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Luchino Visconti



¿Qué día cumple años Luchino Visconti?

Luchino Visconti cumple los años el 2 de noviembre.


¿Qué día nació Luchino Visconti?

Luchino Visconti nació el día 2 de noviembre de 1906.


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La edad actual es 118 años. Luchino Visconti cumplió 118 años el 2 de noviembre de este año.


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Luchino Visconti es del signo de Escorpio.


Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo (Milán, 2 de noviembre de 1906Roma, 17 de marzo de 1976), fue un aristócrata, director de ópera y de cine italiano. Ha sido uno de los cineastas italianos contemporáneos más reconocidos a nivel internacional.

Luchino[1]​ Visconti nació en Milán, Lombardía, Italia, en 1906, en el seno de una familia de la más antigua aristocracia lombarda, los Visconti, cuyo linaje se remonta al Renacimiento. Era hijo del duque Giuseppe Visconti di Modrone, y Carla Erba, hija de un poderoso industrial milanés.

Desde muy joven se vinculó al teatro de la Scala de Milán (convirtiéndose la ópera en una de sus pasiones), medio de expresión artístico con el que su abuelo, el duque Guido Visconti, y su tío Huberto Visconti mantuvieron una estrecha relación, pues ambos fueron sovrintendenti (superintendentes) del teatro de la Scala.

En 1935 se trasladó a París, donde gracias a Coco Chanel se vincula y colabora con el cineasta francés Jean Renoir, con quien participó como asistente de dirección en Los Bajos Fondos (1936) y como asistente y diseñador de vestuario en Una partida de campo (Une Partie de Campagne) (1937).

Su obra luego se aproxima a los principios artísticos del neorrealismo. Obsesión (de 1943) fue la primera película neorrealista, movimiento que toma como antecedente al novelista Giovanni Verga; introdujo una nueva visión del cine, de la dirección de actores (frecuentemente no profesionales) y en la concepción de la realidad y de los problemas sociales. El neorrealismo no fue una escuela con principios y personalidades artísticas totalmente concordantes, ni en los directores ni en los guionistas, de ahí que se ha sostenido la existencia de una línea más idealista, representada por Roberto Rossellini, y otra, más próxima al marxismo o a las concepciones sociales afines, representada justamente por Visconti, entre otros.

Uno de los teóricos marxistas más importantes del neorrealismo fue Guido Aristarco, autor de La disolución de la razón —discurso sobre el cine—, quien consideró que La tierra tiembla (La terra trema, de 1948) era la película más lograda y avanzada ideológica y estéticamente, que emprendía una búsqueda del hombre ante las cosas que no las sometía a éstas como permanentes por sí mismas, lo que constituiría una alienación, y que tampoco admitía una naturaleza humana inmutable (cine antropomórfico de Visconti).

Con Obsesión en 1943, película de fuerte influencia renoiriana, Visconti trataba temas no aceptables hasta entonces por la censura fascista sobre la base de una novela de James M. Cain, El cartero llama dos veces, narrando el asesinato de un hombre cometido por el amante de su esposa. Lo que más impactó a la sociedad italiana de la época, más allá de la excelente dirección de actores y la minuciosidad de estilo, fue el clima de opresión y el ámbito sórdido que se percibía en la película, pese a no tener aparentes implicancias políticas.

Los años que siguieron hasta su segunda realización, La tierra tiembla (La terra trema, 1948), encontraron a Visconti comprometido con la lucha antifascista y la resistencia italiana. Las duras condiciones de vida de los pescadores, campesinos y obreros del sur italiano acapararon su atención, y sirvieron de inspiración a su nuevo film, el cual fue un fracaso económico, pero ubicó a Visconti en la cima de la escena política y social de la época, por el compromiso moral y humano que había enfrentado.

En los años 50, después de filmar Bellísima, protagonizada por Anna Magnani, melodrama ambientado en el mundo cinematográfico, Visconti encaró el tema del Risorgimento y la unidad italiana con Senso, una historia de amor ambientada en los momentos más dramáticos del Risorgimento y una visión crítica que otra vez abrió el camino para que la censura se impusiera con toda su fuerza. Esa concepción totalizadora del Risorgimento se completó con la inclusión de un aspecto cultural importante: una ópera de Verdi y el espíritu del melodrama verdiano como médula de la película.

Luego de una incursión hacia un cine creador con la libre adaptación de una obra de Dostoievski, Las noches blancas, Visconti retomó el sendero de los films munidos de cuestionamientos sociales, con la película Rocco y sus hermanos (1960). Nuevamente abordó el tema de los conflictos sufridos por los campesinos meridionales, esta vez en el marco de la historia de una familia que se traslada a Milán y la dura realidad que allí debe enfrentar.

La importancia que Visconti otorgaba al núcleo familiar en el contexto de sus films también es puesta de manifiesto en otras películas.

En El gatopardo, su siguiente realización, concretó los indicios de gran producción evidenciados en su película anterior. En ella, con gran belleza visual y basándose en el libro de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, reflejó las reflexiones del príncipe Di Salina sobre la decadencia de su clase nobiliaria y su mundo que agonizaba, mientras la nueva burguesía ascendía al poder económico y político en el marco de los acontecimientos que sacudieron Sicilia en 1860 (la invasión de los camisas rojas conducidos por Giuseppe Garibaldi).

Atavismo impúdico o Sandra (Vaghe stelle dell'Orsa en el original) en 1965 era una adaptación libre de la Electra de Sófocles y seguía utilizando a Claudia Cardinale como su personaje fetiche —también era un nuevo ensayo de su cine de interioridad— y El extranjero —fiel reproducción de la novela de Albert Camus—, en 1967, sirvieron de antesala a La caída de los dioses, una metáfora sobre el mal y la corrupción moral de una familia alemana vinculada con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.

La caída de los dioses reflejó con realismo y crudeza una etapa negra en la historia de la humanidad, y fue catalogada por los críticos como una película de brillante minuciosidad histórica.

Muerte en Venecia fue considerado uno de los films más importantes de la década del 70, siendo su contenido fundamental la contradicción entre el artista —protagonista de la película— y su posición burguesa.

Ludwig (sobre Luis II de Baviera) significó una coherente continuación de la realización anterior, vale decir, una reflexión acerca de las relaciones de la vida y el arte, entre la estética y la ética.

En 1974 dirigió Confidencias o Retrato de familia en interior (Gruppo di famiglia in uno interno), declarando Visconti que se trataba de un film antifascista en el sentido crítico y en el sentido lato del término. Un retrato crepuscular de la incapacidad del intelectual coherente de hacer frente a su grupo social y de adaptarse a un mundo de valores culturales banales, en el Visconti se veía muy reflejado, aunque el personaje protagonista era un trasunto del crítico de arte Mario Praz.

Poco tiempo antes de su muerte, y en un estado de salud bastante grave, logró concretar su última película, El inocente, adaptación de la novela homónima de Gabriele D'Annunzio.

Su fallecimiento se produjo el 17 de marzo de 1976 en la ciudad de Roma, cuando contaba 69 años de edad.

La colaboración artística entre Visconti y varios colegas (Claudia Cardinale, Alain Delon, Burt Lancaster, Nino Rota, Silvana Mangano, Suso Cecchi D'Amico, Alida Valli, Dirk Bogarde, Anna Magnani, Rina Morelli, Paolo Stoppa, Giorgio Albertazzi, Anna Proclemer y otros) suma prestigio al trabajo de uno de los más importantes directores de cine y ópera del siglo XX que, junto a los directores Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Mauro Bolognini, y más tarde Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Vittorio de Sica o los hermanos Taviani, situó al cine italiano en un puesto de honor.

La ópera fue el primer amor de Visconti y el género sirve de marco o aparece conspicuamente en varias de sus realizaciones como en Senso, El gatopardo y en Ludwig, que narra la obsesión del rey bávaro por la música de Richard Wagner. El título La caída de los dioses alude a la ópera homónima de Wagner, trazando un paralelismo entre Wagner y la Alemania nazi.

En el escenario operístico milanés llevó al teatro de su ciudad, La Scala, a un nuevo esplendor con sus magníficas puestas en escena de La Traviata, Anna Bolena, Ifigenia en Táuride y La Sonnambula para Maria Callas.

Trabajó en La Scala, la Ópera de París y Covent Garden en Londres en una recordada producción de Don Carlos de Verdi con Jon Vickers. Aparte de Callas, sus máximos colaboradores fueron Leonard Bernstein, Carlo Maria Giulini y Franco Zeffirelli, su más famoso discípulo.[2]

En Muerte en Venecia la música volvió a hacerse presente en la figura del torturado compositor. Al film se debe en gran parte la popularidad actual de la música de Gustav Mahler cuyo Adagietto de la Quinta Sinfonía enmarca cada escena.



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