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Español chileno



El español de Chile,[1][2]castellano chileno o dialecto chileno[3]​ (es-CL)[n 1]​ es una variedad del español propia de dicho país, que presenta ciertas diferencias a lo largo de su área de distribución geográfica y entre las distintas clases sociales.[4]​ El español de Chile suele considerarse una unidad independiente en los estudios para establecer las zonas dialectales americanas.[5][6]

El español es el idioma oficial de facto y la lengua administrativa de Chile,[n 2]​ donde también recibe el nombre de «castellano»,[7]​ reminiscencia de la denominación original del español, y hablado por el 99,3 % de los chilenos (2002).[8]​ En el país también se hablan en menor medida otros dialectos locales, como el español andino y el español chilote.[9]

En zonas limítrofes de Argentina con Chile, se puede escuchar a los habitantes expresarse hablando con una pronunciación y entonación similares a las del español chileno y utilizando algunas palabras de él; sin embargo, pese a las semejanzas, el uso del idioma, gran parte del léxico y las estructuras utilizadas corresponden totalmente al español rioplatense. Esta situación se registra principalmente en la región geográfica argentina de Cuyo, particularmente en la ciudad de Mendoza, mientras que en la Patagonia chilena se mezclan rasgos chilenos con otros chilotes y rioplatenses.

Pese a que en el ámbito doméstico se registran simultáneamente casi todas las particularidades que se describen más adelante, en situaciones formales las diferencias con el «español estándar» son menores y suelen restringirse a la pronunciación y al léxico.

De acuerdo con la teoría andalucista, la más aceptada desde las últimas décadas del siglo XX en adelante,[10]​ el español de Chile, así como el del resto de Hispanoamérica, es fruto de la convergencia de diversos dialectos del español hacia una lengua común o koiné, entre los que el andaluz fue el más influyente. Los argumentos que fundamentan esta teoría son tanto externos (sociodemográficos) como internos (lingüísticos): sobre los aspectos sociodemográficos, de acuerdo a datos aportados por Peter Boyd-Bowman, los españoles venidos a América procedían mayoritariamente de la zona sur de España, con un abrumador 60 %; respecto de las mujeres, dos de cada tres procedían específicamente de Sevilla.[11][12]

En lo relativo a los aspectos internos, los fenómenos característicos del español koiné han sido documentados en el español andaluz antes del siglo XV, lo que indica que no surgieron en América en evolución paralela al español andaluz (como propugnaba la tesis antiandalucista) ni son fruto del contacto con las lenguas de sustrato (como defendían los sustratistas a principios del siglo XX), sino que fueron importados a América por hablantes del sur de España. Estos fenómenos característicos son el seseo, el yeísmo, la aspiración de /-s/ al final de sílaba, la elisión de /-d-/ intervocálica, la glotalización de /x/, la neutralización de la oposición entre /-l/ y /-r/, y la neutralización de vosotros/ustedes, entre otros.[14]

Este período inicial de convergencia hacia una variedad koiné comenzó en Chile con la llegada de los españoles y tuvo una duración aproximada de sesenta años, según estimaciones de Germán de Granda. Luego, se inició en Hispanoamérica una etapa de regionalización, marcada por la divergencia del español koiné hacia distintas variedades dialectales. En el caso de Chile, esta etapa implicó primero un proceso de vernacularización, en que el español koiné se tiñó de características particulares fruto de la especial composición demográfica de la región y, más tarde, un proceso de estandarización tardía, que hizo retroceder fenómenos poco valorados socialmente, reemplazándolos por variantes de prestigio. En el caso de Chile, la estandarización explica, por ejemplo, el retroceso de la glotalización de /x/ hacia una variante velar palatalizada y la restricción de la neutralización de líquidas a zonas rurales o a variedades sociolectales bajas.[15]

El voseo era generalizado en Chile hasta que Andrés Bello, rector de la Universidad de Chile nacido en Venezuela, condenó su empleo y llevó a cabo una campaña normativa en favor del tuteo; desde entonces, el sistema educativo lo ha ignorado y ha colaborado para su progresiva extinción.[22]​ Sin embargo, el voseo continuó siendo norma rural o subestándar y parte del registro informal —o incluso vulgar[2]​ con el empleo del voseo pronominal,[23]​ considerado mucho más cargado, despectivo o marcado que el voseo verbal—, cuyo uso se ha extendido entre personas de todas las edades y capas sociales.

En el lenguaje coloquial chileno, con diferencias de acuerdo al estrato social y a la zona geográfica, la forma de tratamiento para la segunda persona singular fluctúa entre «tú» y «vos» con el uso de conjugaciones verbales especiales y la correspondiente aspiración o pérdida del fonema /s/;[2]​ sin embargo, lo más frecuente es que se combinen el pronombre «tú» con el voseo verbal.[22][23]​ Lo anterior se debe a que, en el registro formal, el pronombre «tú» es usado con las conjugaciones comunes del tuteo;[23]​ en cambio, si existe familiaridad, entonces se combina con las conjugaciones del voseo chileno, mientras que el pronombre «vos» se utiliza en un contexto de mucha familiaridad o para mostrar desdén —el pronombre «usted» se reserva en el registro formal a las relaciones de mayor respeto o distancia—.

Las conjugaciones del voseo verbal de Chile —donde si la desinencia verbal termina en «-áis», se vuelve «-ái»; si otra termina en «-éis», se monoptonga en «-ís»; mientras que aquella que termina en «-ís» se conserva, a lo que debe añadirse la correspondiente aspiración del fonema /s/—[2]​ son diferentes a las del voseo más extendido en Argentina, Bolivia, Centroamérica, Colombia, Paraguay y Uruguay y se asemejan más a las del español del Estado Zulia (Venezuela). Además, no se restringe tan solo al presente de indicativo; de hecho, se trata de la variante en que el uso del voseo verbal está más distribuido por los distintos modos y tiempos verbales, si bien es la única donde el voseo en modo imperativo se da solo de forma marginal.[23]

En esta forma, el verbo «ser» se conjuga como «soi» pues procede del voseo reverencial «vos sois», aunque también puede conjugarse «erís».

En la tabla que se detalla a continuación, se presenta una comparación entre los diferentes modos de conjugar verbos en voseo (reverencial, chileno e internacional) y tuteo:

* El rioplatense prefiere las formas del tuteo (camines, comas, vivas).

Las palabras que se usan en Chile que no aparecen en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española —o lo hacen con diferencias gramaticales, léxicas o semánticas—, han sido registradas por distintos diccionarios de chilenismos. Entre ellos, el más actualizado y el que presenta mayor número de entradas es el Nuevo diccionario ejemplificado de chilenismos y de otros usos diferenciales del español de Chile de Félix Morales Pettrorino, Óscar Quiroz Mejías y Patricia Arancibia Manhey (2010),[24]​ elaborado por lingüistas y fundamentado en lingüística de corpus.[25]

En la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española (2014), se cuentan 2214 chilenismos o términos propios del español chileno.[26]​ Algunas características palabras coloquiales de esta variedad son:

Esta variedad ha recibido aportes mayormente de tres fuentes distintas:

La siguiente lista ilustra el gran número de palabras —excluyendo aquellas que se refieren a comidas típicas, a plantas y a animales endémicos— de uso cotidiano o rural de origen quechua sureño:

En la vigesimosegunda edición del Diccionario de la lengua española (DRAE), se cuentan 302 términos de origen mapuche que abarcan distintos campos semánticos.[40]​ Algunas palabras —excluyendo aquellas que se refieren a comidas típicas, a plantas y a animales endémicos— comúnmente usadas de origen mapuche son:

Hay expresiones de origen no hispano y algunos términos provenientes del inglés británico, que fueron arraigándose poco a poco en el vocabulario chileno con la llegada de los inmigrantes europeos no españoles y con la influencia de la televisión:[38]

En Chile, al igual que en otros países, por lo general, no se cambia la composición de una palabra ya determinada por uso y no es afectada en el uso cotidiano por la sintaxis o gramática; sin embargo, una parte de la jerga jovial suele hacerse similar al argot francés coloquial de los jóvenes o al lunfardo rioplatense. Se da, sobre todo en el área metropolitana de Santiago, donde, en casos como los de las palabras para denominar el metro y la micro, dos medios de transporte en Chile, se invierten las sílabas de cada palabra dando origen a «trome» y «cromi». Este tipo de modificación se utiliza en la jerga informal como imitación burlesca de la jerga hablada por los delincuentes, conocida como «coa», posiblemente derivada de, y equivalente a, el vesre, en la que se invierten las sílabas de muchas palabras, por ej: «broca cochi» es «cabro chico» (niño).

Aunque es poco frecuente, también se practica el «rimbombeo» de las palabras para darle más interés a una frase, por ejemplo «caracho» por «cara» y «tontorrón» por «tonto».

Existen palabras que tienen relación con hechos relevantes en la historia del país, tales como «condoro» (relacionado al personaje de historietas Condorito) y «clotear» (haciendo referencia a Clotario Blest, dirigente sindical que era detenido por la policía en todas las manifestaciones, acuñándose el término «clotear» para significar «ser detenido», hoy es usado para significar «salir mal algo»).

Según el filólogo Rodolfo Oroz, «uno de los rasgos más sobresalientes del habla chilena [es] el pródigo uso de diminutivos[; e]ste hábito es propio de todas las clases sociales en el lenguaje corriente, pero siempre algo mayor en las mujeres y niños y en la gente del pueblo, en general, y en los campesinos en particular».[80]​ Los diminutivos son usados afectuosa o amablemente en el lenguaje coloquial, por ejemplo: chiquitito, despacito, pancito, poquito, ratito, tecito y vinito, entre otros.[81]

Asimismo, es común el uso de nombres de animales para referirse a las personas o a sus características. Por ejemplo, «andar pato» es «andar sin dinero», «caballo» es algo «magnífico», mientras que «chancho» es «una persona sucia, desaseada o glotona», pero si alguien dice «lo pasé chancho» quiere decir que lo pasó excelente; «alguien notable por alguna razón» es «choro», palabra que, dependiendo del contexto, también puede significar «altanero», «ladrón» o «simpático» (también es un término vulgar para denominar la vagina); un «cabro» y una «cabra» son un «muchacho» y una «muchacha», mientras que «estar cabreado» es «estar harto»; «este es un buen gallo» equivale a «este es un buen hombre», alguien «ganso» o «pavo» es «estúpido o desatento»; «pollo», en los sectores bajos, es «un cobarde», y «ser pollo», es «tener poca experiencia».

Los medios de comunicación escritos más prestigiosos, como El Mercurio y La Tercera, utilizan prioritariamente un lenguaje sin localismos coloquiales. Sin embargo, las campañas dirigidas a un público joven tienden a usar voseo verbal y términos coloquiales, aunque sin caer en el vulgarismo.

Por el contrario, el periódico La Cuarta es considerado un ícono de las formas populares de expresión, que incluyen léxico de origen indígena,[82]​ íntegramente escrito en lenguaje informal y familiar, dirigido a los estratos bajo y medio-bajo de la sociedad chilena y con una importante tirada. Por su parte, el semanario The Clinic, que analiza la sociedad y la política del país en forma satírica, está escrito mezclando distintos registros de habla.

Las radios y los canales de televisión alternan los registros según el tipo de programas y la audiencia a la que va dirigido.



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