comunistas. Se adoptan así unos nuevos estatutos con los que se comienza la "bolchevización" de la Internacional Comunista y de los partidos miembros, insistiendo los líderes soviéticos en que todos adopten el modelo de organización del PCUS y ejerzan el "centralismo democrático", pues este es el único de los partidos miembros en dirigir una revolución triunfante, lo cual aumenta su influencia y prestigio.

Los partidos comunistas extranjeros, en situación de inferioridad en sus propios países, se ven obligados a aceptar sin mayor crítica la "guía" soviética. Además tras alejarse las opciones de una "revolución mundial" en el futuro cercano, la función básica de la Comintern sería la de "defender y fortalecer a la Unión Soviética" y ya no de promover el comunismo a escala internacional, cuestión que Stalin postuló con insistencia como parte de su política de socialismo en un solo país que sería implantada en la Unión Soviética. En el verano de 1926 se abolió la presidencia del CEIC, y Grigori Zinóviev perdió la dirección de la Komintern. Fue elegido Nikolái Bujarin para sucederlo como secretario general del CEIC.

El VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar entre julio y septiembre de 1928 en Moscú. En el nuevo contexto del comienzo de la grave crisis económica soviética, se aprobaron la consigna de "clase contra clase", que oficializó el comienzo del llamado "Tercer Periodo", aunque sin criticar la Nueva Política Económica. Con la escena política de la Unión Soviética dominada ya por Stalin, se proclamó la cercanía de una "crisis del capitalismo" y la necesidad de una «política extremista» para luchar con igual virulencia contra el liberalismo y el fascismo; en tal contexto los socialistas que acataban los dictados de la democracia debían ser atacados como "socialfascistas" y considerados como el "principal enemigo a batir", lo cual redujo la popularidad de los comunistas entre los partidos de izquierda a nivel mundial.

Se aprobó también el "Programa de la Internacional Comunista", y se determinó que los "frentes unidos" buscaran adeptos entre individuos sin partido que compartieran algunos postulados del Comintern, integrando a periodistas, escritores o personajes de fama como compañero de ruta del comunismo y eventualmente lograr que sirvan a los fines del partido comunista en cuestión (destacando en estas tareas el periodista alemán Willi Münzenberg), siempre resaltando en la propaganda que acudir a la revolución armada solo sería recurso último para la toma del poder. Con esta recomendación, se evidencia que la "guía" soviética resulta en el total predominio de facto del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre sus partidos homólogos.

En abril de 1929 Nikolái Bujarin se vio obligado a dimitir de su cargo, acusado de derechista y tras caer en desgracia con la dirección del PCUS, donde empezó a destacarse Stalin, siendo que la influencia de Trotski dentro del régimen soviético comenzaba a reducirse rápidamente. Para sustituir a Bujarin al frente del CEIC, fue elegido en 1934 el comunista búlgaro Gueorgui Dimitrov, residente en la Unión Soviética, quien dirigiría la Internacional Comunista hasta su disolución.

El VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935 en Moscú.[3]​ Tras el auge de los fascismos, y el fracaso de la política ultraizquierdista aprobada en el anterior congreso, se dio paso a la política de frentes populares donde los comunistas sí buscarían aliarse con otros grupos de izquierda (incluidos los aborrecidos socialistas), política auspiciada insistentemente por Stalin, quien ya era gobernante supremo de la Unión Soviética, tras eliminar a sus rivales en la Gran Purga.[4]​ En este periodo se oficializó la ruptura entre Stalin y Trotski, y este último tuvo que refugiarse fuera de la Unión Soviética mientras sus seguidores fueron encarcelados o asesinados por el nuevo régimen.

Mientras los movimientos trotskistas rechazaban la política de frentes populares, los partidos comunistas pertenecientes a la Internacional Comunista aceptaban sin crítica los postulados soviéticos. Para entonces, la sujeción ideológica de los partidos comunistas extranjeros a la línea política de la Unión Soviética era ya casi absoluta, siendo imposible formular cuestionamiento alguno al régimen de Stalin. La Comintern sirve también entonces como instrumento de las purgas estalinistas y se estimula a los partidos comunistas de todo el mundo a ejecutar sus propias "purgas" internas de posibles "trotskistas" o se ordena la disolución de partidos completos sospechosos de "deslealtad" (como sucede con el Partido Comunista de Polonia en 1938). En simultáneo, numerosos militantes comunistas que buscaron refugio en la Unión Soviética huyendo del fascismo son denunciados como "espías" o "trotskistas", detenidos por la NKVD y asesinados. Idéntica suerte corren comunistas extranjeros establecidos en la Unión Soviética hacía años como el suizo Fritz Platten, exayudante de Lenin, el húngaro Béla Kun, el búlgaro Christian Rakovski y otros. A estas víctimas de la intransigente y fratricida política del Comintern se suman Andrés Nin, exsecretario de la Internacional Sindical Roja, y León Trotski, fundador del Ejército Rojo, asesinados en el extranjero por agentes del NKVD en 1937 y 1940, respectivamente.

De igual forma, en el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista se incorporaron los partidos comunistas de Perú, Colombia, Venezuela, Costa Rica y Puerto Rico a la Internacional Comunista, en la sesión del 20 de agosto de 1935, hecho que quedó plasmado en el Protocolo No. 43, de la sesión final del VII Congreso.

La Segunda Guerra Mundial implicaba que el gobierno de la Unión Soviética perdiese contacto con numerosos partidos comunistas del resto del mundo cuyos países de origen habían sido invadidos y dominados por el Tercer Reich, considerando además que los países capitalistas recelaban del gobierno soviético después del Pacto Ribbentrop-Mólotov, celebrado con los nazis en agosto de 1939. Cuando la Unión Soviética fue invadida por el Tercer Reich en junio de 1941, el régimen soviético, en su lucha contra el fascismo, se vio como aliada de Gran Bretaña, y desde diciembre de 1941 tuvo también como aliado a los Estados Unidos.

Ante la nueva situación (alianza antifascista de la Unión Soviética con dos potencias capitalistas), el 15 de mayo de 1943, antes de celebrar la Conferencia de Teherán, el Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, "teniendo en cuenta la madurez de los partidos comunistas" nacionales, y también para evitar los recelos de los países capitalistas aliados, decidió disolver la Internacional Comunista. Para entonces, no obstante, la "Internacional Comunista" ya había perdido gran parte de la importancia política de sus primeros años y desde inicios de la década de 1930 había devenido en la práctica en una simple "oficina de asuntos exteriores" del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

En 1947, a instancias de Stalin, se creó la Kominform (Oficina de Información Comunista) como sustituta de la Internacional Comunista, que reunía a los partidos comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Polonia, la Unión Soviética y Yugoslavia, pero la finalidad de la Kominform fue apenas la de "coordinar estrategias" entre el PCUS y los partidos comunistas extranjeros, siendo que casi todos estos preferían tratar directamente tales cuestiones con el PCUS sin la inútil intermediación de la Kominform.

Esta fue disuelta en abril de 1956 como parte de la desestalinización llevada a cabo después de XX Congreso del PCUS por Nikita Jruschov, y el acercamiento soviético a Yugoslavia. La condena hecha por los comunistas franceses e italianos (los grupos comunistas más influyentes fuera del Pacto de Varsovia) contra la intervención militar soviética en la sublevación húngara de 1956 debilitaba todo plan de mantener una organización concreta de partidos comunistas a nivel mundial.

La ruptura soviética con Yugoslavia y la pugna ideológica con China desde 1960 tornaron innecesario formar una organización de coordinación internacional entre partidos comunistas, considerando además que la inevitable primacía efectiva de la Unión Soviética en tal entidad hacía inútil crear un "órgano coordinador". Aunque carecieran de una organización internacional, los distintos Partidos Comunistas existentes fuera de la Unión Soviética pero leales al Kremlin siguieron casi en su totalidad las directrices principales del Partido Comunista de la Unión Soviética, con el que mantuvieron reuniones periódicas aunque sin estructurar nuevamente una entidad a nivel oficial.

Los órganos de la Internacional Comunista, según sus primeros estatutos, eran:

Más tarde se crearía otro órgano más:

Bajo la tutela de la Internacional Comunista, se crearon una serie de organizaciones internacionales, entre las que cabrían citar:



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