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Escuela monetarista



El monetarismo es la rama o vertiente del pensamiento económico que se ocupa de los efectos del dinero sobre la economía en general. Pese a no constituir una escuela del pensamiento económico como tal,[1]​ el monetarismo es reconocido como una tendencia que ha ejercido una gran influencia sobre numerosos economistas. En la actualidad, existe una escuela de pensamiento económico —la Escuela de Economía de Chicago— a la que generalmente se le atribuye versar sobre el pensamiento "monetarista", y sobre todo, cuando se utiliza el término “monetaristas” se entiende referido a la doctrina defendida por Milton Friedman y la Escuela de Chicago.[2]​ Sin embargo, la definición de dicha expresión resulta más compleja entre los economistas.[3]

La situación (no necesariamente problemática) que impide llamar al monetarismo una escuela es que hay por lo menos dos interpretaciones o modelos económicos generales de la forma en que la oferta de dinero afecta a otras variables, tales como los precios, la producción y el empleo. Estas dos aproximaciones se pueden contemplar, por un lado, en la obra de Knut Wicksell, y, por el otro, en la de Irving Fisher (ver más abajo). Además el monetarismo (o versiones del mismo) está presente en la obra de autores considerados representantes de otras escuelas. Dado que todos los economistas tienen por lo menos alguna versión de cómo el dinero afecta las variables económicas, todos podrían ser denominados "monetaristas". Desde este punto de vista parece más apropiado reservar el término monetaristas para aquellos autores cuyo trabajo o influencia se centra en aspectos monetarios.

Los monetaristas en general aceptan la idea de que la política monetaria puede, por lo menos, tener efectos a corto plazo sobre la producción (incrementándola) y los precios a un plazo más largo (aumentándolos).[4]​ Por otra parte, si los monetaristas se limitaran a afirmar que hay una relación proporcional entre la oferta monetaria y el nivel general de precios a largo plazo, la mayoría de estudiosos de la economía aceptarían esta idea, siempre que el período a largo plazo sea lo bastante prolongado y otras variables —como el tipo de instituciones financieras existentes— se mantuvieran constantes. Consecuentemente el monetarismo ha sido definido como «la tendencia que enfatiza el papel del gobierno en controlar la cantidad del circulante. Es la visión en la economía monetaria de qué variaciones en la oferta monetaria tienen gran influencia en el producto nacional en el corto plazo y sobre el nivel de precios en el largo, y que los objetivos de la política monetaria se obtienen mejor a través del control de la oferta monetaria».[5]

El monetarismo se originó a partir de la economía neoclásica[1]​ y constituyó una de sus vertientes, tuvo gran influencia en desarrollos posteriores (ver más abajo) y llegó a ser una de las principales fuentes de la Nueva economía clásica.[6]​ Sin embargo, es necesario mantener presente que no hay solo una aproximación que pueda ser llamada monetarista.[7]

El monetarismo tiene una larga tradición en la historia del pensamiento económico. Hay explicaciones detalladas y muy sofisticadas sobre el modo en que un aumento de la cantidad de dinero afecta a los precios, y a la producción a corto plazo, en los escritos de mediados del siglo XVIII, del economista irlandés Richard Cantillon y del filósofo y economista escocés David Hume (ver Teoría cuantitativa del dinero).

Sin embargo, los orígenes del monetarismo moderno se pueden hallar en la propuesta de John Stuart Mill, de la dependencia general de los precios, sobre la cantidad del dinero en circulación, que sugiere que el nivel general de precios se relaciona con la cantidad de dinero multiplicada por su velocidad de circulación.[8][9]

Stuart Mill mismo, a pesar de que acepta en general la teoría cuantitativa,[10]​ sugiere que lo importante o relevante no es tanto la cantidad física de circulante, sino el crédito y las compras (o demanda) (Stuart Mill consideraba que solo el metálico era dinero propiamente tal. Los billetes son pagarés y, junto con otras notas promisorias —bancarias o individuales, ya sea a la vista (o en demanda") o a plazo— tales como cheques, crédito "en libros" o a cuenta, etcétera, constituyen crédito.): “Pero ahora hemos encontrado que hay otras cosas, tales como billetes de banco, letras de cambio y cheques, que circulan como dinero, y realizan todas las funciones del mismo: y surge la pregunta: ¿operan estos sustitutos sobre los precios en el misma manera que el dinero en sí? ¿Tiende un incremento en la cantidad de papel transferible a aumentar los precios, de la misma manera y grado que un aumento en la cantidad de dinero...?” Ha habido una gran cantidad de debates y argumentos sobre la cuestión de si algunas de estas formas de crédito y, en particular, si los billetes de banco deben ser considerados como dinero. El asunto es tan puramente verbal que apenas merece la pena plantearlo, y uno tendría cierta dificultad en comprender por qué se le atribuye tanta importancia, si no hubiera algunas autoridades que creen, -adhiriéndose todavía a la doctrina de la infancia de la sociedad y de la economía política-, que la cantidad de dinero en comparación con la de los productos básicos, determina los precios en general, y que es importante demostrar que los billetes de banco y no otras formas de crédito son dinero, a fin de apoyar la inferencia de que los billetes de banco y no otras formas de crédito influyen sobre los precios. Es obvio, sin embargo, que los precios no dependen del dinero, sino de las compras. El dinero depositado en un banco y contra el cual no se creen débitos, o que sea debitado para fines distintos a la compra de mercancías, no tiene ningún efecto sobre los precios, de igual forma que un crédito que no se utiliza. El crédito que se utiliza para la compra de productos afecta a los precios de la misma manera que el dinero. El dinero y el crédito están, pues, exactamente a la par, en su efecto sobre los precios; y si optamos clasificar los billetes en una o la otra manera, es en este sentido por completo indiferente.[11]

La situación que dio relevancia a la sugerencia de Mill fue que, a fines del siglo XIX y principios del XX el antiguo sistema monetario (basado en monedas de metales preciosos, principalmente oro) estaba cayendo en desuso.[12][13]​ La expansión tanto de la población como de la economía misma demandaron una expansión monetaria que la cantidad de metales preciosos poseídos por los bancos en la mayoría de los países no podía satisfacer (aunque en algunos, principalmente Inglaterra, había gran acumulación del metal[14]​), lo que, a su vez, dio origen a la expansión del "circulante de papel". Pero incluso en Inglaterra, con esa gran acumulación de oro, no había lo suficiente a principios del siglo XX como para respaldar con oro y plata la totalidad de ese circulante, incluyendo papel moneda, cheques, pagarés y otras formas de “dinero bancario” o crédito en circulación. P. H. Wicksteed (un economista marginalista) escribiendo en 1910, describe así la situación:

En consecuencia el papel moneda comenzó a adquirir cada vez más importancia. Al mismo tiempo, la situación, que ha sido llamada caótica[16]​ creada por la emisión libre de billetes de bancos privados estaba siendo reemplazada con billetes emitidos y respaldados por el Estado a través del Banco Central.[17]​ (véase también Sistema de reserva fraccional y bancos centrales).

En esa situación dos fenómenos se hicieron aparentes. Primero, la población en general aceptó los billetes sin demandar su transformación inmediata en metales preciosos. Segundo, la expansión monetaria -especialmente la del crédito- sin respaldo real en metálico no dio lugar a una inflación desenfrenada, como se temía. Al mismo tiempo —y a nivel de la disciplina— el auge de la escuela marginalista —que sucedió en esa época— implicó el abandono de las sugerencias clásicas acerca de La cuestión de la cantidad del circulante. Esto dio lugar a dudas sobre la validez de la "teoría cuantitativa" (o al menos, las interpretaciones anteriores),[18]​ y ciertamente demandaba una exploración y explicación. (A. Leijonhufvud, op. cit) (Véase también Chartalismo). Consecuentemente se formularon una variedad de aproximaciones denominadas "monetaristas".

Los monetaristas comparten la concepción de la Economía clásica y neoclásica del equilibrio económico; específicamente, la propuesta que si la oferta monetaria equipara la demanda por liquidez, los precios serán estables. Igualmente comparten la percepción de un mercado libre pero con el proviso que el gobierno (o autoridades monetarias) tienen la obligación de mantener la estabilidad económica (no obstante, ver "Aporte de Lerner", etc., más abajo). A diferencia del resto de los neoclásicos (y marginalistas) no utilizan el individualismo metodológico: el interés monetarista se centra en agregados (monetario, demanda, etc.).

La idea monetarista básica consiste en analizar en conjunto la demanda total de dinero y la oferta monetaria. Se asume que las autoridades económicas tienen capacidad y poder para fijar la oferta de dinero nominal (sin tener en cuenta los efectos de los precios) ya que controlan tanto la cantidad que se imprime o acuña así como la creación de dinero bancario; pero los individuos y empresas tienen libertad para tomar decisiones sobre la cantidad de efectivo real que desean obtener más bienes y servicios.

Así, la problemática monetarista llega a ser el cómo se establece el equilibrio o estabilidad económica, en la ausencia de un sistema obvio de regulación del circulante (incluyendo el crédito). Específicamente, cuál es la política monetaria que un gobierno debe seguir a fin de obtener y mantener estabilidad y cuáles son los mecanismos que esa autoridad monetaria posee con ese propósito, dado que, por un lado, ya sea los bancos privados, en esa época, y el Estado en general pueden, teniendo en cuenta el crédito, emitir casi libremente y de hecho se está emitiendo por sobre la paridad teórica exigida ya sea por el patrón oro o, más recientemente, cualquier otro, y, por el otro, dado que, como Stuart Mill observa, no importa lo que la autoridad haga, si alguien desea o encuentra conveniente utilizar el crédito, lo utilizara. Esto, por supuesto, llama atención al papel y regulación del crédito.

Las sugerencias que nos interesan de Knut Wicksell se encuentran principalmente en su "Geldzins und Güterpreise" (1889)[19]​). En general Wicksell buscó defender la sugerencia de la teoría cuantitativa. Desde su punto de vista hay una cierta cantidad de circulante que mantiene los precios estables. Esa cantidad está determinada por la relación entre tasa de interés y la tasa de ganancia del capital.[20]​ Nótese que esa sugerencia implica que la tasa de interés es la última determinante de la cantidad de circulante y, en consecuencia, de los precios. Esta posición se puede trazar a la tentativa de Stuart Mill de preservar tanto la teoría cuantitativa como la dicótoma clásica.

La tesis de Wicksell se puede resumir así: la cantidad de circulante que mantiene estabilidad de precios es la que el mercado naturalmente demanda, y es la obligación de los bancos, en general, y del estado, en particular, proveerla.[21]​ Eso se consigue a través del estado (Banco central o equivalente) imprimiendo el suficiente dinero y poniéndolo a disposición del público. No importa si el estado imprime en exceso (exceso de oferta), siempre y cuando ese público o mercado solo utilice lo que naturalmente necesite. Esa condición (Es decir, que tanto la oferta como la demanda monetaria se igualen) se satisfará si la tasa de interés es la natural. Si la tasa de interés a la que el banco (o bancos) conceden préstamos no es la natural, habrá ya sea exceso o escasez de circulante y los precios no estarán en equilibrio.[22]

Wicksell establece una diferencia fundamental entre la tasa normal o natural de interés y la que puede ser llamada bancaria o financiera. La tasa normal o natural es aquella en la cual los ahorros equiparan a la inversión. En otras palabras, es aquella tasa de interés del capital que existiría si la economía estuviera en equilibrio y ni siquiera hubieran bancos u otras instituciones financieras (de hecho, en la opinión de Wicksell, incluso si los préstamos o inversiones no fueran en dinero sino en bienes de capital). Es decir, es equivalente a la tasa de ganancia en una situación de equilibrio económico. Pero, como es obvio, los bancos ni pagan por depósitos ni prestan a esa tasa, lo que introduce un elemento de inestabilidad. Adicionalmente, la tasa natural no es permanente. Si los bancos prestan a una tasa inferior, el ahorro caerá, habrá exceso de demanda y los precios aumentaran. Viceversa, si los bancos demandan sobre esa tasa natural por sus créditos, aumentara el ahorro y habrá disminución de inversión y demanda en general, lo que disminuirá los precios.[23]

Lo anterior parece sugerir la necesidad de establecer entonces cual es esa tasa natural, lo que, por lo menos en los tiempos de Wicksell era complejo[24]​ (especialmente dado que las condiciones reales están en constante flujo). Sin embargo, Wicksell sugiere una solución práctica que es simple:

Es decir, las autoridades monetarias deberían practicar lo que ahora se llama Inflación objetivo.[25][26]

Dado que, de hecho, la economía (y la población) está creciendo, ese crecimiento se financia con crédito o dinero creado de la nada[27]​ por las autoridades financieras y los bancos. Siempre y cuando ese dinero se preste a la misma tasa de interés normal, los precios se mantendrán.

Ese argumento general llegó a tener gran influencia posterior tanto a nivel general en teoría y práctica macro económica[28][29]​ como en dos escuelas que generalmente se consideran contrapuestas, constituyendo, por un lado, una de las bases de la teoría austríaca del ciclo económico[30]​ y, por el otro, una de las bases del keynesianismo.[31]

Posteriormente Fisher denominó a la tasa normal o natural tasa real y la tasa bancaria tasa nominal.

Famosamente Fisher disputó la sugerencia de Wicksell en el sentido que es la tasa de interés lo que determina los precios, lo que ha dado origen a una de las divisiones más profundas en la aproximación a problemas financieros en la macroeconomía[32]​ (Para otros aspectos e implicaciones de estas diferencias, ver[33]​) que culminó en el Debate de las dos Cambridge. La posición de Wicksell, ya delineada influyendo en las escuelas mencionadas, la de Fisher influyo a Milton Friedman, y a través de él, a los Nuevos clásicos.[34]​ Esto ha llevado a algunos a sugerir la existencia de dos tipos de monetarismo.[35]

El llamado “Grupo de Cambridge” representa las concepciones de un grupo de economistas neoclásicos que pertenecieron a la Universidad de Cambridge —integrado principalmente por Alfred Marshall, Pigou, John Maynard Keynes cuando joven, etc.— en materias financieras y, por ende, de considerable importancia en el monetarismo.[36]​ Su representante más conocido en asuntos monetarios es Ralph George Hawtrey.

Para los integrantes del grupo (y los influidos por él), la función del dinero es no solo servir como facilitador de comercio o medio de cambio, sino también como mecanismo de conservar valor entre transacciones. Esto implica que los individuos (incluyendo empresas, etc.) pueden considerar conveniente mantener cierta cantidad de dinero como reserva (monetaria) líquida.

Lo anterior introduce la llamada Ecuación de Cambridge que formaliza el concepto de "propensión a mantener dinero en los bolsillos" y lo representa por la letra k:

En el cual, es la demanda de dinero, P precios, Y el ingreso total y k la fracción de circulante mantenida como reserva líquida.

Nótese que en esta visión la demanda de dinero (cantidad de circulante) corresponde no tanto a las tasas de interés, como Wicksell sugiere, sino a la relación volumen total de ventas o volumen de comercio (PY) más la cantidad mantenida como reserva. Pero esa cantidad de reserva depende a su vez de las tasas de interés. Esa situación fue directamente examinada por Hawtrey.

La preocupación central de Hawtrey, en sus numerosas obras, fue identificar las herramientas a disposición de las autoridades monetarias. A fin de determinar esas, Hawtrey fue uno de los primeros en proponer una interpretación monetaria del ciclo económico,[37]​ para lo cual se basó en el trabajo tanto de los otros miembros del grupo de Cambridge como en el de Wicksell,[38]​ sirviendo así como puente entre esas ideas y el trabajo posterior de Keynes. (Keynes y Hawtrey eran amigos, a pesar de lo cual no compartían propuestas[39]​).

Adicionalmente apoyó lo que se llamó más tarde la Perspectiva de Hacienda (Treasury View) — la sugerencia que la política fiscal no tiene ningún efecto sobre el monto total de la actividad económica y/o el desempleo, incluso en tiempos de recesión económica. También adelantó en 1931 el concepto que llegó a ser conocido como el efecto multiplicador (o, simplemente, "el multiplicador"), un coeficiente que muestra el efecto de un cambio en la inversión nacional total en el monto de la renta nacional total.

Su propuesta en relación a los ciclos puede ser resumida así: Los actores principales en el ciclo económico son los mayoristas u otros intermediarios que basan sus actividades en el crédito bancario y por tanto son muy sensitivos a las tasas de interés. Cualquier inyección de dinero que reduzca la tasa de interés induce a estos intermediarios a incrementar sus inventarios; lo que hacen mediante el aumento de sus endeudamiento con los bancos y exigiendo aumentos en la producción de las empresas. Pero el aumento de la producción toma tiempo, consecuentemente, la oferta monetaria es por lo menos momentáneamente excesiva en relación al ingreso real (formado por salarios). Esto conduce a una mayor demanda de productos de inversión por los inversionistas (que prevén un aumento de ventas), demanda adicional que, a su vez, reduce los inventarios de estos intermediarios mayoristas. Al darse cuenta de sus inventarios decaen, esos mayoristas volverán a exigir que las empresas aumenten la producción y pedir prestado el dinero para hacerlo. Pero esto una vez más que conduce a un "exceso" de circulante, etc. Eventualmente los bancos reducirán el nivel de sus préstamos –al ver que sus reservas líquidas se aproximan al límite–. Los mayoristas se ven obligados a reducir sus inventarios y demandas a las empresas, estas reducen producción, y el ciclo ahora entra en una fase recesiva. Esto puede, en la opinión de Hawtrey, terminar en un callejón sin salida: si las ventas decaen más rápido que lo que los mayoristas previeron, sus inventarios pueden aumentar en lugar de decaer. En esa situación, ninguna oferta de dinero, por reducida que sea la tasa de interés, los inducirá a endeudarse para comprar de los productores, consecuentemente la demanda cae indefinidamente. En la opinión de Hawtrey, esa fue la situación que condujo a la Gran depresión.

La solución que Hawtrey propuso llegó a ser conocida como Política monetaria activa o discrecionaria. Esta se basa en la propuesta que las autoridades monetarias deben tener una actitud proactiva, interviniendo a fin de prevenir la aparición de situaciones que puedan degenerar en crisis: "es mucho mejor regular el crédito constantemente de tal manera que ninguno de los dos círculos viciosos (inflación o deflación) puedan arraigarse seriamente". En la práctica una política monetaria activa significa que el Banco central (o autoridad monetaria) debe participar en los mercados financieros (por ejemplo, comprando o vendiendo divisas); variando las tasas de interés y los requerimientos de reservas bancarias, etc. con la intención de modificar tanto la cantidad de circulante como las tasas de interés a fin mantener el ingreso nacional estable.[40]

Nótese que los mecanismos que esta propuesta sugiere son exclusivamente monetarios, diferenciándose así de la propuesta posterior de Keynes acerca de una política fiscal activa.[41]

El trabajo de Irving Fisher (quien ha sido descrito como el mejor economista que EE. UU. ha producido[42]​), se puede encontrar en su "The Theory of interest"[43]​ (1930).

Al igual que Wicksell, Fisher se basa y trata de defender la teoría cuantitativa (pero abandona implícitamente la dicotomía). En esa defensa de la teoría cuantitativa Fisher la actualiza, introduciendo la llamada Ecuación de intercambio, que generalmente se presenta de la siguiente manera:

en la cual

Así, por ejemplo; P Q es el costo (o precio) nominal de todo lo vendido/comprado en una economía determinada en un periodo dado. La V de Fisher es el inverso del k de la "ecuación de Cambridge".[44][45]

Fisher argumenta que la velocidad del dinero es relativamente estable. Consecuentemente, asumiendo equilibrio y empleo pleno, lo fundamental es la cantidad del circulante. Si esa cantidad aumenta, aumentara el resultado de PQ. Pero, dado que Q no puede cambiar a menos que cambien las variables técnicas, lo único que puede realmente cambiar es P, es decir, los precios. (si no hay pleno empleo, es posible que un aumento de M lleve a uno de Q).

Sigue que cambios en precios se deben a cambios en el circulante. Inversamente, a fin de controlar los precios (evitar inflación o deflación) se debe controlar la cantidad de circulante. A partir de lo anterior, Fisher propuso un plan a fin de estabilizar la moneda.[46]​ Sin embargo, para entenderla es necesario tener una visión más general de su posición.

Fisher comenzó tratando de establecer las bases sobre la cual el equilibrio se establece. Desde el punto de vista monetario, esto equivale a establecer como se llega a la situación en la cual los ahorros igualan a la inversión. (que implica que los precios serán estable. Fisher creía, como los monetaristas en general, que son las fluctuaciones de precios las que causan las crisis). Inicialmente Fisher no concedió mayor importancia en el cálculo de la cantidad de circulante a aquel que se origina en cuentas corrientes (cheques, tarjetas de crédito, etc), considerando que tales depósitos constituyen una fracción estable y menor del circulante. Otra manera de decir eso es que solo el volumen total de moneda impresa y/o acuñada cuenta para los cálculos. Con posterioridad a la gran crisis de la década del 30 del siglo XX, Fisher cambio de opinión.

Fisher sugirió originalmente[47]​ que la tasa de ganancia (o tasa de interés real) depende de dos factores: la voluntad de ahorro o "posponer consumo" de la sociedad y las “tasa de oportunidad de inversión” (que depende de los niveles tecnológicos y recursos naturales disponibles). En un extremo, todos los recursos se utilizan para consumir en el presente. En el otro, todos se utilizan para invertir (consumir en el futuro). El equilibrio se establece en ese punto en el cual ambas tendencias se igualan. Se puede concebir entonces la tasa de interés real (o tasa de ganancia) como el premio que los individuos demandan a fin de posponer su consumo. Dado que cada unidad de consumo presente extra disminuye en su “margen de utilidad” pero lo mismo sucede con unidades adicionales de inversión o consumo futuro, también puede ser percibida como el punto en el cual se igualan las utilidades marginales de ambas variables.

Sin embargo lo anterior no resuelve el problema de la expansión de circulante y el como establecer, en forma práctica, cual es el nivel apropiado del mismo. La propuesta de Fisher para lograr esto era el abandono del estándar del oro (incluyendo el uso de monedas de metales preciosos) y su reemplazo con papel moneda cambiable a oro libremente pero a una tasa variable a fin de mantener el poder de compra de la unidad monetaria. Por ejemplo, si los precios varían en un 1%, la cantidad de oro que una unidad monetaria “compra” también variaría en un 1%, de esa manera, los precios se mantendrían estable en relación a la “moneda legal”.[48]​ Nótese que esto implica que alguien (el Estado o Gobierno) es responsable de “producir” el oro necesario para mantener esa estabilidad. Es decir, la función del Estado es mantener la estabilidad monetaria. Por ejemplo, si la cantidad de oro en existencia aumenta (produciendo inflación) el Estado debe reducir el oro que cada unidad monetaria representa (reducir el precio del oro). Eso lleva a los individuos a cambiar sus billetes por oro, reduciendo el circulante y aumentando los precios, restableciendo así el equilibrio, etc.

Posteriormente al comienzo de la Gran Crisis, Fisher extendió su teoría del interés,[49]​ agregando otro factor: los créditos bancarios que se originan en los préstamos de los dineros depositados en cuentas corrientes, el que al mismo tiempo está disponible para los propietarios de las cuentas; lo que significa que el circulante se expande rápidamente (los bancos “crean dinero de la nada”). Tales excesos de crédito llevan a exceso de liquidez que aumenta los precios, En la presencia de inflación, los individuos demandan, en retorno por sus inversiones, no solo la tasa de interés real sino también una fracción que compense por la pérdida de poder de compra de su dinero. Esta “tasa de interés nominal” iguala entonces a la tasa de interés real más la tasa de inflación esperada.

Por ejemplo, asumase que la tasa de interés real (o tasa de ganancia) es 5% y la tasa de inflación, por decir algo, 3%. Los inversionistas demandaran aproximadamente 8% de retorno en sus inversiones, a fin de obtener no solo la ganancia esperada, sino también el retorno del poder de compra de las sumas invertidas. El efecto que la tasa de inflación que se anticipa tiene sobre las tasas de interés se conoce como Efecto de Fisher.

La solución obvia, en la opinión de Fisher, es requerir que depósitos de cuentas corrientes tengan 100% de respaldo: los bancos solo podrían prestar su propio dinero (proveniente de la venta de acciones del banco, etc) o aquel en cuentas de depósito. Esto eliminaría corridas bancarias pero al mismo tiempo muchas de las ganancias de los bancos, los que tendrían que cobrar por el dinero guardado en cuentas corrientes.[50]

Otro efecto de la gran crisis fue el abandono del patrón oro como medida de valor de la moneda. Esto requirió que Fisher modificara su propuesta de política monetaria activa. En lugar de compra/venta de oro, el estado debería participar en el mercado de activos monetarios (acciones, bonos, etc), comprando tales activos si los precios decaen y vendiendo si los precios aumentan. En otras palabras, los activos financieros en la bolsa reemplazarían el oro.[50]

Nótese que, a través de todo lo anterior, lo fundamental es, a diferencia de Wicksell, la cantidad de circulante, no la tasa de interés. Es el exceso de dinero, en esta visión, lo que lleva a un incremento en los precios y esa inflación conduce, debido al efecto de Fisher, al aumento en la tasa de interés nominal o bancaria (lo que eventualmente afecta la tasa de interés real o de ganancia). La función del estado, a fin de mantener precios estables, es controlar el circulante, tanto a través de limitar su impresión como modificando las tasas de encaje y, en general, con una participación activa en los mercados financieros.

Sin embargo, y debido principalmente a una predicción generalmente percibida como seriamente errónea,[51]​ el aporte de Fisher cayó en el olvido hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue revivido gracias al trabajo de Clark Warburton (quien fue descrito como “el primer monetarista en el periodo que siguió la Segunda Guerra Mundial[52]​) y quien sirvió de puente entre el trabajo de Fisher y el de Friedman.

Un punto controversial es la propuesta de algunos que Keynes no fue tanto influido por la visión de Wicksell sino más bien la de Fisher, estando consecuentemente, monetariamente más cerca del grupo de teorías llamadas "cuantitativas", representadas por, entre otros, Fisher, Milton Friedman y Don Patinkin (esta es un área compleja. Para una introducción, ver Roger W. Garrison (1993): Is Milton Friedman a Keynesian?).

Las propuestas de Abba Lerner, que se remontan a 1943[53]​ y dieron origen a la llamada Finanza funcional, son demasiado complejas como presentar aquí algo más que un resumen general y simplista. A pesar de que es posible trazar muchas de esas sugerencias a las propuestas de los autores ya delineados, están expuestas en forma tal que son generalmente sorprendentes a primera vista para los no especialistas. Desde este punto de vista, el aporte de Lerner puede ser visto como una sistematización de posiciones anteriores. Hay sin embargo una sugerencia que es genuinamente revolucionaria: el abandono de la tentativa de mantener un equilibrio económico (equiparado como objetivo de las finanzas sanas de las propuestas anteriores) y su reemplazo con la propuesta que el objetivo principal de las políticas económicas estatales es promover el crecimiento y desarrollo. (nótese el cambio de énfasis: de solo política monetaria a políticas económicas[54]​).

La posición de Lerner puede ser vista como prefigurando o introduciendo las concepciones monetarias modernas.[55]​ Una exposición sucinta de esa propuestas podría ser:

Nótese que algunos de esos mecanismos son más apropiados para promover expansión, otros para reducirla (cuando, por ejemplo, la economía se "sobrecalienta" o, en otras palabra, se expande demasiado rápidamente).

La contribución de Lerner, a pesar de que en la actualidad se considera simplista, fue aplicada en EEU en el periodo que va desde el fin de la Segunda Guerra Mundial a la primera parte de la década de 1970, y ha tenido gran influencia en concepciones monetarias modernas.[57]​ Generalmente se considera que fue responsable de un cambio de la percepción de la "necesidad", sugerida por los monetaristas anteriores, de mantener de un presupuesto equilibrado a la que lo que realmente importa es el tamaño de tales déficits como porcentaje del PIB,[58][59][60][61][62]​ lo que fue utilizado como justificación de una alegada tendencia en ese país a mantener déficit presupuestarios[63]​ (y a aumentar la cantidad de dólares en circulación - Ver Crisis del techo de deuda de Estados Unidos de 2011).

Algunos han interpretado lo anterior como sugiriendo que el Estado puede imprimir ilimitadamente. Es necesario notar que la finanza funcional no sugiere ni déficits ni superávits permanentes. La finanza funcional no es una propuesta o política acerca de medidas financieras permanentes como tales, sino más bien un sistema o aproximación que sugiere que la manera apropiada de medir o evaluar cualquier propuesta es en relación a los resultados, no en relación a algún principio general o algún sistema ideal, etc. Nótese (gráfico a la izquierda) que la deuda pública de EE. UU. — país en el cual estas propuestas fueron aplicadas entre 1950- 1980— disminuyó tanto en el total como en porcentaje del PIB en ese periodo.

Igualmente se ha sugerido que las propuestas de Lerner son la base de la política del llamado estímulo monetario[64]​ o Flexibilización cuantitativa que se ha utilizado en numerosos países como consecuencia de la Crisis financiera de 2008 ), siendo, en ese sentido, generalmente aceptada. Sin embargo, esta percepción no es del todo correcta.[65]​ Si no otra cosa, la práctica posterior parece haber diluido la propuesta de Lerner de una en la cual se puede recurrir a la emisión de dinero si es necesario a fin de financiar un instrumento fiscal a una en la cual basta y sobra con poner dinero a disposición del público o, más recientemente, los bancos a fin de estabilizar sus reservas, pero no para financiar demanda.[66]

Las sugerencias de Lerner también han tenido gran influencia en lo que se llama Teoría Monetaria Moderna[67]​ (posición que se desarrolló a partir del trabajo de Lerner y el Chartalismo[68]​), ambas aproximaciones teniendo asunciones similares o complementarias.[69]

El aporte de Milton Friedman es demasiado vasto como para ofrecer algo más que una puntualización simplista. Friedman es considerado el fundador del monetarismo moderno,[70][71]​ tal como es ejemplificado en la Escuela de Economía de Chicago y una de mayores influencias en el pensamiento económico en la segunda parte del siglo XX e incluso posteriormente, a través de su influencia en la Nueva economía clásica.

Friedman introdujo lo que generalmente se considera la concepción o interpretación actual (fines del siglo XX y principios del XXI) de la teoría cuantitativa.[72]​ Se puede considerar que Friedman sintetiza el acercamiento de los monetaristas previos, basándose principalmente en las sugerencias de Fisher y Lerner. Por ejemplo: "Lo que deberíamos considerar y lo que se está considerando es una legislación que limite los impuestos y gastos fiscales de año a año a no más que el aumento de la población y la inflación. No creo que haya necesidad que eso sea en la forma de un presupuesto balanceado, pero (esa propuesta) podría ser una forma de lograrlo”.[73]​ "La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario".[74]​ "El camino más seguro para una recuperación económica sana es aumentar la tasa de crecimiento monetario, para cambiar la escasez de dinero a dinero fácil..., pero sin volver a la exageración. Eso haría que las tan necesarias reformas económicas y financieras fueran mucho más fácil de conseguir.".[75]

De acuerdo a la interpretación de Friedman de la teoría cuantitativa, tanto la velocidad de circulación como la demanda de dinero son, asumiendo que las variables económicas están en sus relaciones o “niveles naturales”, estables en el corto plazo,[76]​ reflejando preferencias individuales o institucionales acerca de cuanto ahorrar o consumir. Variaciones en la cantidad de circulante llevan entonces a tentativas, por parte de empresas e individuos, a mantener esas preferencias, por ejemplo, librándose de excesos de dinero (lo que significa un aumento en la demanda). Pero, crucialmente, una sociedad no puede, en conjunto, librarse de tal exceso monetario, especialmente si la sociedad esta a sus niveles naturales de producción y empleo. Consecuentemente, los precios aumentaran. Eventualmente se llegará a un nuevo punto de equilibrio, pero ese punto será a los nuevos precios. Faltas de circulante darán origen al proceso opuesto.

Famosamente Friedman ejemplificó lo anterior en su monumental A monetary history of the United States, 1867-1960. En esa obra Friedman argumenta que la causa principal de la Gran Crisis fue la restricción que las autoridades monetarias de EE. UU. habrían impuesto en 1930 siguiendo un periodo relativamente prolongado de políticas monetarias expansionistas.[77]

Eso dio origen a la percepción que la crisis se podría haber evitado si el banco central de EE. UU. —la Reserva Federal— hubiera expandido la cantidad de circulante, dado que el dinero funciona como un multiplicador monetario[78]​ Friedman argumentó, por ejemplo en una entrevista con Peter Jaworski, que «aunque la Reserva Federal no provocó la crisis de 1929, sí la empeoró al reducir la oferta monetaria en un tiempo en el cual se necesitaba más liquidez» (lo que ha llegado a ser la base teórica más general para "el estímulo monetario" tal como se ha implementado[79]​). Paul Krugman comenta al respecto: “Un tema central de la Teoría General de Keynes fue la impotencia de la política monetaria en condiciones del tipo de la depresión. Pero Milton Friedman y Anna Shwartz, en su magistral historia monetaria de los EE. UU., proponen que el Banco Federal podría haber prevenido la Gran Depresión –una propuesta que más tarde, en escritos populares, incluyendo los de Friedman mismo, se transmuto en la propuesta que el Banco Federal causó la depresión–. Ahora, lo que el Banco realmente controlaba era la base monetaria –circulante más reservas bancarias–. Como la figura muestra, esa base se expandió en la realidad durante la gran depresión, por lo cual es difícil hacer el caso que la Reserva causó la depresión. Pero se puede argumentar que la depresión podría haber sido prevenida si el Banco Federal hubiera hecho más –si hubiera expandido la base monetaria más rápidamente y hubiera hecho más para rescatar los bancos en problemas. y «Así, aquí estamos (2008), mirando una crisis reminiscente de la de los 30. Y esta vez el Banco Federal ha sido espectacularmente agresivo acerca de aumentar la base monetaria.. y adivinen que pasa? no parece estar funcionando».[80]

Friedman continuó a tratar de dilucidar el papel que fuerzas tanto económicas como monetarias juegan en la economía en general y en el empleo en particular. Friedman sugiere que el equilibrio económico no implica necesariamente estabilidad de precios, como concepciones anteriores asumían, sino más bien que la estabilidad económica depende de variaciones anticipadas que permiten mantener “relaciones naturales” entre las variables. Por ejemplo, el nivel natural de desempleo (NAIRU) es aquel en el cual la inflación observada es igual a la esperada.[81]

Consecuentemente, Friedman propone el abandono de las políticas monetarias y su reemplazo con la regla monetaria: El estado debe aumentar la cantidad de circulante a una tasa anual regular y estable, que Friedman propone es entre 3 % y 5 %[82]​ (pero que generalmente se interpreta como correspondiendo a la tasa de crecimiento económico) (nótese que para Friedman lo fundamental es que esa tasa sea estable y predecible por el público - ver op. cit) Dado que esa tasa de crecimiento no es absolutamente predecible, y dado que el aumento del circulante si lo es, eso podría dar origen a un cierto nivel de inflación, pero, en la medida que esa inflación es anticipada, el resultado no será problemático. La economía se mantendrá “estable”.[83]​ En todo caso, la regla monetaria no prohíbe el uso de las tasas de interés a fin de controlar las variaciones de demanda dentro de los límites que la regla permite.[84]

A partir de lo anterior se ha observado un interés en el desarrollo de las posibles reglas monetarias. De particular interés en esta área es el aporte de John B. Taylor.

En 1977, Taylor y Edmund Phelps mostraron[85]​ que la política monetaria es útil para estabilizar la economía si los salarios son pegajosos,[86]​ incluso cuando todos los trabajadores y las empresas tienen expectativas racionales. Esto demostró que algunas de las sugerencias de la economía keynesiana se mantienen bajo la asunciones de las expectativas racionales. Esto es importante porque Thomas Sargent y Neil Wallace habían argumentado que las expectativas racionales hacen la política macroeconómica inútil para lograr estabilidad económica. Los resultados de Taylor y Phelps mostraron que la asunción de Sargent y Wallace no era fundamentalmente las expectativas racionales, sino los precios perfectamente flexibles.[87]​ Consecuentemente el Modelo de superposición temporal de los contratos salariales de Taylor se convirtió en uno de los pilares de la Nueva Economía Keynesiana.

Taylor avanzó a explorar qué tipo de reglas de política monetaria es más efectiva para reducir el coste al Bienestar social de los ciclos económicos: deberían los bancos centrales tratar de controlar la oferta monetaria, el nivel de precios, o la tasa de interés, y en relación a cuales cambios deberían reaccionar estos instrumentos: cambios en la producción, el desempleo, precios de los activos, o las tasas de inflación?. Taylor demostró que había un compromiso —más tarde llamado Curva de Taylor— entre la volatilidad de la inflación y la de la producción.[88][89][90]​ Taylor propuso[91]​ una política que el considera simple y efectiva: los bancos centrales deberían manipular las tasas de interés de corto plazo, elevando las tasas a fin de enfriar la economía cuando la inflación o el crecimiento del producto se vuelve excesivo, y la reduciendo esas tasas cuando una de esas medidas cae demasiado bajo. Esto ha llegado a ser conocido como la Regla de Taylor.

Una disposición clave de la regla de Taylor — a veces llamado el Principio de Taylor— es que la tasa de interés nominal debe reaccionar exageradamente, por ejemplo, aumentando más de un punto porcentual cada aumento de un uno por ciento de la inflación.[92]​ (y viceversa, disminuyendo en más de un punto por cada punto que los precios o la producción decae).

La regla de Taylor se ha transformado en una posición generalmente aceptada como base para las decisiones monetarias;[93]​ constituyendo uno de los principales aspectos a considerar en discusiones acerca de políticas monetarias tanto en EE. UU.[94]​ como en la Unión Europea.[95]



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