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Lorenzo de Ávila



Lorenzo de Ávila (Ávila, c. 1473/1492[1]​ – Toro, 1570) fue un pintor renacentista español, tradicionalmente considerado seguidor de Juan de Borgoña,[2]​ activo en Toledo, donde se le documenta por primera vez en 1507, Ávila, Valladolid y León, antes de establecerse en los últimos años de su vida al frente de un activo taller de pintura en Toro.

De posible origen abulense,[3]​ sus primeros ámbitos de trabajo están en Toledo y Ávila. Después se le documenta en León y Valladolid, antes de establecerse definitivamente en Toro en 1529, donde creó un taller de pintura en el que trabajarán o con el que colaborarán otros pintores activos en la zona, como Juan de Borgoña el Joven, (o II o de Toro), Blas de Oña, Alonso de Aguilar o Luis del Castillo.[4]​ Falleció en 1570 siendo enterrado en el convento de San Francisco para el que había pintado su retablo mayor.[5]

Estuvo casado primero con Mencía de Vergara (muerta en 1524) y posteriormente con Antonia Rodríguez.[6]​ Uno de sus hijos,[7]Hernando de Ávila, fue pintor de Felipe II.

Los primeros datos sobre Lorenzo de Ávila los aportó Demetrio de los Ríos en 1895: su participación en pinturas en la Catedral de León en 1521. Por otro lado, la ausencia de documentación, hasta fechas recientes, para un importante número de pinturas de carácter cuatrocentista en la zona de Toro, en las que era acusada la influencia de Juan de Borgoña junto con algunos rasgos superficiales tomados de Alonso Berruguete y de Rafael, llevó a Manuel Gómez-Moreno a crear la denominación Maestro de Toro para el autor de varias obras en esa ciudad, destacando el retablo de San Martín, en Pinilla de Toro, que Casaseca más tarde documentó a nombre de Juan de Borgoña el Joven y de Lorenzo de Ávila. Más tarde Chandler R. Post,[8]​ creó la figura del Maestro de Pozuelo, autor de un grupo de retablos entre los que destacaría el de Pozuelo de la Orden, en el que luego se documentó la intervención de Lorenzo de Ávila junto a los vallisoletanos Antonio Vázquez y Andrés de Melgar.[9]​ En 1954 Diego Angulo Íñiguez en Ars Hispaniae (t. XII, p. 109) englobó en la denominación Maestro de Pozuelo las obras que Post le había atribuido más las que Gómez Moreno refería al Maestro de Toro, vueltos a separar en Summa Artis (vol XXIV, pp. 216 y 266) por José Camón Aznar que relacionaba con el Maestro de Toro el retablo de Santo Tomás Cantuariense, posible obra de Juan de Borgoña el Joven.[10]​ Pero ha sido fundamental la labor de investigación de José Navarro Talegón para documentar obras de Lorenzo de Ávila en Toro y su entorno, en buena parte las reconocidas por los estudios anteriores pero sin unirlas a su nombre. Emergió así un pintor, documentado progresivamente en Toledo,[11]​ Ávila, León y Valladolid, que terminó creando un taller en Toro.[12]​ Recientemente ha sido fundamental la publicación del pleito de Abezames por parte de Luis Vasallo e Irune Fiz, donde, según argumentó Juan Carlos Pascual de Cruz, queda definitivamente zanjada la cuestión de la superioridad artística de Lorenzo de Ávila sobre los miembros de su taller.[13]​ La monografía de Juan Carlos Pascual de 2012 es la revisión y actualización más completa sobre el pintor hasta la fecha.

La primera noticia documental a él referida lo sitúa en 1507 en Toledo, cobrando de la catedral por los dibujos de tres historias que habían de servir de modelos para los bordadores de la manga o velo que cubre la vara de la cruz procesional de Corpus Christi.[14]

En 1508 se documenta que se encargó de restaurar unas pinturas del zaguán de la Capilla del Sagrario de la Catedral de Toledo.[15]

En 1521 cobró en León por una tabla para el trascoro de la catedral y por la pintura mural del claustro (prácticamente desaparecida) de la Disputa de Jesús con los doctores.[16]

Se le documenta por 1528 en Valladolid, donde pintó para el retablo de Pozuelo de la Orden.[9]

Están documentados[17]​ a su nombre en Toro:

Fuera de Toro:

Desaparecidos pero documentados:

Por razones estilísticas Pascual atribuye a Lorenzo de Ávila un muy numeroso grupo de obras entre las que figuran pinturas catalogadas como anónimas o a nombre de Pedro Berruguete, Juan de Borgoña y Juan de Borgoña el Joven en los museos a los que pertenecen, además de atribuirle la terminación del retablo de la catedral de Ávila junto con las pinturas murales de la Sala Capitular de la catedral de Toledo, obras documentadas de Juan de Borgoña. Dentro del periodo de juventud del pintor, según Pascual, serían de Lorenzo de Ávila:

Postulando una estancia en Italia en torno a 1500, de la que no existe rastro documental, serían suyas:

Del periodo entre 1504 y 1531[43]​ serían suyas

Del periodo de Toro:

Destaca como extraordinario dibujante y pintor excelente. En palabras de Juan Carlos Pascual, sus pinturas están magníficamente compuestas, dibujadas y pintadas, con especial atención a la armonía de los espacios (tanto arquitectónicos como naturales), la luz y las sombras, la expresividad contenida de los rostros y la profundidad melancólica de las lejanías y celajes. En su estilo sobresale la soltura y precisión del dibujo, la composición espaciosa y equilibrada y un cuidadoso coloreado en el que destacan la intensidad de los tonos y el dominio de la luz y de las sombras. Califica su realismo de naturalismo idealizado. Las figuras están bien proporcionadas, aunque de piernas algo cortas, salvo en el caso de Cristo, que a veces tiene piernas demasiado largas. Característica suya es la rodilla flexionada, no simple contraposto, que a veces da sensación de cierta renquera. Conoce bien la anatomía, pero la pinta con sobriedad, con detalles sacados del natural. También es sobrio al pintar heridas o sangre. Los rostros tienden a un gesto severo. Los paisajes, con espacios abiertos, tienen cielos en simetría con la tierra. En general es muy partidario, en los elementos compositivos, de los paralelismos, simetrías y contraposiciones, especialmente en el caso de las miradas de los personajes, para contribuir todos a la atmósfera de la narración. Muchos elementos físicos tienen lecturas simbólicas. Las arquitecturas tienden a las formas rectas o semicirculares, reducidas a lo mínimo, de modelos renacentistas, aunque con detalles localistas (también en los paisajes y los muebles). Los personajes representados muchas veces traslucen retratos de individuos reales (es significativa la presencia repetida de Carlos V).[65]

Sobre su fama contemporánea, destaca lo que dice Pablo Pfintzing, Secretario de Estado para asuntos de Alemania de Felipe II, en su testamento de 1570, al legarle al rey un retablo suyo: «a mi parescer no estar mal pintado».[66]​ El testarlo al rey, por parte de alguien conocido como buen coleccionista, es una forma discreta de elogio.

Hernando de Ávila, su hijo, lo incluía en la lista de los mejores pintores españoles, junto a Fernando del Rincón, Gaspar Becerra, Luis de Morales, Juan Fernández de Navarrete (El Mudo), Fernando Yáñez de la Almedina, Juan Correa de Vivar, Pedro Berruguete y su hijo Alonso Berruguete, Diego de Urbina, Luis de Carvajal(pintor), Miguel Barroso, Alonso Sánchez Coello y el propio Hernando de Ávila.[67]



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